Quantcast
Channel: ElDiario.es - Francesc Miró
Viewing all 732 articles
Browse latest View live

Las diez series más esperadas de este otoño


'El elegido', el juego de espías del asesino de Trotski

'Gernika', una historia olvidada para el cine español

$
0
0

Los días de mercado suelen marcar los calendarios semanales de muchos pueblos y ciudades pequeñas de nuestro país. En Gernika, de hecho, existe un dicho popular que habla de ello: "Lunes gernikes, golperik ez". Una frase que vendría a significar "el lunes ni golpe" y que resume la esencia del primer día de la semana en la Gernika de siempre. Durante esa jornada, las gentes del pueblo y del resto de Bizkaia se acercaban a comprar, vender y hablar.

El lunes 26 de abril de 1937, en plena Guerra Civil, los habitantes del pueblo seguían la tradición: se reunían en los Jardines del Ferial, donde antiguamente estaban las casetas de los ramaderos y agricultores locales vendiendo sus productos. Aquel día, en el cielo aparecieron 31 bombarderos y 26 cazas del bando golpista que dejaron caer su munición hasta destruir más del 70% de la población.

"A medida que te vas documentando sobre el tema te vas dando cuenta de que hay muchísimas versiones sobre el hecho, incluso antagónicas", cuenta Koldo Serra, director de Gernika, una película que llega a nuestros cines este viernes. "No tiene nada que ver lo que te cuentan los supervivientes con lo que dicen algunas personas que afirman que el bombardeo no duró más de diez minutos o que la ciudad no era el objetivo", dice Serra.

El realizador vasco sabe que su proyecto, que llega este viernes a los cines, es prácticamente pionero en nuestro país y filmografía. Algo extraño dada la relevancia histórica que ha tenido el bombardeo de Gernika. Hablamos de ello con él antes del estreno del filme.

El cuadro de Picasso ... ¿Y qué más?

La idea de hacer una película de ficción sobre el bombardeo nace de una propuesta más o menos de encargo. "Un día me llaman dos productores y me dicen: 'Oye Koldo, queremos hacer una película española, rodada en inglés, sobre el bombardeo de Gernika'", confiesa Koldo Serra. “Esto suena tan fatal que os voy a decir que sí”, recuerda con una sonrisa.

Lo cierto es que a pesar de que aceptase el proyecto sin pensarlo, no era una idea fácil de concebir. En España se ha rodado poca ficción sobre el ataque a la población vizcaína por parte de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana. "Me percaté de que había muy pocas pelis sobre Gernika y eso me atrajo mucho. El proyecto cogió fuerza y aparecía la posibilidad de contar algo, con todo el respeto y la responsabilidad del mundo, que no se había contado antes", afirma.

El caso del pueblo vasco bombardeado es casi como un agujero negro en la historia de nuestro cine. Una que no ha escatimado proyectos ambientados y narrados en la Guerra Civil, pero que parece haber obviado lo que ocurrió a 35 kilómetros de Bilbao.

Fernando Arrabal, Emir Kusturica o Alain Resnais son algunos de los nombres que han hecho obras inspirándose en el hecho o en el cuadro de Picasso. Sobre éste existen multitud de documentales igual que sobre lo acontecido aquella tarde de lunes. Pero si pensamos en películas de ficción que cuenten lo que sucedió, hay poco de lo que partir. Aunque que existen ejemplos, como la TV movie dirigida por Luis Marías, Gernika bajo las bombas, son casos aislados.

"También es cierto que no es fácil contar una historia así. Puede que hace quince años no se hubiera podido contar como se cuenta hoy, con la tecnología que tenemos a nuestro alcance", explica el director de Bosque de sombras. "Aunque si te digo la verdad, creo que es más porque el tema levanta mucha ampolla".

Para el realizador, la fase previa al rodaje fue una experiencia decisiva. "Cuando nos documentamos nos dimos cuenta de que aún era un tema muy complejo. Y también supongo que hay gente que no quiere que se sepa lo que pasó", declara Serra.

Que fuese una película basada en unos hechos por todos conocidos pero por muy pocos contados no le acobardó: "Más que miedo, daba respeto", cuenta Serra. "Yo soy de Bilbao y tengo clarísimo lo sensible que es el tema en Euskadi. Pero fuera de España todo el mundo conoce el cuadro pero no qué hay detrás. Es evidente que se sabe que el Gernika es una obra de Picasso pero era importante contar al mundo lo que sucedió allí". En su opinión "estas cosas hay que contarlas y hablarlas sin más. Aunque con el máximo respeto, algo que me pareció que tenía el guión".

Realismo por respeto

El día que rodaron en la misma Gernika, seis supervivientes de la masacre acudieron a ver el trabajo del equipo. Cuenta Koldo, no sin cierta reticencia, que fue un momento muy emotivo. Todo era tan real delante de las cámaras que aquellas personas se sintieron partícipes. La labor de reconstruir con pelos y señales aquella tarde de abril era algo más que hacer una película: se trataba de contar lo que aquellos niños, hoy con más de ochenta e incluso noventa años, vieron y sintieron.

"Escuchar testimonios de primera mano te sensibiliza mucho más y hace que te impliques de una manera que nunca habrías pensado", cuenta. "De hecho, muchas cosas que nos contaron están como pinceladas: como la mujer que está parada con la llave puesta en la cerradura de la puerta de su casa, de la que no queda ya nada más que eso, la puerta. Ni un solo ladrillo". También "la historia de las hermanas del bando golpista que al caer las bombas se refugiaron en el mismo sitio que el resto del pueblo". Esta escena es retratada con tal elegancia en la película que pone los pelos de punta. En este caso se escucha a alguien espetarle a una de las hermanas "Estos son los tuyos". Nada más... no hace falta.                                                 

No obstante Gernika es una película que se mantiene en la distancia hasta que el drama se hace evidente. "Me pareció muy interesante el punto de partida: que el protagonista fuese un periodista extranjero", explica el director de la película. "Eso permitía no volver a contar una historia de bandos enfrentados. Que no fuera tan fácil sino que estuviera ambientada en el mundo del periodismo y retratara la censura de la República y el apogeo de la propaganda", defiende Serra.

Pero cuando llega el momento de ponerse detrás de las cámaras para rodar la atrocidad que inspiró a Picasso la pieza que hoy cualquiera puede contemplar en el Reina Sofía, las cosas se pusieron difíciles. "Fue muy duro: por una parte resultaba bueno dejar el bombardeo para los últimos días de rodaje porque todo el mundo se implicaría infinitamente más a nivel emocional", cuenta el realizador. "Pero por otro lado llegas muy cansado a esa parte que es la que más energía necesita de ti", confiesa. "Ha sido muy duro pero todo ha sido real. No ha habido decorados ni cromas. Evidentemente los aviones son por ordenador pero las explosiones, el fuego, el humo eran físicos. Y espero que eso se perciba en pantalla", nos dice.

Podríamos decir que, en parte, lo ha conseguido. O por lo menos ha tratado una de las manchas más oscuras de nuestra historia con el suficiente respeto como para haber abierto una puerta por la que entren nuevas historias. 

"Ojalá haber hecho Gernika ayude a que se hable del tema con mucha más normalidad", dice. Aunque también "pueda hacer llegar la historia a más gente, generaciones jóvenes que quizás después de ver la peli se interesen por la historia". Por la de Gernika y lo que ocurrió una tarde de mercado como cualquier otra.

Nueve películas a las que seguir la pista después del Festival de Venecia

$
0
0

A la temporada de festivales aún le quedan unas cuantas citas, pero esta semana tenemos que despedir a uno de los que ocupa un sitio privilegiado entre los más importantes de Europa, junto con el de Cannes y el de Berlín. Hablamos del Festival Internacional de Cine de Venecia, que este año ha celebrado su 73º edición del 31 de agosto al 10 de septiembre.

'El Principito', lo esencial sigue siendo invisible a los ojos

$
0
0

Ser aventurero, así tal cual, era considerado casi como una profesión a mediados del siglo pasado. Si además sabías pilotar un avión, tu vida seguro que iba a ser trepidante y estaría plagada de historias que contar. Con estos ingredientes, tampoco era raro que terminases siendo escritor.

Antoine de Saint-Exupéry vivió muchas historias y siempre nos quedará la duda de cuántas contó alguna vez y cuántas otras se guardó para sí mismo. No son muchos los que saben que en repetidas ocasiones, el piloto francés tuvo que lidiar a punta de pistola con militares marroquíes para liberar a aviadores apresados. Tampoco es demasiado conocido el hecho de que antes de incorporarse al Ejército del Aire, había conseguido experiencia como aviador siendo cartero internacional: volaba con aviones ligeros que ya entonces se consideraban anticuados e incluso peligrosos. Ni que después de haber dejado el Ejército, se quiso volver a alistar aun sabiendo que superaba la edad máxima permitida. Eisenhower le dio un permiso especial, aunque debido a sus limitaciones físicas nunca llegó a pilotar como antes.

Cierto es que algo de todo aquello nos contó en relatos como El aviador, Correo del Sur o Vuelo nocturno, pero pocas anécdotas de su vida se conocen más que su accidente en el desierto del Sahara.

Aunque se había estrellado en varias ocasiones, ningún susto le marcó tanto como el que sufrió un 30 de diciembre de 1935, ocho años antes de publicar El Principito. Justo la edad que algunos estudiosos han dicho que tendría el personaje del título. Saint-Exupéry se encontraba participando en una carrera junto con su colega André Prévot cuando el avión desfalleció. El aeroplano quedó destruido y cubierto de arena en medio del Sahara. Allí estuvieron a punto de morir ambos, hasta que les rescató un beduino, cuatro días después del aparatoso accidente. Lo contó en Tierra de hombres, pero entonces se quedó en lo superficial, en lo que se podía contar después de haber sobrevivido a aquello.

Mark Osborne, a los mandos de esta nueva adaptación cinematográfica de El Principito, parece comprender que del hecho traumático viene el gen de la narración con la que arranca el libro. Un sosias del propio Saint-Exupéry se encuentra con un misterioso niño que le pide que le dibuje una oveja. En realidad lo que le pide es que, para sobrevivir, tiene que pensar como un niño. Lo esencial es invisible a los ojos.

El Principito como nunca lo habías visto

Tal vez estemos ante la primera adaptación que es realmente fiel al espíritu de la narración del piloto francés. Y, a la vez, es la primera que no se basa completamente en el relato en sí mismo, sino que más bien lo utiliza como hilo conductor.

La historia de esta película no es la del relato sino la de una niña que acaba de mudarse a una gran ciudad. Vive con su madre, que le exige que invierta su verano en estudiar y en seguir una agenda estricta de quehaceres que la harán entrar en un colegio privado. Pero todo se complicará cuando conozca a un vecino muy particular: un viejecito adorable que es piloto de aviones y que le contará que un día conoció al Principito.

La película, plantea pues un punto de partida interesantísimo a la hora de tratar un clásico de semejante calibre. No en vano, estamos hablando de uno de los libros más leídos de la historia. Así que... ¿Por qué contar lo que todos conocen? El Principito de Mark Osborne no va de El Principito de Saint-Exupéry. Lo que busca es intentar captar lo que han sentido o imaginado los 140 millones de lectores del libro. Algo que no sólo es original, sino una demostración de arrojo bien mezclado con talento.

Para conseguirlo, la línea argumental básica, la historia de la niña y el viejecito, está realizada con animación 3D como la grandísima mayoría de películas actuales. El formato, pues, se ha convertido en la realidad con la que narrar cualquier historia. Mientras que todo lo que tiene que ver con el relato de Saint-Exupéry está hecho mediante animación stop motion, trasladando la capacidad de asombro y la potencia visual a otro plano distinto y memorable.

El resultado es una imaginativa reinterpretación para todos los públicos de una historia sobre lo que significa la infancia, la edad adulta, y los límites entre ambas. Pero también es una prueba eficaz de un tipo de cine más preocupado en contar sensaciones que historias. ¿Recuerdas lo que sentiste al leer el original? ¿No? Pues lo harás con esta película. Lo esencial es invisible a los ojos, así que lo que vas a ver no es lo más importante, tenlo en cuenta.

Otros principitos de la pequeña y la gran pantalla

Dentro de lo difícil que es adaptar una obra tan inadaptable como la que nos ocupa, resulta poco sorprendente descubrir que han sido bastantes los que lo han intentado antes que el director de Kung Fu Panda. En 1974, Stanley Donen, el director de Cantando bajo la lluvia y Siete novias para siete hermanos, se embarcó en un musical que sobre el personaje. El experimento no salió del todo mal, pero tampoco del todo bien y hoy se resiste al olvido como un extraña película casi "de culto". Tal vez la recordemos hoy porque en ella aparecía el recientemente fallecido Gene Wilder que, aunque parezca extraño, hace de el Zorro del cuento. Él fue el primero en pronunciar una de las frases más memorables: “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos”

Poco después, se hizo una serie televisiva que adaptaba muy libremente la historia. Era una serie de anime japonés que Kôji Yamazaki y Takeyuki Kanda quisieron convertir en algo más que una extravagancia. Lo cierto es que se considera un fracaso y ninguno de los dos creadores ha logrado hacerse un hueco en la historia.

Otra adaptación que se tomaba todas las libertades que hiciesen falta fue la producida France Television y Sony en 2010. Se trataba de una serie de animación que contaba las aventuras del joven habitante del asterioide B612 y su zorro luchando contra la serpiente, que estaba empeñada en apagar todas las estrellas que pudiese. En nuestro país la emitió Disney Channel, y tampoco llegó al corazón de los espectadores. Han tenido que pasar muchos años hasta ver una adaptación ciertamente digna, y resulta que no se trata de una adaptación literal. Tal vez en eso reside su secreto.

Los hijos de la Primavera Árabe suenan a electrónica en España

$
0
0

Escribía Gonzalo Moure en El beso del Sáhara que el silencio, para la gente que habita en la ciudad, era una ausencia. Algo que nos falta, rodeados contantemente por sonidos mientras anhelamos, secretamente, la quietud. "Pero para los habitantes del desierto, el silencio es como un amigo, como una presencia", decía el escritor valenciano. 

Podría decirse que los mejores músicos, justamente, son los que mayor respeto le tienen al silencio. Aquellos que saben que para llenarlo no vale cualquier murmullo. En muchas zonas de África, la música tradicional está ligada directamente al tratamiento del silencio, el rey absoluto del desierto del Sahara. Esa zona de más de 9 millones de kilómetros cuadrados que ocupa la mayor parte de África del norte.

En los últimos años, muchos artistas procedentes de países como Egipto, Marruecos, Chad o Níger han empezado a actuar de manera regular en locales y festivales de Europa. La conjunción ha querido que la escena underground se haya ido acostumbrando paulatinamente a la presencia de músicas tradicionales africanas en las programaciones culturales británicas o alemanas, de influencia mayormente occidental.

Para Edu García, promotor musical y principal responsable de Giradiscos, esto se debe principalmente "la labor de sellos como Sahel Sounds o Awesome Tapes on Africa". Aunque además del trabajo de promotoras atentas al talento que está llegando de allí, existen razones de fondo, tanto políticas como económicas. "Más que generacional es un tema tecnológico, muchos de estos artistas se han dado a conocer a través de los teléfonos móviles y tarjetas de memoria, que son los principales medios de escucha e intercambio de música en África. Los recopilatorios Music For Saharan Cellphones son un buen ejemplo de ello", nos cuenta García.

Algunos de estos músicos, de estilos muy diferentes pero con las raíces africanas como distintivo y el viento del Sahara por bandera, coinciden en España las próximas semanas. ¿Estamos ante un auge particular de la música norteafricana?

Maurice Louca y el sonido de la Primavera Árabe

Maurice Louca nació en el Cairo. De Egipto asumió influencias clásicas del shaabi, la música tradicional árabe, pero las transformó en psicodelia electrónica. Así presenta su segundo álbum: Benhayyi Al-Baghbaghan (Salute the Parrot) editado por Nawa Recordings.

Su música ha escapado siempre de etiquetas, pero aquellos que consiguieron definirlo no dudaron en afirmar que lo que Louca hacía cambió la escena musical independiente de la región. Algo que Wire describió como "un homenaje a la estimulante energía egipcia, políticamente devastada pero musicalmente incontenible".

Para el promotor de Giradiscos, su éxito no es baladí: "en el caso de Egipto en concreto, el auge es una consecuencia de la Primavera Árabe y la libertad que ahora tienen los artistas de allí para grabar y actuar".

De ese cambio de panorama salieron proyectos dispuestos a hacer visible las nuevas olas musicales de la región. Es el caso de The Dwarfs of East Agouza, formado por el propio Louca junto con con Alan Bishop (Sun City Girls, Alvarius B) y Sam Shalabi (GY!BE). Juntos estarán en Villamanuela y Keroxen Tenerife. Louca en solitario el 30 de septiembre en el Rock Palace de Madrid y el 1 de octubre en Barcelona.

Islam Chipsy y el techno para derribar fronteras

La evolución y popularización, siempre underground, del shaabi y sus modernas variaciones en territorios europeos, también se puede entender como una reacción musical a la islamofobia cada vez más latente en Europa. "Desde luego la música ayuda a construir puentes entre culturas. Es uno de los papeles que juega en la sociedad", defiende Edu García.

Pero no es solo una cuestión política ajustada al devenir actual. No es coincidencia, aunque lo parezca, que Islam Chipsy también sea de El Cairo y que su grupo EEK tengan hoy en día más proyección que nunca a pesar de llevar años sobre los escenarios. Se trata de la unión de influencias occidentales y el atractivo de su exotismo musical lo que hace de las actuaciones de musicos de la región sean más numerosas y populares cada día.

"El elemento exótico juega a su favor a la hora de destacar sobre otras propuestas", reconoce Edu García. "Cada vez hay más interés por esta música, aunque aún no tanto en España como en el Norte de Europa. Por ejemplo Islam Chipsy ha actuado en fiestas de techno con artistas como Shackleton y Vessel en Bristol", nos cuenta.

Islam Chipsy es un joven egipcio que se ha convertido, por méritos propios, en el pionero del teclado shaabi eléctrico. Islam Chipsy ejerce de centro neurálgico de EEK, con su sónico despreocupado y alegre, mientras lo flanquean siempre las frenéticas percusiones de Khaled Mando y Mahmoud Refat. Se dieron a conocer en 2014 con el álbum debut del grupo: Kahraba. Con solo cuatro canciones, representaron perfectamente su salvaje e inimitable espectro artístico, desde el frenético sonido que se ha convertido en su firma y que le llevó a la fama hasta las maniobras individuales de los estándares sonoros egipcios.

The Bullet, su último disco publicado en Julio de 2016 continua explorando los límites del shaabi. Tres canciones en las que se mezcla inspiración del rai algerino en o el hip hop americano. Y se podrá escuchar en directo el jueves 22 de septiembre en el Café Berlín madrileño.

Imarhan: rock pausado y música Tuareg

Pero no sólo de electrónica vive el auge de la música de la región del Sahara. Los argelinos Imarhan, que también tocarán en el Café Berlín, llevan años intentando desmantelar lo poco que sabemos los oyentes occidentales de la música Tuareg. Esta nueva ola de músicos tuareg suena muy diferente a la distorsión desértica de grupos como Mdou Moctar.

En lugar de ello, el alma de esta música es calmada y con una complejidad de composición que no se había demostrado hasta ahora en el repertorio musical exportado del Sahara. De esta forma, ofrecen algo mucho más fresco y complejo; hay mucha sensibilidad y espacio en estas composiciones, dejando aire para que tu mente camine y se pierda.

Y aquí no termina el tema. En un futuro próximo se esperan más ejemplos del auge, como la probable gira de los sonidos nigerianos de Les Filles de Illighadad por territorio ibérico. Esto no ha hecho más que empezar.

"Sin creatividad estamos jodidos"

$
0
0

Aún iba a la escuela cuando decidió qué quería ser. Lo curioso, en este caso, es que aquél sueño infantil y prematuro no se quedó en agua de borrajas. Suele pasar y ya casi nadie se sorprende. Pero él no quería ser bombero, ni astronauta, ni ninguno de aquellos clichés manidos. Él quería dibujar cómics.

Más de veinte años dibujando para el mundo de la publicidad le han llevado hasta donde está hoy. Después de un tiempo publicando en medios como El Mundo y de trabajar como profesor, ganó el Premio Planeta de Cómic en 2010 con De perros y huesos, una historia que él dice que hizo para "relajarse". Desde entonces ha dedicado los años a escribir, dibujar y poner música a Hoy es un buen día para morir.

Ahora tiene 47 años y un piso en el centro de Madrid. Nada más entrar en la finca en la que vive, nos da la bienvenida un dibujo de Marlon Brando caracterizado de Vito Corleone con un bocadillo que reza "por favor, retiren las bolsas de basura o les haré una oferta que no podrán rechazar". Parece que no nos hemos equivocado de número. Cinco pisos arriba, Jesús Colomina Orgaz, también conocido como Colo, nos abre la puerta de su casa. Después de sentarnos en el sofá se enciende un cigarrillo. El primero de muchos.

Casi 400 páginas a todo color para un libro que vale cada uno de sus 30 euros pero que no es fácil decidir comprar. ¿Cómo están funcionando las ventas de Hoy es un buen día para morir?

Por lo que me dicen en la editorial va bien. Pero para ser lo que es: reconozco que es un libro caro. Hasta la fecha es la apuesta más grande que ha hecho la editorial. El anterior libro, más arriesgado, llegó a costar 28 euros y se lo comieron con patatas. Pero en Dibbuks trabaja gente muy apasionada que piensa: 'si no lo edito yo, no lo edita nadie'. Y yo soy igual. Hacer esto es demencial pero había que hacerlo.

Justamente la pasión parece ser un tema central en la obra. ¿Cómo decides desarrollar la idea inicial de la que parte Hoy es un buen día para morir?

Dejo que las ideas vayan brillando. Hay veces que una va cogiendo más y más luz, y otra que se apaga sin más. También hay veces que se suman varias como es el caso. La primera era que me apetecía meterme en un proyecto gordo. Que no es una idea en sí, pero sí una voluntad de trabajo. Y la segunda era que quería meterme en un proyecto paralelamente al cómic. Aunque soy comiquero y no me considero músico toco el bajo desde hace veinte años, así que me apetecía investigar el mundo de la música con tranquilidad.

Inicialmente pensé que la historia del cómic me iba a llevar tres años y medio de dibujo. Y dije "¿Y si sumo una idea y otra?". Así que hice un cómic mientras exploraba el mundo de la música.

¿Así decides hacer el libro y su banda sonora?

Yo no lo considero una banda sonora. Creo que es más bien el testigo de la obra. Es un objeto que le da cuerpo a la historia. Tú te coges la novela, te la lees y te puedes quedar con unas cuantas ideas. Pero cuando tienes el CD, la experiencia es totalmente distinta.

También me interesaba saber cómo interactuaban los dos universos: el cómic y la música. De hecho, durante el primer año fue el cómic el que iba marcando el proceso musical y afectaba al local de ensayo. Pero luego se empezó a invertir: de las cosas que pasaban en el local de ensayo empecé a dibujar.

Tú trabajas sin guión, ¿no es cierto? ¿Cómo es escribir y dibujar sin saber lo que va a pasar en la siguiente viñeta?

Es estupendo porque eres lector.  Si yo supiera qué iba a pasar de principio a fin... no podría dibujar. Diría: "buf, qué coñazo". Pero como no sé lo que va a pasar, estoy siempre intrigado. Es casi como un ejercicio de improvisación dirigida. Sabes más o menos dónde quieres llegar pero no sabes cómo vas a hacerlo. Así que tienes claro que por el camino te vas a encontrar con multitud de sorpresas.

Cuando trabajas tantos años en una novela, de repente te das cuenta de que los personajes van reaccionando de unas maneras y tomando algunas decisiones que dices, “¡Joder!”. Es un proceso fantástico porque me convierto en lector. En realidad ahí reside todo: escribo cómics que me gustaría leer y no encuentro.

¿Siempre te ha pasado esto?

Yo tengo 47 años ahora y me enganché al cómic cuando murió Franco, con el boom del cómic en España. Entonces había una cantidad de material que no se había publicado durante años y que con la muerte del dictador empiezan a salir a borbotones. Cosas increíbles. Descubro entonces a Richard Corben y una serie de autores que digo “bueno, pero esto qué es!?”. Está claro que se siguen haciendo cómics estupendos pero la sensación que yo tenía leyendo aquellos cómics me parecía espectacular. Y eso tiene mucho que ver con la pasión: hago historias que me gustaría leer.

Hoy en día leo pocos cómics porque no encuentro mucho material que me guste. Hecho en falta algunas historias. Así que pienso, "pues coño, la voy a hacer".

¿Actualmente qué autores ves que sí que ofrecen un tipo de historias que te guste?

Llevo como un año obsesionado con una historia de Dave McKean y Neil Gaiman que se llama Señal y Ruido. Es una barbaridad, de lo mejor que he leído en tiempo. También va por temporadas, a veces me pilla una obra porque tengo la sensibilidad por ahí y de repente todo cuadra. Luego están los clásicos, Alan Moore, Gaiman me encanta, Persépolis fue una preciosidad en su momento…

¿Y en España?

Pues en España no encuentro casi nada que me guste, la verdad. Hay gente buenísima, ¿eh? Me gusta mucho por ejemplo Carlos Giménez porque tiene una honestidad aplastante. Me parece que cuando cuenta historias el tipo se desnuda: lees sus cómics y le ves en pelotas. Creo que hay que tener muchísimo valor para despelotarse de esa manera. Yo lo intento cuando hago historias.

¿Hay mucho de ti en Hoy es un buen día para morir?

Muchísimo. Todos los personajes tienen cosas de mí o cosas que no tengo pero me gustaría tener. Creo que nos pasa a muchos. Hay un personaje, Yoyo, que es todo dulzura. Ojalá tuviera yo esa candidez. Mientras que hay otros que están cargados de mala leche, como El Susurro. Yo soy muy El Susurro.

¿Echas de menos, entonces, obras como esta en el panorama actual?

Yo sí, pero también es verdad que no soy un profesional de los cómics. Si uno se quiere plantear vivir de los cómics, creo que se lo tiene que  montar de manera distinta a como lo hago yo. Los autores, en general, preparan un proyecto, lo presentan a las editoriales y si encuentran alguna que les dé el dinero pues tiran adelante. Te dan un anticipo para que puedas trabajar el tiempo que haga falta en la obra y cierras una fecha de entrega. Yo no funciono así. En realidad a mí lo que me gusta es hacer cómics, el proceso de creación. Si no llego a encontrar una editorial que me publicase esto lo hubiera hecho igual, de todas todas. Por lo que te digo de que me gustaría leerla. Y también por eso es un tocho de 400 páginas que parece de otro tiempo. No me planteo esto como un curro, es una pasión y vivo haciendo tebeos. Pero no me gano la vida con ellos, claro. Me parece inviable.

¿Y cómo se puede vivir de esto?

Yo me gano las lentejas con la publicidad. Antes de la crisis, en publicidad había mucho trabajo y te pasabas el día currando, currando y currando. Dibujando en realidad cosas que no me interesan. Que Coca-Cola venda más latas me importa un carajo. Pero eso me permite tener tiempo para esto. Y fue gracias a la crisis.

¿Por qué gracias a la crisis?

Porque en la época de bonanza no tenías tiempo de pensar, estabas todo el día currando. Empecé en la publicidad solo y al mes llamé a dos amigos porque estaba saturado. Al año y medio eramos diez en un estudio. Y currabas todo lo que quisieras, no había límite. Y en ese momento yo peté. Me di cuenta de que en mi cuenta corriente cada vez había más números, pero ¿para qué?

Cuando llegó al crisis, que fue jodidísima, empecé a tener más tiempo libre y entonces me decidí a hacer cómics. Me daba la sensación de que estaba quemando barcos muy pronto y paré. Fue entonces cuando hice un ejercicio de memoria y vi que yo lo que había querido ser siempre era dibujante de cómics. Cuando era un chaval me pasaba los días dibujando y me hacía mis aventurillas y aquello me parecía absolutamente apasionante. Así que decidí que la publicidad no era lo mío y me puse a dibujar mis movidas. Aunque tuve que volver a aprender, no dibujaba historias de ese tipo desde hacía veinte años.

Sorprende que trabajes sin guión porque cuando lees tu cómic tienes la sensación de que es muy cinematográfico en el sentido narrativo... ¿Cómo crees que llegas a esa narratividad?

Pues no sé. Soy un enamorado del medio del cómic. Pero tengo la sensación de que se hacen muchos cómics teniendo una visión limitada de las capacidades del medio. El cine, por comparación, tiene un alcance mayor y es más popular. Todo el mundo va al cine, pero no todo el mundo lee cómics. Y la visión genérica que se tiene de este medio es que es más propio del entretenimiento. Que en realidad no es así pero veo que la gente le cuesta apreciar las capacidades de un medio como el cómic. En la Feria del Libro coincidí con un chico estupendo que hablaba con el público de allí y tal. Un señor le preguntó que qué tenían las novelas gráficas que no tuvieran una buena novela. Y el tío contestó algo que me marcó: “Pues mire, el cómic es el único medio impreso que sabe narrar el silencio”. Y tenía toda la razón, solo en el cómic te puedes pasar varias páginas sin decir una palabra. En literatura todo son palabras. Puedes describir un paisaje silencioso pero tienes que describirlo y se lo tienen que imaginar. No puedes plasmar el silencio.

Cada medio tiene sus puntos fuertes y débiles, pero no veo que el ciudadano de a pie vea los puntos fuertes del cómic. Hay que dignificarlo. Todo esto sin desmerecer el trabajo de muchos autores que hacen cosas increíbles. Pero como medio… creo que aun le falta explotar. En España por lo menos.

Entonces, ¿crees que el cómic en nuestro país sigue respondiendo a un sector minoritario?

Sí. Y mucho, además. Fíjate: de este cómic se ha hecho una tirada de 1.500 ejemplares. Y tú dices… joder, es mucho. Pues no sé. ¿Cuántos habitantes tiene España y cuántos son lectores de cómic? ¿1.500 ejemplares para toda España? También creo que este tipo de cómics se venden a un ritmo distinto. Se puede seguir vendiendo de aquí diez años.

También puede que entre en juego que el cómic cuenta una historia un poco atemporal, ¿no?

Pues yo creo que esta sí que tiene algo temporal y es que nace cuando nace la crisis. ¿Tú te acuerdas de cómo se sentía la gente cuando explotó todo aquello? Era terrible, tenías la sensación de que todo se iba a la mierda. No solo tu trabajo: el sistema sanitario, las pensiones de tus padres, se descomponía las instituciones, la democracia. Esa sensación de tristeza y de falta de futuro era absolutamente brutal.

¿Crees que las cosas han cambiado mucho?

Ahora creo que algo sí ha cambiado... digamos que han entrado factores que han alterado un poco esa sensación y han abierto la puerta a una cierta mirada esperanzada de que las cosas pueden cambiar. Eso antes no se veía. Hablaras con quien hablaras, todo el mundo estaba jodido. Gente que tenía nómina desde hacía años vivía con la inseguridad y el miedo a que les echasen de un día para otro. Hasta la gente a la que le iba bien tenía vergüenza de decir que les iba bien. Era impresionante. Y eso lo rompió el 15-M: esa sensación de tristeza. Yo lloré en la Puerta del Sol. Había una energía que pudo cortar con aquello.

¿Y por qué esa sensación de esperanza no parece estar en tu cómic, que es fundamentalmente triste?

Pues por otros motivos. Supongo que porque la novela tiene que ver más con el exorcismo de algunos temas personales míos que no se pueden extrapolar. Aquello que te contaba de que tuve que dejar mi profesión porque en un determinado momento exploté. Pensé, “¿qué quieres que ponga en tú tumba, el tío que más latas de coca cola dibujó del mundo?” Diría que cuenta algo de mí y puede parecer que es un poco más triste. Pero el mensaje no es ese.

Subyace siempre una voluntad de redención. En Hoy es un buen día para morir parece que, al final, hagas una oda a la creatividad.

Es que eso es lo que quería. No sé si las cosas son así pero me gustaría creer que la gente, cuando se dedica a lo que le apasiona, se siente bien. Y lo que sucede cuando alguien se siente bien es que se dispara la creatividad. Para mí algo que está relacionado con sentirse bien o mal es la percepción de futuro. Cuando las cosas te van mal y no percibes nada más que el mañana, te sientes como el culo y no eres capaz de hacer nada. Pero cuando tú ves el futuro por delante, tu imaginación se expande. Y creo que la imaginación es algo muy importante en la sociedad que estamos construyendo. ¿Por qué? Porque todos los modelos que tenemos se nos están cayendo a cachos. No se aguantan las relaciones de pareja como eran, ni las de amistad, ni las laborales. Nada. Hay que empezar a pensar en nuevos modelos y para eso hace falta imaginación y la creatividad. Es ahí donde van a aparecer las respuestas de cara al futuro.

Parece que has querido llevar esa idea al límite en la obra. En ella, la gente que carece de creatividad es la que más fácilmente corre el peligro de morir de pena. ¿Crees que hoy aún hay mucho del "mal de la tristeza" en nuestra sociedad?

Muchísimo. Te lo digo porque yo soy un cadáver viviente. El ejemplo: si me hubieran visto hace años desde fuera todo el mundo habría pensado “a este tío no le puede ir mejor: gana pasta, trabaja con amigos y con un lápiz en la mano”. Formalmente parece perfecto, pero no estaba dedicándome a lo que me hacía feliz y eso me mataba.

Aunque el mensaje que vehicule la obra es que la creatividad es lo único que nos redime, se trata de una manera de expresarlo muy triste, ¿no?

Es triste, pero es que sin creatividad estamos jodidos. Por eso te comentaba que la gente debería volver a pensar en intentar hacer lo que le gusta y sentirse bien. Esto parece una gilipollez pero yo creo que en mis cómics está lo mejor de mí. Lo mejor de cada uno está en las cosas que le hacen sentir bien. En mi caso, los cómics sacan lo mejor de mí. Creo que es importante que la gente saque lo mejor de sí misma porque el mundo necesita lo mejor de la gente.

Antes de irnos le preguntamos por el dibujo de Vito Corleone en el portal. Sonríe. "Le han puesto un pendiente, parece aún más macarra", dice. Nos despide con una sonrisa que no quita el sabor amargo de Hoy es un buen día para morir. Pero las mejores reflexiones no te las da, precisamente, ningún caramelo.

'Los hombres libres de Jones', la maldición de hacer historia

$
0
0

La historia de Newton Knight es la de muchos hombres y mujeres que tuvieron que empuñar un arma por pura fatiga. Un jovencito DiCaprio nos lo recordaba hace ya casi veinte años: "Cuando no tienes nada, tampoco tienes nada que perder", y muchos de los que se dejaron los huesos en la Guerra de Secesión no tenían más que agujeros en el cinturón.

La particularidad, en este caso, es justo esa: Los hombres libres de Jones no es otra película sobre la guerra civil americana, sino la historia de una revuelta campesina motivada por la pobreza. Justo cuando la consabida contienda se encontraba en su más encarnizada etapa, muchos agricultores y lugareños del Condado de Jones, en Misisispi, se levantaron contra el ejército por el que se suponía que tenían que luchar. Hombres que no pasaron a la historia, pero que decidieron que no serían pasto de cañonazos para beneficiar a terratenientes ricos que sí tenían mucho que perder si se abolía la esclavitud. Podían, de hecho, perder la vida.

¿Por qué? Pues resulta que la Confederación había aprobado una ley que eximía del reclutamiento a ricos si proporcionaban esclavos a las filas, mientras que obligaba a alistarse a quienes no poseían ninguno. En estados como el de Misisipi, muchos supieron ver que se trataba de una guerra de pudientes, en la que la sangre la ponía la gente que no tenía qué llevarse a la boca.

La cuerda de la paciencia se rompió y Newton Knight, al que da vida un entregado Matthew McConaughey, encabezó un levantamiento en el que desertores de la armada y esclavos fugitivos unían fuerzas contra el ejército al que debían haber servido, estallando uno de los episodios más controvertidos del conflicto.

El Robin Hood de Misisipi

Aquel suceso pudo haber quedado como tanto otros: un caso aislado dentro de una lectura histórica más cómoda basada en sudistas esclavistas contra unionistas abolicionistas. Sin embargo, el revuelo llegó a mayores debido a una conjunción de factores que llevaría al llevó al Condado de Jones a independizarse, creando el Estado Libre de Jones y marcando la historia de Norteamerica para siempre.

Es lo que pasa cuando se juntan el hambre y las ganas de comer. La guerra había enviado a muchos hombres lejos de sus hogares, dejando sin sus principales sustentos a miles de familias. Hogares a los que, además, el ejército confiscaba grano, leche, textil y hasta muebles para apoyar a sus tropas. 

Los hombres que siguieron a Newton Knight a su particular protesta armada, también estaban motivados, pues, por un movimiento antifiscal en contra del abuso de las autoridades. Pura lucha de clases contra los intereses y las políticas de la élite esclavista. Los hombres libres de Jones contribuye pues, a forjar esa leyenda de una especie de Robin Hood entre campos de algodón y pantanos del Misisipi.

No obstante, el film de Gary Ross va más allá de los hechos hasta ahora narrados y parece preguntarse: ¿Qué es de los héroes cuando ya han hecho historia? Lo cierto es que la pregunta tiene su miga y, en este caso, descubre a una figura fascinante superados casi tres tercios del film. Knight no fue solo el hombre que puso en jaque al ejército secesionista.

Dedicó su vida a luchar por los derechos del pueblo afromamericano, algo que argumentalmente vehicula el personaje de Mahershala Ali, el inolvidable Remy Danton de la serie House of Cards. Luchó contra el concepto legal del "aprendiz", que permitía esclavizar a muchos niños de ascendencia esclava, capitaneó una milicia estatal que protegía el derecho a voto de los libertos y cedió la propiedad de sus tierras a su pareja Rachel (Gugu Mbatha-Raw), conviertiéndola en una de las primeras mujeres afroamericanas terratenientes de Estados Unidos. Casi nada.

Entre el drama bélico y el documental histórico

El principal problema de Los hombres libres de Jones, en cierto modo, es eso mismo: abarca demasiado. Asume el reto de contar esta historia desde una posición arriesgada, adoptando las formas de una docuficción realista sin por ello renunciar al espectáculo ni a la emoción. Y eso la deja a medio camino entre el ejercicio de memoria didáctico y el cine bélico de corte hollywoodiense.

Se suma a sus dificultades el hecho de que en determinado momento el conflicto dramático entra en un bucle repetitivo del que le es difícil escapar. La tragedia asoma con tanta constancia e insistencia que es fácil desconectar del desarrollo emocional de sus protagonistas.

Sin embargo, se tiene la sensación de que pesa más su discurso que las formas del mismo. Estamos ante una película cuyo "basado en hechos reales" no se queda en lo básico y más propiamente cinematográfico: la historia de campesinos rebelándose contra la injusticia. Va un poco más allá y decide plantear la alargada sombra de cambiar la historia, investigar en qué te conviertes cuando has protagonizado algo que ha cambiado la vida de muchas personas. A veces, se asume el heroicisimo. Pero a veces, es el héroe el que tiene que asumir que no fue más que un hombre con un fusil en la mano.  Un campesino que no tenía nada que perder.


'Copying Claudia': Pachi Santiago y la obsesión convertida en arte

$
0
0

¿Y si las nueve musas de la mitología griega fueran una? ¿Y si resulta que Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania fueran nueve mujeres en un cuerpo? Los caminos de la inspiración siempre han sido inescrutables pero para ciertos artistas no hay más musa que una.

Para el dramatugro William Butler siempre fue la actriz y activista feminista Maud Gonne. El atormentado talento de Edgar Allan Poe no tuvo otra musa que la figura de su prima hermana Virginia Clemm. Apenas tenía 10 años, y seguramente no lo sabía, pero Alice Pleasance Liddell inspiraba las más grandes aventuras de Lewis Carroll. La pluma de la periodista Milena Jesenska era lo único que animaba a Kafka. En las gafas del diseñador Yves Saint Laurent sólo se reflejaba la inspiración si aparecía el rostro de Catherine Deneuve. Y así podríamos seguir un buen rato.

Si lo hiciésemos, puede que en algún momento de la actualidad llegásemos a Pachi Santiago y a su musa particular. Para el joven artista ovetense las nueve musas tienen el mismo nombre: Claudia Schiffer. El ideal que representa para él la supermodelo alemana significa todo lo que su imaginación quiere. También adquiere la forma de lo que el espectador de su obra ve y nota mientras observa las más de 100 pequeñas y grandes piezas que componen Copying Claudia. Una exposición que encierra otra en su interior, llamada Living Claudia, y que se puede ver en Galería Cero (Calle Fuenterrabia 13, en Madrid).

Se trata de la culminación de cinco años de trabajo, expuesto en Nueva York, Berlín, Uruguay o México DF y que ahora llega por primera vez en España. Coincidiendo, además, con el arranque de la Semana de la Moda de Madrid y ofreciendo el contrapunto al mundo de la pasarela. Del 15 de septiembre al 30 de octubre, cabe a acercarse a ver lo que es la obsesión convertida en arte.

Musas y la religión de nuestros gustos

Arte y religión están atadas hasta en el edificio que las acoge. El término museo, al fin y al cabo, no es otra cosa que la casa de las musas, antiguas deidades de las artes y las ciencias. Así que cuando vamos a un museo, en realidad vamos un templo de la inspiración. "La musa como concepto es algo mágico, muy próximo a la religión", comparte Santiago. "Todos nosotros creamos nuestras propias religiones en base a nuestros gustos y obsesiones. Cuando idolatras a una estrella de cine, cuando vas a un sitio y compra un objeto 'mágico', cuando idealizas ciertos lugares... ", reflexiona el creador de Copying Claudia.

¿Por qué no hacer una religión de Claudia Schiffer? Si existe, está en su trabajo. "En parte está hecho con el tono irónico que te permite el collage y el retoque", dice el artista. "Pero también es una obsesión que forma parte de mi vida, día a día. En el fondo lo que estaba haciendo era profesar una religión a todas las cosas que me gustaban".

Algo que hacemos de otras maneras, con otros tótems y ritos distintos. "No se trata de una crítica a la religión porque creo, como digo, que todos tenemos las nuestras", defiende Santiago. "Para mí la religión tiene algo de atractivo por el misterio de las cosas prohibidas o inalcanzables. Por ejemplo, yo que soy de Oviedo pienso en La Regenta de Clarín: ese amor imposible tan cursi y trasnochado me interesa. En el fondo es imposible que yo esté con Claudia haciendo este trabajo, pero es lo mismo que rezar a un dios que no está más que en nuestra cabeza. Si crees que lo que te inspira está a tu lado, en cierto modo lo está".

Copying Claudia reflexiona sobre el poder de la mitificación, y los credos que profesamos sobre las cosas que queremos. A nuestra elección, según gustos y pensamientos. 

"Para mí era algo muy personal y visceral y no era fácil enseñarlo. Quería contar como había creado yo mismo mi icono todos estos años. Todos lo hacemos: son esas manías que te hacen raro. Pero lo que te hace parecer freak, si lo pules, te puede convertir en alguien especial", explica Pachi Santiago sobre lo que le empuja a hacer Copying Claudia. "Sobre esa idea, la obsesión, he querido trabajar. He querido ir más allá de las copias y las fusiones. No se trata de convertirse a uno mismo en su icono. Se trata de lo que te empuja a adorarlo". 

Copiar a Claudia y vivir a Schiffer

En base a esto se establecen dos discursos distintos enmadejados en las mismas paredes. Copying Claudia habla de la copia como poder de expansión de iconicidad, tal y como estampitas o cruces no pierden su significado "mágico" por mucho que se vendan copias de copias. Pero también sobre como ese poder influye en nuestra vida. "En esta exposición he llevado a Claudia a mi vida personal. De repente me imagino como la musa cuando te viene la inspiración: se proyecta en la pared de un barrio, o estoy en la montaña y de repente aparece en el bosque. Eso es Living Claudia", explica Santiago sobre la vuelta de tuerca de la exposición.

"Copying Claudia es la copia y la fusión pura y dura. Parecerme a ella, y buscar un híbrido, un nuevo personaje creado de la mezcla de las facciones de los dos. Mientras que Living Claudia es cuando va más allá: cuando estoy en mi barrio con mi familia en una calle y su idea aparece, en el campo, cosida a una montaña... No es más que la inspiración. La eterna relación entre artista y musa". 

"También es necesario no ver la obra como la locura de un fan, casi psicópata, que está obsesionado con esta modelo. Para mí ella es una pieza de arte sobre la que construir. Un lienzo en blanco sobre el que pintar", define.

Para expresarlo, era necesario apropiarse de lenguajes que fueran con el tono de la obra. "Claudia es modelo, así que es obvio que utilice el lenguaje de la moda y su manera de posar. El objetivo era recrear una nueva historia partiendo de esos modelos prefabricados".

La moda y la religión también son mundos cercanos para el autor. "La moda crea estereotipos que queremos alcanzar. Aunque a veces son imposibles. ¿Qué son las deidades si no? El ser humano, desde tiempo remotos adoraba una perfección imposible de alcanzar. De alguna manera estas celebrities y estos estilos representan esto: esa adoración", resume Pachi Santiago.

Cinco años para contar la inspiración de veinticinco

La exposición en sí, como proyecto, comienza hace cinco años en Madrid. "En aquel momento trabajaba mucho con actores, y veía como se ponían en la piel de alguien que no eran por pura inspiración, así recrear a Claudia aparece de forma natural", explica el artista ovetense.

Pero en realidad viene de mucho más atrás. "Realmente comenzó hace veinticinco años, la primera vez que vi a Claudia en televisión. En aquella época había creado un amigo imaginario, una especie de ninfa que vivía en un universo paralelo, con monstruos y cosas muy locas", recuerda Pachi. "Y me acuerdo de ver a Claudia en la televisión y decir 'este es mi personaje'. Tendría nueve años, y fue como una catarsis. Hoy, claro, lo ves como una visión infantil. Pero el caso es que volvió a mí en un determinado momento y aposté por él. Y fue mi proyecto de final de carrera", describe con una sonrisa.

Para recrear aquella visión infantil de una manera reflexiva y rigurosa no podía recurrir al fotomontaje obvio. "Me parecía correcto que yo me pusiera en la piel de Claudia. Así comprendí que todos estos años ese personaje imaginario me había acompañado, y encarnarlo era encarnar con honestidad lo que hago y las cosas que me gustan. Reivindicar esas dosis de imaginación que te inspiran cuando eres un niño, sin avergonzarte. Da igual que sea una mujer, y tal. De eso iba", cuenta.

"Toda la exposición gira en torno a la transformación, sin atender a sexos. En el fondo es transformarte y disfrazarte para saber quién eres. No es ponerte un disfraz para convertirte en otras personas, sino que el disfraz es un elemento vulnerable para encontrarte a ti mismo". En el fondo, Copying Claudia no va de un artista que reflexiona sobre ser alguien que le gustaría ser, sino descubrir quiénes somos a través de lo que nos gusta ser.

Sorogoyen impresiona en San Sebastián con un thriller crudo y clásico

$
0
0

Sigue lloviendo en San Sebastián. Es lo normal este año: chubasqueros y paraguas llenan los pies de las butacas y los pasillos. Por momentos asoma el sol pero de eso poco se percata el público que… está dentro de alguna sala de cine.

La lluvia no ha impedido, eso sí, que algunas grandes estrellas ya se hayan paseado por una mojada alfombra roja. Ethan Hawke, Hugh Grant o Monica Bellucci son algunos de nombres que han tenido el placer de presentar sus películas. Pero lo cierto es que ninguno de ellos ha venido a traer algo nunca visto. Ethan Hawke, amén de ser Premio Donostia, venía con Los siete magníficos bajo el brazo y ha dejado al público más o menos indiferente. Hugh Grant ha traído Florence Foster Jenkins, un drama amable y bienintencionado que no parece causar demasiado revuelo.

Monica Bellucci, sin embargo, sí se la ha jugado con On the Milky Road de Emir Kusturica, pero veremos el aguante que tiene el film de cara al futuro. Por ahora, el que no ha dejado a nadie indiferente ha sido Paul Verhoeven. Pero antes de él vino una sesión de animación y humor ácido de la mano de unos perritos calientes.

Sausage Party, el apetitoso chiste de mal gusto

Conrad Vernon y Greg Tiernan vienen de mundos semejantes y se diría que su primer trabajo juntos está lejos de lo que han sido hasta hoy sus carreras por separado. El primero estaba detrás de proyectos como Madagascar y Monstruos contra Alienígenas mientras que el segundo se había curtido pilotando una serie sobre un trenecito con rostro humano llamada Thomas & Friends. Digamos que su currículum no presagiaba un Sausage Party para nada.

La casualidad ha querido que dos animadores, que empezaron con productos abiertamente infantiles, se juntasen con algunos de los guionistas más mordaces del Hollywood actual llámense Evan Goldberg o Seth Rogen. Y el resultado, lejos de ser una comedia desdeñable, no es tan atrevido ni tan alocado como cree. Cierto es que el diseño de personajes, pensados como mascotas de marca de productos del supermercado, contrasta fuertemente con sus líneas de diálogo, para generar un combo que funciona bastante bien.

Pero es difícil obviar que la fórmula se agota al poco rato y donde esperabas risas e incluso carcajadas, sólo se asoma la complicidad simpática y el “haha” contenido. Un producto que resulta genial por momentos, pero previsible y sólo entretenido en su mayoría. Eso sí, cuenta con uno de los terceros actos más desprejuiciados, imprevisibles y políticamente incorrectos que han pasado por nuestras pantallas en tiempo.  

 

Que Dios nos perdone, un thriller con altura de miras

El nombre de Rodrigo Sorogoyen se confirmó como un talento al que seguir la pista con un debut que aún hoy sigue sorprendiendo por su frescura y su afilada visión. Con Stockholm fue capaz de darle la vuelta a la tortilla de la manida excusa argumental de “chico conoce a chica” gracias a un manejo del tempo y de la capacidad actoral increíble. Por aquel entonces, consiguió conquistar casi todo lo que se propuso, a su paso por el festival de Málaga, por los Premios Feroz y por los Goya.

Con la nominación a Mejor Dirección novel que le arrebató Fernando Franco por la no menos imponente La herida, Sorogoyen tenía ya la capacidad para encargarse de una gran producción, que en esta ocasión ha pagado Atresmedia y que distribuirá a lo grande Warner Bros. El aumento de presupuesto deja sitio para que el talento de Sorogoyen se expanda en forma y en fondo y el resultado es muy notable.

Que Dios nos perdone es un thriller clásico que narra la persecución de un serial killer con el tono distante de la escuela de David Fincher, pero con el desarrollo calmado y el manejo del tiempo de un Bong Joon-ho bastante atento. La mezcla resulta tan perturbadora como acertada y se revela como una de las más considerables sorpresas españolas de este San Sebastián.

Difícil olvidar los registros que manejan Antonio de la Torre y Roberto Álamo, nombres que pueden volar ya por la cabeza de algún miembro del jurado para la Concha de Plata a mejor actor. Ambos sostienen algunos desmanes de guión con una entrega solícita, y convierten a sus protagonistas en una de las parejas policíacas más estimulantes de nuestro thriller patrio reciente. Pena que más allá de ellos, todos sus secundarios estén desdibujados, en especial las mujeres de la cinta. Sorprende que habiendo arriesgado tanto con el personaje de Aura Garrido en Stockholm, Sorogoyen olvide a todos los personajes femeninos que pueblan el filme, cuando en el fondo, la feminidad es uno de los temas clave de su trama.

Elle, una lección de cine incómodo

Hay películas que de pura provocación, se caen. Se deshacen a pedazos por no aguantar sobre una estructura sólida todo su ánimo singular, su insistente voluntad de marcar impronta. Elle, sin embargo, es de esas películas que provocan constantemente pero ante la que te rindes: a la última película de Verhoeven no se le ve ni una sola costura.

Cierto es que el director neerlandés lleva en esto del cine más de medio siglo y que su manejo de los códigos y las pautas era ya indiscutible cuando apenas llevaba una década. También, que la película recae enteramente en una Isabelle Huppert excelsa, que controla todos los elementos de guión y está presente en cada plano de la película de una manera u otra. Pero incluso esto podría terminar representando una oda a la provocación sin más: la historia de una mujer que es violada y que decide no denunciar el caso a la policía por razones un tanto oscuras.

Elle es un thriller psicológico tan enrevesado como efectivo, una perversión sexual de 130 minutos. Es una pesadilla y a la vez un sueño húmedo perturbador. Incluso una comedia tan negra como las uñas de un minero. Es, en definitiva, una película tan incómoda como rebosante de genio.

Verhoeven se lo merece pero además puede que abra la veda para que cada una de las crónicas de este festival termine con una frase de cine. De grandes cineastas que pasaron por la ciudad vasca o aquellos a los que siempre se quedó esperando. No importa, aquí lo que cuenta es el séptimo arte y sus maestros. A nadie le sorprendería que Paul Verhoeven tuviese tatuada aquella frase de Orson Welles…

 

'Colossal' y Vigalondo dejan ebrio e impresionado al público de San Sebastián

$
0
0

El tiempo da un respiro en Donostia y las estrellas siguen llegando. A estrellas nacionales como Javier Bardem, Leonor Watling, Jordi Mollà y Aitana Sánchez Gijón, se suman nombres como Paul Verhoeven e Isabelle Huppert, que vienen a presentar Elle, de la que ya hablamos ayer.

Los flashes de los fotógrafos siguen sin parar y mientras, ajena al barullo, la Sección Oficial sigue ofreciendo pequeñas sorpresas, grandes decepciones y alguna joya. La edición sigue su curso sin saber muy bien por dónde van a ir los tiros premiados. Lo que sí se sabe es que la candidata con mayor respaldo popular al Premio del Público de este año es, por el momento, My life as a Courgette, una película de animación suiza que ha conseguido conquistar a más de un corazón. Aunque es imposible cantar victoria ahora, pues el festival aun no ha llegado ni a la mitad.

Queda mucho por descubrir pero lo que se ha visto a competición ya se le puede tomar el pulso a una Sección Oficial más bien tibia. Hoy, hemos visto tres títulos de la misma y así nos ha ido.

Jätten (The Giant), la buena intención deforme

A veces, pasa en todos los festivales, se cuelan a batirse por los premios más grandes títulos que no se sabe muy bien cómo han llegado hasta dónde han llegado. Es el caso de Jätten (The Giant), una película sueca con toques fantásticos que parece salida de la nada. Un título que no carece de interés y que sin embargo muchos verán absolutamente fuera de lugar en una  Sección Oficial de un festival de clase A.

Pero qué se le va a hacer, el trabajo de seleccionador no es fácil y es absolutamente desagradecido: en la sombra ellos eligen lo que entra y lo que queda fuera, tragando muchas veces bocados difíciles. Aunque si hablamos del filme que nos ocupa, lo cierto es que no se trata de una elección terrible: la película cumple casi todo lo que se propone porque se sabe honesta, y eso juega a su favor.

Es fácil conectar con sus desgraciados protagonistas y con su ínfima esperanza de ganar un campeonato de petanca como objetivo vital. Un motor dramático tan minúsculo como triste, que tira de un carro cuyo avance resulta irregular pero cómodo. En Jätten (The Giant), se dan la mano temáticas tan variadas como la inclusión social de personas con discapacidad como asignatura pendiente, el aspecto físico como posible limitador psicológico y la petanca como deporte filosófico. En el fondo, no es más que una historia de amor: de amistades y fraternidades difíciles pero necesarias.

Lady Macbeth y ceder a la presión

Puede parecer que siendo un drama de época, británico, y con un gran Macbeth en el título estemos ante otra adaptación sui géneris shakespereana más. Pero sorprende, para bien, descubrir que Lady Macbeth no es tal. Se trata de una película basada en la ópera Lady Macbeth de Mtsensk de Dmitri Shostakóvich. En ella, una mujer insatisfecha con su marido, se enamora de un sirviente con el que satisface sus deseos no sólo carnales sino también de poder.

En la película, la tarea de interpretarla recae sobre los hombres de la joven Florence Pugh, que compone un personaje poderoso y con un carisma desbordante. Algo que es de agradecer en un filme que se desinfla a medida que se desarrolla por culpa de caer en la repetición y en el subrayado.

No obstante, el talento de William Oldroyd detrás de las cámaras se descubre de manera aislada: pequeños satélites narrativos que componen un retrato sobrecogedor. Su acertado retrato de la violencia interior que termina por ser exterior por pura presión, en este caso de un sometimiento total de la mujer en una sociedad profundamente machista, contrasta con la vaga sensación de poca sorpresa del conjunto.

Colossal, Vigalondo vuelve a mirar al abismo y sonríe

Parece que Nacho Vigalondo es incapaz de dejar jugar con fuego: las premisas de sus películas son cada vez más arriesgadas y están un paso más cerca del abismo del absurdo. Sin embargo, el director de Extraterrestre y Los Cronocrímenes sigue sorprendiendo y cumpliendo con lo que se propone con soltura. Colossal es un filme que, contado a cualquiera, puede parecer una ocurrencia sin más. Pero puede que su arranque no sea más que la excusa para algo mayor, más profundo.

La historia: una joven decide empezar una nueva vida en su ciudad natal, lejos de Nueva York. Una vez allí, y después de severas borracheras, se entera de que un lagarto gigante está destruyendo la ciudad de Seúl. Poco a poco, Gloria se va dando cuenta de que está conectada de forma extraña con estos acontecimientos.

Colossal es más que una concepción mínima del kaijū eiga y más que una comedia sobre la crisis de los treinta. Sin dejar de ser un retrato generacional, recorren su desarrollo lecturas interesantísimas sobre la violencia psicológica, la incesante búsqueda de vicios para tapar vacíos, y la monstruosidad como concepto. La que mide sesenta metros, destruye edificios y aplasta personas, sí, pero también la que va por dentro y nos reconcome, la que convierte al cordero en lobo y al lobo en buitre. No exageramos si decimos que, tal vez, estemos ante la película más madura y conseguida de uno de los talentos más originales de nuestro cine.

'Un monstruo viene a verme' hace saltar las lágrimas del público donostiarra

$
0
0

La 64 edición del festival sigue dando que hablar: ante el constante ir y venir de estrellas la Sección Oficial empieza a coger fuerza. Muchos pensaban que, hasta la fecha, a las películas a competición de la presente edición les faltaba sal.

Demos gracias a los abucheos silenciosos, a los murmullos en los pasillos y a los debates: el cine es también discutirlo y si de entre diecisiete títulos no hay, al menos, dos que dividan a sus espectadores, algo no ha terminado de funcionar.

Bertrand Bonello y su Nocturama hicieron su parte hace unos días. La película del francés dividió a la crítica entre aquellos que la calificaban de mera estupidez y aquellos que la encumbraban como un filme valiente en sus propósitos. Algo semejante, pero más palpable ha pasado con Plac Zabaw (Playground), cuyo retrato de la violencia infantil ha conseguido que una parte del público del Kursaal se levantase antes de terminar el film. Pero eso ha sido antes de que llegase Juan Antonio Bayona y su esperadísima Un monstruo viene a verme, que ha hecho saltar las lágrimas de gran parte del público.

Lumières d'été (Natsu no hikari), pequeña fábula asiática

Entre polémicas y sollozos, una película de la sección de Nuev@s Director@s ha conseguido hacerse un pequeño hueco en la mente de los pocos espectadores que han acudido a su pase a horas poco recomendables. Dirigida por Jean-Gabriel Périot, cortrometrajista de largo recorrido, producida en Francia y rodada en Japón, se trata de una modesta muestra del peso cultural de las fábulas en la psique asiática y el poder de las casualidades.

Como si de una casualidad que podría recordar a Antes del amanecer, Lumières d'été (Natsu no hikari) es la historia de un encuentro fortuito y una noche mágica. Un realizador japonés afincado en Francia viaja a su país natal para trabajar en el rodaje de un documental sobre Hiroshima. Allí conoce a Michiko, una joven que se llama igual y responde a la descripción de una joven fallecida pocos días después de aquel agosto de 1945.

Un punto de partida interesante para una historia que parecía destinada a no ser un largometraje y que, sin embargo, aguanta su recorrido con dignidad. Un esfuerzo que no llega en ningún momento a alzar el vuelo pero que cuenta con un buen puñado de referencias estéticas y temáticas que van del Hong Sang-soo de Ahora sí, antes no a la Naomi Kawase de Una pastelería en Tokio, pasando por el Hirokazu Koreeda de Milagro. Agradable pero fácilmente olvidable, juega bien su baza de recordar a una historia clásica y azucarada de yūreis japoneses.

Plac Zabaw (Playground), psicópatas infantiles: polémica asegurada

Como decíamos, la polémica siempre es bien recibida si es fundamentada: da vida a cualquier festival y anima al riesgo formal en las propuestas de sus organizadores. No obstante, cabe decir que Plac Zabaw (Playground) es una de esas películas que no se espera que cause gran revuelo por el hecho de que es clara en sus intenciones y, cuando se vuelve despiadada, también se vuelve obvia.

La película dirigida por Bartosz M. Kowalski es un retrato de la psicopatía infantil no demasiado original que divide en capítulos protagonizados por tres niños distintos,  la narración de un hecho terrible. Uno que, por no destripar más de lo necesario, cuando se evidenció en la sala del Kursaal donostiarra, hizo levantar a muchos de sus asientos, incapaces de tolerar lo que estaban viendo por mucho que fuese basado en un hecho real. Hay espectadores no van al cine esperando ver la crudeza de ciertas realidades, y eso produce salas con ambiente asépticos que no soportan el retrato de lo desgarrador. Llegados a cierta escena, los asistentes que no querían ver en qué se había convertido aquel filme ya habían abandonado la sala. Quedaron los que sí y no les importaba, pues en el fondo todo es cine, y los que también pero lo que estaba sucediendo en la pantalla les indignaba. Delante de un servidor, alguien se atrevió a levantarse para gritarle al realizador polaco, presente en la sala, que era un sádico y alguna veleidad más que nos ahorraremos. Hechos que empañan resultados.

Si acaso, sí que resulta debatible el trasfondo del film, que intenta explicar (que no excusar) el origen de la psicopatía en base a las dificultades que los personajes viven en sus casas. No en vano, de los tres niños protagonistas la que no comete un acto criminal es la que tiene una mejor situación económica y social. Tal vez deberíamos debatir esto antes de abuchear a quien te lo ha mostrado aunque no lo quisieras ver.

Un monstruo viene a verme, directo a la máquina de emocionar

Las aguas se calmaron porque llegó Bayona. El realizador barcelonés traía a la 64 edición del festival más importante de España su nueva película después de Lo imposible, superproducción que fue dos años la película más taquillera de la historia de nuestro país hasta que llegó Ocho apellidos vascos. Quién lo iba a decir.

En esta ocasión el material de partida era altamente atractivo. Un monstruo viene a verme es una estupenda novela de fantasía de Patrick Ness basada a una idea que nunca pudo llevar a cabo la escritora anglo-irlandesa Siobhán Dowd, fallecida en 2007. Amigos de largo recorrido, Ness llevó a cabo la construcción de un casi-clásico contemporáneo sobre un niño que recibe la visita de un monstruo con forma de árbol que le cuenta tres historias que le ayudan a sobrellevar la enfermedad de su madre, que sufre un cáncer como el que sufrió la autora de la idea original.

Aquí, estamos ante una película cuyo guión firma el propio Ness y que funciona perfectamente en casi todo lo que se propone. La fuerza de sus imágenes deben su poder a las ilustraciones de Jim Kay, el empaque de sus actuaciones se mueve bien, y la banda sonora de Fernando Velázquez, mano derecha de Bayona desde El Orfanato, pone el broche de oro. Todo en ella encaja y funciona. Aunque tal vez sea ese su mayor enemigo: ser una máquina con un mecanismo perfecto y evidente dispuesto a hacer asaltar las emociones del espectador de cualquier edad.

Esa sensación de artificio, que el cine presupone eliminar, no estaba presente en la novela. Cierto es que algunos elementos funcionan mejor sobre papel y que el filme sacrifica personajes y situaciones para añadir otros componentes igual de interesantes. Pero uno tiene la sensación que tal vez entre tanta pieza ensamblada haya momentos en los que la magia se pierda. Y eso, narrando la historia de un árbol que cuenta cuentos, es algo a tener en cuenta.

Oliver Stone analiza el concepto de patriotismo con 'Snowden'

$
0
0

El "día de Bayona" ya pasó. Es innegable que entre photocalls, ruedas de prensa, mesas redondas y la presencia de Sigourney Weaver, que además es Premio Donostia, Un monstruo viene a verme fue la película más comentada del las jornadas pasadas. Además, lleva ya dos días luciendo el sol lo que se traduce en calles y terrazas repletas. En definitiva, el ambiente de festival se vive más que nunca.

Hemos llegado al meridiano de esta edición de San Sebastián sin tener ningún título que haya destacado de manera unánime en la Sección Oficial. Algunos se atreven a aventurar que la polémica Plac Zabaw (Playground) puede tener posibilidades. También se comenta que en cuanto al premio a la actuación masculina se refiere, los que más boletos tienen son españoles: Eduard Fernández como Francisco Paesa en El hombre de las mil caras o alguno de los policías protagonistas de Que Dios nos perdone, Antonio de la Torre y Roberto Álamo. En cuanto a la femenina, hay quien defiende que no se ha visto ninguna tan potente como la de la joven Florence Pugh y su Lady Macbeth. Pero quién sabe, sólo son rumores y quedan tres días de festival.

Hoy, no obstante, Donostia parece haberse vuelto un poco más reivindicativa gracias a la presencia de la ganadora de la Palma de Oro en Cannes, y a la polémica Snowden de Oliver Stone. Aunque ninguna de ellas competirá por la Concha de Oro. La primera puede gustar al público de la sección Perlas y la segunda está fuera de competición. Tampoco Sieranevada podrá hacerse con algún premio gordo. Eso sí, es una de las mejores cintas que ha pasado por este festival.

Snowden, el soldado del siglo XXI es también un hacker

Oliver Stone se considera un patriota y, como la mayoría de norteamericanos, cree fervientemente en que Estados Unidos es el mejor país del mundo. Esto no ha sido óbice para que se convirtiese progresivamente en una de las voces más críticas, mediáticas y descontentas con las políticas del gobierno de la Casa Blanca. Amigo íntimo de Hugo Chávez y ferviente admirador de Fidel Castro, su interés por modelos alternativos al capitalismo feroz le ha llevado a ganarse muchos enemigos en su propia tierra.

Más de lo mismo le ha pasado a Snowden que, tras destapar el espionaje masivo que la NSA estaba llevando a cabo con sus ciudadanos, se ha convertido en héroe para unos pocos y traidor para unos muchos.

El encuentro de ambas personalidades ha dado como resultado una película compleja. Por una parte, Stone opta en el plano formal por el retrato del héroe más americanizado, cayendo incluso en ciertas decisiones de estilo que hacen flaco favor a la rigurosidad y la madurez del biopic contemporáneo. Por otra, sobre lo meramente narrativo, el interés por ver ficcionado el enorme documental de Laura Poitras, sumado a la intensidad de su desarrollo la  convierten en una historia digna de contar. Añadamos a ello que Joseph Gordon-Levitt se revela aquí como un actor mimetizado hasta las trancas: su voz, sus gestos y su miradas recuerdan siempre al verdadero. Una doble sesión junto con Citizenfour, revela un personaje en apariencia delicado y extraño, que esconde tras de sí una valentía digna de este film y de los que vendrán.

Sieranevada, tótems culturales y cenas familiares

Sin entrar a valorar el hecho de que la llamada "nueva ola de cine rumano" lleva ya más de diez años dando excelentes pruebas del talento de sus realizadores, lo cierto es que hoy parece que no se distribuye en Europa ninguna cinta mediocre de la tierra que se extiende a los pies Moldoveanu.

Entre las filas de sus realizadores más destacados, sin obviar nombres como Calin Peter Netzer o Radu Muntean, existe una especie de trinidad poco discutida. La forman Cristian Mungiu, Corneliu Porumbuiu y Cristi Puiu. Éste último es el que más rápido y con más ahínco se ha hecho un hueco en el escenario gracias a la solidez y contundencia de La muerte del señor Lazarescu y la atractiva Aurora, un asesino muy común

Pero no ha sido hasta llegar a Sieranevada que nos hemos hecho a la idea del cineasta que teníamos delante. La cinta presentada en la sección de Perlas es un mundo en sí mismo. Muy pocas radiografías tan certeras y a la vez tan accesibles de el sentir de todo un país es una sola película, y mira que no es tarea fácil. En esta dramedia familiar se dan la mano el peso de la Iglesia Ortodoxa rumana, la importancia de los rituales al difunto, la desestructuración familiar entre nuevos y viejos modelos sociales, el vigencia del fantasma de Ceaucescu, la importancia y el recelo de la condición económica o la condición de Rumanía en el mapa de la política exterior.

Cierto es que dura casi tres horas y que la familia que retrata es más bien de posición acomodada. Pero su capacidad para hilar temáticas tan rematadamente dispares y su habilidad para jugar con la sonrisa en los momentos de mayor incomodidad, convierten su visionado en una experiencia no sólo placentera sino en cierto modo didáctico. Y todo sin apenas salir de un piso de escasos metros cuadrados en el que la cámara sobrevuela con ligereza el escenario, convirtiendo al espectador en otro personaje. Tal vez un fantasma más.

Yo, Daniel Blake, vivir no es una cuestión política

La película por la que Ken Loach y Paul Laverty entraron en el hall of fame de los doblemente premiados en Cannes también ha pasado por Donostia. Yo, Daniel Blake ha traído al festival la cara más políticamente clara de la pareja artística británica (el primero como director y el segundo como guionista).

Casi todas sus películas juntos han mantenido siempre el drama social como etiqueta última, pero subyacen en ellas temáticas distintas.  Hay una distancia razonable entre cintas discursivas como Route Irish o En un mundo libre, y otra vertiente más cercana al drama humano como Sólo un beso o La parte de los ángeles, que por otra parte es una de las películas más conseguidas de la pareja desde hace años. En esta disyuntiva, Yo, Daniel Blake abraza con los ojos cerrados la primera senda: es un alegato contra los recortes en servicios públicos, contra las ayudas a los más necesitados y contra la burocracia excesiva e innecesaria.

El resultado es una tragedia previsible que, huelga decir, no está carente de momentos realmente inspirados capaces de transmitir un realismo efectivo. Aunque puede que por esa misma razón, le falte garra para abordar ciertos temas que solo se asoman, o para controlar en mejor medida el recorrido hasta el callejón sin salida de sus personajes.

Ewan McGregor se pasa a la dirección con un Pulitzer incendiario

$
0
0

En Donostia ya se nota que el festival va despidiendo su 64 Edición. Uno se cruza con las mismas caras en los pases, con más ojeras pero con el mismo rostro pensativo: sigue sin haber una clara candidata a la Concha de Oro y no queda más que un día de pases. Así que todo el mundo opina pero muy pocos ponen la mano en el asador.

Lo que sí que se ha aclarado es la más firme candidata al Premio del Público de esta edición. Si bien hasta ahora la película que mejor había caído entre los asistentes del festival había sido la suiza My Life as a Courgette, hoy podemos decir que Ken Loach le ha dado la vuelta a la tortilla. Parece que, a falta de algun título que difícilmente llegue a su nivel de aceptación, Yo, Daniel Blake será la vencedora de este año.

Si bien ya nos aguardan pocas sorpresas, el festival sigue sin dejar de mostrar títulos interesantes. Al debut tras las cámaras de Ewan McGregor se le suma la nueva película del pequeño de los Trueba y un western en la Patagonia argentina.

Pastoral Americana, un Pulitzer en manos de un debutante

La primera novela de la llamada Trilogía estadounidense también fue la más celebrada. Philip Roth se hizo con el Pulitzer con la novela original que hoy adapta Ewan McGregor, y gracias a ella pudo continuar sus andanzas con Me casé con un comunista en 1998 y La mancha humana en el año 2000. Hoy, muchos consideran que la saga es el mejor retrato de la decadencia de los valores nacionales norteamericanos antes del 11-S.

Algo de interesante debió ver el afamado actor escocés cuando decidió que su carta de presentación en el mundo de la realización cinematográfica iba a ser una de las mejores novelas de Roth. Y que no iba a quedarse ahí: la iba a protagonizar y traer a su terreno.

Confusa durante gran parte de su desarrollo, Pastoral Americana juega con la desventaja de partir de una obra cumbre para tardar en confirmarse como un film con personalidad propia. Sin apenas filigranas, el McGregor director decide ir al hueso de la temática que atenazaba las múltiples lecturas del Pulitzer: la caída de los pocos resortes que sostenían el sueño americano y el destrucción de la idea de self-made man.

El invierno, un western silencioso en la Patagonia

El mundo, como tenía a bien recordarnos Clint Eastwood, siempre se ha dividido entre los que tienen el revólver y los que cavan. Algo que parece haber asimilado muy bien el realizador argentino Emiliano Torres en su primera película. El invierno es, durante gran parte de su metraje, un retrato social de aires realistas sobre un patrón que manda y unos esquiladores que obedecen.

Pero poco a poco va transformándose en otra cosa distinta, un western que se diría que no quiere serlo. Una historia de una doble batalla perdida, la de un hombre contra la naturaleza, y la de la naturaleza del hombre contra sí misma. Entre ambas disyuntivas se mueve siempre este retrato bellísimo y silencioso de la Patagonia argentina que nunca llega a coger el impulso que parece pedir, pero que evoluciona por caminos inesperados y sorprendentes.

También, es el relato de un duelo generacional de difícil resolución. Un hombre que toda su vida se ha dedicado a cuidar de la granja de su patrón, pierde su trabajo. En su puesto entra alguien más joven y vital. Y entre ambos, crece una enemistad que no tiene que ver con las personas que son, sino con lo que representan.

La reconquista, romanticismo hipster para principiantes

El hijo de Fernando Trueba, Jonás, lleva un tiempo afianzando un estilo propio alejado tanto del de su progenitor como del de su tío. Siempre en los márgenes de la industria, ha sabido encontrar caminos de distribución alternativos para cada uno de sus proyectos, apostando por modelos modernos y por la autopromoción comprometida.

La reconquista es ya su cuatro largometraje y esta vez ha llegado hasta la Sección Oficial a concurso de un festival de categoría A, después de haberse batido el cobre en Gijón o Málaga. Se podría pensar que porque este es su mejor filme y está seguro de ello. Pero lo cierto es que un visionado de esta historia romántica puede crearnos algunas dudas.

La reconquista es una película profundamente romántica que no esconde su condición de moderno producto intelectual de alta cuna. Su sinceridad es de alabar y, en parte, eso hace que su desarrollo funcione perfectamente durante la primera mitad de lo que dura. Pero esta historia de dos treintañeros que se reencuentran tres lustros después de haber vivido un intenso amor juvenil, no sabe cuando callar. No significa esto, que no estemos ante una cinta con escenas tocadas por una naturalidad y unas actuaciones creíbles y sentimentales. Pero su discutible discurrir la empantana en un tibio retrato amoroso de lo que podría haber sido una excelente reflexión sobre el paso del tiempo en la relaciones de la pareja contemporánea. Una improbable Concha de Oro que, cada día que pasa, se nos hace más difícil de aventurar.

Denis Villeneuve deja sin habla al público donostiarra con 'Arrival'

$
0
0

Último día de festival. A pocas horas de la gala de clausura, del anuncio de la Concha de Oro, de los grandes premios, la alfombra roja y los flashes, toca despedirse de la 64 Edición del Festival de San Sebastián.

Conocemos ya el premio del público: Ken Loach se hará con el reconocimiento, por si dos palmas de oro en Cannes era poco, gracias a Yo, Daniel BlakeEste drama social sobre un hombre incapaz de luchar contra el sistema para cobrar la pensión de invalidez debido a lo achaques de su corazón, ha conquistado las retinas y los corazones de los donostiarras.

También sabemos el premio de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, que ayer votaron su película favorita. La ganadora ha resultado ser El hombre de las mil caras, la nueva película de Alberto Rodríguez que llegó a las salas este mismo viernes.

La película narra la historia de Francisco Paesa (Eduard Fernández), exagente secreto del Gobierno español, y su affaire con Luis Roldán (Carlos Santos). Y sí, se va a convertir en una de las películas españolas más importantes del año.

Pero al margen de los premios, lo que hay en Donostia es cine y cine del bueno. Como el que ha tenido a bien regalarnos el canadiense Denis Villeneuve, que sin comerlo ni beberlo ha estrenado una de las mejores películas del festival: Arrival.

Arrival, la ciencia ficción se lleva por dentro

La expectación que había generado Arrival no era tanto por la película en sí como por lo que significaba. Era, para muchos, la prueba del algodón que demostraría si Denis Villeneuve era el realizador más apto para llevar a cabo la secuela de Blade Runner. Después de sintetizar la esencia del thriller contemporáneo en Sicario y la excelente Prisioneros, y de probar suerte con el drama psicologista en Enemy, le tocaba apuntar las bases de su habilidad en el campo de la ciencia ficción.

El resultado, debemos decir, es absolutamente satisfactorio. Arrival es, no sólo una de las mejores películas que se han proyectado en este festival, también es el título más interesante que el género nos ha dado en los últimos tiempos. Se trata de una original mezcla de referentes que convergen sin molestar en un relato pausado y contemplativo sobre la incomprensión y la falta de entendimiento. A su vez, también es un retrato íntimo de la sobre la inevitabilidad y la necesaria aceptación del trauma. Todo en una historia sobre una lingüista que quiere entenderse con alienígenas. Genial.

Fuego en el mar, nuevo periodismo en el cine

El mismísimo Tom Wolfe reflexionaba en Bloody Miami sobre un hecho del que se habla poco: el miedo de un periodista cuando tiene una gran historia en las manos pero no se siente capacitado para ser quien la narre. Algo de ese vértigo debió sentir Gianfranco Rosi antes de pasar un año en Lampedusa para grabar el drama de la inmigración en la isla más al sur de Italia. Pero se supo sobreponer y aceptó que puede que no fuera el mejor, pero lo que iba a hacer él no lo iba a hacer nadie.

Fuego en el mar, el documental con el que ganó el Oso de Oro en Berlín, es una visión única sobre el hecho que no carga las tintas en el terror del mar y la muerte extendida en las olas del Mediterráneo. Retrata por igual la cotidianidad de los habitantes de la isla, sus vidas y sus esperanzas mientras la llegada de barcazas repletas de inmigrantes procedentes de toda África. Lo que consigue es ese choque, que es el de toda Europa: seguimos viviendo con normalidad mientras vemos como nuestros mares se cubren de cadáveres de personas que querían justo eso, vivir con normalidad.

L'odyssée, aventura submarina en familia

La película de clausura de la 64 edición del Festival de Donostia es también una de las más convencionales que se han programado. Pero esto no es, per se, un indicativo de mediocridad. Al menos en el caso de L'odyssée, un film plano demasiadas veces visto que, sin embargo, se extiende ante nosotros con naturalidad y poca dejadez.

A la belleza de las imágenes que logra captar Jérôme Salle se le suman las plausibles actuaciones de Lambert Wilson y Pierre Niney como Jacques Cousteau y su hijo Philippe. Amén de una felizmente reencontrada Audrey Tautou como matriarca dolida. Todos aportan su granito de arena para que la convencionalidad que rodea cada uno de sus clichés narrativos no moleste en absoluto. Sin ser el biopic definitivo del legendario explorador, estamos ante una película filantrópica que aborda los claroscuros con ingenuidad pero demostrada fascinación por el personaje.

Y con ella nos despedimos de San Sebastián. Un festival que sigue siendo lo mejor de nuestro país en muchos sentidos y que puede que este año no haya estado demasiado inspirada en su Sección Oficial. Pero que sin duda ha sabido compaginarlo trayendo algunos de las obras más importantes que el séptimo arte va a dar este año. Nosotros nos quedamos con cinco imprescindibles: sigan la pista a Elle, Arrival, Sieranevada y Colossal. Y también a Que Dios nos perdone, que con El Hombre de las mil caras, va a ser uno de los títulos de la temporada del cine español.


"La novela gráfica debería llamarse cómic de autor"

$
0
0

"El arte es un tesoro que nos han robado", escribe Juanjo Sáez en una de las páginas de su obra más famosa. Un tesoro que de un tiempo a esta parte sólo parece tener potestad de valorar y criticar una élite cultural que nadie sabe muy bien cómo ha llegado a su insigne posición. "Han encerrado el arte en un cofre de conocimientos y para abrir la cerradura hace falta haber leído mucho. Pero cualquier persona mínimamente sensible puede saltarse la cerradura y abrir el tesoro”, defiende el autor en boca de los personajes de sus viñetas.

El Arte: Conversaciones imaginarias con mi madre es una invitación a saltarse la cerradura, a ver el talento, la inspiración y los movimientos artísticos con la mirada limpia. Sin prejuicios, podemos observar un Picasso desde otra perspectiva, sentir lo que hay detrás de un Dalí o no dejarnos impresionar por la iconicidad de un Warhol.

Con la nueva edición de El Arte, el autor de Viviendo del cuento (Random House, 2004) y de Hit emocional (Sexto Piso, 2015) reinterpreta su obra con una nueva mirada, la que da la experiencia y la superación. En el momento en que Juanjo Sáez escribía El Arte, su madre estaba luchando contra una enfermedad a la que no consiguió vencer. Las conversaciones imaginarias y reales que tenía con ella en su obra eran su forma de contar quién era y por qué le gustaba lo que le gustaba. Ahora, significan algo más.

¿Cómo surgió la idea de una obra entre el ensayo y la experimentación como El Arte hace diez años?

Pues surgió de la forma menos meditada. Había publicado el año anterior Viviendo del cuento con un éxito inesperado y se me planteó desde la editorial hacer otro libro. Justo por aquel entonces sentía la necesidad de que al fin me entendieran en mi casa.

Nací dentro de una familia obrera que no estaba familiarizada con el mundo del arte ni ninguna de mis inquietudes. Eso me hacia sentir muy incomprendido, pero a raíz del éxito del libro anterior y de verme en la tele y en los diarios, mi familia empezó a entender algo de lo que hacía el niño.

Mi madre estaba ya enferma y eso fue lo que finalmente me hizo tener la necesidad de hacer un libro en el que les explicara mis inquietudes a mi familia y a mi madre en concreto. Todos sabemos que si quieres contar algo al mundo, primero se lo has de contar a tu madre.

Desde entonces ha publicado cinco obras más. ¿Cómo ha cambiado su visión sobre esta obra en concreto?

Ahora en ciertos aspectos la veo ingenua, pero me gusta ser fiel al momento y dejar las cosas como eran a modo de testimonio de quien era yo entonces. También creo que es un libro que debe ser ingenuo por lo que pretende contar y trasmitir. Creo que, en parte, esa misma ingenuidad se ha convertido en un valor. Si lo veo como un trabajo ajeno a mí, me encanta.

¿Cómo ve su profesión hoy? ¿Cree que ha cambiado algo en estos años?

Mi profesión ya no sé muy bien cuál es. Empecé dibujando y he terminado escribiendo casi más que dibujando. Por otra parte colaboro y hago proyectos en los que sólo aporto ideas. No sé si soy creativo o algo parecido. Más que mi profesión, creo que he evolucionado yo y me he dado cuenta que siendo una persona creativa se pueden desarrollar muchos tipos de proyectos distintos.

¿Cómo fue experimentar las posibilidades de su trabajo en otro medio como es el audiovisual en Arròs Covat? ¿Volverá a este en algún momento?

La experiencia con Arròs Covat, a pesar de ser una pesadilla en su momento, ahora la recuerdo como buena. También creo que el resultado, que en su día no me gustó mucho, es relevante dentro de lo suyo. Todo ese caos y falta de experiencia dio como fruto algo que resultó ser muy original y creativo si se mira en su conjunto.

Ahora mismo tengo mi propia productora y estamos desarrollando otro proyecto que se estrenará el año que viene en la televisión de Cataluña. Se titula Heavies Tiernos y estamos en la fase de desarrollo de una película de animación también, sobre mi abuela.

¿Cuál es su próximo paso después de la buena acogida de Hit Emocional?

Estoy con otro libro, esta vez quiero que sea algo más parecido a una novela convencional, está estructurado en torno a cartas a mis seres queridos que ya no están. Pero me falta mucho y todavía estoy en la fase de escritura.

Algo que suele mantenerse inmutable al tiempo son las obras de artistas como los que estudia en El Arte. Picasso o Tàpies son los mismos que hace una década. ¿Ha cambiado su visión sobre la figura del artista y el arte en la sociedad de hoy?

Creo que no ha cambiado demasiado. En determinados aspectos ahora algunas exposiciones se han convertido en un evento y eso hace que la gente acuda en masa a los museos. La gente más snob se queja pero a mí me parece bien. Me refiero a exposiciones como la reciente de El Bosco. En el fondo todo son operaciones de marketing y parece que si no es todo un evento la gente no va. Pero creo las razones que te empujen a ir son lo de menos y seguro que algo queda en la mente de las personas que van, sea por el motivo que sea.

Eddie Campbell decía en su Manifiesto de la novela gráfica que este término no era más que una etiqueta que servía para vender. ¿Comparte su opinión?

Sí, la comparto. Creo que hubiera sido más adecuado llamar a ese tipo de cómics lo que realmente son: cómics de autor. Creo que hubiera servido para lo mismo, vender más, pero hubiera sido más claro. Por otra parte nos hubiera equiparado a otras disciplinas como el cine que también tiene su cine de autor.

Creo que limitar a los tebeos a ser de género o a ser novelas es un poco confuso. También pueden haber novelas de género y no todos los tebeos de autor son novelas como en mi caso.

¿Es El Arte una propuesta más cercana al ensayo gráfico que a la novela? ¿O simplemente obvia las etiquetas?

Básicamente hago lo que me apetece. Lo bueno de hacer tebeos es la libertad que te da, a mí me gusta comunicar y hablar de todo. Es algo natural en mí, no es nada muy pensado. Tampoco pretendo hacer un ensayo, simplemente quiero hablar de cosas que me interesen y me emocionen.

En algún momento de El Arte compara a Picasso con el arroz con leche. ¿Cómo consigue aunar el tono distendido con la profundidad y el rigor?

No lo intento, simplemente escribo lo que se me ocurre. Intento explicar y que se entienda la idea que quiero trasmitir. Como todo el mundo, busco ejemplos e intento ser claro y encontrar la mejor manera de comunicarlo. Cuando uno lee la obra, aparte de entretenerse, aprende.

En esta nueva edición se da un giro al sentido de la obra: es definitivamente una oda a su madre. ¿Siempre lo fue o la obra cambió su significado después del proceso de duelo?

De forma implícita y para mí ya lo era, no quería hacerlo evidente por respeto a ella y a su intimidad. Creo que ahora podía y debía aclarar algunas cosas después de 10 años, por mí sobre todo. Tenía una espina y una cuenta pendiente conmigo mismo. En cualquier caso era y es evidente que era un libro dedicado a mi madre. Quería trasmitirle ganas de vivir.

En la portada de esta edición de la obra, la luna es el arte, mientras que el mar sobre el que navegan las personas es la vida. ¿Cree que esto es más que una metáfora, que el arte es algo que está más allá del constante discurrir de nuestra vida?

Creo que sí, muy buena lectura por tu parte. El arte cuando es bueno nos trasciende a nosotros y a la propia vida del los artistas. Es algo inmutable que es capaz de hablar de su tiempo y del ser humano en general. El arte parte de lo particular del artista, su presente y su vida para alcanzar lo universal y común a todos. Desde el aquí, todos podemos ver la luna en el cielo y es un referente al igual que debería serlo el arte.

"Hollywood intentó destruirme pero sigo haciendo las películas que quiero"

$
0
0

En una habitación de un hotel de lujo, dos focos enormes y una cámara de televisión apuntan a una figura recostada en una silla de madera. Carga todo su peso sobre su brazo derecho y tiene la mirada perdida en algún punto entre la ventana y sus pies. Se trata de Paul Verhoeven, que se encuentra en esa habitación y esa silla porque su última película, ese manual de pasiones llamado Elle, se estrena en el Festival de San Sebastián.

Nuestra entrada perturba su pequeño momento de descanso. Entonces, se levanta rápidamente y nos da la mano con un apretón más vigoroso de lo que se podría presuponer a sus 78 años. 

Parece cansado y nos confiesa que lo está. "Mira que a mí me encanta hablar", dice mientras se le escapa una risita, "pero cuando haces 15 entrevistas en una mañana al final lo notas", confiesa el director de Instinto Básico.

Su madre era sombrerera y su padre, maestro de escuela. Creció en una Holanda marcada por el miedo: nació sólo dos años antes de la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. No es casualidad que la disciplina militar, la violencia, la pasión y el exceso sean una constante en su filmografía.

Después de doctorarse en Matemáticas y Física se enroló en la Marina Holandesa, donde rodó un documental y descubrió las posibilidades que le daba el cine. Aunque antes de dedicarse al séptimo arte, tuvo tiempo de ingresar en un seminario. Tenía 31 años y mucho aprendido cuando empezó a trabajar en una serie de televisión, Floris, con la que daría el salto al largometraje.

Tras haber estrenado seis películas pudo viajar a Hollywood. Allí saltó a la fama encadenando Los señores del acero, Robocop, Desafío Total e Instinto Básico. Todas ellas clave para entender el cine de los ochenta y noventa. Luego vinieron títulos que no gustaron al público, o que cabrearon a la crítica. Showgirls y Starship Troopers, lo alejaron de la industria, y con El hombre sin sombra dijo adiós al cine en Estados Unidos. Ahora prosigue su carrera lejos de Hollywood. Su última parada ha sido Francia, donde ha conocido y rodado con Isabelle Huppert. Le preguntamos por ella y vuelve a sonreír. Cuando habla desaparece el cansancio.

La vida no entiende de géneros

En Elle, Isabelle Huppert sostiene sobre sus hombros todo el peso de la película. ¿Cómo ha sido trabajar con ella?

Es extraño... Isabelle y yo no hablamos apenas del personaje ni de su psicología ni nada. Obviamente nos reunimos para ver cómo veía el guión pero no lo discutimos. Y durante todo el rodaje no hubo necesidad de hablar sobre ese tipo de cosas. Ella supo siempre qué tenía que hacer y todo lo que hizo estuvo bien. Nunca vio en el libreto nada que le pareciera que no estaba claro, ni siquiera un detalle.

Así que sentí que mi trabajo en realidad dependía totalmente de ella. Era su talento y la autenticidad de su actuación lo único que iba a definir a mi película. Y resultó ser una garantía de calidad. No he visto hacer esto a nadie en todo el mundo. Ni creo que nadie lo pueda hacer ahora mismo. Una actriz de ese nivel, esa habilidad para la intuición, esa valentía para meterse en sitios realmente oscuros para cualquier otro... no he visto nada así.

En este sentido y más allá de Isabelle, como director, ¿qué suele esperar de tus actores?

Espero que un actor me dé más de lo que yo le propongo. Es decir, deseo trabajar con gente que aporte y haga suyo el guión. No quiero que se lo lean y lo reciten ni que hagan exactamente lo que yo quiera. Existe una dirección marcada por las páginas de un guión, pero el camino se hace durante el rodaje y quiero que los actores vayan más allá de seguir esa dirección.

Yo dejo hacer a los actores y prefiero decir que sí cuando me consultan alguna aportación. Si tengo que decir que no, es que algo no cuadra. En el caso de Elle, no he tenido que decir no a absolutamente nada a lo que ha hecho Isabelle.

Uno de los logros de Elle es que tiene grandes toques de humor enmarcados en una película muy oscura. ¿Cómo consigue equilibrar la balanza entre dos tonos tan distintos?

Bueno, creo que es intuición. No se trata de decir, “esto va a ser divertido y esto va a ser un dramón”. Se trata de confiar en tu guión, en tu equipo y seguir la corriente. Dejarte llevar. Te enfrentas constantemente a situaciones que te abren los ojos y te tumban tus certezas sobre tu filme. Pero si algo se va a derrumbar, que caiga, no tienes que intentar resistirte. Tienes que decir: “OK, adelante”.

Lo que quiero decir es que no se trata de un razonamiento profundo sobre cómo manejar distintos elementos como la comedia o el drama. No hago que encajen, sólo los dejo ir. Vivir es entender contradicciones. No dije "lo que voy a hacer es un thriller", ni tampoco una película sobre el sadomasoquismo, ni sobre las relaciones sociales modernas. Es todo eso junto y revuelto. Como en la vida, vaya.

También creo que todo cuadraba en un personaje como el que interpreta Isabelle Huppert. Elle va de lo que esa mujer vive sin más: no está hecha pensando en la estructura de la comedia ni el thriller. Pero también te tengo que confesar que todo esto en el set de rodaje es una auténtica aventura. Yo vivo en Estados Unidos, así que no conocía a los actores, ni a absolutamente nadie del equipo y solo mi asistente personal me introducía en ese mundillo. Pero todo fluyó.

¿Y qué hace si resulta que no funciona?¿Qué tipo de director diría que es, de los que se quedan detrás del monitor o de los que están constantemente trabajando en el set?

Pues yo diría que en medio, básicamente. No quiero estar a demasiada distancia de los actores, ni tampoco comprometer el set. Y, desde luego, no puedo irme a otro lado, encerrarme en una cabina y dejar que todo pase sin mí. Necesito hablar con los actores pero no es el tipo de charla sobre la psicología de los personaje ni todo eso. Me gusta prestar atención a los detalles.

Por ejemplo, la película empieza con Isabelle tirada en el suelo e inmóvil. Se podría decir que parece estar muerta así que para revelar que no lo está tiene que mover alguna extremidad. Pero ¿qué debe mover primero: una mano, un dedo, el pie? Son ese tipo de cosas los que me gusta discutir, porque son detalles que le aportan algo al conjunto.

La película trata temáticas que son fáciles de malinterpretar. ¿Cree que la mayoría de cineastas de hoy día se siente cohibido por lo que es políticamente correcto?

Desde luego en Estados Unidos sí. ¡Ya no se hacen películas! Todo el mundo quiere ser correcto, contentar a todos y no molestar. Pero a mí ya no me importa: me da igual si una cosa es correcta o incorrecta. No pienso autocensurarme en ningún momento. Si a mi intuición le parece bien, a mí también. Pero sí, tienes razón, algo ha pasado en Estados Unidos: todo lleva el sello PG (calificación por edades) y las películas "para todas las edades" son las más inanes. Lo que se pretende es que todo el mundo vea todo y eso ha llevado a una catástrofe capitalista.

Hay mucho que decir sobre el capitalismo, lo sé, pero en el cine en particular ha llevado a la industria a un sin sentido. Si todo lo que haces en una película tiene que estar absolutamente presupuestado y tiene que ver con el dinero porque puedes perder a un sector de público u otro, no queda sitio para el arte. Y esto que te cuento es la norma allí: de todo se tiene que sacar provecho económico. Absolutamente de todo.

Y hablando de Hollywood, ¿cómo cree que le ha tratado su industria natal?

Justamente... Quiero decir, básicamente odiaron Showgirls y se ofendían de toda la violencia de Starship Troopers. Pero a lo largo de los ochenta me dejaron hacer lo que quise. Aunque luego todo se fuese a pique, creo que estuvo bien. Hoy, mirarlo con perspectiva no es placentero, desde luego, pero no creo que me hayan tratado mal ni tengo un trauma respecto a eso. En Hollywood, cuanto más éxito tenías peor te trataban. Así que tampoco creo que haya una enorme diferencia con lo que pasa en Holanda.

Estoy orgulloso de haber estado preparado para lo que significó el estreno de Showgirls, pero algunas pelis mías también fueron vapuleadas en otros países. Aunque sí que es cierto que la víctima de Showgirls fue mi carrera. Intentaron destruirme, y creo que en parte lo consiguieron, pero aún así he sobrevivido y sigo haciendo las películas que quiero. No soy la víctima de su sistema: sobreviví y he rodado en otros sitios. Eso es todo.

¿Cree que Hollywood se ha vuelto más conservadora? ¿Se podría hacer hoy una película tan satírica como Starship Troopers?

¿Una peli como Starship Troopers? No. Rotundamente no. ¡Si en su momento ya la estrenaron allí con una versión recortada que eliminaba frases del guión y desnudos! Hoy sería completamente imposible. La audiencia entendió que lo que estaban viendo eran héroes norteamericanos. Y en realidad les preguntaba: ¿y si lo que adoráis es fascista?

Hoy no podrías hacer una película de esas magnitudes con un mensaje así. ¿Sabes qué? Utilicé planos de El triunfo de la voluntad y me inspiré en Leni Riefenstahl para rodarla. ¡Yo hice mi parte! Intentaba hacerles entender que lo que estaban haciendo los militares protagonistas era el gen del fascismo. Pero tal vez no quisieron entenderlo. Si no, sólo tienes que ver el Estados Unidos que Donald Trump defiende.

Pues ahora que lo menciona, ¿cree que Trump será elegido presidente de los Estados Unidos?

Por Dios... ¡Espero que no! Pero lo cierto es que podría ser. Podría convertirse en una realidad muy pronto y las consecuencias serían terribles.

Cine de ciencia ficción contra el inmovilismo de las salas españolas

$
0
0

Se podría decir que la ciencia ficción es uno de los géneros que mejor ha sabido plantear las preguntas clave del mundo contemporáneo, y tal afirmación no provocaría demasiado revuelo. También, que se trata de un género que muchas veces se queda a las puertas de los círculos opinativos mayoritarios, y esto sí podría provocar cierto debate.

Lo cierto es que si analizamos la cantidad de filmes de género que se estrenan al año en nuestro país, muy pocas propuestas son las que llegan sin el paraguas de un gran estudio y buena dosis de efectos especiales.

En 2016 se han estrenado películas como Leal, La quinta ola o Star Trek: Más Allá, Election: la noche de las bestias o Calle Cloverfield 10. Aunque lleguen también títulos como High-Rise, muy pocas son las propuestas que no cumplen alguna de las dos condiciones mencionadas. Y eso condena al ostracismo una cantidad preocupante de cintas independientes que, pese a su interés y su éxito en festivales fuera de nuestras fronteras, nunca llegan a verse en un cine español.

El mismísimo Philip K. Dick solía decir que la buena ciencia ficción era aquella que desfiguraba conceptos que suponíamos conocer. Aquella que contenía ideas auténticamente nuevas que estimulaban e invadían la mente del lector para abrirla a la posibilidad de algo que hasta entonces ni tan siquiera había imaginado.

Pequeñas iniciativas empiezan a rebelarse contra el olvido de este género, rescatando títulos de calidad que hacen lo que la buena ciencia ficción se supone que debe hacer. Una de estas es ¡WOW!, ciclo realizado por el centro cultural madrileño La Casa Encendida que abordará el cine fantástico y de ciencia ficción en el siglo XXI a través de películas que aportan una revisión contemporánea del género. Arranca este sábado y se mantendrá durante los fines de semana de octubre y noviembre.

Cuatro directoras, cuatro miradas 

¡WOW! no surge de la nada, en realidad La Casa Encendida lleva desde febrero programando cine contemporáneo. Pero a diferencia de otros años, este curso los distintos ciclos que han conformado su programación han girado entorno a propuestas de género. "Queríamos romper el miedo del público hacia un cine de autor más marcado. Hacia nuevas miradas basándonos en algo tan primigenio al cine como eran los géneros", cuenta Beatriz Navas Valdés, responsable de artes escénicas y audiovisuales del centro.

El último de estos ciclos es ¡WOW! , compuesto inicialmente por cuatro títulos dirigidos por mujeres. "No fue algo premeditado pero coincide que todas son miradas de mujeres sobre la ciencia ficción, algo que y aporta un elemento un valor innovador dentro del panorama", confiesa la responsable de audiovisuales de La Casa Encendida.

Al margen de eso, Beatriz Navas explica que las películas tenían que "tener calidad, indudablemente, pero también queríamos que fueran profundamente novedosas. Y no es fácil porque el género de fantasía o de ciencia ficción es, tal vez, el que más se aleja de la realidad, así que decidir qué era lo que innovaba complicaba el factor programador”. Aunque añade que también "hay un factor de polémica: este ciclo tiene mucho de películas que o amas u odias sin medias tintas".

Vanishing Waves, de Kristina Buozyte

Cine lituano, sea del género que fuere, llega muy poco a nuestro país. Así que una película como Vanishing Waves no lo tenía nada fácil. Sin embargo, este filme de ciencia ficción y psicoanálisis ha pasado por el Festival de Karlovy Vary, ganado el Méliès de Oro en el Festival de Sitges y la Mejor Película en el de Austin, amén de seis premios de la academia de cine lituana.

Cuenta la historia de un científico que consigue inventar una serie de sensores neurológicos que conectan su mente con la de un paciente en coma. Lo que empieza en un experimento, obviamente, termina por irse de las manos y convertirse en una obsesión.

Evolution, de Lucile Hadzihalilovic

Otro título que ha ganado premios en festivales como los de Londres, Estambul o San Sebastián, donde se hizo con el Premio Especial del Jurado, además de haber sido destacada por el American Film Institute como uno de los títulos de 2015. Sin noticias de estreno en España.

Cuenta la historia de un Nico, un chico que vive en una misteriosa isla remota habitada solamente por mujeres y niños.

H., de Rania Attieh y Daniel García

Tras hacerse de notar en los norteamericanos Independent Spirit Awards, este evocador relato sobre dos mujeres llamadas Helen va camino de convertirse en un título de culto.

Sus referencias a la cultura y la mitología griega entremezclan su trama con una serie de sucesos extraños que afectan a la vida de una joven artista y de una mujer mayor.

The Love Witch, de Anna Biller

El más actual de los títulos proyectados estará en el Festival de Cine Fantástico de Sitges este año. Narra las desventuras de una bruja obsesionada con conjuros y pócimas para seducir.

Sirviéndose de un apartado visual que resulta ser un homenaje a los thrillers en Technicolor de los sesenta, The Love Witch va más allá de la estética para revelarse como una reflexión sobre las fantasías femeninas y las consecuencias del narcisismo exacerbado.

Entre el miedo y el inmovilismo

La pregunta que al espectador le viene a la cabeza al final no deja de ser bastante obvia. ¿Por qué estas películas no se han estrenado aquí? Lo cierto es que en países vecinos, como Portugal o Grecia, estos títulos sí que han tenido un estreno comercial. Y aunque las comparaciones siempre son odiosas, es difícil negar que algo raro pasa.

"Es un cúmulo de factores", opina Beatriz Navas. "Por un lado hay quien tiene miedo de distribuir cualquier producto más arriesgado y que su sala esté vacía. Por otro tenemos aquellos que te argumentan que en muchos casos ya se encuentran de forma pirata en internet así que nadie va a ir a verlas", explica la programadora del ciclo.

De este último tipo existen casos sonados. Under the Skin, dirigida por Jonathan Glazer y protagonizada por Scarlett Johansson, se ha convertido en paradigma moderno de este tipo de misterios.

Una película que todas las publicaciones especializadas colocaron entre los títulos de 2014, que contaba con actriz famosa y polémico desnudo y que ganó premios en todo el mundo... pero que jamás llegó a España.

"Como esa nos perdemos muchos títulos", dice Beatriz, "puede que se crea que el español no valora tanto la idea de ver la película en una sala. La idea de que un primer plano sea más grande que tú o de que el tiempo transcurre distinto, y el sonido se vive de otra manera, parece que en nuestro país no es una prioridad", reflexiona.

Existen ejemplos de colectivos y salas que apuestan por un determinado cine y se salen de las programaciones habituales, por supuesto. Es el caso de la Zum Zieg en Barcelona o de los Aragó Cinema en Valencia. Pero son una minoría.

"También creo que se han perdido muchos espectadores porque durante años se han seguido políticas de gestión que más allá de ganar dinero no se preocupaban por la programación", defiende Beatriz. "A la larga, lo que han hecho es alejar a muchos espectadores de las salas. Es como esos exhibidores que ponen el grito en el cielo porque antes ponían Tarkovski y ahora todo es comercial. Bueno, dejaste de ponerlo así que la gente que iba dejó de hacerlo".

La perspectiva de recuperar el tiempo perdido no es alentadora "si ya has acostumbrado al público a que este tipo de películas nunca lo verá en salas, recuperarlo ahora es muy difícil", sentencia Beatriz. Y sin embargo, la sala de audiovisuales de La Casa Encendida se llena todos los fines de semana. Al menos parece que voluntad por parte del público hay.

'Animal Collective', cien pasos para entender el cómic europeo de vanguardia

$
0
0

El primer paso tras entrar en Animal Collective nos lleva hasta Eslovenia. Allí, el colectivo de Stripburger publica bianualmente la única revista de cómics del país. Con más de 25 años al pie del cañón y 700 autores publicados, se han granjeado la fama que merecen. Su objetivo: expandir los límites de su país, cuya cultura alrededor del cómic es todavía pobre. Ellos siguen siguen intentándolo.

Si damos otro paso estamos en Italia. En un antiguo fuerte militar romano que hoy es un centro social ocupado y autogestionado llamado Forte Prenestino. Allí se celebra el festival de cómic Crack!, un evento de participación libre que rehuye la planificación previa y apuesta por la autonomía creativa de sus participantes. No existen comisarios, no se solicitan permisos y no cuenta con ayuda económica externa, financiándose a través de las aportaciones voluntarias de sus visitantes.

Para sus impulsores –organizados bajo el nombre de La Bagarre –, Crack! es un espacio vivo capaz de expresar la contemporaneidad mucho mejor que cualquier bienal artística "oficial". Desde luego una de las más originales y atrevidas de toda Europa.

Si caminamos tres pasos más de repente estamos en Valencia, una de las ciudades que mayor número de festivales e iniciativas culturales alrededor del cómic organiza. De allí llegan gente como Inefable Tebeos, Ediciones valientesPolen Comics o el festival de autoedición gráfica más internacional de nuestro país: Tenderete.

Solo tenemos que pasear diez metros y habremos visto cuales son los proyectos más innovadores y auténticos del cómic europeo. De Finlandia a Austria pasando por Noruega, Letonia o Bélgica sin olvidar Barcelona o Madrid.

Todo es parte de una exposición  que pretende ofrecer una amplia visión de los movimientos artísticos y las tendencias colectivas que trabajan la viñeta en la actualidad. Es Animal Collective y se podrá ver en la cuarta planta de Centro Centro madrileño (Plaza de Cibeles, 1) hasta el 29 de enero de 2017.

España: entre el fanzine y el cooperativismo

"En España hay un interés por la vanguardia en el cómic cada vez mayor y el panorama está a la altura de países con más tradición como Francia o Bélgica", nos explica Alberto García Marcos, editor adjunto en la editorial Fulgencio Pimentel y comisario de la exposición. "Sorprende, por ejemplo, descubrir que una de las zonas de mayor actividad en este campo es una ciudad como Valencia, que en realidad siempre lo ha sido sin darnos cuenta", explica.

Así es como la vanguardia en el cómic ha ido dando muestras de su evolución en nuestro país: sin darnos cuenta. Poco a poco han proliferado en muchas ciudades, colectivos y asociaciones de artistas que unen esfuerzos para publicar sus obras. Algo que pretende mostrar Animal Collective. "Nos interesaba hacer un análisis de los festivales de autoedición más pequeños para visibilizar el trabajo de muchos autores en fanzines y otro tipo de publicaciones", cuenta Alberto García, "queríamos retratar todo ese ámbito de la edición gráfica que no entra dentro del mercado habitual", explica. 

Así encontramos en nuestro país proyectos como el barcelonés Me da la riso, una reunión de autores estructurada alrededor de la compra de una máquina de risografía –método de impresión a medio camino entre la serigrafía y la fotocopia–, la existencia de un espacio–, un taller (la librería Fatbottom) y la idea de crear una cooperativa de autores. La cooperativa se quedó por el camino pero persistió la intención de ofrecer impresiones a buen precio a toda la cantera de autores que orbitan alrededor de Fatbottom, auténtica meca del cómic de autor y de vanguardia en Barcelona. Y ahí siguen hoy.

En la capital catalana siguen floreciendo iniciativas. Es el caso de Zángano Cómix cuyos miembros se conocieron estudiando en la escuela de diseño. Decidieron publicar su propio fanzine de cómics, solicitando colaboraciones a sus compañeros de estudios. Aquel fanzine se llamó La cultura del duodeno y a partir del tercer número comenzó a destacar en el panorama nacional por su planteamiento atrevido pero clásico.

O el de la editorial independiente Apa Apa, que en su afán de dar a conocer nuevos talentos nacionales, hace las funciones de un colectivo al uso que comenzó traduciendo y publicando obras extranjeras, aunque tras un tiempo se ha decantado por la producción propia. Hoy son una de las más indiscutibles editoriales de referencia en lo tocante al cómic de autor de todo el país.

No obstante, los festivales de autoedición son y siguen siendo el mayor expositor para su trabajo. Al ya mencionado Tenderete, celebrado en Valencia, se suman el No tengo mamá, festival de artes visuales de Vigo y el Gutter Fest catalán. Todos tienen su hueco en las paredes de Animal Collective, que nos da una perspectiva acertada y diversa de qué es lo que se mueve actualmente en este mundillo.

Europa: asociacionismo en viñeta

"Tampoco queríamos que la exposición se quedase en lo nacional. Queríamos hacer una panorámica europea centrándonos en las iniciativas colectivas", cuenta Alberto García. "Es algo que ha surgido con mucha fuerza en los últimos años, porque en poco más de una década se han multiplicado las iniciativas de gente que se junta para exponer sus trabajos al margen de los circuitos de promoción oficiales", defiende el comisario de Animal Collective.

"Se estructura por colectivos porque no tenía sentido jerarquizar su trabajo. No estamos mostrando una evolución, ni el desarrollo del cómic europeo. Queremos mostrar una instantánea que dé una idea de qué es lo que se está haciendo ahora mismo en nuestros países vecinos", defiende el editor de Fulgencio Pimentel.

En este sentido destacan fanzines, asociaciones y festivales que se celebran en sitios como Hamburgo, Riga, Belgrado o Bruselas. La revista Spring, por ejemplo, nació en el Departamento de Ilustración de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hamburgo. Un grupo de diez mujeres decidieron crear su propia publicación de cómics, en buena medida con la intención de demostrar la capacidad creativa femenina en un panorama dominado por los hombres.

Iniciativas como esta se agregan al pequeño pero consistente grupo de editoriales que apuestan por ilustradores y dibujantes con talento pero poca visibilidad. Es el caso de KUŠ! o Fremok. La primera es la única editorial de cómics de Letonia y su antología periódica se ha convertido en uno de los títulos imprescindibles para conocer nuevas propuestas y artistas de toda Europa. La segunda es una organización sin ánimo de lucro que se considera más una plataforma artística que una editorial al uso. Combina lo gráfico y lo literario y da cobijo a numerosos experimentos creativos que abarcan desde la figuración narrativa hasta el arte contemporáneo, pasando por la pintura o la danza.

"Algo que sorprende del cómic actual europeo es que no se limita a una sola disciplina artística, abarca múltiples plataformas y artes distintas", cuenta Alberto García. "Se ha superado la concepción que situaba la viñeta más entre la baja cultura que entre la alta cultura. Estas distinciones se han ido perdiendo y se ha transformado en algo mucho más grande", explica el comisario de una exposición que también cuenta con esculturas.

š!del mismo nombre se ha convertido en uno de los títulos imprescindibles para conocer nuevas propuestas y artistas. La segunda Algo que define al cómic de hoy es que mezcla muchas disciplinas y artes. Digamos que antes el cómic era cultura pop basada en el escapismo. Pero hoy en día la cosa se ha diversificado mucho: hay gente de combina el cómic con la música, como el Tenderete de Valencia o el Liceo Mutante, o Crack, que son italianos...

Hemos recorrido la mitad del viejo continente a base de viñetas y no hemos caminado ni cien pasos. Animal Collective no es una retrospectiva sobre el cómic y carece de la intención didáctica del museo de manual. Su exposición no pretende nada más que lo mismo que todos estos festivales y editoriales: dar a conocer el talento que nos rodea.

Por eso, alguien que quiera entender porqué se cuecen ciertas modas o movimientos artísticos no va a encontrar en la cuarta planta de Centro Centro grandes cartelas explicativas. Lo que cuelga de sus paredes es, a todas luces, la prueba viviente de que la vanguardia comiquera existe y sigue muy viva. Y su pervivencia no es más que la suma de voluntades de muchos enamorados de este arte. Cooperativas de autores, autoedición, microedición, festivales y asociaciones culturales, da igual la forma. Lo que importa es el cómic.

"Los creacionistas se pierden lo más fascinante de nuestra realidad"

$
0
0

Christophe Galfard habla como lo hacen los grandes oradores, pausadamente, entonando con cuidado y haciendo de los silencios parte de su discurso. Ya lo decía Séneca, que aquel que no puede callar no sabe hablar.

Es su profesión, al fin y al cabo se dedica a contar historias. Pero no como lo haría un storyteller corriente, sino como el divulgador científico en el que se ha convertido. Después de doctorarse en Física Teórica por la Universidad de Cambridge, trabajó con Stephen Hawking estudiando los agujeros negros y el origen (u orígenes) de nuestro universo. Desde entonces, se dedica a difundir lo que aprendió. Ha dirigido shows, ha dado charlas y ha escrito libros por los que se ha granjeado el título de "el discípulo más brillante de Hawking".

Blackie Books acaba de publicar su última y más ambiciosa obra. Con El universo en tu mano pretende que cualquier lector se haga una idea de todo lo que conoce en la actualidad sobre el cosmos. Una tarea gigantesca a la que dedica un ensayo de 456 páginas que no es sino un libro de aventuras. Su lenguaje sencillo y su ritmo, se diría que hasta adictivo, hacen que el libro no se desarrolle, se expanda ante quien quiera meterse en sus páginas, seguir sus razonamientos y reír con sus ejemplos. Una auténtica epopeya digna de investigar.

Se doctoró en Física bajo la tutela de Stephen Hawking. ¿Cómo fue estudiar e investigar con una de las más grandes mentes del mundo actual?

Pues no fue fácil para nada. Aunque no fue por mí, ni tampoco por Stephen. Cuando empiezas una investigación teórica en una de  las mejores universidades del mundo, las preguntas a las que intentas encontrar respuesta son bastante... digamos... profundas. Y empiezas sin saber nada. Tienes que aprender como utilizar las herramientas que tenemos, básicamente matemáticas, para hacerlas cuadrar con las ideas que tienes sobre el universo. Así que sí, fue duro trabajar con Stephen porque en su trabajo no existen las vacaciones, ni tienes fines de semana. Vamos, que es agotador. A cambio, tienes la oportunidad de viajar con él y conocer a los mejores científicos del planeta. Y eso está guay. Sobre todo si tienes 22 años.

Después de haber estado con algunos de los más prestigiosos científicos del mundo, tomó la decisión de alejarse de la facultad para convertirse en divulgador. ¿Qué le empujó a dedicarse a esto? ¿Cómo fue el paso de las aulas a los platós de televisión?

Cuando estuve viajando con Stephen, allá donde iba le invitaban a dar charlas. Eran encuentros públicos y enormes con miles de personas escuchando. Aunque yo no estoy ni tan siquiera cerca de su genio, sí que vi el impacto que creaba en la gente que iba a aquellos eventos. Pensé que era importantísimo seguir haciendo eso, seguir diciendo a la gente qué es lo que hace la ciencia.

Creo que todo se basa en dotar a la gente de herramientas y escudos con los que protegerse de la basura que muchas veces escuchan o leen. En realidad es algo muy democrático, la idea de extender ese conocimiento. Ya sé que a veces tienes que comprar un libro, pero a la larga lo que te cuesta no es tanto comparado con la posibilidad de estar al corriente de lo que el ser humano sabe ahora mismo.

Se podría decir que ser humano es también ser parte de ese conocimiento. Por eso, cuando acompañaba a Stephen a esas charlas me di cuenta que es lo que quería hacer. De hecho, recuerdo que ya me encantaba hacerlo cuando era adolescente. En verano, con mis colegas alrededor de una hoguera y esas cosas... básicamente me encantaba contar lo que sabía.

Con internet y plataformas como Youtube han proliferado canales como Minute Physics o Veritasium, que tienen millones de suscriptores. ¿Qué han significado este tipo de plataformas?

También está I Fucking Love Science, a mí me encanta. Cuando yo era un niño recuerdo que la gente que venía del mundo universitario y hablaba en los medios sobre ciencia, eran siempre señores que cumplían el mismo estereotipo: hombre, blanco, viejo y barbudo. Con Youtube y plataformas similares esto ya no es así. Ahora tienes a gente joven, chicos y chicas que intentan explicar lo que hacen. Y eso ha roto con ese modelo mental de científico, algo que parece muy tonto pero no lo es porque viene a decir que la ciencia son jóvenes chicos, chicas, negros, blancos, chinos... gente normal que es capaz de hacer experimentos y divulgar conocimientos con otro lenguaje. Ser científico ya no es ser un hombre, blanco, viejo y barbudo.

Aunque esto tiene una contrapartida: en Internet hay muchísima basura. Existen webs con tantos seguidores como los canales que comentas que publican cualquier barbaridad. Y sí, eso hace que se difundan cosas que no tienen nada de científico.

En relación a esto, hoy también cabría sumar los éxitos televisivos Cosmos: A Spacetime Odyssey, con Neil Degrasse Tyson o de Life Story de David Attenborough. ¿Vivimos una época dorada para la divulgación científica?

Pues oye, eso sería fantástico ¿No? Sí, puede que gracias a estos programas se esté recuperando cierto interés. En todo caso, este tipo de divulgación sirve para darle esperanzas a la gente: 'Mira todo lo que hemos descubierto, imagínate lo que nos queda por descubrir'. La ciencia es algo humano y que nos pertenece a todos. Y Cosmos hace algo que hace sentir a todo el mundo bien: aprender.

En momentos de crisis o de duda, la humanidad ha optado en multitud de ocasiones, por aferrarse a la religión. Porque te daba algún tipo de certezas y te permitía generar un sentimiento de pertenencia a un grupo. No es que la ciencia y la religión estén enfrentadas pero quizás cumplen una función muy parecida. La ciencia, hoy en día, también cumple en gran medida ese rol.

Con Stephen Hawking y Lucy Hawking escribió George's Secret Key to the Universe. ¿Cree que la divulgación científica infantil es la gran cuenta pendiente de la ciencia moderna?

Escribí tres libros más sobre divulgación infantil pero creo que ninguno ha llegado a traducirse al español. Con los cuatro libros para niños que he escrito, he viajado mucho. Habré conocido aproximadamente a doscientos chavales a lo largo de los últimos cinco años y he descubierto que me encanta discutir con ellos. Tienen una curiosidad monstruosa. Al contrario que los adultos, ellos no intentan luchar contra ideas preconcebidas. Tienen una mente totalmente abierta y quieren descubrir cómo funciona el mundo que les rodea. Creo que sí, que la divulgación científica debería ser capaz de dar a los chavales herramientas para entender el mundo y construir un pensamiento crítico respecto a lo que creen saber.

En algún momento del libro dice que la extinción de los dinosaurios se debe a su falta de conocimiento sobre la física teórica. ¿Sólo este conocimiento nos salvará de nuestra propia extinción?

A día de hoy sí. Quizás en el futuro encontremos algo diferente, más eficiente que la ciencia. Pero por ahora no tenemos ninguna otra disciplina que permita entender la realidad y proteger nuestro futuro. Quiero decir... ¡La levitación no existe! No podemos confiar en cuentos de hadas. ¡No tenemos otra cosa! Sólo tenemos esto, algo que si te paras a pensarlo resulta bastante perturbador. Nuestros ancestros no tenían este conocimiento, nosotros sí. Así que hay que aprovecharlo.

Para aprovecharlo, a lo largo del libro utiliza metáforas como una playa en Hawaii o un avión que viaja por el tiempo. ¿Dónde está la diferencia entre la pedagogía y la divulgación?

Hay una gran diferencia. Lo que yo hago en El universo en tu mano o cuando doy charlas por ahí sería como una introducción sobre una temática. Cuando adquieres cierta visión puedes ver hasta donde te llevan tus conclusiones. Se trata difundir la idea de lo que nos queda por descubrir. Pero luego hay ser capaz de hacerlo y ahí es cuando entra la parte técnica, los conocimientos especializados.

Por ejemplo, para hacer una película necesitas una historia. Y cuando ya la tienes no te importa usar todo tu talento y tu energía en buscar a personas que se encarguen de otras tareas que no son exactamente la tuya pero que tiene un objetivo semejante. Esto es lo que yo hago en El universo en tu mano, cuento la historia. Luego viene lo que hay detrás, cientos de personas trabajando en muchos proyectos e investigando. Me refiero a que para contar la historia no es necesario usar los términos técnicos que utiliza un técnico de luces o un cámara. Esa es la diferencia.

¿Es por eso que sólo utiliza una ecuación? ¿No quería utilizar ese vocabulario más técnico y propio de una facultad?

Sí, exacto. En realidad no quería utilizar ninguna, pero resultaba que E=mc2 era algo más que una ecuación, era casi como el mundo entero. Así que me era muy difícil obviarla. Stephen decía que cada vez que utilizas una ecuación pierdes a la mitad de lectores. No es imprescindible hablar de ecuaciones para hablar del universo. Digamos que uso las matemáticas para sacar conclusiones sin números, y el libro son esas interpretaciones.

El año pasado Pew Research Center publicaba una encuesta en la que se afirmaba que el 31% de los estadounidenses no creía en la evolución. ¿Cómo interpreta estos datos? ¿Le queda mucho camino aún a la divulgación?

Sí, tenemos mucho trabajo que hacer. Pero es extremadamente difícil intentar hablar con gente que no quiere escuchar. Hay personas que no quieren aprender cosas ni cambiar. Y no es una cuestión de convencer, puesto que la ciencia está basada en hechos que nos dicen cómo entendemos el mundo. Pero si hay gente incapaz de cambiar de opinión... ¿Qué puedo hacer yo?

Parece mentira pero aún hay mucha gente que no quiere debatir sus puntos de vista. Sólo a través de la educación podremos construir mentes más abiertas. Si construimos un mundo que no esté preparado para aceptar nuevas ideas solo estaremos construyendo un mundo muy pequeño. Si te soy sincero siento un poco de pena por la gente que sólo cree en el creacionismo porque se pierden lo enorme y fascinante que es nuestra existencia y nuestra realidad.

A lo largo de su carrera, sus mayores retos siempre han sido dudas que resolver... retos al fin y al cabo. ¿Cuál ha sido el desafío más grande al que se ha enfrentado como científico y como divulgador?

Como científico el reto más importante al que me enfrenté cuando estaba en los círculos académicos era el de reconsiderar ciertas teorías sobre la física cuántica y la gravedad. Como divulgador, el mayor desafío que vivo es el de extender el método científico a la manera de pensar cualquier aspecto de lo social para combatir la cantidad de mierda que circula sobre nuestro trabajo. También en el sentido político: si la gente lo utilizase en su vida cambiarían muchas cosas. Pero es extremadamente difícil.

Para terminar podríamos probar a hacer entendibles conceptos difíciles. Como un juego divulgador. ¿Puede definirme la Antimateria en una frase?

Todo aquello de lo que estamos hechos, se hace con pequeñas partículas que tienen cargas negativas y positivas. La antimateria es lo mismo que la materia pero al revés: lo que es negativo es positivo y lo que es positivo es negativo.

Lo siento, ha sido más de una frase pero ahí va otra cosa interesante. La antimateria está en todas partes. ¿Sabías que se utiliza antimateria en los hospitales para ver lo que tienes dentro del cuerpo? La tomografía por emisión de positrones la utiliza. Y otras técnicas también porque cuando pones en contacto la materia y la antimateria éstas se vuelven luz y la utilizan para detectar cosas raras en tu cuerpo, para hacer un mapa de tu interior y ver lo que no cuadra.

¿Cómo le explicaría la paradoja del gato de Schrödinger a un niño de cinco años?

No se la explicaría. [ríe] No, es la verdad, porque no me creería. El gato de Schrödinger es un recurso para que podamos entender como funcionarían a nuestra escala lo que ocurre a escalas muchísimo más pequeñas. Como si tuviésemos una lupa gigantesca que nos dejase ver lo más pequeño que puedas imaginar. La ciencia nos dice que a ese tamaño el gato puede hacer muchas cosas al mismo tiempo. Puede ir a la izquierda y a su vez a la derecha. Puede dormir y correr, puede saltar y agacharse. Y por lo tanto puede estar vivo y muerto al mismo tiempo. Pero bueno, el niño me miraría y me diría que eso es imposible.

¿Cómo definiría un agujero de gusano en una frase?

Durante siglos pensamos que por lejos que fuéramos a través del universo siempre habría algo más allá porque hay un tejido del universo, el espacio-tiempo. Ahora sabemos que ese tejido puede cambiar. Un agujero de gusano es cuando coges dos puntos separados del espacio-tiempo y los juntas. Lo que obtienes es un atajo.

¿Cómo le describiría a alguien lo que estudia la física cuántica en pocas palabras?

Tenemos que renunciar a la idea de que todo lo que creemos sobre la realidad es cierto. Es excitante darse cuenta de esto. ¿No? Pues de eso va la física cuántica.

Viewing all 732 articles
Browse latest View live