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'Miles Ahead', el momento de epifanía entre drogas y jazz

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Después de golpearle en la cara, Miles Davis mira al periodista que ha ido hasta la puerta de su casa para entrometerse en su vida. El agredido se defiende y le explica que es de la Rolling Stone. Eso a él se la trae al pairo, pero resulta que además el reportero viene de parte de la Columbia para arreglar las cosas entre su discográfica y él, que hace tiempo que debería haber entregado una grabación. El trompetista decide seguirle el juego. Su juego, pues no sabía jugar a otro.

El periodista miente, claro, no es intermediario de nada pero terminará siéndolo. En su profesión, a veces hay que mentir para descubrir verdades. El nombre del plumilla es Dave Braden - interpretado por Ewan McGregor- y la verdad que persigue es saber qué hay detrás de una de las estrellas de jazz más grandes de todos los tiempos. "Cuéntame tu vida", le pide Braden. "Nací, me mudé a Nueva York, conocí a músicos, hice música, tomé drogas, hice más música y luego apareciste en mi casa", le contesta el músico. Así de simple.

Con esta pincelada, simple y a su vez tan sincera como sus canciones entonces, el sorprendente biopic que dirige, escribe, produce, protagoniza y hasta toca Don Cheadle, resume su esencia. No se trata de recrear la vida de Miles Davis sino de acariciar, aunque fuese con la punta de los dedos, algo de su compleja personalidad.

Así, quien quiera saber de la vida del trompetista no debería ir a ver Miles Ahead pensando que va a encontrar una biografía pormenorizada del creador de Kind of Blue. Pero si lo que se busca es adivinar cómo podía llegar a funcionar la mente de la leyenda, puede llegar descubrir en esta película cómo de encadenado estaba su talento a sus impulsos.

Al fin y al cabo Don Cheadle asume que no puede abarcar la biografía de un gigante, ni tampoco inspeccionar su sombra más allá de lo anecdótico. Su tono parece situarse en las antípodas de películas más convencionales como Ray, asumiendo que es difícil separar lo trágico del mundo que retrata pues la sombra de Bird sigue siendo muy alargada. Aún así, lo que la define es crecerse como una especie de cruce entre El Trompetista de Curtiz y El halcón maltés de Huston, por su letimotiv en la búsqueda constante de "la melodía" y sus juegos con el cine negro moderno de toque cómico.

Estamos, si se quiere, ante un biopic que huye de serlo. Uno dispuesto a imaginar qué impulsaba al genio a componer Bitches Brew, a callar durante cinco años después de ofrecer al mundo directos como Agharta, y a volver decididamente funk con The Man With The Horn. Las pistas están en en el metraje.

La arrogancia: motor  para contar historias

Que Don Cheadle era un gran actor atrapado en papeles solventes pero no memorables ya lo sabíamos. Era evidente en Crash, Traffic o Hotel Rwanda, pero también se podía ver en telefilms como Una lección antes de morir o en series como House of Lies. Eso sí, que detrás del actor había un realizador con personalidad, arrojo y poco miedo al riesgo ya no era tan fácil de adivinar.

Después de haber sido un músico tremendamente prolífico y de haber ofrecido casi veinte años de constantes nuevos álbumes cada escasos meses, Miles Davis se apartó de los focos. Dejó de tocar, de aparecer en los medios, de firmar autógrafos y de, en definitiva, ser una figura pública.

Desde aproximadamente 1975 hasta la publicación de The Man With The Horn, el trompetista estuvo recluido en su casa, lidiando con fantasmas y controlando mal el exceso de todo tipo de excesos. Es precisamente este lapso de tiempo el que retrata Miles Ahead. Cinco años de vacío en los que pocos biógrafos se atreven a entrar, pero que ella aborda sin prejuicios ni pizca de vergüenza.

Una decisión, cuanto menos, valiente. No es fácil decidir contar, en tu primera película, la época de un famosísimo artista de la que menos se sabe. Tampoco debe ser sencillo decidir hacerlo con una historia tan llena de giros, persecuciones, tiros y estilo. Aunque seguramente no es valentía lo que impulsa la ópera prima de Don Cheadle: es arrogancia.

En boca de su personaje el propio director explica su obra. "Si vas a contar una historia, muestra un poco de arrogancia, no seas precavido con estas cosas", le indica el trompetista al periodista de la Rolling Stone.

A pesar de todo, sería injusto no decir que Miles Ahead prefiere comedirse llegados a cierto punto. A las puertas de una visión rompedora, la película da un paso atrás y asume el trauma amoroso del compositor con Frances Taylor para explicar la raíz del dolor. Además, deja de lado el origen de la genialidad para recurrir a la excentricidad como explicación simplista. Pero por el camino, entre drogas, sexo y jazz, finalmente consigue encontrar la epifanía que llevaría al músico de nuevo a los escenarios. 

Es cierto que los límites del biopic cuentan con lugares comunes que la película no evita. Pero ésta sortea los formalismos con suficientes propuestas originales como para no negarle su notable valor. Si con algo nos quedamos es con recordar al mítico trompetista amenazando a punta de pistola a un magnate de una discográfica durante un combate de boxeo. La vida, como el jazz, hay que pelearla. 

Lo cierto es que a Miles Davis no le gustaba demasiado esa palabra. "No lo llames jazz... es una palabra inventada que cataloga tu música. Yo lo llamo música social", nos recuerda. Tenga el nombre que tenga, sigue siendo genial.


'Harry Potter y el legado maldito' o por qué seguimos enamorados del universo de J.K. Rowling

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La historia es archiconocida. Una mujer joven acudía todas las mañanas a una pequeña cafetería de Edimburgo. Allí, pasaba horas sentada con un capuccino más que frío mientras imaginaba un mundo mágico. Escribía como si le fuera la vida en ello y, en parte, así era. Acababa de gastar los escasos ahorros que había conseguido siendo profesora de inglés en Oporto para lograr la custodia de su hija tras un duro proceso de separación matrimonial. Sin trabajo y con una niña pequeña que cuidar, aquella mujer dependía de lo que su imaginación escribiese en unas hojas en blanco.

Las hojas en blanco, con el tiempo, se convirtieron en un mundo que acabaron leyendo millones de niños y niñas de todas las edades y en todo el mundo. Páginas que se convirtieron en libros, que se convirtieron en saga: una que ha marcado a fuego a una generación entera. Esa que se enganchó a la lectura gracias a un niño con una cicatriz en la frente y que descubrió la literatura fantástica como vehículo de exploración sin igual de uno mismo.

El domingo, aquella mujer de la cafetería cumplía 51 años, un día después de ver sobre las tablas del Palace Theatre de Londres el estreno de la obra de teatro Harry Potter and the Cursed Child, traducida en castellano como Harry Potter y el legado maldito y cuyo guión editará Salamandra en septiembre.

Las entradas de la obra del teatro, de un aforo de 1.400 personas, están agotadas hasta mayo de 2017. El guión, que también salió ayer a la venta, es ya lo más reservado de Amazon. Y ante el resurgir del fenómeno potteriano, el 18 de noviembre llegará a las salas españolas la película Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

Años después, el fenómeno no sólo sigue vivo: ha crecido y viene dispuesto a arrasar en todos los ámbitos culturales en los que le sea posible. Pero… ¿qué tiene Harry Potter para seguir encandilando a lectores y espectadores de todo el mundo?

Un legado no tan maldito 19 años después

Muchos de los que leímos, o más bien devoramos, la séptima aventura del joven mago, fuimos testigos de uno de los epílogos más memorables de la literatura moderna. Los héroes de las aventuras originales acompañaban a sus hijos hasta el Andén 9 y ¾. Allí, un niño le decía a su padre que tenía miedo de terminar en Slytherin. “Albus Severus Potter, llevas el nombre de dos grandes directores de Hogwarts, uno era de Slytherin y fue el hombre más valiente que he conocido”, le contestaba un envejecido Harry Potter.

Aquella escena revelaba que aún podía haber mucho por descubrir entre las paredes de la escuela de magos: el hijo de "el niño que sobrevivió" empezaba sus enseñanzas y ¿quién no querría ver de lo que era capaz?

Lo cierto es que en aquel momento, muchos rezamos para no ver el epílogo trasladado a la gran pantalla. Para nuestro disgusto, sufrimos el trauma de ver a Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint envejecidos de mala manera con un maquillaje que cantaba de lejos y que, paradójicamente, borraba todo afán de magia que hubiésemos vivido durante el film.

Aún así, la curiosidad por ver qué sería del hijo mediano de Harry y Ginny, sobrevivió al trauma. El hermano de James Sirius Potter y Lily Luna Potter, originales nombres donde los haya, es el verdadero protagonista de la obra de teatro Harry Potter and the Cursed Child, que arranca justamente en esta escena. Y, según cuentan, no es un papel fácil el que consigue defender en el escenario el joven Sam Clemmett.

La historia, después de la escena inicial, sigue el cuarto año de enseñanzas del Potter mediano junto a su mejor amigo Scorpius Malfoy, hijo de adivinen quién. Juntos descubrirán un secreto que alterará la vida de su padre, y por ende, la de todo el universo de la magia.

El mago que sobrevivió a los nuevos tiempos

Muchos son los estudios que, a lo largo de estos años, han analizado los beneficios que la lectura de la saga potteriana ha tenido en toda una generación de lectores. Desde la comprensión del diferente, hasta la asimilación de la tolerancia, la lucha por la igualdad y la defensa de los débiles. De hecho, hasta los hay que revelan que los lectores de la saga de J.K. Rowling, son más reacios a aceptar las propuestas de Donald Trump.

Lo cierto es que aún hay muchos falsos "guardianes de las esencias" que se escandalizan ante un hecho tan nimio como que la Hermione de la obra de teatro sea ahora de raza negra, cuando la verdad es que Rowling nunca describió el color de piel de la superdotada de padres muggles. Sorprenderá a quienes absurdamente criticaban la decisión que la actriz Noma Dumezweni ofrezca, para muchos, la mejor actuación de la obra.

Pero más allá de la polémica del color de piel, lo que realmente resulta atractivo es comprobar cómo la nueva entrega de la saga ha sabido adaptarse a los tiempos que corren. Según se puede contar, sin desvelar demasiado, el argumento plantea nuevos retos para distintas generaciones.

A los más pequeños, nuevos lectores identificados con el joven protagonista, la trama desarrollada por su personaje asume riesgos que van desde el peso de la herencia parental de tener que estar a la altura de quien derrotó a "quién-no-debe-ser-nombrado", hasta el descubrimiento de una personalidad propia más allá de las presiones externas.

A los más veteranos, la obra de teatro les ofrecerá una inédita visión de los personajes conocidos, envejecidos, con responsabilidades y con la carga de superar un pasado que se resiste a desaparecer del todo.

Sea como fuere, las críticas que uno puede leer, ya sea en la misma prensa británica o en la del otro lado del charco, no exentas de spoilers, aseguran que estamos ante un pequeño milagro. Una monumental empresa dividida en dos partes, cinco horas en total, que consigue hacer creíble la magia sobre el escenario con logrados efectos especiales, que repasa y reinterpreta las claves que hicieron grande a la saga y que sostiene sobre destacables actuaciones una improbable pero exitosa revisión del mito. El reto era difícil pero parece que Harry Potter and the Cursed Child es algo más que una nueva aventura mágica.

Más allá del niño de la cicatriz

Corría el año 2001 y la saga del joven mago iba por su cuarta entrega. Harry Potter y el Cáliz de fuego, una de las más eficaces y divertidas de la saga, todo sea dicho, vendía ejemplares y llenaba estanterías de todo el mundo. Pero ya por aquél entonces, los lectores no tenían por qué limitar sus compras a la historia del niño de la cicatriz. Joanne Rowling, no contenta con la empresa que estaba llevando a cabo, escribió paralelamente dos libros que ampliaban el imaginario de Hogwarts con sendas historias. Dos “falsos libros” que los mismos personajes de las novelas estudiaban en sus clases: Quidditch a través de los tiempos y Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Curiosos productos metaliterarios que jugaban con la ficción de la saga para extenderla a la vez que profundizar en ella.

Parece mentira que ya hayan pasado 15 años, pero a finales de este otoño veremos en pantalla la adaptación al cine de la segunda. Una historia protagonizada por Newt Scamander, interpretado por el oscarizado Eddie Redmayne, un joven mago que tiene la misión de escribir un libro sobre las criaturas mágicas de todo el mundo.

Si la iniciativa, cuando fue anunciada, podía parecer una estrategia comercial de Warner Bros para seguir sacando rédito de sus derechos del mundo de Rowling, hoy las dudas pueden quedar más o menos disipadas. Los avances en forma de tráilers y pósters nos desvelan nuevas rutas, nuevos escenarios alejados de lo que conocemos, y un universo creativo situado setenta años antes de que Voldemort intentase matar al bebé de los Potter.

Un spin-off que explora caminos que su antecesora sólo dejó abiertos. Es el caso, por ejemplo, de lo interesante de plantear un personaje secundario muggle como mano derecha del protagonista, algo de los que fuimos privados en los libros más allá de los anecdóticos tíos Dursley. ¿Cómo vería y viviría alguien no-mágico las maravillas ocultas?

También es el caso de todo aquello que rodeaba la mitología de la saga y nunca llegamos a disfrutar como se merecía. La magia más allá del mundo british, sólo apuntada en la cuarta entrega; la historia del mundo fantástico y su conflicto racial, base de diversas tramas secundarias de las novelas; y en definitiva, las posibilidades creativas de todo lo que rodea a la cicatriz en forma de rayo en la frente de un chaval. Todo parece indicar que la película está más o menos en buenas manos partiendo del guión escrito por la autora del original.

Sea como fuere, el éxito de crítica que se ha granjeado la obra de teatro y el más que probable taquillazo que supondrá el retorno al universo de Rowling en la gran pantalla, confirma que nos queda mucho por ver. Nosotros agradecidos. No en vano, estamos ante uno de los mayores fenómenos culturales que se le puede atribuir a la generación pre digital ahora inmersa en plena era de la nostalgia.

La bomba nostálgica de 'Stranger Things'

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Su mismo póster ya nos traslada a otro tiempo, al de los ochenta con Drew Struzan y sus fantásticas creaciones para la cartelera de Hollywood. Es el primer homenaje que salta a la vista de Stranger Things, aun sin haberla visto. Decía Susan Sontag en su obra Sobre la fotografía que "cuando sentimos miedo, disparamos. Pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos". La novelista, ensayista, fotógrafa y directora de cine defendía que el acto de querer capturar el momento es, en sí mismo, una rendición ante el pasado. Y revelar fotos no es más que el ansia por revivir recuerdos constantemente. La fotografía, como la añoranza, es algo inherente al ser humano.

Podríamos entender, según Sontag, que el momento actual dominado por la constante producción de remakes y reimaginación de mitos, no es debido tanto a la falta de originalidad como a la misma condición del artista. Falibles por naturaleza, nos hemos rendido a admirar objetos culturales que nos recuerdan a otros que ya disfrutamos antes.

Hoy existe toda una generación de realizadores audiovisuales que ha crecido con referentes a quienes pretenden rendir digno tributo. De Steven Spielberg a J.J. Abrams y de E.T. el extraterrestre a Super 8, se establecen lazos que nos llevan hasta el nacimiento de Stranger Things.

Seguramente han oído hablar de ella. Se trata del último éxito de Netflix, un logrado producto de entretenimiento que no para de sumar fans. Parece que el portal de VOD (Video on Demand) ha conseguido dar en el clavo con la serie del verano, ocho episodios cargados de guiños y referencias al cine de terror fantástico de los ochenta y noventa.

No es algo nuevo ni sorprendente que dentro de cualquier moda se dan corrientes que confluyen en objetivos. La que nos ocupa bebe tanto del terror de la escuela de Stephen King como del fantástico familiar de Spielberg, pasando por el imaginario estético de John Carpenter. No es la única, coexisten precedentes actuales en muchos ámbitos. Por ejemplo, en la animación, donde encontramos exitosas series con aire ochentero como Historias Corrientes, o esa rareza genial llamada Gravity Falls.

Stranger Things empieza así: un niño desaparece sin dejar rastro y sus amigos empiezan a buscarlo. Su investigación les llevará a desentrañar misterios y experimentos estatales que desatarán una serie de fenónemos paranormales cambiando la historia de la pequeña ciudad en la que viven. ¿Les suena? Claro, es Exploradores, Los Goonies, Encuentros en la tercera fase y muchas cosas más. Una bomba de homenajes que viene dispuesta a encontrar su hueco entre los fans acérrimos y los advenedizos desprevenidos del género. Nada es casualidad.

Especialistas del terror y directores de encargo

Hace apenas un año, los hermanos Duffer estrenaron una película que pasó más o menos desapercibida. Hidden (subtitulada inexplicablemente como Terror en Kingsville) era una paranoia tensa que encerraba a pocos personajes en espacios austeros pero opresivos. Más que dar miedo, lo que perseguía era poner nervioso al espectador hasta los límites que su paciencia le permitiese.

En España, aquel film salió directamente en formato doméstico pero no es difícil de adquirir y sirve para hacerse a una idea de quiénes son los responsables de Stranger Things. Matt y Ross Duffer tenían en su haber unos cuantos cortos y cuatro episodios de la serie Wayward Pines, pero nada hacía presagiar que de pronto iban a estar en el centro del foco mediático. Algo que confirma que hay ojeadores de talento en las oficinas de Netflix, y que han conseguido apuntarse uno de los tantos más inesperados de la temporada. No es azar.

Tampoco es casual que otro de los culpables de la serie sea Shawn Levy, conocido hoy por ser el director de mediocres productos de entretenimiento de consumo rápido y recuerdo breve. Suyas son Gordo mentiroso, Doce en casa o Recién casados, pero también la entrañable saga Noche en el museo.  El realizador, que cuenta con más oficio del que se le presupone, empezó a dar sus primeros coletazos dirigiendo algunos de los capítulos de un producto de Disney llamado Fenómenos extraños.

El título, que podía ser hoy la traducción española de Stranger Things, corresponde a una serie de finales de los noventa protagonizada por una niña enamorada de los fenómenos paranormales que desentrañaba planes gubernamentales descubriendo la existencia de fantasmas u ovnis. Es decir, pocas cosas se dejan a la pura suerte cuando se trata de vender una serie cuyo principal gancho es hacerte recordar.

El homenaje como símbolo de personalidad

Así que la cuestión que resta es la clave de todo. ¿Consigue Stranger Things ser algo más que un ataque de nostalgia? Lo cierto es que los referentes que se dan la mano en sus episodios son infinitos y no vale la pena enumerarlos todos. Van del easter egg nimio a la cita narrativa, pasando por el escamoteo visual más puro. Y hete aquí su primer logro: hacer individuales los hallazgos de su público. Cada uno reconoce en la serie de los hermanos Duffer aquellos títulos que le marcaron. Establece un juego que consigue ser diferente para cada espectador.

Cuando ya ha conseguido enganchar, por el ritmo de su trama y por lo llamativo de sus personajes, Stranger Things pretende ser algo más que un saco lleno de libros de terror. Su universo narrativo destila encanto justamente por su forma de "dar miedo". En especial, gracias a una Winona Ryder en estado de gracia (e histeria) y una Millie Bobby Brown cómoda en la línea que separa lo bonito de lo aterrador.

Sin obviar, eso sí, que muchas de sus tramas secundarias están hechas con un molde perfectamente reconocible, que algunos de su personajes resultan tan desdibujados como previsibles, ni que la evolución de la mayoría brilla por su ausencia. Todo es parte del juego.

Uno como con el que los niños protagonistas pasan sus tardes, con giros inesperados, monstruos de otros mundos, carreras en BMX y música de The Clash. En el fondo, se trata de la imaginación de unos niños que se divierten siendo héroes.

Chuck Palahniuk, delante de su retorcido espejo

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Para Chuck Palahniuk, la clave no está en las respuestas sino en las preguntas. Por eso, muchas de sus obras se vehiculan a través de estas. Por ejemplo: ¿cómo viviríamos si no pudiéramos morir? Esta duda marcaba una de las líneas argumentales de su novela Fantasmas. En ella, como si de una nueva Villa Diodati se tratara, unos imitadores de Mary Shelley se reunían en un caserío para vivir un retiro literario. Entre las paredes de la finca, los días se volvían cada vez más raros y las noches se convertían en cuentos de terror.

Esa misma duda parece haber anidado en la cabeza de Palahniuk desde que El club de la lucha se convirtiese en un fenómeno cultural absolutamente icónico. Parece que al escritor estadounidense le pasa lo mismo que a los protagonistas de sus novelas: tiene que vivir y escribir sabiendo que su creación más famosa no puede morir. Así que puestos a revivirla, qué mejor que hacerlo con un cómic.

El editor de esta secuela inesperada cuenta cómo la original pasó de ser una publicación discreta a un objeto de culto en todo el mundo. "La obra recibió algunas críticas favorables y otras adversas pero las ventas de la edición en cartoné fueron discretas: 5.000 ejemplares como mucho", dice Gerald Howard, "y entonces resucitó en Hollywood como si de un milagro se tratara".

Para el editor de W. W. Norton & Company, la película fue esencial, "David Fincher, el señor oscuro del cine, hizo suyo el proyecto con la entrega ferviente de quien se embarca en una cruzada personal y rodó una película tan visceral y perturbadora que la Fox retrasó su estreno hasta muchos meses después de la matanza de Columbine".

Protagonizada por Edward Norton y Brad Pitt, la adaptación de El club de la lucha es uno de los títulos más importantes de los últimos veinte años de historia del cine. Es también la décima mejor película de la historia según IMDB y uno de los filmes que más dividió a la crítica de su tiempo. Carlos Boyero la tachaba de "pretenciosa gilipollez", a Roger Ebert le aburría y la Rolling Stone defendía que se convertiría en "un indiscutible clásico del cine americano".

Ahora, Reservoir Books publica en un solo tomo la colección de diez cómics que siguieron la historia donde la dejó el film de David Fincher.  Un relato que nunca murió; bien al contrario, sigue más vivo que nunca.

Larga vida a Tyler Durden

Volver a visitar el violento y alucinado mundo de Palahniuk siempre es un reto para el lector. Pero no menor es el desafío para el escritor, que se enfrenta al valor icónico de su propia obra cuando realiza una secuela. Fiel a su espíritu contestatario, el autor supo ver que ni una película ni una novela llegarían a hacerle sombra a la publicación que le hizo famoso. Ese no era el transmisor adecuado.

Cuenta él mismo que la idea de narrar la continuación en un cómic tomó forma durante una cena. Alrededor de la mesa, la novelista Chelsea Cain y los guionistas de cómic Brian Michael Bendis, Matt Fraction y Kelly Sue DeConnick convencieron al autor de que el vehículo que buscaba para contar su aventura estaba hecho de viñetas.

La historia original narra las vivencias de un joven hastiado de su trabajo y su vida que sufre de insomnio. Para superarlo, asiste a un grupo de ayuda para enfermos de cáncer testicular y conoce a Marla Singer, una mujer con la que traba una relación basada en infiltrarse en grupos semejantes, dedicados a gente que intenta afrontar dolencias que ninguno de los dos sufre. El dolor ajeno les hace sentir mejor. Al menos hasta la aparición de Tyler Durden, un hombre con ideas extrañas que tiene pensado montar una secta que removerá los cimientos de la sociedad de consumo.

El cómic arranca diez años después. Sebastian y Marla están casados y tienen un hijo. Él vive medicado y adormecido. Ella se encuentra atrapada por lo vulgar de una vida normal y corriente. Cuando decida reducir las dosis del tratamiento de su marido, Tyler Durden volverá a aparecer.

Entre viñetas se teje una excusa argumental que engaña al lector para revelarse como algo distinto: el discurso nihilista que hacía interesante la novela es aparcado por su exageración y repetición. Mientras, el nuevo formato amplía el alcance visual de sus postulados. La sangre, los golpes y las explosiones se reiteran viñeta tras viñeta. Todo sucede a un ritmo de vértigo con un conflicto constante que abraza el absurdo del conjunto. Un sin sentido de disfrute más comedido que el de su antecesor, pero al menos ferozmente distinto.

La retorcida broma del creador de todo esto

De primeras, el trazo del dibujo realizado por el ilustrador Cameron Stewart, habitual del cómic superheroico, nos da una pista para interpretar su objetivo; lo que vas a leer no quiere simular naturalismo ni imitar algo real. Además, las excelentes portadas de David Mack ofrecen otra señal. Lo que tienes entre manos es una completa alucinación, no busques coherencia ni conclusiones certeras.

Llegado al cuarto capítulo del tomo editado conjuntamente por Reservoir Books todo se descubre como lo que es. La narrativa se rompe y Chuck Palahniuk se convierte en un personaje más del relato reflexionando sobre su creación. Así juega con ella y la pervierte. Lo real se mezcla con la ficción y el efecto buscado ejerce en el lector justo lo que necesitaba: provocación.

El club de la lucha 2 no es tanto la historia que sigue al "me has conocido en un momento extraño de mi vida" con el que teminaba la primera entrega, como una relectura de ésta. Una visión propia de lo que supuso el éxito para el hombre que escribió aquella frase.

El novelista se enfrenta a la figura de Tyler Durden, un personaje creado por él mismo y que ha pesado sobre su literatura como la figura de Brad Pitt sobre Edward Norton en la adaptación. Palahniuk se mira en un espejo deformado que ha forjado con sus manos. El cara a cara sacude los cimientos de lo que creíamos saber sobre El club de la lucha para analizarse y satirizarse como obra.

De paso, la lectura nos lleva a reflexionar sobre el peligro de crear mitos rebeldes en la cultura pop, la influencia del fenómeno fan o la necesidad de relativizar el triunfo.

Lo que queda es un ácido cómic en el que se dan la mano peleas de hombres depresivos, niños con progeria alistándose en el Ejército y escritores que discuten con sus personajes y hasta con sus lectores.

En su último episodio, Cameron Stewart dibuja a una multitud, con consignas de Tyler Durden tatuadas por todo el cuerpo, presentándose en casa de Chuck Palahniuk. Le exigen que cambie el desenlace del mismo libro que tenemos entre las manos. "¡El final es una mierda!", grita la masa enfurecida. "Pues como la vida misma, amigos", contesta el escritor.

'Regreso a casa', la amnesia de toda una revolución

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Entre 1966 y 1976, Mao Zedong impulsó un movimiento social y educativo que removió los cimientos de la sociedad china. Con el fin de extender la influencia real del comunismo a todos los niveles, se llevó a cabo una "reeducación" de gran parte de la población que se tradujo en un aumento de poder del Partido Comunista y la persecución y eliminación de todo pensamiento que oliese a diferente a lo promovido por sus postulados ideológicos.

No sería demasiado osado afirmar que para entender las implicaciones de la Revolución Cultural china a través del séptimo arte, la figura de Zhang Yimou es un pilar importante, por no decir fundamental. Su mirada sobre el conflicto ha conseguido internacionalizar las consecuencias psicológicas que tuvo en los habitantes del país más poblado del mundo.

Ya fuera haciendo hincapié en cómo la revolución cambiaba el seno de una familia unida en Vivir, con la que ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes de 1994, o la imposibilidad de amar libremente en Amor bajo el espino blanco, Yimou ha vuelto constantemente a replantearse lo que esta época significó para sus compatriotas. Junto a él, ejemplos como el del cine de Chen Kaige y títulos como Adiós a mi concubina o El rey de los niños, se erigen como complemento acertado para evaluar el calado histórico de la revolución.

Una mancha en la memoria colectiva que ha quedado, para ambos realizadores, como una cicatriz mal cauterizada y nunca del todo curada, marcando el carácter de toda una nación.

Es esta herida emocional sobre la que vuelve, conociendo bien el terreno que pisa, en Regreso a casa: un melodrama romántico sobre la amnesia, colectiva o individual, que han tenido que adoptar la generación de "reeducados" para poder hacer frente al día a día de la China posterior a la muerte de Mao.

Olvidar para enamorarse

La historia nos sitúa en plena Revolución Cultural. Un preso político escapa de un campo de trabajo para reunirse con su mujer e hija. La niña, que ve un peligro en el retorno de su fugitivo padre, le denuncia y la familia no consigue reunirse. Los años pasan, Mao Zedong fallece y los presos empiezan a ser liberados. Pero cuando el padre de familia pueda legalmente reunirse con su esposa, descubrirá que sufre de amnesia psicógena y es incapaz de reconocerle.

Parece que, en esta ocasión, Zhang Yimou está cómodo sin aspirar a un cine mayúsculo que nos recuerde a películas de grandilocuencia visual como La linterna roja o Hero. Filmes muy diferentes entre sí pero con una capacidad para manejar la épica de una manera emocional que desarma al espectador desprevenido.

En Regreso a casa encontramos otro tipo de épica cargada de tristeza. Yimou la deja patente en detalles. Pequeñas pistas que nos hablan de lo paradigmático de este amor imposible. Un preso lavándose la cara en un charco de una estación de trenes en la que nadie conoce a nadie. Una bailarina excelente a quien niegan un papel importante por tener un padre "derechista". Una mujer sin recuerdos que nunca cierra la puerta por si su marido vuelve a casa algún día. Pinceladas que nos hacen pensar que los protagonistas son individuales pero sus historias son colectivas. Se lee entre líneas la voluntad de discurso político de toda una generación obligada a olvidar para sobrevivir y volver a amar.

Para transmitir, Yimou carga en las espaldas de la actriz Gong Li un papel que sólo podía hacer ella. La intérprete vuelve de nuevo al cine de su examante con un portento de delicadeza y tristeza encapsulada que hace de su interpretación lo más atractivo del filme. 

Tal vez sería osado decir que la condición de antiguos amantes (director y actriz vivieron un romance dentro y fuera de la pantalla a pesar de que él estuviese casado) influye en la interpretación que Gong Li hace del amor en Regreso a casa. Pero es cierto que subyace una veracidad en la tristeza de no verse reconocido en los ojos de quien una vez amaste, que es difícil transmitir si no se ha vivido. Hay magia en su mirada y Yimou la sabe captar.

Geling Yan y las grandes mujeres chinas

En la película, Gong Li interpreta a una de esas grandes mujeres que sufrieron en silencio la Revolución Cultural. Ella es la verdadera protagonista de la novela de Geling Yan en la que se basa el film.

Con más de veinte títulos a sus espaldas, la autora es una de las escritoras chinas más leídas del mundo. Después de abandonar su país tras los hechos de Tiananmén, ha recorrido el mundo publicando obras traducidas en catorce idiomas, y escribiendo guiones para el cine asiático y el hollywoodiense.

Es la segunda vez que Zhang Yimou adapta una de sus novelas. En 2011 llevó al cine Las flores de la guerra, una poderosa adaptación de Las trece mujeres de Nankín que se consideró en su momento la película más cara de la historia del cine chino. El relato es también uno de sus pocos títulos de la autora que se pueden encontrar en castellano junto con La novena viuda, ambos publicados por Alfaguara.

Aquella historia narraba las desventuras de un grupo de prostitutas y otro de alumnas de un convento en mitad de la segunda guerra chino-japonesa. La mujer era entonces el sintetizador del trauma histórico, pero también el único antídoto para su superación.

Lo que persiste sobre el relato es que China parece haber superado su pasado pero no lo ha hecho con un final feliz. Está claro que las cosas cambian pero la historia sigue ahí, exactamente en el lugar de la memoria en el que decidimos dejarlo. Añorarla puede ser tan peligroso como ignorarla.

'Baco', la inmortalidad no es para siempre

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La primera vez que vemos a Baco, el protagonista de la monumental obra de Eddie Campbell, está al otro lado de unos barrotes. Le han detenido y apoya su espalda en la sucia pared de una comisaría, cansado y viejo. Un desconocido le pregunta cómo ha llegado hasta allí. "Por beber y montar jaleo", resume él. Al fin y al cabo es lo que hace. Tampoco lo puede evitar, lo lleva en la sangre.

En la mitología griega, Baco era el dios del vino, la fiesta y el exceso. Hijo de Zeus, el padre de los dioses y los hombres, y Sémele, princesa de la ciudad de Tebas, que ha sobrevivido hasta nuestros días y está hecho polvo.

Esta es la premisa de las cinco novelas gráficas, de más de doscientas páginas, que lleva publicando en castellano Astiberri desde 2013. Una historia que narra cómo malviven los antiguos dioses griegos entre nosotros, los humanos del mundo de hoy. Un largo viaje por la influencia moderna de antiguos mitos, que toma la forma de serie y que acaba de tocar su último soneto con la publicación del tomo quinto.

La historia, publicada originalmente entre 1986 y 1999, recorre el largo viaje de un dios que no reconoce el mundo en el que vive. Una apropiación de la cosmogonía griega enmarcada en una enorme aventura llena de intriga, lecciones de historia, humor y reflexiones sobre el pensamiento contemporáneo. Un reto pero también uno de los placeres que más recompensa al lector de lo descubra.

Quién es Eddie Campbell

Nació en Glasgow, en 1955 y es uno de los más importantes historietistas de la actualidad. No sólo por llevar más de veinticinco años dibujando obras de todo tipo, y ganando los premios más importantes del medio, incluyendo los Eisner, Ignatz y Harvey. Tampoco por haber creado, junto a Alan Moore, la famosa From Hell, que posteriormente sería adaptada al cine. Ni por ser el autor de El amnios natal o Serpientes y escaleras.

Campbell también es uno de los más influyentes "ideólogos" de la viñeta contemporánea como objeto de estudio artístico. Su satírico Manifiesto de la Novela Gráfica es uno de los textos más mencionados en el debate constante y eterno que sobre la diferencia entre el cómic, el tebeo y el término que pone título al texto.  Para Campbell, "es un término desagradable, pero lo emplearemos partiendo de la premisa de que por 'gráfico' no nos referimos en absoluto a gráficos y de que 'novela' no significa nada relativo a las novelas". Quería decir, como decía Álvaro Pons, que poco importa cómo lo llames.

Entre la multitud de sus trabajos en solitario, más allá de la serie de Baco, cabe destacar la obra autobiográfica, Alec o El destino del artista, que reflexiona sobre las exigencias del arte entre las realidades de la vida cotidiana. Además de Mi libro sobre el dinero.

Baco 1 y 2: vino y amores eternos

Los dos primeros tomos de Baco, publicados en 2013 y 2014 respectivamente, nos introducen en el universo creativo tan complejo como fascinante. El dios de la juerga vive entre los humanos intentando pasar desapercibido en pos de una misión mayor: la venganza.

Su historia la pintó Tiziano alrededor del siglo XVI. A lo largo de sus 4.000 años de vida, Baco ha vivido muchas cosas pero sólo se ha enamorado una vez. Cayó a los pies de la belleza triste de Ariadna, hija del rey de Creta. La conoció con el corazón roto, abandonada en una isla por un hombre que le había jurado fidelidad pero que la traicionó cuando pudo.

El nombre de aquél mezquino era Teseo, un dios a quien Baco hace siglos que se la tiene jurada en honor a su amor. El problema es que hoy se hace llamar Joe y es el cabecilla de poderosa organización mafiosa con la que no conviene meterse. A lo largo de los dos tomos, la aventura, las explosiones y un afilado humor se dan la mano con la memoria de los dioses. Ellos interrumpen la narración para reinterpretar, en primera persona, gran parte de la mitología griega en un repaso increíble de lo que albergó el Olimpo. Un viaje que nos lleva del laberinto del Minotauro a las islas griegas, navegando el mar Egeo.

Baco 3 y 4: los dioses pueden morir de un tiro

De borrachera en borrachera y de trifulca en trifulca, Baco llega a Sicilia. Pero claro, en la isla italiana viven otro tipo de figuras alabadas y respetadas. Es decir, que a la mafia siciliana no le importa quién es, sólo qué hace allí husmeando.

El tono noir, presente en los anteriores volúmenes, se apodera del relato durante el tercer tomo y parte del cuarto. Los enemigos se aliarán y la historia del dios del vino desembocará en guerras entre hampas locales, pero también entre dioses. Hermes, dios olímpico de los viajeros y los pastores, se las verá con quién mató a Zeus, su padre.

La narración empieza a dejar de lado las interrupciones históricas y todo se sucede con un ritmo endiablado que aparta la contextualización para enfocar la acción. El resultado, caótico, es una genial fantasía cercana a la relectura del cómic de superhéroes. Son episodios en los que Campbell cuenta con colaboraciones de lujo como como las de Dylan Horrocks, autor de Sam Zabel y la pluma mágica, o Pete Mullins ilustrador con quien ya trabajó en From Hell.

Baco 5: adiós al rey de la fiesta (y del cómic)

El último tomo de Baco prácticamente reinventa todo su universo narrativo. La alucinación, que se había asomado en los relatos anteriores, transgrede ahora el mero flashback para convertirse en una parte fundamental de la ficción.

Santiago García, guionista de ¡García!, es también el traductor de los cinco volúmenes. Él, define este final como "una reflexión sobre los límites del ser humano como animal social y del propio cómic como lenguaje. Dentro de muchos años releeremos Baco y nos daremos cuenta de que, como los buenos vinos, ha envejecido de forma excelente”. Envejecido pero no muerto. Lo que pasa es que la inmortalidad dura lo que dura, o más bien dura las 1.139 páginas que componen su aventura.

Más allá de 'Juego de Tronos': cinco posibles series de George R.R. Martin

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Hay vida más allá de Juego de Tronos. De hecho, a la rentable serie de HBO le quedan dos inviernos, así que ahora mismo son muchas las cadenas que tienen prisa por recoger el testigo. El mismo autor lo anunciaba en su blog: parece que la Universal Cable Productions, propiedad de NBC Universal, ha sido la primera en apuntarse el tanto adquiriendo la saga de ciencia ficción Wild Cards ideada por George R.R. Martin.

Se trata de una historia que imaginó el creador de Poniente y que lleva editando desde 1987, en una labor conjunta con su compatriota Melinda M. Snodgrass. Cada libro cuenta ya con 22 volúmenes publicados. Es una colección de relatos seleccionados por Martin y escritos por autores de todo tipo que giran en torno a un mundo distópico plagado de superhéroes.

Lo cierto es que el universo creativo del escritor de Canción de Hielo y Fuego es hoy en día una mina de oro en la que aún queda mucho por explotar más allá del papel y la tinta. Wild Cards podría ser la primera de muchas historias en convertirse en material de base para ofrecer productos audiovisuales de una calidad, si no igual, al menos afín al modelo marcado por la serie de HBO. Aunque por ahora el escritor tiene un contrato de exclusividad con la cadena, la NBC ha visto un resquicio en una saga que no firma como autor sino como editor, abriendo la puerta a multitud de posibilidades de cara al futuro próximo.

A día de hoy, NBC Universal ha producido series como The Magicians o Defiance para el canal Syfy o Mr. Robot para USA Networks. Así que la adquisición de Wild Cards puede convertirse en su nuevo puntal de ficción que funcione de relevo a los Siete Reinos de la HBO.

Wild Cards

Por lo que se sabe, se convertirá en una serie al más puro estilo de Syfy. Melinda M. Snodgrass, que fundó la saga junto con Martin, ejercerá de productora ejecutiva, después de estar tras los bastidores en series como Star Trek: la nueva generación. Su mano derecha será Gregory Noveck, que ya fue productor de RED, la adaptación del cómic de Warren Ellis protagonizada por Bruce Willis y Helen Mirren.

La historia de Wild Cards nos sitúa en un planeta Tierra distópico en el que después de la Segunda Guerra Mundial, un virus extraterrestre ha acabado con el 90% de la población. El 10% restante ha mutado y se ha convertido en dos tipos de personas: los llamados Jokers, que han cambiado físicamente y los Ases que han adquirido sorprendentes poderes. Parece tenerlo todo para convertirse en una apuesta alternativa a la ola de series de Marvel y DC que han inundado el sector.

Sueño del Fevre

El subgénero vampírico ha ofrecido siempre buenas dosis terror en la pequeña pantalla. Desde la noventera Buffy Cazavampiros a la actuales Vampire Diaries o The Strain, los colmillos protagonizan un buen puñado de historias que aún sigue ofreciendo productos de mayor o menor calidad.

En esta historia escrita por George R. R. Martin, ambientada en unos Estados Unidos deudores del Mark Twain de Tom Sawyer, un capitán está a punto de ver cumplido su sueño: navegar a bordo del barco más rápido de las aguas del Misisipi. El sueño se convierte en pesadilla cuando unos vampiros empiecen a teñir el río de sangre. La premisa, en buenas manos, bien podría dar para una miniserie de la misma cadena que dió a luz a True Blood. O bien una variante más propia de cadenas como FX, que nos ha regalado cosas como American Horror Story.

Muerte de la luz

No parece casualidad que la trama de Juego de Tronos empezase a acelerar con una frase tan mítica como "las cosas que hago por amor". En el fondo, Martin es un romántico. Aunque aquella ocasión la pronunciase un pérfido Jaime Lannister, bien podía haberla dicho Dirk t'Larien, el protagonista de Muerte de la luz. Se trata de su primera novela, una historia de amor espacial que muchos no dudan en calificar como la más apasionada que ha escrito.

El universo de ciencia ficción, además, es el mismo en el que se ambientan múltiples relatos cortos del autor. Todos juntos podrían dar pie a una historia más extensa, de tantos personajes como la serie de HBO en la que mundos a punto de sumirse en una noche eterna llevan a personajes a vivir aventuras llenas de amor y traición. Temáticas que ya sabemos que al norteamericano se le dan bastante bien.

Refugio del viento

La ciencia ficción también ha sido históricamente uno de los géneros literarios que mejor ha sabido vehicular la crítica social en pos de su trama. La novela que nos ocupa no es una excepción: una civilización sobrevive en un planeta inundado por feroces mares llenos de monstruos marinos. La civilización vive en pequeños archipiélagos, en los que la población se divide en distintos estratos. Los que ostentan el poder y la riqueza son aquellos que tienen la capacidad de volar y desplazarse de unas islas a otras. Mientras que los que viven "atados a la tierra" están condenados a ocupar los más bajos escalones del sistema económico.

Escrito a cuatro manos junto a Lisa Tuttle, famosa por su respetadísima Encyclopedia of Feminism, el cruel mundo descrito en Refugio del viento alberga una historia de lucha de clases y batallas por la igualdad de derechos que también es una de las fantasías más reivindicativas que ha dado la pluma de Martin. Quién no quisiera ver eso en manos de unas hermanas Wachowski en estado de inspiración.

El caballero de los siete reinos

Si en algún momento HBO decidiese hacer un spin-off de Juego de Tronos, esta novela sería una opción de lo más válida. Una picaresca aventurera más ligera que la de Canción de Hielo y Fuego domina este relato en el que, sin embargo, subyacen todos los grandes temas sobre los que reflexiona su saga más famosa.

Muchos años antes de los hechos narrados en la serie, un caballero llamado Ser Duncan el Alto, un joven nacido en el Lecho de Pulgas, recorrió Poniente con su escudero, un niño llamado Aegon Targaryen. Las aventuras que vivieron, narradas en un tono amable y ágil, nos muestran una cara distinta de los Siete Reinos. Si algun ejecutivo de HBO apostase por una serie de aventuras cómica con espíritu quijotesco tal vez ofrecería a los fans algo nunca visto. Al fin y al cabo, queda tanto por descubrir en la mente del escritor.

"El cine brasileño habla de conflictos como si no tuvieran solución"

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En 1996, un experimentado y reconocido violinista llegó a Vila Heliópolis con una idea arriesgada pero firme. Quería enseñar música, formar una academia y una orquesta sinfónica en la favela más grande de São Paulo, un barrio de 100.000 habitantes donde la violencia campaba a sus anchas y la depresión social y económica había llevado a sus habitantes a una situación dramática.

La favela había nacido ilegalmente como asentamiento de población proveniente del éxodo rural que a mediados de los sesenta empujó a muchos jóvenes hasta São Paulo, en busca de un futuro digno. El objetivo de aquel hombre era llevar la formación musical hasta niños con pocas posibilidades económicas. Su nombre era Sílvio Baccarelli.

Empezó en un aula con apenas 36 alumnos que cogieron por primera vez en su vida violines, violas, violonchelos y contrabajos. Hoy el Instituto Baccarelli es una ONG que cuenta con más de mil alumnos. Muchos de ellos forman parte de la Coral da Gente y la Orquestra Sinfónica Heliópolis, formaciones con prestigio y futuro en Brasil.

El profesor de violín, título castellano de Tudo que aprendemos juntos y que se estrena este viernes en cines de la mano de Caramel Films, cuenta esa historia. La dirige un hombre amable y extremadamente educado, que calla unos segundos después de escuchar hablar a alguien por miedo a interrumpirle.

Gesticula con las manos pero mantiene el rostro impasible y los ojos entrecerrados. Habla, calmado y pensativo, un perfecto castellano. Su nombre es Sérgio Machado y lleva casi dos décadas filmando desde cortos hasta películas estrenadas en medio mundo, pasando por series de HBO.

Hablamos con él sobre su última película, un drama social realista y profundo pero sin un pelo de maniqueísmo. También sobre Brasil, el futuro de los jóvenes de Heliópolis y sí, sobre los Juegos Olímpicos.

¿Cómo llega hasta sus manos la historia de El profesor de violín?

Es la primera película que hago con una idea que no surgió de mí. Los productores me hablaron de Baccarelli y de la ONG. Pero no dije que sí enseguida, necesitaba un tiempo para pensar. Para mí, era un paso difícil porque sólo había hecho películas que creo que eran muy personales. Y no quería hacer una película de encargo. Tenía dudas.

Al final creo que hubo dos factores que influyeron mucho. El primero es que soy hijo de músicos, mis padres tocaban en la Orquesta de Bahía y muchas veces me quedaba solo pasando las tardes rodeado de instrumentos a los que trataba como mascotas. El segundo factor es que algunas de las más importantes películas brasileñas hablan de los conflictos de Brasil, la violencia y las favelas, como Tropa de Élite o Ciudad de Dios, pero hablan siempre como si no hubiera manera de solucionar los problemas. Creo que si uno asume que no hay remedio para algo, es como una invitación a no hacer nada pero sentirte reconfortado. Las personas construyen muros para protegerse pero creo los muros te aíslan y te atrapan.

¿Qué le inspiró la historia del maestro Baccarelli?

Creo que lo que hizo Baccarelli es algo que construye puentes en lugar de muros. Ahora es un proyecto grandísimo y mi historia es sobre cómo nace. Hoy tienen cinco orquestas, muchos coros, han tocado para el Papa, para Zubin Mehta, con todos los grandes maestros del mundo... Y creo que es una iniciativa que nos da un poco de luz. El mensaje es que paremos de construir muros y escuchemos a los demás. Escuchar es lo más importante para tocar en una orquesta.

La película se aleja de los estereotipos del retrato de barrios marginales en grandes ciudades brasileñas. ¿Cómo encontró el tono para distanciarse de los clichés?

En todas las películas que he hecho intento partir de una mirada de dentro. Investigué mucho el tema, conversé con el maestro Baccarelli pero sobre todo con los estudiantes de la escuela. Había una chica llamada Graciela Teixeira que es hoy profesora en Heliópolis. Me contó que su padre era traficante de drogas. Cuando era una niña la obligaba a amenazar con una pistola a sus enemigos, era una manera de humillarlos porque iban a morir a manos de una niña. Sin embargo, ella empezó a tocar en la escuela de Baccarelli y dedicó toda su vida a la música, superando el trauma que llevaba consigo. Es decir, la escuela rompió el círculo de violencia en el que estaba metida.

Esa historia me convenció de que tenía que vivir el ambiente de la escuela. Así que me matriculé para tocar el violonchelo y estuve meses viviendo allí y estudiando con los niños de las favelas. También creo que en algún momento eso no fue suficiente. Entonces invité a los niños a que me contasen sus propias historias. Por eso ninguno interpretaba un papel, estaban haciendo de ellos mismos y eso en el rodaje dio muchas sorpresas.

¿Sorpresas de qué tipo?

Pues mira, la primera semana que filmamos, rodamos las escenas de lo que pasaba dentro de las aulas. Después, ellos iban a volver a sus vidas hasta que retomásemos el rodaje, pero los niños quisieron hacer un encuentro con Lázaro Ramos (protagonista del film). Yo fui a escuchar lo que decían y los alumnos le contaron que la película era su vida. El actor tenía que prometerles que ese film llegaría lejos, que no lo dejarían caer en el olvido. Y me quedé impresionado con la audacia de los chavales. Y Lázaro se comprometió con el proyecto y les aseguró que él haría todo lo que estuviera en su mano. Desde ese momento, la película fue de ellos y para ellos. Pensé que el objetivo de mi trabajo eran ellos. Quise hacer una película con la que se sintiesen orgullosos.

Eso es algo que queda muy patente en la película. Los jóvenes transmiten una veracidad que es difícil de encontrar en profesionales. ¿Cómo dio con ellos?

Hice muchos cástings pero en realidad no buscaba papeles concretos. Buscaba a gente con una historia detrás, con un talento. Y les descubrí como lo que eran, así que poco a poco fuimos encontrando el papel más adecuado para los jóvenes. Me pasó algo similar a lo que debió de vivir Bacarelli. De la misma manera que él no sabía hacer nada más que ser músico, yo no sé hacer nada más que ser director de cine. Por eso, me enfrentaba a un reto de altas expectativas ante el que pensé que no sería capaz. Fueron los niños los que me demostraron que sí.

Algo que hace muy especial la película es la música escogida. La violencia transmitida por las imágenes contrasta con la belleza de la música que las acompaña. ¿Como eligió las canciones adecuadas?

Escucho música desde que nací, por la educación de mis padres. De hecho, me gusta escribir escenas escuchando música. Pero tenía muy claro que no iba a hacer ninguna jerarquía entre estilos. No quería contar la historia de un hombre que llega a un desierto y trae la música clásica. Él llega y se encuentra con una cultura, con gente que baila unos ritmos distintos. Descubrí a una joven que cantaba ópera en las favelas y tenía un talento increíble. Cuando estás con ellos, percibes que no es que la juventud sea el problema de Brasil, es la solución. Si tienen la oportunidad, pueden llegar muy lejos. Pero tienen que tener la oportunidad.

¿Como hizo para no jerarquizar la música contando una historia de un profesor de violín y una orquesta sinfónica?

Invité a los mejores raperos de Brasil. Criolo es un gran nombre de música popular brasileña ahora mismo, y hace de traficante en la película. Rappin' Hood también sale en una escena. Todos aportaron cosas. También descubrimos una grabación de Sabotage, un legendario del rap brasileño, que estaba sin arreglos y solo tenía su voz, así que hicimos que los arreglos los tocara la orquesta de Heliópolis.

Es lo mismo que hablabamos antes: son muros mentales. "Aquí está la música clásica, y aquí el rap. No hay que mezclar porque una cosa es mejor que otra y si fusionas, nacen conflictos". ¡Eso es mentira! Es lo mismo que no querer mezclar a los cristianos con los musulmanes o los ricos con los pobres. Son tonterías. Los grandes momentos de la historia del ser humano son aquellos en los cuales las personas desisten de construir muros para convivir tranquilamente.

¿Los Juegos Olímpicos de Río contruyen muros o los derriban?

Hace un tiempo que estoy viajando por todo Brasil promocionando la película. Y la sensación que yo tengo es que la gente no está nada preocupada por los Juegos Olímpicos. La crisis política y económica de nuestro país va más allá de eso, son otras preocupaciones las que tiene nuestra gente. A pesar de eso, creo que la mirada que tienen de fuera de estos Juegos cambiará a medida que se celebren. También parecía muy difícil celebrar la Copa do Mundo en 2014 y lo más que pasó fue el 7 a 1 que nos metió Alemania.

Es cierto que el momento que vive Brasil no es para nada optimista. Yo dudo que esto vaya a venir bien a la ciudad de Río, como le vino bien a Barcelona en el 92. No lo sé, si te soy sincero.

La realidad de Brasil es dura tal y como se retrata en el film. Por ejemplo la escena en la que amenazan con una pistola al protagonista si no toca alguna canción. ¿Qué hay de ficción y de realidad en todo esto?

Pues justo esta escena es ficticia, pero me han contado historias muy parecidas. Todo es realidad y ficción a la vez. Hay otra secuencia en la que se ve un enfrentamiento de antidisturbios contra jóvenes de las favelas, que fue muy difícil de hacer. Me pidieron que no rodase la escena en Heliópolis porque había fallecido una niña a manos de la policía y tenían miedo de lo que podía pasar. Y después, el problema se vino con nosotros. Trasladamos el rodaje a otro sitio y aunque los jóvenes sabían que todo era fingido, cuando vestimos a los extras de policías y los hicimos avanzar, la violencia estalló de verdad. Se veía que los jóvenes querían vengarse de la policía, y hubo enfrentamientos que nos hicieron parar el rodaje. Todo lo que muestro en la película es verídico y a la vez es ficción. Aunque quisieras hacer 100% ficción, no puedes.


Cuatro cantantes y cuatro charlas para no perderte en el Rototom 2016

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El año pasado el Rototom tuvo que capear el temporal de la dura y mediática polémica de la actuación de Matisyahu. La gestión del conflicto sigue siendo, a día de hoy, cuestionable en muchos sentidos. Después de ser incapaces de afrontar la campaña de boicot del colectivo BDS País Valencià (Boicot, Desinversiones, Sanciones a Israel), decidieron cancelar el concierto del cantante. Pero después rectificó y volvió a invitarle. Y al final, salvó los muebles con una de sus mejores ediciones en cuanto a asistencia de público se refiere.

El BDS País Valencià publicaba recientemente una reflexión cumplido el año de la polémica. En ella, el colectivo afirmaba que "el caso Matisyahu-Rototom puso de nuevo sobre la mesa que la cultura también es política y evidenció las complicidades con el Estado de apartheid de Israel en el ámbito de la música".

A pesar de todo, ahora la polémica no asoma en el horizonte y la 23º edición arranca con fuerza, dispuesta a olvidar e incluso a mejorar sus números. También es cierto que en la pasada edición su director, Filippo Giunta, no dudó en afirmar que el Rototom era "el evento reggae más importante del mundo". Así que superar los 250.000 asistentes no debe de ser tarea fácil.

Reggae y Dub de Jamaica al mundo

Sea como fuere, esta edición vuelve dispuesta a ofrecer ocho días de reggae, fiesta, buenas vibraciones y ritmos pegadizos de sol a sol. Y para ello han reclutado un ejército de artistas y músicos de todo el mundo entre los que destacan Damian Marley, Manu Chao, Alborosie, Tarrus Riley,  Dub Inc y Max Romeo entre muchos otros. Entre tanto nombre rescatamos cinco artistas que vale la pena no perderse.

Marcia Griffiths & Asham Band

Marcia Griffiths es, posiblemente, la cantante de reggae más influyente de la historia de Jamaica. Lleva casi cinco décadas sobre los escenarios y a sus 67 años sigue ofreciendo todo un espectáculo en directo. Entre muchísimas otras cosas, ha cantado durante años con Bob Marley y formado parte de las I-Three, grupo vocal formado junto a Judy Mowatt, Rita Marley. También es una veterana del festival por el que ha pasado en repetidas ocasiones, siempre dando la talla con una voz que estremece.

Jah9

Empezó a hacerse un hueco en la escena de locales jamaicanos de recitales poéticos de muy joven. A los versos probó a añadirles jazz y el resultado se volvió cada vez más conocido. Entonces decidió grabar singles, evolucionando progresivamente hacia el dub y ritmos más bailables. En 2013 publicó su primer álbum, New Name. A las nueve del día nueve del noveno mes de este año sacará su segundo disco que, adivinen, se llamará 9. Así que un adelanto de este esperado trabajo se podrá escuchar en el Rototom.

Leah Rosier

Leah no es jamaicana sino holandesa. Nació en Amsterdam y empezó sus estudios musicales siendo poco más que una niña. Primero el piano y después la guitarra, hasta pasarse a la escritura y la voz. Dio sus primeros pasos sobre los escenarios cantando con la banda francesa Rise & Shine, con los que ahora forma un directo que han llevado por medio mundo con sólo un álbum: Only Irie Vibes. Se han hecho un pequeño hueco en la escena europea y vuelven al Rototom después de estrenarse el año pasado.

Marla Brown

Hija del mítico músico de jamaicano Dennis Brown, la joven Deborah Adela Marla Brown se dedicó durante muchos años de manera profesional a la danza. Recorrió Europa haciendo audiciones de ballet y empezó a asomarse al estrellato gracias al programa Got Talent británico. Después de casi una década bailando, descubrió que también tenía talento vocal y su single Better Days le labró un hueco entre los nombres del reggae británico.

Debates políticos al son del Rototom

La asociación Rototom nació en 1991 y desde entonces, ha gestionado dos discotecas, organizado cientos de conciertos, ocupado una fábrica abandonada para crear un centro cultural, organizado manifestaciones por la paz y creado el autoproclamado festival de reggae más grande del mundo.

Edición tras edición, el Rototom Sunsplash ha ido consolidando espacios en los que, además de música, se han organizado debates y foros de interacción e intercambio cultural internacional. En ellos se han abordado todo tipo de materias para denunciar las desigualdades, injusticias y problemáticas sociales con el objetivo de plantear soluciones globales que permitan construir un mundo más justo. Ir al Rototom solamente para bailar y beber es perderse lo más importante. De todas las iniciativas que pasarán por el festival, seleccionamos algunas imprescindibles.

Qué Europa, qué alternativas

El primer debate del Foro social se celebrará el domingo. Del Oxi griego al Brexit británico son muchos los ejemplos que evidencian que el viejo continente se encuentra en una encrucijada. Esta mesa redonda tiene por objetivo plantear alternativas al modelo de Unión Europea, con el eurodiputado español Miguel Urbán y Katerina Sergidou, una de las fundadoras de Syriza, moderados por el periodista David Bollero.

Venezuela a debate

Al día siguiente, Venezuela protagoniza la jornada. Con la firme decisión de alejarse de la crispación que envuelve los análisis que se hacen del país, Miguel Ángel Pérez Pirela y Mauricio Phelan reflexionarán sobre su realidad. El primero es investigador y dirige el programa Cayendo y Corriendo en Venezolana de Televisión e Infraganti para Telesur, además de ser el director del portal informativo LaIguana.tv. El segundo es sociólogo por la Universidad Central de Venezuela, autor de varios libros y profesor invitado en diferentes universidades extranjeras, además de consultor para Naciones Unidas.

Delitos de odio: contra el olvido

En España, el proyecto Crímenes de Odio ha registrado geográficamente 88 asesinatos racistas de los últimos 25 años. Fuera de nuestras fronteras se suceden crímenes contra homosexuales en Orlando o contra la población negra en varias ciudades de Estados Unidos. Los delitos de odio, ya sean de tipo racial, por LGTBIfobia o motivados por cuestiones ideológicas, se dan de forma paralela al auge de grupos políticos de extrema derecha. Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia y  Miquel Ramos, periodista y activista, analizarán este escenario el jueves 18 en el Foro Social del Rototom.

Frente a la deudocracia, libertad y dignidad

Dos de las voces  más críticas con los procesos de endeudamiento que ahogan, política y económicamente, a algunos países europeos, serán los protagonistas de una de las mejores mesas redondas que ha programado el festival. El viernes 19, Zoé Konstantopoulou y Eric Toussaint, moderados por el periodista Alberto Pradilla, analizarán lo que significa vivir en deudocracia, el sistema que concibe la deuda externa de los países como una herramienta de sometimiento.

Ella es la expresidenta del Parlamento griego que encargó la auditoría sobre la deuda helena concluyendo que era ilegítima. Él es el presidente del Comité por la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo (CATDM) y coordinador del comité que auditó las cuentas griegas a instancia de Konstantopoulou.

¿Qué sabemos de 'Rogue One: Una historia de Star Wars'?

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Los fans llevaban días alimentando los rumores hasta que la NBC lo confirmó. Habría nuevo tráiler de Rogue One: Una historia de Star Wars durante la cobertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. ¿Cómo iba a haber unos JJOO vistos en todo el mundo sin nuevo material promocional de una de las películas más esperadas del año?

La promoción, en estos casos, suele representar una gigantesca inversión que estudios como Disney ven como un gasto más que necesario. Así que la maquinaria del marketing de Rogue One: Una historia de Star Wars se puso en marcha casi al mismo tiempo que el estreno de la última película, el episodio VII.

Lo particular, en este caso, es que es la primera vez que ya sabemos cómo acaba: la historia es un spin-off que se sitúa antes de Star Wars Episodio IV: una nueva esperanza y que narra cómo se robaron los planos de la Estrella de la Muerte. Lo que se propone la franquicia, a estas alturas, es insuflar nueva vida al universo creado por George Lucas pero al margen de los eventos de la nueva trilogía, la que se inició con El despertar de la fuerza  y que culminará en 2019 con el episodio IX.

A pesar de conocer el desenlace, no hay mucho más que se pueda contar sobre su trama. Algo que es fácil de convertir en caldo de cultivo para teorías fans de todo tipo. Día tras día se suceden, en foros y convenciones, comentarios que giran en torno a supuestos nuevos datos, o a borrosas fotos de paparazzi. Nada contenta al fan acérrimo. Así que por ahora, al margen de especulaciones, esto es lo que sabemos de la nueva película de Star Wars.

Un equipo de estrellas

El encargado de dirigir la hazaña que nos ocupa es Gareth Edwards. Realizador relativamente desconocido para el gran público, cuyo nombre se anunció después de los buenos números de su segundo film: Godzilla, un reboot bastante pasable que, en nuestro país, consiguió destronar del primer puesto de la taquilla a la igualmente soportable 8 apellidos vascos. En su haber, eso sí, Edwards tenía Monsters, una película de ciencia ficción independiente que aprovechaba sus recursos en pos de una estilizada forma de narrar en la estela de propuestas como District 9.

Curtido en el mundo de los efectos especiales, uno de los fuertes del director ha sido siempre el cuidado estético y técnico de sus películas. En Rogue One no iba a ser menos así que su director de fotografía será Greig Fraser, el responsable de que algunas imágenes de Foxcatcher, La noche más oscura y Mátalos suavemente sigan grabadas en nuestra retina.

¿Y quién pondrá música a todo esto? Por primera vez, desde 1977, no será John Williams quien haga sonar la fanfarria. El compositor, que estuvo detrás de la batuta en todas y cada una de las entregas anteriores, aunque ayudado en la dirección en el caso de la última película, ha dejado la silla momentáneamente. El relevo no se ha dejado al azar: su nombre es Alexandre Desplat y es, actualmente, uno de los más importantes compositores de Hollywood, con casi un centenar de bandas sonoras en su haber. También parece la mejor opción posible, pues ya ha trabajado con Edwards y ha demostrado tener talento a la hora de actualizar el trabajo de Williams, como hizo con las dos últimas partituras de Harry Potter.

Personajes nuevos para un universo viejo

Jyn Erso parece ser la protagonista de esta nueva aventura. Interpretada por Felicity Jones, esta joven con pasado oscuro será la encargada de encabezar el plan oculto para robar los planos de la Estrella de la muerte. Su mano derecha será Cassian Andor, capitán de las fuerzas rebeldes interpretado por Diego Luna. Ambos contarán con la ayuda de una pareja particular: un exasesino a sueldo que hoy combate al Imperio con su compañero de batallas, un monje ciego y espiritual llamado Chirrut Îmwe.

El equipo tendrá como guía a un oscarizado Forest Whitaker, llamado aquí Saw Gerrera, un veterano de las Guerras Clon que lidera ahora a un grupo de rebeldes que luchan contra la ocupación imperial en el planeta Jedha en el que se desarrollará gran parte de la aventura.

El androide gracioso de marras, siempre lo hay, será K-2SO, un autómata de seguridad imperial reprogramado por los rebeldes. Y el villano, también lo hay invariablemente, será Ben Mendelsohn, excelente actor pocas veces visto en blockbusters. Orson Krennic será el encargado de que la Estrella de la muerte llegue a completarse. Aunque en el último tráiler ya hemos podido comprobar que el equipo de antihéroes se las tendrá que ver, también, con el esperadísimo retorno de Darth Vader a la pantalla, que aquí descubriremos sin la voz de Constantino Romero.

Reshoots y problemas con Disney

Más allá de lo que se conoce de la trama, también se sabe que el rodaje de Rogue One: Una historia de Star Wars no ha sido un camino de rosas. La liebre saltó cuando algunos medios se hicieron eco de una información publicada en Page Six, que afirmaba que en Disney no gustaba demasiado lo que se había podido ver de la película de Edwards. Ésta tendría que volver al rodaje para hacer de nuevo lo que según Making Star Wars, sería casi un 40% del total de metraje.

Luego se le quitó hierro al asunto, el director del film dijo en Entertainment Weekly que no había ningún problema con los reshoots, el rodaje de nuevas escenas. “Es la misma película. Siempre fue parte del plan hacer reshoots. Siempre supimos que regresaríamos a algún lugar para hacer más cosas. Simplemente no sabíamos cuándo comenzaríamos a esculpir la película en el montaje”, dijo en su momento.

Lo cierto es que, desde el anuncio, su trabajo estuvo supervisado por dos realizadores. Según The Hollywood Reporter, Simon Crane, clásico director de segunda unidad, y  Tony Gilroy, que coescribía el guión de la película, se habrían hecho cargo de la mayor parte del trabajo.

Es decir, el producto final podría distar de ser el que tenía en mente Edwards. Para ser sinceros, tampoco es que hubiese demostrado ser un realizador impecable en sus anteriores trabajos. Además, los reshoots son una práctica habitual en Hollywood, que nos ha dejado clásicos incontestables como Regreso al Futuro o Tiburón. La polémica está servida y el resultado... en diciembre.

'Peter y el dragón' y la máquina de renovar clásicos

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En abril del año pasado, durante la Cinemacon de Las Vegas, Disney expuso un espectacular calendario en el que anunciaba nada menos que 24 estrenos en dos años, contando con las novedades de Dreamworks, Pixar, Marvel y LucasFilm. De la factoría del ratón animado, pocos estrenos eran realmente nuevos: es decir ni secuelas, ni precuelas, ni spin-offs,  ni adaptaciones, ni remakes, ni reboots, ni todo el vocabulario que rodea la industria.

Cierto es que se trata de términos que existen en el negocio del séptimo arte desde que existe. Acusar de falta de originalidad es arriesgado dado lo peliagudo del término y los límites de creatividad tan amplios que se dan en cualquiera de estos productos. 

Aun así, hablamos de un gigante que ha ganado este año 7.620 millones de dólares, un 13% más que en 2015 durante el mismo período. La empresa busca constantemente nuevas fórmulas para hacer dinero y rentabilizar sus ingresos, no siempre apostando por la innovación o las estrategias modernas. De hecho, parecen haber encontrado una máquina de fabricar efectivo que les funciona bastante bien. Se trata de realizar remakes de sus propios filmes, ahora rodando con actores reales y utilizando técnicas de animación modernas. Vuelven sobre sus pasos como industria y prueban suerte vendiendo el mismo caramelo con el envoltorio cambiado.

Lo de siempre vende

Por ahora, los clásicos actualizados les han funcionado bastante bien en taquilla, además de en cualquier tienda o plataforma que venda merchandising. Se podría decir, incluso, que todo empezó con Tim Burton. Alicia en el país de las maravillas recaudó la aplastante cantidad de 1.032 millones de dólares en todo el mundo. La película reimaginaba, bajo el sello timburtoniano, el clásico de 1951, un auténtico carnaval para amantes de la animación que se tornó oscuro pero divertido en manos del director de Ed Wood.

La obra de Lewis Carroll vista por Burton abrió la puerta a una infinidad de posibilidades. No es difícil imaginar a un ejecutivo del estudio echando un vistazo a la ingente cantidad de títulos que tenían archivados y frotándose las manos. Lo único que había que hacer era quitarles el polvo y volverlos a enseñar pero con actores de carne y hueso.

Cuatro años después, se estrenó Maléfica, spin-off de la carismática villana de La bella durmiente, una película de animación de finales de los cincuenta y también un cuento de Charles Perrault. Angelina Jolie reapareció delante de las cámaras desde que hizo Salt e hizo ganar al estudio unos nada desdeñables 758 millones de dólares.

Eso sí, en este caso era una historia nueva que contaba los orígenes de la maldición de la joven que se pinchó con una rueca el día de su decimosexto cumpleaños. La fórmula era la misma y les funcionó hasta el punto que se espera secuela para 2018.

Con la gasolina que proporciona romper el box-office, la máquina de renovar clásicos siguió funcionando. Poco después, recibía 500 millones con la Cenicienta de Kenneth Branagh. Para la productora del film, Suzanne Todd, la nueva joven que pierde un zapato tenía "algo del encanto de la película original y una gran calidad". En palabras suyas, "Branagh lo ha convertido en algo maravilloso, romántico y accesible", contaba a AFP.

La fórmula también ofreció su primer tropiezo, el relativo fracaso que suponen los 292 millones de Alicia a través del espejo. A pesar de que se trataba de un filme que le daba una nueva interpretación al personaje de Carroll, e incluso el de Burton, con una versión feminista de Alicia, según afirmaba su director.

Pocos meses después, el estreno de El libro de la selva confirmó que sólo había sido un mal trago. A día de hoy, la puesta a punto del libro de Rudyard Kipling dirigida por Jon Favreau, lleva amasados más de 900 millones de dólares. Eso sin mencionar que le queda recorrido en el mercado doméstico, lo que hace pensar que alcanzará las cifras de la de Tim Burton.

El propio realizador definía su película a AFP diciendo que en ella "se retoman los viejos mitos, las viejas historias, los viejos arquetipos y los viejos personajes y se reciclan con la tecnología más innovadora". Es decir, que artilugio renovador sigue bien engrasado.

El sabor añejo de lo novedoso

Esta semana llega a nuestras pantallas Peter y el dragón, remake de Pedro y el dragón Elliot, una película de animación estrenada en 1977 y dirigida por Don Chaffey. Apenas 39 años después, la casa del ratón resucita una de las películas menos famosas de una década particular en la que también estrenaron Robin Hood, Los Aristogatos, Los Rescatadores  o Las grandes aventuras de Winnie the Pooh.

Pero aquí no termina el asunto. Pronto se estrenará La bella y la bestia de Bill Condon en la que Emma Watson será la incauta joven y Dan Stevens el maldecido peludo. Le seguirán una adaptación en imagen real de Mulán, otra de Dumbo y una precuela de Aladdin que lleva por título provisional Genios. Además de preparar una nueva versión del capítulo de Tchaikovsky en Fantasía. O lo que es lo mismo, una nueva adaptación de El cascanueces que dirigirá el siempre azucarado Lasse Hallström. Ah, y una secuela de Mary Poppins que continúa la historia de la del 64, esta vez protagonizada por Emily Blunt.

Se podría decir que a los veteranos les gusta ver cómo sería hoy aquella película que machacaron en VHS o Betamax. Mientras que a los más jóvenes les atrae descubrir qué tienen esas historias para resistir los embates del tiempo. Por el momento parece que quedan nuevos viejos clásicos para rato.

Siete exposiciones de fotografía que hay que ver antes de que termine el verano

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PHotoEspaña lleva ya 18 años demostrando ser la cita de referencia de la fotografía en nuestro país y uno de los foros más importantes del medio en toda Europa. Este año, su objetivo era analizar el concepto mismo de Europa en nada menos que 90 exposiciones repartidas en 52 sedes nacionales e internacionales. Un análisis amplísimo de qué es, qué ha sido y cómo se está configurando el continente en términos políticos, sociales, económicos, geográficos y creativos.

Gracias al festival, hemos podido descubrir a la fotógrafa que cambió el rol de las modelos en la revista Harper's Bazaar. La obra de Louise Dahl Wolfe estará en el Círculo de Bellas Artes madrileño hasta el 18 de septiembre y es un repaso a uno de los nombres más desconocidos pero influyentes de la fotografía editorial.

También, hemos podido comprobar el horror urbano del régimen franquista gracias a la exposición de Paco Gómez llevada a cabo por el Reina Sofía y el Depósito del Canal. O investigar el legado histórico de Joana Biarnés, la primera fotoperiodista de nuestro país.

Sin olvidar, claro está, una de las joyas de la corona de este año: la retrospectiva Vivian Maier. Street Photographer. La obra de la niñera que hizo las mejores fotos de Nueva York se expuso con un éxito abrumador en el espacio de Fundación Canal de Madrid hasta el 16 de agosto.

No obstante, PHotoEspaña es uno de esos festivales que es, a todas luces, inabarcable. A pocas jornadas de dar por finalizada la gran fiesta de la fotografía nacional, aún quedan multitud de opciones dispuestas a sorprender. Algunas se podrán visitar, según los espacios y las normas de las distintas sedes, hasta pasada la fecha de finalización del mismo. Pero todas ellas, son para ver antes de que termine el verano.

La cara de la Europa de los últimos 25 años

Capturar el espíritu del semblante del viejo continente después de la caída del muro de Berlín. Eso es lo que se propone esta muestra de CentroCentro en Madrid. Imaginar una evolución plausible y narrable del género del retrato fotográfico durante los últimos 25 años. Una invitación a la reflexión sobre la identidad, y sobre como la configuran la cultura y la historia de cada país, visto a través del trabajo realizado por 33 artistas. 

Las obras de fotógrafos como Anton Corbijn, Luc Delahaye, Paola De Pietri, Rineke Dijkstra o Alberto García-Alix, todos presentes en la exposición, se enmarcan dentro de la tradición europea de la representación individual o colectiva. En última instancia, se trata de una proposición: realizar un extraño viaje por Europa a través de sus individuos, sus miradas y sus historias. Rostros. Fotografía de retrato en Europa desde 1990 es un tour que se puede realizar gratis, hasta el 28 de agosto, en la 5ª planta del centro situado en Plaza de Cibeles.

Lucia Moholy, cien años después

La fotógrafa más importante de la Bauhaus empezó a sentir un interés innato por este arte allá por 1915. Pocos años después Walter Gropius fundaría en Weimar la famosa escuela que hasta la llegada de Moholy, no tendría entre sus propuestas la disciplina en la que ella era experta.

La escuela de la Bauhaus fue un centro de experimentación e investigación que, por medio del arte y la tecnología, produjo innovadores diseños para proyectos arquitectónicos y objetos utilitarios. Lucia Moholy se centró en documentar la actividad diaria de sus aulas, estudios, talleres, aprendices y maestros. Paul Klee, Kandinsky o Anni Albers, pasaron por delante de su objetivo.

Esta muestra supone una aproximación a sus instantáneas que no sólo han sido imprescindibles para conocer y difundir la filosofía estética de la la escuela alemana, sino que forman parte de la historia de la fotografía. Se podrá ver en el espacio Loewe de Gran Vía hasta el 28 de agosto.

A las puertas del paraíso

En las fronteras de la Unión Europea, migrantes y fotógrafos se encuentran. Los primeros buscan escapar de la pobreza, la guerra o la represión. Los segundos, proporcionar imágenes reveladoras de su situación.

En esta exposición, se aporta un testimonio distinto del proceso de reconstrucción, desde el exterior, de la creación de una imagen "comprometida". Enfrentados a una acumulación de imágenes que abruma al espectador europeo, sin apenas causarle impacto, esta propuesta transciende la mera información. Representa un diálogo de varias voces en el que el sujeto retratado y el espectador participan en una suerte de reconstrucción de hechos jamás narrados. ¡A las puertas del paraíso! Ensayo fotográfico sobre el migrante, el nómada, el exiliado, el refugiado, el apátrida... se podrá visitar en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid (Calle Conde Duque, 9) hasta el 4 de septiembre.

España vista por el pupilo de Cartier-Bresson

Después de intentarse ganar la vida como fotoreportero y de escribir para Le Monde Diplomatique y La Quinzaine littéraire, Ferdinando Scianna conoció a Henri Cartier-Bresson. Él fue el encargado de introducir al joven como primero y único fotógrafo italiano en la prestigiosa agencia fotográfica internacional, Magnum Photos. Desde entonces su trabajo fue reconocido en todo el mundo. En uno de sus viajes, ya experimentado y mayor, viajó por diversas ciudades de Castilla-La Mancha fotografiando todo aquello que vio. Ferdinando Scianna. La ciudad y sus gentes es el resultado de su andanza.

Albacete, Almagro, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Toledo fueron vistas por su cámara y su objetivo. Y el fruto del encuentro da cuenta de la riqueza arquitectónica de la comunidad y de la fuerte presencia de elementos re­ligiosos en ella, además de su diversidad generacional de fuertes contrastes visuales. Desde jóvenes que juegan con la nie­ve hasta ancianos sentados en los bancos, pasando por parejas haciéndose sel­fies o señoras que se protegen del frío. Una mirada insólita a un paisaje que conocemos.

Shirley Baker y dejar pasar el tiempo

Considerada "la gran dama desconocida de la fotografía británica", Shirley Baker nació en 1932 y siempre quiso trabajar para The Guardian, aunque nunca pudo. Sesenta años de pasión por la fotografía dejaron una ingente obra de documentadoras más audaces de la Inglaterra posterior la Segunda Guerra Mundial. Su retrato de las calles de Manchester capturaba a una población que buscaba levantarse de las cenizas y reconstruir una normalidad dura de reimaginar.

Esta exposición, organizada por la Photographers Gallery de Londres un año después de su muerte, rinde homenaje a su figura, hoy ampliamente reconocida pero cuyo trabajo pasó casi toda su existencia en el ostracismo más cruel (su primer libro de fotografías se publicó cuando tenía sesenta años). Shirley Baker. Mujeres, niños y hombres que dejan pasar el tiempo se podrá ver en el Museo Cerralbo de Madrid (Calle Ventura Rodríguez, 17) hasta el cuatro de septiembre.

Jürgen Schadeberg: la memoria visual de la vida

La que nos ocupa es la primera retrospectiva que se realiza en nuestro país de uno de los fotógrafos más emblemáticos del panorama cultu­ral de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI.

En 1950, Jürgen Schadeberg emigró a Sudáfrica, donde retrató la lucha por la abolición del apartheid  y la vida de la población sudafricana. Conocido por sus retratos de Mandela, con quien tenía una gran amistad, fue en el fondo un transeúnte perpetuo de caminos de medio mundo. Su cámara ha sido testigo del Berlín de la posguerra, de la Gran Bretaña de los sesenta y de la España de los setenta. Esta exposición combina imágenes abstractas con escenas cotidia­nas y se podrá ver en el convento Santa María la Rica de Alcalá de Henares hasta el cuatro de septiembre.

John Davies por La Mancha

Conocido por ser la mirada más internacional del paisaje de la Gran Bretaña contemporánea, John Davies ha marcado la impronta visual de lo que conocemos como la campiña inglesa o el paisaje urbano de la misma.

Pero más allá del Reino Unido, Davies ha captado muchos tipos de entornos, panoramas y horizontes. Entre ellos algunos de los parques naturales de la Comunidad de Castilla-La Mancha.

Davies ha viajado por el parque natural del Río Dulce, el de Calares del Río Mundo y de la Sima, el barranco de la Hoz y el parque natural del Alto Tajo dando cuenta de la riqueza paisajística de estos territorios. Esta muestra recoge improntas de vegetación exuberante y montículos rocosos; de simas profundas y cielos envueltos en nubes. John Davies. Paisajes de La Mancha se podrá ver hasta el cuatro de septiembre en el Museo de Santa Cruz (Calle Cervantes, 3) de Toledo.

Edogawa Rampo y el peligro de las utopías

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Si escuchásemos a un japonés pronunciar el nombre de Edgar Allan Poe, lo que entendería nuestro oído occidental sería Edogawa Rampo. No es casual que este sea el seudónimo de Hirai Taro, uno de los más grandes representantes de la literatura detectivesca nipona. Muchos dirían que la relación entre el autor de El corazón delator  y el escritor que nos ocupa va más allá del mero homenaje eufónico del nombre con el que imprimía sus libros.

En palabras de Jesús Palacios, que firma el excelente y didáctico epílogo de El extraño caso de la isla Panorama, "Rampo está considerado, con todas las salvedades de rigor, como el creador de la moderna literatura policiaca, detectivesca y criminal japonesa, además de ser uno de los pioneros en su país en dedicar a esta la merecida atención crítica y literaria que merece".

Lo que nos encontramos con esta novela es un relato bien distinto. Comparte con el género que le hizo famoso el hecho de que su desarrollo es pura adicción. Pero no hay ningún asesinato que resolver, ningún detective aficionado al whisky, ningún encuentro confidencial en un oscuro andén de tren. Lo que sí que hay son muertos que vuelven extrañamente a la vida.

Rampo, el padre del 'ero-guro'

Edogawa Rampo nació a las puertas del siglo XX y pasó su juventud desempeñando todo tipo de faenas. De joven vendía fideos chinos en un puesto callejero, sirviendo la comida en bol con una mano mientras cultivaba su pasión con la otra, la lectura. Con el tiempo, consiguió dedicarse a algo más cercano a sus preferencias al trabajar de dependiente de una librería de segunda mano primero, y ayudante de una imprenta de Tokio después. Se graduó en Ciencias Económicas en la Universidad de Waseda en 1916, pero lo más cerca que estuvo de dedicarse a lo que había estudiado fue ser secretario de una empresa comercial en Osaka.

En 1922 vio la luz su primer relato: La moneda de cobre de dos sen, publicado en Shin Seinen, una popular revista juvenil para la que él mismo había traducido relatos de otros autores, entre ellos Poe, claro. Desde entonces empezó a labrarse una prolífica carrera tan popular como variada. Artículos, novelas por entregas y relatos cortos que creaban en el imaginario juvenil un universo pesimista, oscuro y truculento que contrastaba con la política militarista y patriótica del Japón de su época. No es de extrañar que relatos como La oruga fuesen perseguidos por la censura de la era Shōwa, e incluso por los norteamericanos durante la ocupación.

"Si Rampo ha sido acreditado, justamente, como el mayor impulsor de la novela policial en Japón, merece ser reconocido como uno de los más retorcidos, fascinantes y enfermizos cultivadores del ero-guro nansensu", afirma Palacios. Según afirma el autor de Goremanía y editor de Asia Noir. Serie negra al estilo oriental, este movimiento artístico que se traduce como grotesco-erótico-absurdo, "hoy campa por sus respetos en el manga, el anime, la literatura y el cine nipón".

"Ese es el escritor que encontramos en este libro, el Rampo que se yergue, más allá de su señalado papel para el desarrollo de la novela policíaca japonesa, como verdadero maestro de lo macabro, al nivel de su idolatrado Poe", afirma Palacios en el epílogo.

La utopía de la isla Panorama

Otro autor asiático, este de origen chino, decía que lo que se busca en la vida no es más que la idea máxima de amor y placer. Pero que al ser conscientes de que conseguirlos era algo utópico, la idea de lo inalcanzable no nos producía nada más que pesadumbre. Para el Premio Nobel Gao Xingjian, la utopía era tristeza: "Una profunda tristeza humana, infinita, imposible librarse de ella".

Publicado por Satori Ediciones, una pequeña editorial afincada en Gijón y especializada en cultura japonesa, El extraño caso de la isla Panorama es el camino hacia un descubrimiento semejante al razonamiento de Xingjian. Entre las páginas de esta novela, descubrimos poco a poco que la utopía entraña peligros. Lo que se obtiene de la representación de un sistema para todos deseable, no es la felicidad sino su opuesto. Llámese dolor, amargura o locura.

La que guía al protagonista de la novela, Hirosuke Hitomi, no es una utopía de carácter político o económico. Su sueño obsesivo es crear una obra de arte de grandes proporciones fundamentada en la naturaleza, en las piedras, los árboles, las flores... "Igual que los músicos usan sus instrumentos para crear música, los pintores sus lienzos y pinturas o los poetas las palabras, él se serviría del sueño de la naturaleza creada por los dioses, no solo para transformarla a su antojo, sino para dar forma a sus ideales estéticos. En otras palabras, pretendía convertirse en un dios", cuenta Rampo.

Algo imposible hasta que el fallecimiento de un antiguo compañero de universidad inmensamente rico con el que guarda un inquietante parecido físico. Para conseguir su fortuna solo tiene que hacerse pasar por el muerto fingiendo una suerte de entierro prematuro a causa de una catalepsia no diagnosticada.

Cuando, milagrosamente, el joven rico vuelva de entre los muertos y nadie se percate de que no es quien dice ser, Hirosuke podrá hacerse con el control de sus finanzas y ponerse manos a la obra con la realización de su delirante utopía. Una obra de arte viva y perfecta llamada isla Panorama. Un plan en el que solo hay un pequeño detalle puede dar al traste con todo: Chiyoko, la hermosa viuda del hombre suplantado que se convertirá para el protagonista en la fruta prohibida de un depravado paraíso.

Una lectura apasionante que nos lleva por senderos luminosos profundamente oscuros, en los que la descripción de la belleza tiene un punto macabro y la fealdad un punto hermoso. Nada es lo que parece en Panorama, aunque todo se asemeja al sitio en el que quisiéramos vivir para siempre. O no.

'La estación de las mujeres', opresión ancestral en la India rural

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Cuatro mujeres están sentadas en unas escaleras de lo que parece un templo milenario. No se miran porque hablan entre ellas pero también hablan al aire. Hablan a su mundo, en el que son presas de tantas cadenas que no saben siquiera si se pueden mover. Lo hacen para descubrir que la primera trampa es el lenguaje.

"¿Por qué todos los insultos graves tienen que ver con mujeres?", dice una. "¿Por qué no decimos hijo de puto?". Una sencillísima, incluso ingenua, reflexión lanzada al aire en cuyo razonamiento reside una puerta que tienen que decidir si abren o no.

La tercera película de la realizadora Leena Yadav ahonda en la duda cuando la mano está posada sobre el pomo. Abrir la puerta significa romper con todo. Dejarla cerrada significa someterse a las radical opresión que sufren por culpa de tradiciones ancestrales. Para ellas no hay término medio: o desligarse de todo y todos o vivir conforme les han enseñado que hay que hacerlo.

Las cuatro mujeres viven cada una más atrapada que la anterior. Bijili es bailarina y tiene que decidir si puede vivir asumiendo ser un mero objeto sexual. Lajjo es una ama de casa maltratada debido a su infertilidad que ha de decidir si aguanta que se la considere una máquina de hacer niños. Rani es madre de un hombre joven ferozmente educado en un sistema patriarcal en el que ellas no son nada y debe decidir si es capaz de enfrentarse a él. Y Janaki se ha casado en contra de su voluntad, su nuevo marido la desprecia y tendrá que decidir si es capaz de escaparse con su amor verdadero. Decisiones y más decisiones.

Tal vez un panorama cualquiera de una aldea cualquiera de la India rural. O tal vez una generalización exagerada que sirve como motor de una historia más humana y sorprendente de lo que parece.

Una aldea en Gujarat

El pueblo de estas mujeres tiene por nombre Ujhaas, pero no hay cartel turístico que lo anuncie. Es un poblado ficticio situado en algún lugar de una zona muy real, Gujarat. Un estado de más de 60 millones de habitantes de los cuales 28 son mujeres. Solo 206.167 personas viven en la capital, Gandhinagar, mientras que la inmensa mayoría está repartida en pequeñas ciudades y aldeas por todo el territorio.

Son pueblos que vieron nacer a Sardar Patel o Mahatma Gandhi y que hoy, a pesar de vivir en el segundo estado más industrializado de India, siguen enfrentando la pobreza como una realidad. En la mayoría de casos, los hombres trabajan fuera del pueblo y las mujeres se quedan en sus casas, cuidando de las haciendas y los niños.

En este ambiente, cuatro personajes femeninos trazan un relato de evolución personal a través de pasajes profundamente dramáticos tocados por pinceladas de comicidad. La tragedia en Las estación de mujeres no se hace esperar. Se presenta desde el minuto cinco y se dosifica haciendo volver a poner los pies en la tierra al espectador constantemente. Aún así, cuando creemos que lo cinematográfico se deja de lado por lo puramente discursivo, aparecen delicadas escenas rodadas con un talento singular, entretejidas en una maraña de problemas. 

Un desarrollo que pasa por fases de una convencionalidad difícilmente obviable y que cuenta con un par de giros poco desarrollados. Amén de estar aderezada, sin necesidad, de subtramas pocos efectivas cuyo mensaje último está de más.

¿Por qué? Porque aquí lo que importa son ellas. Las actrices Radhika Apte, Surveen Chawla y Tannishtha Chatterjee componen personajes complejos llenos de dudas, debilidades y fortalezas que se sienten a flor de piel. Sus caracterizaciones, en principio marcadas por roles narrativos, se mezclan a medida que avanza el metraje. Hasta que consiguen transmitir una energía natural poco común en producciones de este tipo.

Leena Yadav y ser directora de cine en India

"En el invierno de 2012, empecé a buscar historias sobre el desierto de Kutch. En esta tierra remota de paisajes espectaculares viven dos millones de personas en pequeñas agrupaciones y pueblos. Y se rigen por antiguas normas patriarcales, promulgadas por un consejo municipal, compuesto principalmente por hombres", cuenta Leena Yadav.

Buscando los exteriores para La estación de las mujeres, su equipo visitó más de 30 pueblos en Bhuj, Gujarat y Rajasthan. "Nos denegaron el permiso para rodar en todos porque no autorizaban a un equipo dirigido por una mujer -yo misma- que llevase pantalones, no se cubriera la cabeza y les hablara de manera abierta", asegura Yadav. "Sorprendentemente, era la generación más joven de hombres -los que actualmente toman las decisiones- la que consideraba un grave problema que una mujer liberada liderase un equipo. Uno de ellos me dijo: 'Si las mujeres como tú entran en nuestro pueblo, nuestras mujeres se corromperán'", asegura la directora.

En pueblos como esos y ambientes así,  encontró las historias que la empujarían a hacer este film. "En una aldea conocí a una mujer llamada Rani que nos invitó a su choza, nos preparó comida y nos contó su historia. Había enviudado con 15 años. A esa edad, ya era madre y, a partir de ese momento, dedicó su vida a criar a sus hijos", explica la realizadora. "El momento decisivo para mí como narradora fue cuando Rani agarró mi mano y dijo: 'No me ha tocado nadie en 17 años. He enterrado todas mis necesidades personales para poder hacer lo correcto para mis hijos'. Sus palabras me impactaron y conmovieron. ¿Qué es lo 'correcto'? ¿Es 'correcto' ordenar a una niña de 15 años que pase el resto de su vida vistiendo de negro y que críe sola a sus hijos, nacidos de un matrimonio infantil contra su voluntad? ¿Por qué se le arrebató el derecho al color o al contacto humano? ¿Quién decidió esas 'normas' sociales y por qué Rani las aceptó?".

Leena, nació en 1971 y estudió económicas en Lady Sri Ram College, en la Universidad de Delhi, y un master en comunicación social en Sophia College de Bombay. Sus primeros pasos en el cine fueron como editora de anuncios a principios de los noventa. Continuó dirigiendo  televisión, en ficción e incluso el primerreality de televisión India. Shabd fue su primer film. Una historia de amor a tres bandas en la que estudiaba las raíces de la creatividad a través de la mente de un escritor que incita a su mujer para que seduzca a otro hombre, con tal escribir su nueva novela. Con su segundo film, Teen Patti, contó con nada menos que con Amitabh Bachchan y Ben Kingsley para narrar un thriller basado en un juego de cartas clásico indio.

La estación de las mujeres es su tercer y más personal film. Una inspiradora historia que la ha llevado recorrer una India rural cuyas creencias patriarcales muchos creen superadas, pero que siguen sometiendo a la mujer a un yugo en el que sus derechos y voluntades son pasto de tradiciones represivas. Una realidad de la que, por suerte, películas como la suya dejan entrever un camino de esperanza y cambio.

'La muestra de cine más pequeña del mundo' sigue sin luz

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Para llegar a la muestra de cine más pequeña del mundo hay que querer porque no es fácil encontrarla. Parte de su encanto, justamente, consiste en eso. Existen pocas indicaciones y el acceso viene a ser un camino rural de inclinaciones y curvas imposibles. A 17 minutos de Boltaña, a las orillas del río Ara, existe una pequeña senda que nos lleva hasta Ascaso: una aldea de seis casas, una sola calle y una era. Cuando consigues llegar, el esfuerzo se compensa con creces.

Semiabandonada en los años sesenta, las pocas residencias que la forman han resistido sobre la montaña, viendo pasar las nubes a 1.000 metros de altitud y manteniéndose prácticamente escondidas durante cinco décadas. Al menos hasta que Néstor Prades y Miguel Cordero adquirieron una de las viviendas.

Desde el día en que empezaron a vivir allí, ambos tuvieron el firme objetivo de regenerar el pueblo. Empezaron por recuperar su fiesta popular: el 6 de septiembre, San Julián, gente de las localidades vecinas se animaba a subir hasta Ascaso para celebrar que una festividad tradicional se recuperaba en tiempos en los que la gente cada día celebraba menos cosas.

Aficionados al cine, Miguel y Néstor se animaron a realizar quedadas para ver películas con sus amigos en lo alto de la montaña. Y surgió la idea de unir su más apasionado hobby con la voluntad de hacer renacer la villa. El resultado es la Muestra de Cine de Ascaso.

Un lustro trabajando por recuperar un pueblo

El primer año la Muestra de Cine de Ascaso se hizo con un proyector casero y un toldo de Leroy Merlin que, del revés, pasaba por ser una milagrosa y precaria pantalla de cine. El empeño de la organización hizo que directores como Jose Mari Goenaga o Luis Miñarro se interesasen por la iniciativa y en 2012, ambos se presentaron allí con películas como 80 egunean y Family Strip bajo el brazo.

La primera noche, al menos treinta personas subieron alentados por la curiosidad. Hicieron falta mantas porque el cine al aire libre bajo las estrellas del Pirineo Aragonés no entiende de temperaturas tibias. Pero aquello no acobardó a nadie y al día siguiente el número de asistentes se había triplicado. Se había corrido la voz: existía un festival de cine tan pequeño que cabía en la era de un pueblo diminuto.

La primera edición insufló una energía a sus organizadores que les hizo pensar que su humilde iniciativa vecinal podía convertirse en el proyecto de recuperación de patrimonio cultural e histórico que Ascaso necesitaba. Así que pusieron en marcha una campaña de crowfunding con el objetivo de restaurar una antigua borda, cuyo techo y paredes estaban medio derruidos, para que se convirtiese en centro neurálgico del festival. Gracias a una exitosa campaña en goteo.org, lo que alguna vez almacenase ganado y productos agrícolas, alberga hoy coloquios con prestigiosos realizadores, una tienda de merchandising que hace las veces de bar, catas de vino y hasta una pequeña sala en la se proyectan cortometrajes.

Aquello se hizo con el dinero que había aportado la gente. Voluntarios que hoy siguen trabajando para el festival año tras año. Ellos construyen y desmontan la muestra, y lo hacen a cambio de cine y de la oportunidad de poder vivir el particular ambiente de la muestra.

Así, edición tras edición un puñado de personas ha afianzado una apuesta cultural sólida en su programación y realmente efectiva en su doble objetivo: revivir el pueblo haciendo que las autoridades políticas se impliquen en su regeneración, y consolidar el festival como un espacio de referencia para el cine de autor a nivel nacional. Por ahora, son ya el festival más mediático de la Red de Festivales Independientes Cine Grande en Pequeño, una coordinadora de certámenes y muestras que reúne catorce eventos culturales por toda la geografía española bajo la misma filosofía.

"Este país desprecia mucho al sector no lucrativo"

Miguel Cordero es una de las personas que montaron el toldo y le dieron la vuelta para que fuese una pantalla allá por 2012. Hoy es codirector de una muestra ya consolidada que gracias a su eco mediático ha conseguido que se la tome en serio tanto a nivel institucional como cultural. Aunque después de cinco años, Ascaso sigue sin electricidad y esta es la reivindicación más activa del evento. "Aún no tenemos luz pero es algo que parece estar encauzado", nos cuenta Miguel. "Hace poco parecía que no iba a llegar jamás y ahora parece que en un par de años o tres, puede llegar la luz al pueblo".

Si Ascaso consigue electricidad, por tanto, será gracias a esta muestra y a la gente que trabaja en ella. "Empezamos a tener una repercusión y eso se nota cuando hablas, por ejemplo, con la Diputación Provincial de Huesca. Ellos han empujado al ayuntamiento -del municipio de Boltaña- a que realice un estudio técnico que se publicará en breves. Eso es ya un gran paso", dice optimista uno de los mayores impulsores del evento.

Aun así, no es fácil soportar todo esto económicamente. "Este año contamos con veintidós voluntarios que ya han estado antes en el festival, sin ellos nada de esto se haría", explica Miguel. Por ahora, remodelaciones y restauraciones como la que hicieron en la borda principal, son ahora difícilmente realizables. "Cuando venga la luz todo será más fácil y seguiremos trabajando. Aunque es verdad que el simple hecho de dar nombre y hacer que la gente conozca este sitio, puede impulsar a descubrirlo". Según él, esto no pasa con todo el mundo: "si en vez de plantearlo como una organización sin ánimo de lucro hubiésemos ido a vendérselo a la Administración como una empresa privada, las cosas serían diferentes", asegura Miguel Cordero. Desgraciadamente, "en este país se desprecia al sector no lucrativo constantemente".

Ni él ni los voluntarios de la Muestra de Cine de Ascaso se dan por vencidos, "es una historia muy nuestra; reivindicar lo no lucrativo y lo participativo", defiende Miguel. "Es algo que las administraciones no apoyan. Cuando no directamente dificultan. Este año la Administración nos ha reducido la zona de acampada a 10 tiendas", disminuyendo así el número de asistentes y complicando la labor del festival.

Cordero explica que a nivel institucional, las organizaciones sin ánimo de lucro tienen muchas más dificultades para acceder a subvenciones. "No es un problema de Ascaso, estás haciendo cosas por la comarca todo el año, pero en agosto la administración aún no ha sacado las ayudas de 2016. Es decir que todavía no sabes si te van a dar algo o no te van a dar nada", dice el codirector de la muestra.

Eso a nivel comarcal, pues Ascaso depende de Boltaña que está en la Comarca de Sobrarbe. Pero la lentitud administrativa en este tema se repite el Gobierno de la Comunidad Autónoma. Según cuenta Miguel Cordero, "abrieron el plazo para pedir las subvenciones a finales de julio", siendo esta muestra en agosto. "Esto no lo hacen en otros sectores. Esta falta de respeto no la tienen con el sector lucrativo, se la hacen a la gente que hace cosas voluntariamente", asegura. "Pero bueno, adaptamos el presupuesto a lo que tenemos. Si hay más dinero arreglaremos más muros y si tenemos menos pues arreglaremos menos muros. Pero el festival sale adelante", concluye positivo. 

La idea es continuar pero no es fácil. Nadie dijo que la cultura, el trabajo asociativo o la regeneración patrimonial lo hayan sido nunca. Aun así, es de agradecer que aquellas iniciativas que pretendan hacer algo se muestren incansables, tal y como lo hacen en Ascaso.

Cine pequeño para un festival artesanal

Este año, la Muestra de Cine de Ascaso se celebra del 23 al 27 de agosto. Cuatro días en los que se proyectarán largometrajes y cotrometrajes fieles a la filosofía del festival: cine pequeño, artesanal y poco comercial. Cine como Ascaso.

Jonás Trueba traerá Los Exiliados Románticos y hablará con los asistentes a la muestra la primera noche. Al film español le seguirán la comedia Rams, el valle de los carneros del islandés Grímur Hákonarson o Un día perfecte per a volar, de Marc Recha. También la maravillosa película de animación brasileña O menino e o mundo, la francesa Demain de Cyril Dion y Mélanie Laurent. Completa la programación, además de una selección de cortometrajes excelente, la celebración de los cincuenta años de La Caza de Carlos Saura.

Por si fuera poco, tal y como se hiciese el año anterior con las fotos de Sebastião Salgado, la única calle de la aldea albergará la exposición Miradas del cine español de Chus Arcas.

Todo en pocos metros cuadrados, sin luz corriente, en una aldea que sigue viva gracias al cine y al sudor de muchos voluntarios. Ellos consiguen que una pequeña aldea se convierta en punto de referencia del sector cultural nacional independiente. Por lo menos cuatro días a finales de agosto.


Ocho claves para entender la animación 'stop motion' en la era digital

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En lo que llevamos de año, en nuestro país se han estrenado cerca de 18 largometrajes de animación, prácticamente uno cada dos semanas. De ellos, unos cuántos estaban realizados mediante animación "tradicional", el dibujo animado, como por ejemplo como El niño y el mundo o las dos últimas películas de Studio Ghibli, La Princesa Kaguya y El secreto de Marnie. El resto han sido películas hechas casi exclusivamente utilizando técnicas digitales entre las que se cuentan Buscando a Dory o Zootrópolis.

Hasta esta semana, solamente una película de animación en stop motion ha llegado a nuestras pantallas. Aunque bien es cierto que se trataba de una joya llamada Anomalisa. A pesar de todo, la técnica mediante la que esta creada la película de marionetas dirigida por Charlie Kaufman, solo representa el 5% de las películas de animación de este año.

Por lo menos hasta esta semana en la que se estrena Kubo y las dos cuerdas mágicas.  Su estreno significa la lelgada de la nueva película de Laika, el estudio de mayor proyección internacional en producción de películas de stop motion. No en vano, Kubo la distribuye Universal Pictures y el nombre de la empresa es parte de un accionariado en manos de la multinacional Nike.

A pesar de todo, el estudio Laika es de los pocos que sigue ofreciendo producciones realizadas en esta técnica de animación, que muchos consideran la primera y más antigua de todas. Un estilo que ha marcado el devenir del séptimo arte animado por mucho que hoy sea una parte residual de la producción animada. He aquí algunas claves para entender su importancia y su influencia en el cine de hoy.

¿Qué es la animación stop motion?

Empecemos por el principio. La stop motion es una técnica de animación que consiste en la consecución de una sucesión de imágenes fijas, una detrás de otra, que crea la ilusión de movimiento. Es decir, una foto seguida de otra, seguida de otra, que al juntarse convierten a los objetos estáticos retratados, en animados.

Es pues, una técnica manual que requiere muchísimo trabajo si el objetivo es que los movimientos entre foto y foto parezcan fluidos y naturales. Si se quiere que la ilusión de realidad, objetivo primario del cine, sea creíble. Aunque no sea indicativo de nada, nos podemos hacer una idea mental si recordamos que tradicionalmente el anime japonés había animado sus dibujos a ocho frames por segundo, o que Disney lo había hecho a doce, aumentando a veinticuatro en escenas de mayor complejidad. Pues bien, para películas actuales como Paranorman, que Laika estrenó en 2012, hicieron falta 320 animadores recreando texturas, fondos, modelados y colores, con un movimiento de veinticuatro frames por segundo, capturado por sesenta cámaras a la vez. También es cierto que la mayoría de películas realizadas con esta técnica actualmente se hibridan con programas digitales.

De muñecos a plastilina

Lo cierto es que la animación, y el cine, no responde casi nunca a un técnica concreta ni exclusiva. Para realizar una película como Buscando a Dory se utilizan miles de bocetos dibujados a mano y se recrean figuras que expresan el diseño básico que los animadores tienen que construir digitalmente.

Dicho esto, en términos genéricos el stop motion no sería ni una ni otra. Y a su vez sería todo aquello que su autor quisiese pues puede ser realizado con marionetas, con plastilina (conocido habitualmente como claymation), con objetos rígidos en movimiento, con collages y con tantas formas como su creador quiera. Solo tienes que mover el objeto y apretar el obturador.

Pioneros: los inicios más artesanales

No hay un padre capital del stop motion, su creación es compartida por muchos artistas que fueron descubriendo nuevos caminos de expresión en esto de dar vida a cosas inertes. Lo que sí que se podría aventurar es que hubo precursores y pioneros que llevaron a cabo films utilizando esta técnica cuando aun no se llamaba así.

Segundo de Chomón rodó El hotel eléctrico en algún momento de 1908, pocos años después de que naciese el cinematógrafo en sí mismo. En aquel film, había objetos que se movían por arte de magia y que actuaban como si tuviesen vida propia. Aquello era stop motion aunque nadie le había puesto nombre. Lo mismo que hizo Ladislas Starewitch pocos años después con La venganza del camarógrafo, una historia de escarabajos, libélulas y relaciones extramatrimoniales que, por supuesto, no estaba hecha con insectos de verdad. Ambos fueron pioneros de un arte que hoy sigue dando sus frutos.

La Europa en conflicto, cuna de la stop motion moderna

Al cine le tocó afrontar como a ningún otro arte los conflictos del siglo XX porque aun caminaba a cuatro patas y en pañales. Toda la historia del cine se reduce a poco más de cien años y en ellos está condensada tanta evolución como en cualquier otro arte. A los pocos años de nacer, la animación stop motion tuvo que sobrevivir a las Primera Guerra Mundial y a las atrocidades de la Segunda. Pero en aquellos años aparecieron talentos europeos que la hicieron evolucionar en distintas vertientes.

Al trabajo de los pioneros se les unió la directora de cine alemán Lotte Reiniger cuyo teatro de sombras animado Las aventuras del príncipe Achmed sigue siendo hoy uno de los mejores films de la historia del cine. Pero en Alemania no se quedó el fenómeno. En la URSS Aleksandr Ptushko dirigía una particular versión de la novela de Jonathan Swift en El nuevo Gulliver. En España, Adolfo Aznar dirigía el corto primigenio en nuestra cinematografía Pipo y Pipa en busca de Cocolín. Y en la conocida por aquél entonces como Checoslovaquia, Karel Zeman experimentaba con los límites narrativos y técnicos de este tipo de cine con obras como La rebelión de los juguetes o Las tentaciones del señor Prokouk. Incluso Bélgica llevaba a cabo su primera adaptación de la obra de Hergé en Tintín: El Cangrejo de las Pinzas de Oro.

Ray Harryhausen y la stop motion de efectos especiales

Mientras en el viejo continente se experimentaba, al otro lado del charco la stop motion llegaba a manos de los grandes estudios. El año 1933 nacía el temible King Kong, pesadilla de muchos que no era más que una figurita de cuarenta y cinco centímetros. Lo crearon las manos de Willis O'Brien, un señor que había huído de casa a los once años pero que nunca dejó de jugar con muñecos. Él fue quien le enseñó, allá por las postrimerías de los cuarenta, como era el mundo de la animación a su joven ayudante, Ray Harryhausen.

Aunque tardase unos años, Harryhausen se convertiría en uno de los más influyentes creadores de efectos especiales del siglo pasado gracias a aquellas enseñanzas. Fueron sus manos las que catapultaron la industria audiovisual a otro nivel en películas como Jasón y los argonautas o Furia de Titanes. Y lo hizo con stop motion.

Surrealismo y experimentación

Peor no solo el cine comercial hollywoodiense se aprovechó de estos avances. A mediados de los sesenta y durante las décadas siguientes, este tipo de animación mutó en un lenguaje que posibilitaba el tanteo formal de nuevos géneros cinematográficos. Los hermanos Quay, Jan Švankmajer y Léona Béatrice Martin-Starewitch, cuya obra reunió el CCCB y La Casa Encendida hace un par de años, fueron algunos de los artistas que jugaron con su talento.

De Timothy y Stephen Quay existen un puñado de pesadillas y alucinaciones que harán las delicias de aquellos que piensen en el stop motion al servicio de diseños infantiles. Jan Švankmajer, igual que Léona Starewitch, hija de Ladislas Starewitch, llevan cuatro décadas estirando las posibilidades del surrealismo en obras como Oscuridad, luz, oscuridad o La muerte del estalinismo en Bohemia.

De los ochenta hasta hoy

A finales de los ochenta, un hombre llamado Peter Lord rodó un cortometraje que marcaría su futuro para siempre: My Baby Just Cares for Me. Hacía poco más de una década que él y su compañero  David Sproxton habían fundado Aardman Animations. Por desgracia, sus bolsillos no daban para realizar largometrajes y no hacían más que anuncios y secuencias en programas de televisión infantiles. Hasta que, gracias a sus pinitos en la animación adulta, consiguieron financiación para contratar a un nuevo artista: Nick Park. Juntos crearon Wallace & Gromit, unos personajes que llevaron el stop motion a cotas de popularidad inauditas.

Mientras Aardman Animations marcaba la pauta de lo que serían muchas series realizadas con la animación en esta técnica, en tono y en diseño, Tim Burton realizaba la obra de culto Vincent  iniciando otra vertiente que seguirían gente como Adam Elliot o Henry Sellick. La labor de todos ellos hizo que el stop motion alcanzase un particular cénit creativo hollywoodiense con lagrometrajes como Pesadilla antes de navidad o James y el melocotón gigante. Muchos, de hecho, conocen el stop motion gracias a ellos.

Frente al auge digital: algunas obras del siglo XXI

Actualmente, el cine de animación en stop motion se ha sabido mantener alejado de corrientes y modas. Siguiendo su particular camino, algunas de las mejores películas de animación de los 2000 hasta hoy están realizadas animando una foto, detrás de otra, detrás de otra. Como si acudiendo a métodos ancestrales se pudiera captar algo de la magia que enamoró a Segundo de Chomón hace más de cien años. Como si la historia que quisiesen narrar solo se pudiese hacer así.

Mary and Max es una de esas películas que dejan al espectador pensando que ha visto algo único que en cualquier otro formato no llegaría ni de lejos a emocionar como lo hace. Lo mismo les pasa a las marionetas de Kaufman en Anomalisa, más humanas que muchos actores de carne y hueso. Los mundos de Coraline recuperaba una estética que no había llegado a caducar, pues allí estaba Tim Burton para regalar La novia cadáver a la generación de Toy Story. Aunque la del estudio Laika llegó aun más lejos: reformulaba el alcance estético de este tipo de animación en el nuevo milenio con una capacidad para capturar la maravilla y la imaginación con un diseño de personajes y una turbiedad en su narrativa y su mensaje que la hacían digna sucesora de aquella escuela. Una senda que siguieron explorando en la simpática Paranorman y que dejaron algo de lado en Los Boxtrolls.

Sea como fuere, con Kubo y las dos cuerdas mágicas y esperando el estreno de El Principito de Mark Osborne, solo podemos pensar que el stop motion aun tiene mucho que decir. Mientras, seguiremos cantando las canciones de Jack Skeleton.

'Cuentas pendientes', noir en estado casi puro

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