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"Para abordar el narcotráfico en Galicia desde la ficción hacía falta tiempo y una condena social firme"

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Durante la primera década de los 2000, el terror fue el género rey en el cine español. Los otros, de Alejandro Amenábar, abrió las puertas de una senda que luego recorrerían Bayona con El orfanato, Jaume Balagueró con Frágiles, Darkness o junto Paco Plaza con [•REC], y Guillermo del Toro con El espinazo del diablo.

Y aunque este género sigue ofreciendo hoy grandes títulos, el trono de la taquilla y el cetro del reconocimiento de público y crítica parecen haber recaído ahora sobre el thriller. Alberto Rodríguez con La isla mínima y El hombre de las mil caras, Rodrigo Sorogoyen con Que Dios nos perdone y El Reino, Dani de la Torre con El desconocido, Daniel Monzón con El niño y hasta Oriol Paulo con Contratiempo o El cuerpo, son algunos ejemplos.

Parecía casi una cuestión de tiempo que a Paco Plaza le cayese un guion de esta naturaleza en las manos. No solo es uno de los realizadores más talentosos de nuestro cine, sino también uno de los que más ha cultivado el terror. En su trayectoria figuran tres entregas de la saga [•REC], obras tan anómalas como Romasanta y excelentes ejercicios de forma y fondo como Verónica. Ahora estrena Quien a hierro mata, un inquientante thriller protagonizado por Luis Tosar, sobre un enfermero con un trauma por superar y el narcotráfico gallego de fondo.

Un thriller tenso para un protagonista incómodo

En un pequeño pueblo de la costa gallega, Mario -Luis Tosar- y Julia -María Vázquez- llevan una vida apacible y normal. Julia espera su primer hijo y Mario trabaja como enfermero en una residencia de ancianos en la que todos le aprecian. Todo empieza a tambalearse cuando ingresan allí al narcotraficante más poderoso del lugar, Antonio Padín -interpretado por el fallecido actor gallego Xoán Cejudo-.

"No sé quién llegó antes al proyecto, si Luis o yo", confiesa Paco Plaza, director de la cinta, "pero no pude ponerme con él inmediatamente porque estaba rodando Verónica", cuenta. Como él, Luis Tosar también tardó un tiempo en afrontar el papel de Mario, pero sus razones eran distintas: "Yo acababa de ser padre y tuve alguna reticencia con respecto al contenido, porque estaba en una energía vital casi opuesta", confiesa.

El enfermero protagonista es uno de los papeles más complejos que el actor ha afrontado en años. El terreno moral en el que se desarrolla su personaje, entre la culpa, el odio y el ánimo de venganza, se cuecen a fuego lento en un personaje que de cara al público se presenta siempre amable y cordial. "Debido a mi reciente paternidad, esto era un berenjenal de oscuridades en el que no estaba preparado para meterme. Necesité tiempo. Hay un momento vital en el que uno sobredimensiona muchas cosas. Yo intenté conjugar lo emocional con lo profesional y las cosas no cuadraban".

Pero pasó el tiempo y decidió que podía interpretar a Mario, un personaje que a buen seguro le sitúa en la carrera para los Goya de este año. Sería su octava nominación y, de ganarlo, su cuarto cabezón. "Acepté porque era todo un reto, por contener un arco emocional brutal, pero también por tener una ambigüedad moral que me interesaba mucho".

Sobre sus espaldas se construye un trepidante thriller que combina de forma magistral diversos niveles de tensión y hondura dramática. El peso cultural del narcotráfico en Galicia, la responsabilidad social individual y colectiva en su influencia, el límite entre la justicia y la venganza, las relaciones familiares y las deudas heredadas o generadas... todo funciona y todo encaja con una naturalidad que rima con su imponente credibilidad.

"Lo que le pasa al personaje de Luis es lo que ocurre en personas que sienten un tipo de odio muy profundo", explica Paco Plaza. "Lo que genera esa sensación es ver reflejado en el otro cosas de uno mismo que no nos gustan". En ese sentido, el realizador señala que "lo que tortura a Mario no es lo que hizo su personaje antagonista. No es un villano. El suyo es un proceso de descubrimiento de una herida que pensaba que estaba cauterizada, pero sigue abierta y sangrando".

A Luis Tosar se le ocurre otra metáfora: "De repente se abre una espita en su interior, y toda la presión que acumulaba empieza a salir de una forma desmesurada. Y eso le lleva a una situación en la que él ya no tiene el control de nada".

Galicia y el narcotráfico, algo más que un escenario

Quien a hierro mata es una película profundamente gallega, pero no solo por estar rodada en Galicia. De hecho, gran parte de la trama discurre en escenarios interiores como la residencia de ancianos o la casa del matrimonio protagonista. Y sin embargo, la cultura, la forma de relacionarse o la de comprender las relaciones familiares impregnan el relato de forma natural.

"A mí siempre me ha gustado anclar las ficciones en un paisaje reconocible, en un lugar y un tiempo súperconcreto", explica Paco Plaza. "Es interesante esa ubicación, porque ayuda a la metáfora. Galicia no es simplemente un lugar, es una forma de ser y de entender la vida y las relaciones". Por eso, el realizador sostiene que es importante "cuando narras una historia ambientada en un lugar, ser muy permeable a éste: tienes que dejar que las cosas que ves y sientes cuando localizas permeen en ti y en la película".

Con todo, es cierto que el narcotráfico en Galicia ha sido un tabú en la ficción de nuestro país durante mucho tiempo. En los ochenta, por el Cantábrico llegó a entrar el 80% de cocaína que se movía por toda Europa. La droga se cobraba vidas día sí y día también en las calles de cualquier ciudad. La operación Nécora, primer gran golpe contra el narcotráfico en la comunicad autónoma, se llevó a cabo en 1990. Fariña, sin embargo, no llegó a nuestras pantallas hasta el año pasado.

"Quizás hace falta cierta distancia para hablar de estas cosas", afirma el realizador. "En el caso específico del narcotráfico en Galicia, tal vez hacía falta que pasase el tiempo y que existiese una condena social firme del negocio. Durante muchos años, hubo una connivencia social con el tema que hoy está en trámites de desaparecer. Eso es lo que te permiten el tiempo y la distancia: alcanzar cierta objetividad para hablar de ciertas cosas".

"Estoy de acuerdo con Paco y creo que pasa con casi todos los conflictos", añade Luis Tosar. "Mira Colombia, por ejemplo, ¿cuándo se empezarán a hacer películas sobre la guerrilla? Porque las que se han hecho hasta ahora tienen un componente demasiado implicado y es difícil aportar algo de objetividad ", opina.

"O Patria", suma Paco Plaza, "es difícil pensar que hubiese tenido el mismo éxito si no se hubiese publicado años después del cese de actividad de ETA. La distancia ayuda a la ficción y a quienes la practicamos".


Dimitri, el símbolo de la Grecia en el exilio que resucitó el grabado en España

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Durante casi toda su vida, Dimitri Papagueorguiu (1928-2016), maestro del grabado, artista polifacético, importante pieza clave en las relaciones culturales entre Grecia y España durante el siglo XX, editor y traductor, fue conocido simplemente como Dimitri.

Así se referían a él en la Universidad, en los círculos artísticos madrileños y en el panorama literario desde que llegase a la capital española. Porque aunque en nuestro país revolucionase la estampa e impulsase todo tipo de iniciativas artísticas en torno al grabado, siempre se mantuvo cómodo a un paso del anonimato. Entre la comodidad del aula y el compromiso absoluto con potenciar el talento de los demás.

Así lo presenta el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, que le dedica la exposición Dimitri, más allá de la leyenda. Una retrospectiva que se podrá ver hasta el 20 de octubre y que repasa su vida y obra, así como su influencia en el arte contemporáneo español.

Un creador entre guerras

Papagueorguiu llegó a Madrid en 1954, tras sobrevivir a los estragos de dos guerras mundiales. Formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Atenas, vino con una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores, y aquí se convirtió en profesor de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.

Su primer contacto con la estampa, un arte del que luego sería pionero, aconteció, sin embargo, de forma sobrevenida. Su hermano era partisano y él se vio obligado a involucrarse en la organización para la resistencia griega ELAS. "Colaboré con mis dibujos en la prensa clandestina", contaba el propio artista en una entrevista realizada por Gina Panalés en 2008 e incluida en el catálogo de la exposición. En aquellas publicaciones, repartidas de forma amagada y esquivando la censura, el artista hizo sus primeros dibujos e imágenes públicas. "Teníamos un grupo de teatro y música para animar al pueblo y, de paso, podíamos difundir propaganda contra el invasor", recordaba.

El artista gustaba de recordar que en octubre de 1940, Mussolini entró en Grecia justo cuando él debía empezar sus clases de bachillerato. En su primer día les dijeron que apenas había profesores dispuestos a dar clases, pues la mayoría habían sido reclutados o estaban huyendo del país. Así que no tenían mucho que hacer allí.

Más tarde, los nazis también entraron a ocupar su tierra, y sus antecedentes izquierdistas se convirtieron en una mancha en el nombre de su familia. Gracias a unos papeles falsos que consiguió a través del alcalde de su localidad, y que afirmaban que era afín a una ideología de derechas, pudo seguir viviendo y estudiando en su país.

Sin embargo, la cultura de la clase trabajadora, el arraigo familiar por las tradiciones del cultivo y la siembra, le llevó a interesarse durante muchos años por ese mundo agrario. Uno de tradición griega clásica elevada a mitos universales pero destruida por naciones ajenas, guerras, hambre y miedo. La tierra y la leyenda se convirtieron en dos de sus temas recurrentes. "No se puede olvidar la guerra", afirmaba Papagueorguiu, ni tampoco el lugar en el que uno nace.

Un griego en Madrid

Dimitri llegó a Madrid, como decíamos, en 1954. Por entonces empezó sus estudios de grabado y pintura en la Escuela Superior de Bellas Artes pero la insuficiencia de recursos allí le obligó a tomar clases extra en la Escuela de Artes Gráficas. Allí se produciría un encuentro decisivo para la tradición de la litografía -técnica de grabado en piedra o plancha de metal-, en España: el del artista griego y Carlos Pascual de Lara, uno de los pintores más destacados de la llamada Escuela de Vallecas -el nombre que recibieron una serie de artistas vanguardistas de la capital en el 27-.

"No hay apenas litografía en el primer tecio del siglo XX", afirma Alfredo Piquer Garzón, profesor titular de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo sobre la litografía de posguerra incluido en el catálogo de la exposición. Y la dedicación de Dimitri a esta técnica del grabado es esencial, como se puede comprobar en la retrospectiva de Conde Duque, para comprender gran parte de su obra.

Cuando se conocen, Lara le confía a Papagueorguiu "todo tipo de conocimientos, propocionándole una vocación, asumida por éste con entusiasmo, por la litografía, y que Dimitri se encargará de transmitir a muchos otros", cuenta Garzón. El pintor español le enseña una serie de técnicas que despiertan en el griego una pasión que cultivaría toda la vida, y que le llevaría hasta la docencia, a la que dedicaría gran parte de su vida.

"La trascendencia de la tarea docente de Dimitri", cuenta el profesor Garzón, "consiste en haber animado a tantos [artistas] a manifestarse en y con los medios de la obra gráfica estampada". Según él, "el efecto multiplicador de su enseñanza [...] redunda en una difusión de los lenguajes, las técnicas y la valoración de la obra estampada", muy por encima de lo visto en nuestro país hasta su llegada.

Por su taller pasaron y aprendieron Benjamín Palencia, Eduardo Chillida, Eusebio Sempere, Águeda de la Pisa, Maruja Mallo, Juan Genovés, Fernando Zóbel y muchos otros nombres que hoy forman parte esencial del arte español contemporáneo.

Un artista convertido en puente literario entre Grecia y España

"Fue viendo una representación de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, en Atenas al inicio de los cincuenta, cuando sintió una irreprimible necesidad de conocer España", escribe Tomás Paredes, comisario de la exposición, "primero aprovechando una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores y cuando se acabó, por libre, a su albur".

Según el comisario de Dimitri: más allá de la leyenda, el artista "se vino, sufrió y penó hasta ir situándose en el mundo laboral. Se casó, tuvo dos hijos e hizo esta obra considerable e importantísima que queremos dar a conocer a la sociedad".

Y aunque en las paredes del centro cultural Conde Duque podemos descubrir grabados, litografías, xilografías, planchas y pinturas... también podemos ver mucha letra. Dimitri Papagueorguiu cultivó un amor por la literatura, la poesía y el teatro, que le llevó a ejercer de editor y traductor.

Por eso, se le reconoce también como un importante introductor de la lengua española y la poesía en el siglo XX en Grecia, y viceversa. No en vano tradujo versiones del español al griego de obras de Machado, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca entre otros. También del griego al español:Papagueorguiu fue uno de los primeros autores en atreverse a traducir a Kavafis -cuyo Ítaca sigue inspirando a generaciones enteras de creadores-, que se conocen en nuestro país.

Tanto por su labor en el ámbito literario, como en el artístico, Dimitri Papagueorguiu fue galardonado con la Medalla de Oro de la Agrupación de Artistas Grabadores en 1960, el Premio Nacional de Grabado en 1967 y la Medalla de Oro del Ateneo de Sevilla en 1977. Hoy podemos estudiar su obra y hasta el 20 de octubre, observar en la retrospectiva de Conde Duque hasta qué punto fue un maestro de maestros del arte en nuestro país.

El espíritu de Miyazaki sigue vivo: tres joyas animadas para reconciliarse con la animación japonesa

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Hayao Miyazaki sigue en activo y trabajando. La última vez que dijo que se retiraba resultó ser, por suerte, una afirmación que ni él mismo se creía. Pero su avanzada edad -tiene 78 años-, los problemas de salud y de vista que arrastra y las exigencias de la tarea del animador han hecho que el porvenir de sus obras sea, cuanto menos, difuso.

Según informaba el productor de la factoría Toshio Suzuki, en una entrevista concedida a Bungeishunjū, actualmente trabajan en un largometraje sin fecha de fin establecida y sin presiones económicas. Se trata de How Do You Live?, adaptación del libro homónimo de Genzaburo Yoshino. Pero sigue en el aire si la película podrá ver la luz, como se pretendía, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020.

Quienes no han perdido el tiempo son los creadores de Studio Ponoc, fundado en abril de 2015 por el productor Yoshiaki Nishimura, quien consiguió reunir a animadores y animadoras formados en el seno de Studio Ghibli para una empresa que heredase el legado de Miyazaki y el fallecido Isao Takahata. Un sello de calidad que deviniese continuación estilística de aquella no solo en lo estético, también en lo narrativo y hasta en lo empresarial.

Ahora llega a Netflix Héroes Humildes, una colección de tres cortometrajes realizados por Ponoc, que resulta ser la muestra perfecta de sus capacidades. Una manera de mostrar músculo en lo técnico pero también de asegurar un futuro a su forma de trabajo y su filosofía para con el medio animado. Los resultados son, a todas luces, positivos y aseguran un lugar a la compañía destinada a ofrecer en el futuro obras al alcance de Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro o La tumba de las luciérnagas.

Kanini y Kanino

La primera obra del muestrario que es Héroes humildes narra la historia de dos hermanos pertenecientes a una especie de seres diminutos que vive bajo el agua. Kanini y Kanino conviven con su padre desde que su madre salió del agua para dar a luz. Pero un accidente les deja solos en el cauce de un peligroso río, en el que todo tipo de criaturas resultan una gigantesca amenaza. Juntos deben aprender a sobrevivir apoyándose el uno en el otro.

El animador Hiromasa Yonebayashi, conocido como Maro y responsable de Kanini y Kanino, es el principal valedor de Studio Ponoc desde su nacimiento. Discípulo directo de Miyazaki, para quien había dirigido Arrietty y el mundo de los diminutos -con el que esta obra comparte cierto imaginario- y El recuerdo de Marnie, este realizador fue el responsable de presentar al mundo el primer largometraje de la nueva factoría: Mary y la flor de la bruja, estrenado en 2018.

En esta ocasión, aún siguiendo determinadas fórmulas narrativas propias del estudio de Mi vecino Totoro, Maro ofrece una audaz relectura de un mundo de escalas alteradas y perspectivas fantásticas que va un paso más allá de lo visto en Arrietty. Suerte de extensión temática en torno a los lazos familiares de esta -y también de las relaciones fraternales de La tumba de las luciérnagas-, Kanini y Kanino es una bella y sencilla historia de aventuras de espíritu clásico.

Tanto, que podría estar perfectamente inspirada en los universos creativos de autoras com Mary Norton, Joan G. Robinson o Mary Stewart, a quienes el director ha adaptado anteriormente. "Creo que lo que siempre me ha atraído de estas historias es el intentar representar personajes jóvenes que crecen y cambian", decía sobre ellas, "cómo empiezan a comprender sus sentimientos y cómo eso afecta al modo en que se relacionan con el mundo", explicaba el animador en una entrevista concedida a eldiario.es.

La vida nunca pierde

Shun es un niño como cualquier otro en lo aparente. Como el resto de chavales de su edad, vive una vida normal entre la escuela, los deportes y los deberes en casa. Pero Shun es alérgico al huevo. Y esto no significa solo que no pueda comerse una tortilla: no puede ingerir ningún derivado del huevo, ni helados, ni yogures, ni productos de bollería o pasta. Y eso hace que viva bajo las estrictas normas de una madre preocupada constantemente por su salud.

Si el anterior título de Héroes humildes era una muestra de fuerza de Ponoc en el terreno de lo fantástico, aquí nos encontramos con algo mucho más realista y cotidiano. Un filme en sintonía con títulos históricamente menos recordados de Ghibli, pero igualmente notables, como Recuerdos del ayer, Puedo escuchar el mar o La colina de las amapolas.

La vida nunca pierde es un ejercicio impecable en sus intenciones dramáticas. Un notable slice of life en la cotidianidad de un niño con una dolencia, que lucha por que esta no defina su personalidad ni limite todos los aspectos de su vida. También un relato ejemplar y lleno de sensibilidad sobre la necesidad de ejercer los cuidados sin optar por educar en el miedo y la sobreprotección.

Dirige Yoshiyuki Momose, un animador con dilatada experiencia y gran nombre en su campo. Se trata nada menos que del responsable de la dirección de animación de películas como Porco Rosso o El viaje de Chihiro, y suyas son obras tan peculiares como Ghiblies y Ghiblies Episode 2, cortometrajes que narraban en clave cómica el día a día del célebre estudio de animación.

Invisible

Un oficinista de Tokyo con una vida anodina y repetitiva empieza a sentir que algo no cuadra a su alrededor. Un día se percata de que nadie le presta atención. No le saludan, no le invitan a tomar algo, no le hablan siquiera. Es como si no existiese. Cómo si fuese invisible a sus ojos.

Y este sí: es el filme más libre de cuantos podemos descubrir en Héroes humildes. Un ejercicio de una poesía visual magistralmente concebida. De una pericia en lo técnico absolutamente brillante, Invisible es una película eficaz y valiente por su original acercamiento a un tropo harto manido desde que H. G. Wells escribiese su inapelable clásico literario a finales del siglo XIX.

En Invisible, Studio Ponoc marca una nueva meta en sus intereses temáticos y abraza la exploración dramática de la soledad y la alienación del salary man nipón. Y partiendo de un concepto que podría haber salido de la imaginación de un artista como Tetsuya Ishida, compone una afilada metáfora sobre la necesidad de establecer conexiones emocionales con quienes nos rodean.

Si con Kanini y Kanino, el estudio pone a prueba su capacidad para la fantasía amable y familiar exquisitamente animada. Y si en La vida nunca pierde se demuestra competente para abordar el drama cotidiano con sensibilidad... Invisible es el verso libre: la demostración de que Ponoc tiene entre sus filas un potencial fantástico que luce mucho mejor cuando no se muestra tan deudor de la herencia de Studio Ghibli.

'Los informes sobre Sarah y Saleem': las consecuencias de un 'affaire' en la Palestina ocupada

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Sarah regenta una cafetería de aire hipster en Jerusalén Oeste. Saleem trabaja como repartidor en una panadería que le lleva la bollería. Ella es judía y está casada con un alto cargo militar israelí, él es palestino y su trabajo a duras penas le da para comprar una cuna decente para el hijo que espera con su mujer.

Ambos tienen una aventura. Nada romántico: es solo sexo y ninguno de los dos quiere abandonar las vidas que cada uno ha construido. Pero el contacto sexual ocasional les permite escapar de una vida que les oprime por distintas razones.

Todo se complica cuando Saleem comete el error de mentir en un informe policial para esconder su relación. Y lo que empieza siendo un romance termina convirtiéndose en una pesadilla narrada con pulso de thriller por el realizador palestino Muayad Alayan.

Los informes sobre Sarah y Saleem es un sólido filme narrado con pericia. Drama que plantea inteligentemente un discurso nada maniqueo sobre cómo la ocupación marca las relaciones afectivas de los ciudadanos israelíes y palestinos.

Todo amor es político

Un día, a Saleem le ofrecen un trabajo para ganarse un dinero extra: entregar unos móviles en Belén, al otro lado del Muro de la Vergüenza, y volver sin armar follón. Pero esa noche vive un altercado en un bar y es detenido por la policía.

Para evitar que no salga a la luz su affaire, Saleem miente bajo presión en unos informes en los que asegura que se había reunido con una 'informante' israelí. Lo que empieza siendo unos papeles sin importancia, se convierte en un infierno judicial en el que termina acusado de terrorismo y sedición.

Partiendo de lo que podría ser una anécdota, Muayad Alayan despliega un thriller humanista y eficaz que centra su tensión en las relaciones de sus personajes. Atrapados en un laberinto burocrático, rodeados de militares que disponen de medios para complicarles la vida, los protagonistas de Los informes sobre Sarah y Saleem van descubriéndose cada vez más complejos y con más aristas. Y en el desarrollo de sus complicidades, afectos y conflictos, su epopeya se torna cada vez más veraz.

De ahí que Los informes sobre Sarah y Saleem empiece como un drama romántico tocado de cierto malditismo manido entre los dos personajes del título, pero que pronto desequilibre la balanza narrativa otorgando cada vez más peso a Bisan, la mujer de Saleem, y a David, el marido de Sara. Y así dibujar ante el espectador un laberinto emocional coral que se revela como retrato de un conflicto político histórico.

"Hay un rasgo en la sociedad jerosolimitana que es el miedo a tratar con el 'otro'. Se ve como traición, con sospecha y miedo", explica Rami Mulayan, guionista de la cinta y hermano del director, en una entrevista concedida a la distribuidora de la película en España, Good Films. Por eso, las diferencias de clase y sensibilidad entre las familias de Sarah y Saleem, por su mera procedencia, marque de forma inapelable el relato.

"Simbólicamente, la complejidad de una relación casa mejor con esta parte del mundo y sus disfunciones que un romance puro y duro", cuenta. Porque la infidelidad entre un palestino y una israelí conlleva irremediablemente a una contrapartida política.

"Cualquier idea sobre la autonomía de los palestinos hace tiempo que fue desechada", explica Rami. "Podemos tener una ilusión de autonomía pero sin control. En realidad, son los israelíes quienes lo tienen", sentencia sobre cómo la ocupación marca el devenir de todos ciudadanos.

En cine palestino busca su lugar

Con Los informes sobre Sarah y Saleem el cine palestino se ha apuntado un buen tanto en el panorama internacional. El premio del público y del jurado en el Festival de Róterdam, así como los galardones a mejor película y actriz en los festivales de Durban y Seattle, han situado a la cinta en el mapa de forma relevante. Pero también han vuelto a sacar a colación la viabilidad y estado de salud del cine palestino.

Cuando en 2005, Paradise Now ganó el Oscar a Mejor Película de habla no inglesa, la industria del cine occidental echó una breve mirada, casi fugaz, a la cinematografía palestina contemporánea para descubrir que en ella había miradas absolutamente relevantes sobre el mundo de hoy. Y se empezaron a distribuir muy tímidamente títulos interesantes, si bien ninguno alcanzó la relevancia de la película de Hany Abu-Assad.

La sal de este mar, de Annemarie Jacir, compitió en Cannes pero tuvo una recepción crítica dispar. A El cumpleaños de Laila, dirigida por Rashid Masharawi, le pasó lo mismo a pesar de ofrecer una brillante actuación de Mohammad Bakri. Y tuvo que volver a estrenar Abu-Assad, años después, para que un filme palestino se distribuyese dignamente en Europa en general y en España en particular. Fue con Omar, en 2013, un film magnífico que mereció el Premio del Jurado de Un Certain Regard en Cannes.

Con esta Los informes sobre Sarah y Saleem tiene en común su tratamiento de lo romántico que deviene político de forma natural. En Palestina no se puede desvincular un relato del otro. Muayad Alayan era adolescente durante los años de la Segunda Intifada, y creció en un ambiente de miedo y tensión de Jerusalén. Trabajaba en la parte oeste de la ciudad, donde vivía la comunidad judía de la capital, y allí conoció y trató de primera mano con israelíes durante años.

El realizador sabe que en la ciudad en la que ha ambientado su largometraje se respira una atmósfera fuertemente politizada, y que las diferencias culturales entre unos y otros se inmiscuyen en las relaciones íntimas. Eso penetra con fuerza en la narración de su película.

Por todo ello, es una suerte que títulos como Los informes sobre Sarah y Saleem lleguen a nuestras salas. No solo porque sea una buena película -son incontables los títulos excelentes que no llegan jamás a nuestras salas-, sino porque existen pocos medios -y menos de ficción- a través de los cuáles conocer mejor realidad diaria de ese rincón del mundo. El debate en torno a la causa palestina sigue abierto. Son ya siete décadas de conflicto pero, como decía el escritor y poeta palestino Salah Jamal, "no se trata de un tema étnico, ni geográfico ni nacionalista: se trata de hablar de derechos humanos". Eso es lo que hace, en el fondo, este filme.

James Rhodes: "La música clásica no es elitista por el dinero: es más cara una entrada para el fútbol que para el Auditorio"

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Todo el mundo sabe quienes fueron Bach, Mozart o Beethoven. Pero más allá de eso, el conocimiento superficial, es difícil rascar detrás: no sabemos bien qué obras llevan su nombre, qué rasgos particulares tenía su personalidad o cómo fueron sus vidas.

Mozart, por poner un ejemplo, compuso su primera ópera a los 12 años y contaba con una producción de 600 composiciones -cerca de 200 horas de música- cuando falleció a los 35 años. Le encantaba hacer chistes de pedos y culos y, de hecho, su querencia por ellos le trajo no pocos problemas en las altas esferas. Y hablando de escatología: ¿saben que Beethoven siempre dejaba un orinal debajo del piano cuando tocaba? Miccionaba sin levantarse de la silla, ante el estupor del público.

"No vestían con pantalones de cuero ajustado y cadenas, pero sus vidas sí que fueron rock and roll", decía el periodista Edu Bravo en un artículo sobre la vida de compositores clásicos publicado en Icon. Así debe sentirlo también el pianista y escritor James Rhodes, y lo defiende en Playlist: rebeldes y revolucionarios de la música, publicado por Planeta en nuestro país. Un libro ilustrado por Martin O'Neill que repasa las biografías de Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, Schubert, Rachmaninov y Ravel.

Todos hombres blancos, sí, una carencia que Rhodes se encarga de subsanar desde la primera página. "Por desgracia, la música clásica está, y siempre ha estado, compuesta por hombres blancos", sostiene. "Se consideraba escandaloso que las mujeres tuvieran carrera, por lo que, aunque había mujeres compositoras de gran talento, no recibían el apoyo económico ni el reconocimiento popular". Y más de lo mismo ocurrió con los compositores racializados: "A pesar de su obvio talento, pocos consiguieron alcanzar un éxito parecido al de sus equivalentes blancos".

Rhodes ofrece esta vez, después del éxito de Instrumental y Fugas, un cambio en el tono de su prosa. Playlist es una obra hecha en base a pinceladas de la vida de siete compositores, completada con un análisis de dos obras de cada uno. Sin descuidar tampoco breves explicaciones de conceptos como qué es un glissando, o cuál es la diferencia entre una sonata, una ópera y una suite. Todo escrito con una intención clara: divulgar de forma sencilla el valor de la música clásica.

Playlist es un libro esencialmente didáctico, aunque no esté dirigido a ningún público en particular. ¿Quería acercarse a lectores que no saben o saben poco de música clásica?

Sí, es una idea que tengo desde hace mucho tiempo. Quería escribir una carta de amor. En este país, y también en Inglaterra, tenemos una crisis de educación musical. Y al mismo tiempo tenemos esta idea de que la música clásica es algo como para los pijos. Y es una injusticia enorme.

Creí que podía escribir un libro ligero, pero al mismo tiempo que aportase algo de contexto sobre los compositores y las obras que me apasionan. Algo menos heavy que un libro de teoría musical. Para los jóvenes, para los mayores o para quien sea: quería que esto fuese un trampolín hacia la música clásica.

Después de Instrumental, en el que hablaba de los abusos que padeció, y Fugas, en el que reflexionaba sobre la depresión y cómo la música le ayudó, ¿cómo ha sido cambiar el tono, pasar de una obra tan confesional a algo más ligero?

Pues... la verdad es que para mí ha sido bastante fácil porque así es como yo hablo todo el tiempo sobre música [ríe]. No soy un académico, ni tampoco soy 'Mr. Wikipedia'. No soy un profesor de conservatorio que viene a hablarte de teoría musical, modulaciones o formas de sonata en Viena.

Todo eso son chorradas si quieres llegar a mucha gente. Si tienes interés en esto es bastante fácil descubrir algo que te guste en la música clásica. Pero si lo cuentas y no lo entienden, no sirve. La música, el contexto, estas vidas increíbles de estos compositores que son como rockstars de verdad: eso es para mí lo más interesante.

Playlist también cuenta con capítulos en los que explica cómo se dispone una orquesta o cuáles son las etapas más importantes de la historia de la música. ¿Es necesario tener determinados conocimientos para conocer la vida de estos rockstars de la música clásica?

Creo que todo forma parte de lo mismo y era preciso ponerlo en el libro. Pero si alguien quiere descubrir más, puede investigar, preguntar a Google, o hablarme por Twitter o Instagram. Pero creo que había que cubrir todo lo básico. Por eso hablo también de esas cosas.

En 2017 Spotify hizo una encuesta sobre el consumo de música clásica y publicó un dato curioso: los españoles escuchan un 30% más de música clásica que el resto del mundo. ¿Cree que eso tiene algo que ver con por qué le gusta tanto este país?

Claro, por supuesto. ¿Sabes? Mucha gente dice que la tecnología es algo malo y que tu cerebro está jodido por culpa de Internet. Pero también es algo increíblemente bonito, joder. ¡Tienes con tu móvil acceso a cada puta pieza de música importante de la historia! ¡Es un milagro!

Es algo que no sabía y es una cosa bonita. Además cuando escuchas una playlist como la que propongo en el libro, luego Spotify te puede recomendar un poco de Wagner, un poco de Schubert. Y si lo escuchas... ¡ya está! Porque esa música te va a llevar a un mundo nuevo en el que hay muchas cosas que descubrir. Y pasa lo mismo si escuchas a Extremoduro, por ejemplo, y luego te recomienda cosas súper molonas. Puedes descubrir todo el tiempo canciones y artistas nuevos y eso es maravilloso, ¿no?

El compositor más escuchado, según el informe publicado por Spotify Insights, era Johann Sebastian Bach. ¿Qué cree que tiene Bach para atraer tantos oyentes más de dos siglos después de su muerte?

Es que es El Padrino. Es el hombre que hizo la música tal y como la comprendemos hoy. Después de Bach vienen todos: como Beethoven, que también fue un auténtico visionario. Pero no sé si sin Bach, Beethoven podría haber compuesto lo que compuso. Me refiero a que Bach fue El Padrino, el hombre que dominó todo.

A veces la gente me dice que Bach no es romántico, que es muy académico y muy seco. ¡Una mierda! ¡Bach es lo más romántico del mundo! Tuvo 20 hijos y 11 de ellos murieron. Sus padres y su mujer también murieron. Era un hombre lleno de dolor cuya única salida, el único lugar en el que podía plasmar todo eso, era en su música. Por eso Bach... escuchar bien a Bach te rompe el corazón. Creo que para mí, Bach es el principio de todas las cosas.

Ahora mismo ha utilizado una comparativa con El Padrino y uno se imagina a Marlon Brando como si fuese Bach. Esas comparativas sirven para conectar con el público actual. ¿Por qué cree que la música clásica no se ha explicado más en en estos términos, utilizando un tono cercano?

No sé por qué, pero tienes razón y es un asco total. De verdad. Eso de que la música clásica es muy seria y exige mucha clase. It's not true. ¡It's a fucking lie! Y esos puristas, esos críticos que están ahí diciendo esto... Joder: qué triste. Tenemos un montón de niños y niñas que después de la escuela no tienen ni puta idea de quién es Bach o quién es Chopin, o que nunca han visto un concierto de una orquesta en directo.

La formación sobre música suele desaparecer después de la época escolar. De hecho, la LOMCE hizo que dejase de ser obligatoria y redujo mucho las horas lectivas.

Por eso tenemos otras herramientas. En YouTube, por ejemplo, en este país tenemos a Jaime Altozano. Y también, mira: yo he tocado en el Primavera Sound o en las Noches del Botánico, rodeado de música rock mientras tocaba música clásica. Eso es muy guay y es una forma de hacer que la música se perciba de otra forma.

Los músicos tenemos la responsabilidad enorme de compartir todo esto y hacerlo de manera comprensible, con amabilidad y bondad. No en plan: "Mira, no podéis entender esta música porque no tenéis el cerebro privilegiado que tengo yo".

Es muy elitista pero no es cuestión de dinero: es más cara una entrada para el Real Madrid que para el Auditorio Nacional. No es cuestión de dinero sino de accesibilidad. Es porque... todo lo que rodea la música clásica es un mundo lleno de reglas, ¿sabes? Te dicen qué debes vestir, cuándo aplaudir, cómo comportarte... Como en una puta iglesia. ¡Es indignante! ¿Por qué hacemos eso? ¡Es horrible!

En su libro también afirma que Beethoven fue como el Freddie Mercury de su época. ¿Cree que existe un diálogo entre músicos y estilos de todas las épocas?

¡Sí! Totalmente. En música... por ejemplo, ¡Rosalía es un ejemplo perfecto! Cuando piensas lo que ha hecho Rosalía con el flamenco, que lo ha acercado no solo a una nueva generación de jóvenes españoles, sino que lo ha llevado por todo el mundo... Eso es algo extraordinario. Y por supuesto lo mismo ocurre en otras áreas con arquitectos, cocineros, artistas...

Cuando habla de Chopin también cuenta que para usted este era un pianista punk. ¿Cree que existen hoy pianistas así?

No, creo que es algo que se ha perdido, esa actitud rompedora. Mira yo no soy el mejor para opinar porque tuve mi primer profesor cuando tenía 14 años y a los 18 dejé de tocar durante 10 años. Pero normalmente, en los pianistas de hoy, los concertistas auténticos... los apuntan con 3 años a clases y empiezan a tocar 8 horas al día.

Imagínate: sin amigos, sin deportes, sin vida social. Y por supuesto, 20 años después es normal que te hayas convertido en eso y que estés solamente enfocado en la música. Y no: no puedes ser punk, ni ser rompedor, si cumples con todo lo que te dicen que tienes que ser.

Es un problema que viene desde los conservatorios. Para mí, tendrían que enseñar no solo la técnica y el repertorio: tienen que mostrar también cómo conectar con la gente, cómo transmitirles cosas.

Por ejemplo: que un concertista antes de tocar a Bach hablase como dos minutos -solo dos minutos-, de por qué esa canción y ese artista es importante. Eso ayudaría, pero nadie lo hace. Es muy raro.

Usted sí lo hace en sus conciertos. Y también utiliza las redes para acercarse a la gente y hablar de las cosas que le gustan. ¿Cómo se siente al descubrir que las redes son un arma de doble filo? Me refiero a que un día le alaben y al siguiente le insulten sin piedad.

Es normal, hombre. ¡Así son las redes! Si un día digo que soy 'sincebollista' [Ndr: referente a la preferencia por la tortilla de patata sin cebolla], de repente se termina el mundo y no puedes ni abrir Twitter. Y si digo algo de Abascal, pues pasa lo mismo. Pero también puedo hablar de Glenn Gould, de Chopin o de un concierto de un pianista español.

Las redes sociales son un poco raras pero me encantan. Solo que con un poco de cuidado porque... porque no son la realidad. Una amiga mía siempre me dice que tener un millón de seguidores en Twitter es como tener un millón de euros en el Monopoly: no es dinero de verdad, ni te va a servir para nada que no sea jugar a ese juego.

'Mientras dure la guerra': un elogio de Amenábar a la equidistancia intelectual que ni vence ni convence

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Arranca el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y lo hace de la mano de un sospechoso menos habitual de lo que cabría esperar. Alejandro Amenábar presentó su anterior película, Regresión, en este mismo festival hace ya cuatro años, pero en aquella ocasión lo hizo fuera de concurso y dado el varapalo crítico con el que fue recibida, aquello resultó ser la mejor opción posible.

Sin embargo, sus anteriores films siempre intentaron conquistar alguno de los otros festivales de clase A -la más alta categoría de las competiciones cinéfilas- que tenemos en Europa: Abre los ojos  se presentó en el Festival de Berlín en el 98, Los Otros acarició el León de Oro de Venecia en 2001, Mar Adentro lo consiguió: Premio especial del jurado y galardón para Bardem. Mientras que Ágora optó por presentarse en Cannes fuera de concurso en 2009.

Esta vez prueba suerte en casa y compite por la Concha de Oro con el primer gran título de la 67 edición del Festival de San Sebastián, que arranca justamente este viernes con una inauguración a cargo de Blackbird (La decisión) de Roger Michell. 

Venceréis, pero no convenceréis

Una bandera en blanco y negro ocupa toda la pantalla en primer plano de la película. Es indudablemente una bandera española, pero es imposible adivinar si se trata de la rojigualda o la tricolor republicana. La tela se compone de una sucesión de tres barras de un gris saturado. Pero mientras un texto explicativo nos pone en situación, el blanco y negro va desapareciendo y el color asalta los ojos del espectador, hasta que descubrimos que la última franja es morada. Y resolvemos un misterio que dura escasos segundos pero que sitúa al espectador en un tiempo y una situación muy concretas.

Con este sencillo –por no decir básico–, truco visual Amenábar imprime desde el minuto uno un carácter indudablemente político a su película. Al tiempo que la carga de un sentido de la épica y transcendencia que alcanzará hasta el último minuto de metraje. Y sin embargo, lejos de ser sutil, el gesto épico deja claros los recursos que el director va a utilizar desde entonces para retratar una figura que, precisamente, pecó de ser gris. De no posicionarse con ninguno de los contendientes que luego se enfrentarían en la Guerra Civil.

Mientras dure la guerra arranca en el verano de 1936, cuando el escritor y rector de la universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, decidió apoyar públicamente el golpe militar contra el Gobierno de la República. Según Unamuno, los sublevados no eran fascistas sino patriotas y lo que querían era imponer un orden al caos que los republicanos habían sumido al país.

Poco o nada sabía el escritor vasco de un tal Francisco Franco, que por aquel entonces aún se encontraba en el protectorado español de Marruecos. No sospechaba que este planeaba una campaña para hacerse con el mando único de una guerra en ciernes, y más tarde proclamarse Caudillo de España 'por la gracia de Dios'. Ni mucho menos que ostentaría este cargo hasta fallecer en su cama, un 20 de noviembre de 1975, y dejando a todos y todas las españoles el legado de cuarenta años de dictadura.

Sin embargo, a medida que la Guerra Civil avanza y los militares sublevados van demostrando que sus intenciones no son traer la paz a la República sino instaurar una monarquía, Unamuno se hace cargo de su decisión y sopesa las consecuencias. Cuando el conflicto empieza a tocarle en lo personal, cuando perjudica a sus familiares y amigos, el escritor se irá percatando del error cometido. Hasta el día en que, delante del General Millán Astray y un numeroso grupo de militares fascistas, pronuncie un célebre discurso en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, que es historia de las letras españolas.

Mientras dure la guerra sostiene un discurso con el que el propio Amenábar parece estar en consonancia como realizador: que la equidistancia no es una postura errónea ni tampoco cobarde cuando se trata de defender ideas que no cuadran ni a izquierda ni a derecha. Que los matices son importantes y la independencia intelectual, a la que el realizador parece profesar sumo afecto, deberían valorarse con respeto. Que la política, en definitiva, debería ser razón y no pasión.

De ahí que su retrato de un Unamuno obligado a posicionarse constantemente, rodeado de sucesos que le impiden reflexionar y le empujan a elegir precipitadamente a quién rendir tributo, sea consecuentemente gris. Algo que podría resultar audaz si, por el camino, la película dejase que el espectador sintonizase con el discurso propuesto. Esto es: si la película no le obligase a posicionarse de la forma más emotiva y menos sutil de cuantas haya.

Cainismo: ese gran mal español

Desde que Goya pintó aquel sublime y oscuro Duelo a garrotazos –que nunca está de más redescubrir en el Museo del Prado–, son innumerables los artistas de distintas disciplinas los que han reflexionado sobre la naturaleza cainita de los habitantes de nuestro país.

Una lista interminable a la que ahora Amenábar suma su propia Pintura Negra: Mientras dure la guerra es también un retrato que sostiene y argumenta que este es un país fratricida por naturaleza. Uno en el que las gentes gustan de discutir con sus opuestos ideológicos, y en los que la riña es constitutiva de la emoción.

En base a las convicciones tanto intelectuales como sentimentales de sus personajes, Mientras dure la guerra construye una narrativa según la cual la Guerra Civil parecía inevitable porque somos así, cainitas. Un discurso peliagudo que, sin embargo, no parece estar dispuesto a defender hasta sus últimas consecuencias.

En su empeño por hacer de la lucha interna de Unamuno –un genial Karra Elejalde–, definición de todo un país, Amenábar fuerza su aparato narrativo delegando sobre los hombros de un hombre el sentir de todo un país. Y olvidando, por el camino, ofrecer un tono uniforme a su película en la que Unamuno comparte metraje con un Franco más bien caricaturizado –interpretado por Santi Prego–, y un Millán Astray casi enloquecido que Eduard Fernández interpreta de forma sublime pero disonante: parece estar en otra película, una sin el peso dramático y la carga emocional de la que nos ocupa, pero que a muchos nos hubiera gustado haber visto.

Así, sin el peso del realismo, Amenábar acude según conveniencia a la lágrima fácil, a los one-liners  sublimes y a la caricatura manifiesta. Pues Mientras dure la guerra sufre una grave contradicción que descoloca por su falta de tacto. Intenta convencer al espectador de que debe pensar por sí mismo, y no dejarse llevar por discursos fáciles por polarizada y politizada que esté la situación a su alrededor. Pero mientras le obliga a dejar de pensar, a verse arrollado por el desasosiego que corrompe el alma de Unamuno, y a decirle cuándo tiene que llorar, cuándo no pensar, cuándo callar y cuándo rendirse.

"Las mujeres astronautas sienten cierta culpabilidad por tener hijos"

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El 16 de junio de 1963, Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer cosmonauta de la historia. Completó 48 órbitas de la Tierra en sus escasos 3 días en el espacio. No se ha hecho ningún biopic de ella, aunque sí numerosos documentales. La siguió Svetlana Savitskaya, segunda mujer en viajar al espacio y primera en realizar un paseo espacial. Ambas eran rusas. Estados Unidos no llevó a ninguna mujer al espacio hasta los ochenta, cuando Sally Ride se subió al transbordador espacial Challenger como parte de la misión STS-7.

Como ellas, son muchas las mujeres que han viajado al espacio aunque no sepamos su nombre. Y sin embargo siguen siendo pocas si realizamos un sencillo ejercicio comparativo con sus compañeros varones. Y más si nos paramos a pensar en si alguna de ellas, como referente, ha calado en la cultura pop de forma relevante.

De hecho, si pensamos en mujeres en el espacio es fácil que la mayoría de títulos que nos vengan a la cabeza sean bastante recientes. Tal vez pensemos en Jodie Foster en Contact, en Sandra Bullock en Gravity, o en Anne Hathaway en Interstellar  pero es evidente la escasez de referentes de ficción en este terreno.

Algo que no le ha pasado desapercibido a la realizadora  francesa Alice Winocour. Proxima, su tercer largometraje, es uno de los platos fuertes del segundo día de festival en San Sebastián. Se trata de un drama familiar con Eva Green como protagonista, que se presenta el mismo día que títulos como Weathering With You, la nueva película de animación de Makoto Shinkai, o La Vérité, la última película del laureado Hirokazu Koreeda.

Ser madre y viajar al espacio

"Para mí era importante configurar el relato como si fuese la creación de una heroína. Pero una heroína que al mismo tiempp fuese madre", cuenta la realizadora francesa Alice Winocour en una entrevista concedida a eldiario.es. "¿Es factible ser considerada una heroína y tener hijos? En el cine actual, por suerte, empezamos a ver superheroínas que se convierten en referentes, pero ninguna tiene hijos. Y en la vida real estas mujeres, capaces de viajar al espacio, son verdaderas heroínas y muchas tienen hijos", explica.

Tras labrarse un nombre en el panorama francés contemporáneo con tres laureados cortometrajes, Alice Winocour saltó al largo con Augustine, uno de los debuts más comentados de Cannes en 2012. Después probó con un oficioso thriller llamado Disorder: El protector, que resulta ser su única película disponible en España -se puede ver en Filmin-. Proxima es su tercer largometraje y llegará a nuestras salas en noviembre, aunque ahora se estrene en San Sebastián.

En él aborda la historia de Sarah, una eminente astronauta francesa entrenada en la Agencia Espacial Europea -ESA- de Colonia. La única mujer del programa Proxima, una misión que pretende llegar a Marte. También es madre soltera. Su hija, Stella, es una niña de siete años con problemas en la escuela que necesita de su atención y su cariño. Algo que Sarah no puede ofrecerle, debido a las exigencias de su trabajo.

"Creo que el motivo por el que no vemos este tipo de historias en la ficción es porque hay cierto silencio sobre estos temas", explica Winocourt. "Las mujeres astronautas sienten cierta culpabilidad por tener hijos, porque saben que en sus ambientes laborales y sus empresas, la maternidad se considera una debilidad, algo que puede lastrar su carrera".

Según la directora de Proxima "esta historia es una historia de liberación. Sarah debe descubrir de lo que es capaz. Puedes hacer ambas cosas, pero es duro y duele. Y evidentemente, es más difícil para las mujeres porque tienen que convivir con esta sensación de culpa y se tienen que adaptar a un mundo pensado por y para hombres".

Este mundo pensado por y para hombres sigue colocando a día de hoy cortapisas -involuntarios o no-, a mujeres que quieren salir al espacio. Baste recordar, por ejemplo, que en marzo de este mismo año, la NASA canceló el primer paseo espacial de mujeres por la falta de tallas en los trajes. Al menos esa es la explicación que ofrecieron entonces, pues la carencia de un torso de talla mediana en uno de sus trajes hizo que la astronauta estadounidense Christina Hammock se quedase en tierra y fuese sustituida por un hombre.

"Hay algo muy significativo en este caso: los trajes espaciales fueron diseñados para los hombres", cuenta la realizadora, que ha trabajado con astronautas europeos para preparar la película e imprimir realismo a la misma, rodando incluso en sus instalaciones de entrenamiento. "En muchos trajes la mayor carga la llevan en la espalda, cuando las mujeres cargan mejor el peso en la cadera, porque tienen más fuerza ahí. Mientras que un astronauta varón tiene más fuerza en los hombros y la espalda. Es decir que el traje específicamente diseñados para el cuerpo de un hombre, a menudo es el único traje posible".

"Esto ocurre a todos los niveles", comenta Winocour. "Por ejemplo: en la película hay una escena en la que Sarah tiene que hacerse la maleta y renunciar a llevarse ciertos objetos personales al espacio para hacer un hueco para los tampones. ¿Por qué? Es injusto que no se piense en eso. Es algo de lo que no se habla y es hora de que el cine aborde estas cosas porque son algo muy real".

Winocourt opina que en estos ambientes parece que ser mujer y ser madre es una debilidad y no se habla de ello. "Un preparador de la Agencia Espacial Europea -ESA- me dijo que los padres con los que había trabajado hablaban constantemente de sus hijos durante su entrenamiento. Pero que había entrenado a una mujer durante más de seis meses y se enteró de que era madre el último día. Ella no comentaba nada de eso para no parecer débil. Y ese silencio, creo yo, es algo que tenemos que combatir".

Alejandro Amenábar: "Franco amaba apasionadamente a su país, pero estaba dispuesto a cargarse a la mitad del mismo"

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El Festival de San Sebastián sigue su curso y uno de los temas principales del arranque de la cita, que durará hasta el 28 de septiembre, sigue siendo el mismo.

Este sábado por la noche se estrenó La trinchera infinita, película dirigida por Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga que narra la historia de un hombre escondido en su casa durante más de treinta años por miedo a las represalias contra él, debido a su pertenencia al bando republicano durante al Guerra Civil. Una aproximación a nuestra historia radicalmente distinta a la que Amenábar propuso el viernes con Mientras dure la guerra.

El subtexto, sin embargo, sigue siendo el mismo: revisar nuestra historia reciente para acercarnos a ella sin prejuicios y comprenderla mejor. Hablamos con Amenábar en una mesa redonda con otros medios. Nos atiende con retraso y después de haber realizado entrevistas ininterrumpidamente durante horas.

En el marco del festival, ha afirmado que con Mientras dure la guerra no quería molestar a ninguno de los bandos. Que no quería ofender a nadie.

Sí, en general no me gusta ofender a la gente.

¿Hay algo malo en que una película ofenda?

Digamos que me gusta que la película sea fiel al mensaje que quiero contar. De hecho, creo que es un asunto de libertad: me gusta expresarme. Una cosa es intentar no ofender y otra cosa es que alguien se ofenda. Pero desde luego he intentado no ofender y no cargar las tintas en aquello que pudiera generar duda o controversia, pero no afectaba al mensaje de la película.

¿Por ejemplo?

Hay una escena en la que se hablaba del número de muertos en Cáceres, dicho por el propio Franco. Y no hay unanimidad al respecto. Sabemos que fueron un montón de muertos pero eso queda para los libros de historia, en cualquier caso vamos a ver en la película que hay muertos en las cunetas.

La película empieza y acaba con una bandera llenando la pantalla. ¿Qué papel cree que juega ésta en el conflicto que tiene consigo misma?

Pues todo. La bandera nos representa. A mí  me apetecía terminar la película con una bandera llenando la pantalla como pasa en las películas americanas. Eso que dices: "Qué americanada". En España sabemos la connotación que tiene la bandera.

Yo creo que fue quizás a partir del mundial de fútbol cuando todo el mundo empezó a reconciliarse con la bandera. Pero en principio se asociaba a la derecha, no nos engañemos. Y eso no pasa en otros países. Entonces... quería confrontar al público español con sus símbolos, que son los únicos que tenemos.

Sabemos que los colores fueron recuperados por el propio Franco pero ahora mismo es lo que tenemos, así que también quería ponernos frente a eso. A, por ejemplo, vernos cantar el himno sin letra -porque no nos hemos puesto de acuerdo ni con la letra- y a contemplar la bandera.

Hace unos meses la Plataforma Patriótica Millán Astray denunció que su película era una ofensa a la figura de este militar. La misma plataforma que amenazó a una librería por tener en su escaparate el libro España Salvaje, cuya portada es una foto de Millán Astray. ¿Cree que plataformas como esta se han aprovechado de un momento convulso para hacerse un hueco en el debate público y los medios? 

Creo que hoy en día en los medios cualquier cosa tiene espacio con tal de conseguir un clic. Hoy mismo he visto un titular que si lees la entrevista completa... Lo que se ha convertido en un titular que ha generado un montón de controversia, si lees el contexto no es tal. Aunque igual es verdad que tendría que haber estado más fino

Pero en el caso de la Plataforma Millán Astray... bueno, me encantaría que vieran la película y la juzgaran después de haberla visto. Mi sensación es que no la han visto. Con respecto a la repercusión que tienen, insisto, es la que vosotros les deis. Lo que comentábamos antes con respecto a que he intentado no ofender es así: yo he intentado no ofender a legionarios ni a los seguidores de Millán Astray pero sí quiero acercarme al alma de Millán Astray. Y hacer un retrato lo más fidedigno posible del personaje.

¿Y crees que les gustaría?

Pues igual... igual les sorprendería. No lo sé. Como de entrada han atacado la película sin haberla visto, más allá de las imágenes del tráiler...

Siempre es complicado retratar a un dictador. En Mientras dure la guerra, usted dota al personaje de Franco de un toque casi de comedia. ¿Por qué?

No estoy de acuerdo. Franco tenía vocecita y además te la podría reproducir porque llevo comiéndome a Franco durante meses y podría imitarlo. Franco tenía un modo de hablar muy particular y nosotros no queríamos renunciar a eso: como el Yo, Claudio de Robert Graves, que es tartamudo. Yo quería mostrar a un hombre de una tenacidad tremenda y que podía tener una frialdad enorme, jugar con todos esos elementos.

Es verdad que cuando ves a Franco al principio de la película, le ves con los nazis jugando al despiste, y te puedes pensar que va a ir por la comedia. Pero luego ves cómo el personaje va evolucionando y creo que de comedia tiene poco. Había una escena en la que Franco leía un discurso en inglés, que es real y se puede ver en YouTube. Y Santi Prego hizo una mimetización de Franco en ese momento. Y cuando testamos la película descubrimos que esa escena en particular no les gustaba a los espectadores de ningún signo, de izquierdas o de derechas. No les gustaba porque sentían que en esa escena nos estábamos riendo de Franco, a pesar de que no estábamos haciendo nada más que mostrar al Franco real.

Pero siempre hemos jugado con un Franco que tuviera sus limitaciones si quieres oratorias pero que fuera un personaje complejo. Otra cosa: yo tenía claro que iba a ser el antagonista. Mi héroe es Unamuno. El hecho de que Franco sea el 'malo de la película' no quiere decir que lo vaya a retratar como un ser odioso. Yo quería mostrar como lo peor puede anidar a veces en las mejores intenciones. Un señor que quería a su familia, trataba bien a sus hombres, y que encima quería salvar España. Amaba apasionadamente a su país, lo que pasa es que estaba dispuesto a cargarse a la mitad para conseguir la España que él quería.

En la película Unamuno acaba posicionándose a pesar de las represalias. Dice usted que no quiere ofender pero, ¿cree que la cultura tiene el deber moral de posicionarse políticamente?

Menos mal que no me tocó vivir los tiempos de Unamuno pero lo que hace Unamuno resulta muy emocionante y conmovedor. Porque no tenía nada que ganar más que su honra. Su honra como intelectual y como personaje que no se había callado en toda su vida y se había chupado seis años de exilio por enfrentarse a Primo de Rivera y al rey. Y que si se hubiera callado al final hubiera sido un gran borrón en su biografía. Creo que hizo lo que tenía que hacer. No sé si yo habría sido capaz de hacerlo en ese momento tan absolutamente inoportuno.

Pero ¿cree que, como hizo él, que la cultura tiene el deber de posicionarse políticamente cuando la situación lo requiere o tiene que quedarse al margen?

Dependería de en qué contexto. Pero te digo yo que sí: hay grandes películas políticas empezando por La lista de Schindler. ¿Qué sería de la historia del cine sin la Lista de Schindler? Y es una película que está contando...

Sí, sí, ¡Yo creo que para eso estamos! Somos comentaristas de nuestro tiempo. Hay creadores que viven más de su mundo interior y creadores que viven más de lo que ven alrededor. Esta película mía nace de discusiones, tertulias y ser un ciudadano de España, vivir en este país y preocuparme por él. Sí, claro que la cultura tiene que ser un reflejo de su entorno y tiene que aguantarlo y, por qué no, tiene que intentar cambiarlo.

En la película retrata una España enfrentada entre sí y muy polarizada políticamente. No se le escapan tampoco referencias a Catalunya o al País Vasco... ¿Hay una intención clara de hacer una alegoría sobre la situación política actual?

No he tenido que forzar mucho la máquina... cuando lees, cuando analizas lo que Unamuno dijo aquel día: se habló de Catalunya, del País Vasco, se habló de la 'antiEspaña'. Unamuno fue ponente y votó a favor del estatuto de Catalunya. El tema territorial estaba presente en el germen de la Guerra Civil y estaba presente en el personaje de Unamuno. Osea que no he tenido que forzar mucho la máquina.

Luego si analizas la situación ves a España en una especie de tumulto de sinergias de fuerzas y políticas extremas. También tenemos el Brexit y un presidente de los Estados Unidos que parece de todo menos sensato... tenemos un mundo que parece un hervidero y España está en ese hervidero. Y hay cosas, como que el repunte del fascismo es obvio, que me recuerdan a aquella época. Y sobre todo me da la sensación de que las estamos dejando entrar por la puerta casi sin darnos cuenta.

El tema de las dos Españas está muy presente en esta película como está muy presente en la sociedad actual, como comentábamos. ¿Quería hacer una película a favor de la reconciliación?

Sí. Yo siempre voy a apostar por ello... Lo comparo con una comunidad de vecinos. Somos una comunidad de vecinos gigantesca. Y en mi comunidad de vecinos, en la que por cierto casi siempre me toca ser presidente, pues puede haber problemas y obviamente no todos pensamos lo mismo. Pero bueno, tenemos una reunión y unos estatutos e intentamos llevarnos bien.

Así que se trata de asumir que en España, como en cualquier lado, para que existas tú tiene que haber otro enfrente de ti que piense distinto. La cuestión es: ¿vas a salir a la calle a escupirle a la cara o vas a intentar llevarte razonablemente bien? Yo creo que es bueno discutir y discutir de todo, pero como muestra esa discusión en la película, ¿por qué no seguimos caminando juntos? Porque al final estás en una atalaya de la que no te quieres mover, llegas a un punto irreconciliable y acabas como acabas.

Al hilo de esto también vivimos en un país que tiene una Ley de Memoria Histórica que no se cumple porque no se dedican recursos a ponerla en práctica. ¿Cree que es más importante ahora mismo la reconciliación o efectuar una reparación histórica?

Lo más importante sería que hubiese gobierno, eso sería lo más importante. Yo creo que... a ver, porque me estás metiendo aquí en harinas de mucho costal y a estas horas del día... pero yo creo que la Transición cerró en falso. Cerró un proceso traumático de una dictadura en falso y eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.

Se aplicó esa especie de borrado o reseteado que supone que toda nuestra generación no hayamos visto nada más que muy por encima la Guerra Civil. Pero luego surgen de nuevo los problemas y hay gente que siente que tiene que ser resarcida. Se cerró en falso y se permitió que el país cambiara muy rápidamente. Esa España que yo viví en los ochenta. Eso es lo bueno y lo malo de una Transición que en su día se dijo modélica: que ahora nos encontramos con conflictos como el territorial, la bandera... Nuestros traumas...

Pero bueno, yo estoy a favor de la Ley de Memoria Histórica si es a lo que te refieres. Lo que está claro es que sigue habiendo heridas abiertas y siento repetirme pero la intención que ha planeado sobre la película ha sido la de que no nos queda otra que intentar convivir. Porque es verdad que somos una comunidad de vecinos y por cierto, en la mía nos llevamos bastante bien.


Lo mejor y lo peor del Festival de San Sebastián... por ahora

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La 67 edición del Festival de San Sebastián ha superado su primer fin de semana con tantos altibajos como cabía esperar. En el terreno del cine español, la última película de Alejandro Amenábar ha centrado gran parte de la conversación debido a pases en los que Mientras dure la guerra fue aplaudida, y otros en los que reinó un silencio sepulcral. Por su parte, La trinchera infinita parece haber logrado cierto consenso entre crítica y público, que aplaude la audacia de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga a la hora de plantear tres décadas de historia sin salir de las cuatro paredes de la casa de un pequeño pueblo andaluz.

El premio del público del festival empieza a perfilarse, no sin dificultades. Ema, la última película de Pablo Larraín, es la que carga con peores notas entre las votaciones, posicionándose por ahora con un 6,5 en lo más bajo del ranking. Se sitúan por encima de ella The Laundromat, la nueva película de Steven Soderbergh sobre los papeles de Panamá, y The Lighthouse, la segunda película de Robert Eggers, que debutó con la ya de culto La bruja.  

En lo alto del podio se sitúa por el momento el thriller urbano y de carácter social de Ladj Ly, Les miserábles, con un imbatible 8,7 en las valoraciones de los espectadores. Han intentado alcanzarla Parásitos, la ganadora de la Palma de Oro en Cannes -que ha conseguido un 8,4-, y Weathering with you, el nuevo fenómeno animado del realizador japonés Makoto Shinkai, que las sigue con un 8. Aún queda mucho festival por delante, y no hemos podido ver absolutamente todo lo proyectado. Pero sí podemos ofrecer un repaso con nuestras impresiones sobre lo más destacado del festival hasta el momento.

Ema

¿Por qué destaca? Ninguna película del realizador chileno Pablo Larraín deja indiferente, así que Ema no iba a ser menos. El director de Neruda, Jackie y El club ofrece con su nuevo largometraje una aproximación muy personal y sin ningún tipo de idea preconcebida a una generación que pretende dinamitar las definiciones de lo que entendemos por relaciones sexoafectivas en la actualidad.

Es fácil entender por qué ha generado antipatía en el público del festival: Ema no es una película agradable. Es un filme cuya narración divaga durante gran parte de su metraje, sin tomar decisiones relevantes que ofrezcan algún tipo de sosiego al espectador. Más bien le embarcan en un viaje pasional al corazón de una generación que se empodera a ritmo de reguetón, se acuesta con quien quiere al margen del género, sexo y la raza, y está dispuesta a convertir en llamas al orden establecido.

¿Cuándo se estrena? La película llegará a España, previsiblemente, el 17 de enero de 2020.

La trinchera infinita

¿Por qué destaca? Dirigida a seis manos por los realizadores vascos Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga -responsables de Handia o Loreak-, La trinchera infinita supone una aproximación a la Guerra Civil y la posguerra harto original para los tiempos que corren. Un recorrido por treinta años de historia en la piel de un matrimonio atrapado en las paredes de su casa.

Antonio de la Torre interpreta a Higinio, un concejal republicano que se esconde en un agujero de su casa cuando estalla la guerra. Allí lo cuida su mujer, interpretada por una fantástica Belén Cuesta, que a medida que pasan los años va comprendiendo que su marido no puede salir de casa habiendo ganado el fascismo. Así que ambos establecen una particular relación que, a lo largo de 30 años, va creando sus propios fantasmas, traumas y dilemas sin poder salir de una asfixiante realidad formada por una pequeña casa de pueblo.

¿Cuándo se estrena? Se estrenará el 31 de octubre en salas.

Temblores

¿Por qué destaca? Jayro Bustamante ofrece en su tercer largometraje una aproximación de una sensibilidad moderna y seductora, a una realidad que no lo es para nada: la persecución de la homosexualidad en Guatemala y la terrible realidad de las terapias de reconversión.

En el seno de un clan de alta alcurnia, ultracatólico y conservador, un padre de familia decide salir del armario. Pero su decisión viene acompañada de una terrible represalia: pierde su trabajo, le prohíben ver a sus hijos y le persiguen legalmente hasta la extenuación. Pero le ofrecen acudir a terapia para 'dejar de ser homosexual' y así volver a ver a sus hijos. Un retrato audaz que escapa de lugares comunes en lo formal, verazmente interpretado, y que apunta hacia las instituciones eclesiásticas como gran represor de voluntades y libertades aún a día de hoy.

¿Cuándo se estrena? Sin fecha de estreno confirmada en nuestro país.

The Laundromat: dinero sucio

¿Por qué destaca? Steven Soderbergh -Traffic- llevaba un tiempo queriendo llevar el escándalo de los papeles de Panamá a la gran pantalla. Se trataba de crear una ficción sobre la mayor filtración de documentos de la historia, surgida del bufete de abogados Mossack Fonseca, que reveló las artimañas fiscales de un extenso listado de multimillonarios y dirigentes políticos de todo el mundo.

Tuvo que llegar Netflix para producírsela y encabezar el proyecto Meryl Streep, Gary Oldman y Antonio Banderas, para tener luz verde definitiva. Pero lo que podía haber sido el retorno de un realizador que ha demostrado de sobras su habilidad para el relato un cine ácido y crítico - las dos películas sobre el Che, Erin Brockovich, The girlfriend experience, o La suerte de los Logan serían algunos ejemplos-, se ha quedado en una cinta con poca enjundia. Suerte de calco del estilo de Adam McKay -La gran apuesta, El vicio del poder-, en un relato que si bien sabe señalar a los culpables del escándalo, tropieza en intentar hacer entender el entramado fiscal y burocrático que permite y sostiene este tipo de fraudes.

¿Cuándo se estrena? Llega el 18 de octubre a Netflix.

Weathering with you

¿Por qué destaca? La anterior película de Makoto Shinkai fue un éxito rotundo. Your Name se convirtió en la película anime más taquillera de la historia a nivel internacional, superando a El viaje de Chihiro, que hasta entonces ostentaba ese honor. Así que las expectativas sobre su nuevo trabajo eran evidentes.

Pero esta vez no ha habido sorpresa alguna: Weathering with you es una repetición de las mecánicas funcionales de Your Name, el mismo desarrollo dramático, los mismos manierismos y las mismas set pieces espectaculares. Si bien en la forma la nueva película de Shinkai es una auténtica proeza visual, en el fondo Weathering with you es un romance adolescente manido al que sus constantes fugas a lo fantástico aportan poco o nada. Mientras que, todo sea dicho, su discurso roza lo tóxico. Una aventura adolescente que se ajusta como anillo al dedo a la fantasía incel [celibato involuntario] de un joven blanco heterosexual moderno: un chaval que salva a una dama en apuros de la que se enamora, a la que convence para hacer lo que él desea, pero a la que no es capaz de expresarle sus sentimientos.

¿Cuándo se estrena? Se estrenará en cines españoles el 29 de noviembre.

Nuestras madres

¿Por qué destaca? César Díaz se hizo con la Cámara de Oro a Mejor Ópera Prima en la pasada edición del festival de Cannes con Nuestras Madres. Y lo cierto es que, a la luz del resultado, no le podría haber venido mejor el premio: difícilmente hubiéramos visto esta contundente película guatemalteca, rodada con pocos medios y por un realizador desconocido, sin un premio en un festival de clase A.

Por suerte, Nuestras madres se ha podido ver en San Sebastián y no podríamos estar más agradecidos. Se trata de un drama político de concepción sencilla pero resolución rotunda. Un viaje al corazón del trauma de la Guerra civil de Guatemala, que ha dejado más de 200.000 muertos, con una ingente cantidad de desaparecidos cuyos restos el protagonista, un joven antropólogo, se encarga de identificar y catalogar. Un trabajo que pone en peligro cuando descubre una pista que le puede llevar hasta la fosa común en la que se encuentra su padre, un guerrillero asesinado.

¿Cuándo se estrena? Sin fecha de estreno confirmada.

Parásitos

¿Por qué destaca? La de Bong Joon-ho es una carrera digna de análisis. Tras años de sustentar la etiqueta de realizador de culto gracias a películas tan audaces como Memories of a Murder, The Host o Mother, este realizador surcoreano decidió saltar al mainstream de la mano Rompenieves y Okja. Un salto que, si bien le otorgó prestigio y presencia internacional -la segunda fue una de las últimas películas de Netflix en estrenarse en Cannes-, condujo a su cine, de forma natural, hacia metáforas sobre el capitalismo más directas y menos originales.

Sin embargo, Parásitos, Palma de Oro en la última edición de Cannes, reúne de forma prodigiosa todas las obsesiones temáticas del realizador envueltas en un formato de comedia negra tan asequible como absolutamente brillante. Lucha de clases, incapacidad de progreso real de las capas más bajas, estigmas del proletariado, fantasmas del pasado y miedos contemporáneos se dan la mano en una película tan retorcida como divertida.

¿Cuándo se estrena? Se estrenará el 25 de octubre en nuestros cines.

Una 'ola verde' inunda la alfombra roja de San Sebastián por el derecho al aborto en Argentina

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El Festival de San Sebastián se une a la reivindicación de la aprobación de la ley del aborto en Argentina llenándose de pañuelos verdes y proyectando fuera de concurso la película La ola verde (Que sea ley), de Juan Solanas.

Así, como ya se hizo en Cannes, se apuesta por la visibilización de una campaña internacional por el aborto seguro, legal y gratuito. Una proyección que ha venido acompañada de una reivindicación a la que han acudido los equipos de muchas de las películas presentes en el festival, así como activistas e integrantes de la organización del evento.

"Es muy importante que las autoridades de festivales como este, estén transimitiendo al mundo esta imagen de compromiso con la salud de la mitad del planeta, que somos las mujeres y las personas con capacidad de gestar", explica a eldiario.es, Muriel Santa Ana, actriz y activista.

Se calcula que en Argentina, entre 460 mil y 600 mil mujeres recurren cada año al aborto clandestino. Solo en 2016 murieron 245 mujeres por causas relacionadas con o agravadas por el embarazo. "El problema es que no hay cifras oficiales", opina Muriel Santa Ana. "Mueren más, lo que pasa es que los registros las inscriben como 'muertes maternas'. Se ha dado esa figura para encubrir las causas reales de muerte", denuncia.

Sin embargo, Santa Ana cree que la causa por el aborto seguro en Argentina no debe limitarse a repetir cifras. "Ocurre que de tanto repetir y repetir, esas cifras se convierten en un dato más que forma parte del ruido constante y mediático. Pero hablamos del sufrimiento y la muerte de las personas gestantes".

Para Muriel, "esto es un problema de salud pública. No se ve como tal porque es tan común que el patriarcado termina por invisibilizarlo. Pero es que esto es una práctica habitual de poder, control y sometimiento del cuerpo de la mujer".

Una película militante

En 2018 el Senado argentino rechazó la ley del aborto por séptima vez en la historia del país, en medio de una controversia que dividió a la población. El director Juan Solanas estaba allí cuando ocurró, y decidió que iba a hacer una película sobre la lucha de la conocida como 'marea verde'. El resultado es un documental de rotunda sobriedad, comprometido y directo que recoge los testimonios de mujeres que pelean en Argentina por la despenalización del aborto.  

"Esta no es una película programada. Estaba allí con mi cámara y cuando volvieron a rechazar la ley decidí que quería hacer esta película por pura indignación y militancia", describe a eldiario.es Solanas, responsable de La ola verde (Que sea ley).

"Filmé más de seis meses y en diciembre me metí para inscribir la película a Cannes. Ir allí es un milagro, y nunca pensé que entraríamos", cuenta. "Fue un milagro que seleccionasen la película", añade.

"La ola verde nació de la necesidad. No hubo ley, así que me puse a filmar. No tiene financiación, siquiera. La pagué de mi bolsillo, ero es la voz de muchas personas", explica.

"Se trata de una película militante, pero no un panfleto", puntualiza. "Digo que no es un panfleto porque parece que eso baja el valor a la película. Pero esta película es la realidad, tal cual. Y desafío a cualquiera a que diga que algo que está en la película no es leal a la realidad".

La ola verde (Que sea ley) se podrá ver en el marco del festival en cuatro pases, hasta el día 26 de septiembre. Aún no tiene fecha de estreno confirmada en salas.

'La trinchera infinita', la historia de los 'topos' republicanos que vivieron décadas escondidos para escapar del franquismo

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En 1939, después de haber intentado escapar de España por todos los medios, Manuel Cortés decidió que regresaba a casa. Había sido alcalde de la localidad malagueña de Mijas durante la Segunda República. Sabía que los militares le buscaban pero él quería volver a ver a su mujer. Y lo consiguió: tras varios días de viaje a pie, pasando la noche escondido entre matorrales y arbustos, Cortés volvió con su amada.

Pero no tuvo una larga y pacífica vida junto a ella, porque si le veían en casa, si le encontraban allí, le esperaba un pelotón de fusilamiento. Así que a Manuel se le ocurrió una idea: abrir un hueco en una pared de su casa donde pudiera esconderse de los ojos de visitantes, vecinos y desconocidos. Pasó allí treinta años hasta que vio la luz del sol en marzo de 1969, año en el que la dictadura franquista promulgó un decreto por el que prescribían todos los presuntos delitos cometidos antes del fin de la guerra.

Como él fueron muchos, con sus nombres y apellidos, los que se escondieron en zulos, paredes falsas y escondrijos. Encerrados durante años por miedo a las represalias del régimen franquista. Sus miedos y vivencias conviven en La trinchera infinita, la nueva película de los creadores de Loreak y Handia, que mediante la historia ficticia de un matrimonio interpretado por Antonio de la Torre y Belén Cuesta, construye un sentido homenaje a los que fueron conocidos como los 'topos de la posguerra'.

Treinta años de historia a través de una pared

La historia de Manuel Cortés se dio a conocer gracias al documental 30 años de oscuridad, dirigido por Manuel H. Martín y producido por La claqueta e Irusoin. Ambas empresas con las que habían trabajado los realizadores vascos Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga. Los tres pensaron que con ese material podían hacer una buena película, y así nació La trinchera infinita, film presentado en el Festival de San Sebastián y que llegará a los cines el próximo 31 de octubre.

"En ese momento no sabíamos mucho sobre el asunto, pero con el documental y un libro llamado Los Topos de Jesús Torbado y Manu Leguineche, descubrimos que había una gran película ahí detrás", cuenta José Mari Goenaga, uno de los directores de la cinta, en una entrevista a eldiario.es. "Queríamos no solo dar testimonio de lo que les pasó, sino narrarlo a su modo. Así que el planteamiento fue siempre el de contar ese encierro de treinta y tantos años sin alejarnos nunca del punto de vista del encerrado", explica el realizador.

"A través de Higinio [el personaje interpretado por Antonio de la Torre], puedes sentir cómo van transcurriendo los años. Pero solamente a través de su punto de vista: a través de los sonidos, las personas que entran en casa, de los cambios en las formas de vestir... lo cual era un terreno muy interesante".

"Eso fue casi una imposición que nos pusimos nosotros mismos", explica su compañero Jon Garaño, también director de la cinta. "Queríamos que el espectador sintiese cada experiencia de una forma parecida a como la sentiría Higinio. Que no lo viese todo, que confundiese sonidos y eso generase cierto malestar... Que toda la historia se desarrollase así parecía una limitación pero luego fue un regalo", afirma.

"Aunque eso tiene muchísimas complicaciones técnicas", confiesa Garaño. "Por ejemplo, teníamos que rodar en dos campos dos acciones distintas: la que ocurre en un salón y cómo lo vive Higinio al otro lado de la pared. ¡Y Antonio no podía ver lo que nosotros estábamos haciendo al otro lado! Así que se lo tenía que imaginar, como lo habría hecho si estuviese realmente encerrado".

"Tenía que dar la sensación de no estar forzado", insiste José Mari Goenaga. "Fue un auténtico reto en el plano técnico del sonido. Normalmente, la gente de sonido trabaja para apoyar acciones que vemos en la cámara. Pero en este caso, tenían que generar toda la escena sin que la viésemos, pero de forma que la pudiésemos imaginar".

Enterrados en vida

"Los 'topos' son ideales como metáfora del miedo y de cómo puede cambiar la forma de pensar y sentir, de como se transmite a través del tiempo", explica Aitor Arregi, también director de La trinchera infinita. Lo que no pudieron prever ninguno de los tres realizadores fue hasta qué punto la situación de Higinio, encerrado en una falsa pared que lo separa del mundo exterior, podía asemejarse a la de la historia reciente de España.

Aunque la contienda concluye en el 39, para Higinio dura mucho más. Recorre décadas, todo lo que duró la dictadura, pues la represión y el peligro siguen existiendo y son muy reales para él.

"Cuando estás desarrollando una película es inevitable que estés atento a lo que te rodea para ver qué impacto puede tener", afirma Arregi. "Y en ese sentido, descubrimos que la historia de Rosa e Higinio tiene muchos vasos comunicantes con nuestra realidad. De eso trata también la peli: la trinchera es algo que nos incumbe a nosotros. Porque los conflictos siguen estando ahí, aunque se transformen".

"En los libros pone que la guerra duró del 36 al 39, pero para algunos duró mucho más. Aunque nos digan que aquí no pasó nada", sentencia Goenaga.

La trinchera en la que vivió Higinio fue la que vivieron muchos españoles que, en cierta medida, nunca salieron de allí. Aunque sobreviviesen. Aunque hiciesen una vida normal. Solo que los 'topos' vivieron encerrados en algo más que una prisión psicológica. Combatientes, cargos públicos o simpatizantes del legítimo gobierno republicano que, para sobrevivir, tuvieron que vivir confinados.

Tres décadas, en tres horas: las cicatrices de la política del hijo único en China conmueven en San Sebastián

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Terminada la Revolución cultural china y muerto Mao Zedong, el gobierno heredero de las instituciones comunistas afrontó la superpoblación del país cortando por lo sano: instauró en 1979 la conocida 'política del hijo único' para el control de la población. O lo que es lo mismo, prohibió la concepción de más de un sucesor con el objetivo de reducir radicalmente la natalidad.

Esta política estuvo vigente hasta hace escasos años, y hoy China sigue siendo el país más poblado del mundo con 1.400 millones de habitantes. Solo que ahora, toda una generación capaz de tener más de un descendiente, amparada legalmente para ello, se enfrenta a una realidad social muy compleja. Cuatro décadas de control han derivado en una escasez de fuerza laboral y un envejecimiento de la población que pone en peligro el sistema de pensiones chino. Y multitud de parejas no se atreven o no pueden concebir más de un vástago por motivos económicos.

Hasta siempre, hijo mío asume la tarea nada desdeñable de recorrer los últimos treinta años de la historia de su país para reconsiderar, a lo largo de su generoso metraje –tres horas de duración–, las consecuencias físicas y psicológicas que el control de la natalidad tuvo en toda una generación. Obra magna del realizador Wang Xiaoshuai que mereció el Oso de Plata a Mejor Actor y Mejor Actriz en el pasado festival de Berlín, y que se presentó en San Sebastián dentro de la sección Perlak.

Una generación herida

Hasta siempre, hijo mío narra la historia de Yaojun y Liyun, una pareja con una vida bastante normal en el país asiático de mediados de los noventa. Ambos trabajan en una fábrica, tienen un pequeño piso que pueden llamar hogar y se esfuerzan por educar a su hijo, Xing. Intentan superar un aborto traumático –impuesto por la política del hijo único–, que dejó a Liyun infértil años atrás. Su hijo, en cierta medida, sana sus heridas y les ayuda a salir adelante.

Todo parece ir bien hasta que un día, Xing responde a unos chicos de su edad que se meten con él por no bañarse en un pequeño lago. El chaval se echa al agua sin saber nadar y, ante el inmovilismo de sus compañeros, se hunde. Las aguas turbias terminan por ahogarlo. Incapaces de tener más hijos, Yaojun y Liyun deberán intentar rehacer su vida lejos de su ciudad natal.

"No lo concebí un guion al uso, digamos, para contar una historia concreta", explica Wang Xiaoshuai a eldiario.es en una entrevista concedida en el marco del Festival de San Sebastián. "Siempre vi Hasta siempre, hijo mío, como una forma de captar los recuerdos y las vivencias de toda una generación herida", cuenta el realizador.

"Cuando cambió la política del hijo único en mi país me planteé qué iba a pasar con todas las personas que, a lo largo de décadas, solamente pudieron concebir a un niño o una niña. Cuál sería su pasado, sus historias. Cómo se sentirían ahora si supieran que las cosas pueden ser distintas para sus nietos", añade.

Como explicaban Steven Lee Myers y Olivia Mitchell Ryan en el New York Times, los ciudadanos chinos de tercera edad representan actualmente un 17,3% de la población, pero en 2050 podrían llegar a representar más de un tercio de la misma: 487 millones de pensionistas que plantearían enormes retos para la economía del país.

"El envejecimiento de la población es uno de los grandes problemas de afrontamos", opina el realizador, "pero, a pesar de todo, creo que el cambio en la gestión de la natalidad es una muy buena noticia, porque por primera vez en años la política está pensando en las voluntades del ciudadano y no solamente en el desarrollo económico del país. Y creo que eso era muy importante", señala.

Por otra parte, "no basta con que cambie la política del hijo único en China, tiene que cambiar la mentalidad", describe el cineasta. Bien es cierto que la derogación de aquella prohibición no ha producido el efecto esperado: no han aumentado los nacimientos de forma orgánica. En 2017, por ejemplo, se registraron 630.000 neonatos menos que el año anterior. ¿Por qué?

"Porque aunque exista la posibilidad de tener más hijos, no se han dado facilidades para que eso ocurra. Y la presión económica es tan grande que muchas parejas optan por tener solamente uno o ninguno", comenta el director de la película.

"Las personas que opten hoy por formar una familia necesitan un soporte muy grande. No solo por el dinero, también por el tiempo y los recursos que la mayoría de población no tiene", señala el director de Hasta siempre, hijo mío. "Creo que si quieren que tengamos más descendencia tendrían que dar ayudas, reformar la seguridad social, el sistema de pensiones y mejorar un montón de estructuras sociales que parecen inamovibles".

Tres horas, tres décadas

"Mi película es solo un intento de preservar el pasado", resume Wang Xiaoshuai. En cierta medida, todo su cine se asienta sobre esta idea. Su debut como director, The Days (1993), ya reflexionaba sobre las preguntas que se hacía una generación de artistas tras las protestas de Tiananmen. Con La bicicleta de Pekín (2001), gran premio del jurado en el Festival de Berlín, fue capaz de traducir el espíritu de Ladri di biciclette de Vittorio De Sica en la sociedad de hoy. Y con Sueños de Shanghái (2005), premio del jurado en Cannes, reflexionó sobre la influencia de la revolución cultural china en las zonas rurales del país.

Pero ninguna de ellas, con todo, tiene el alcance temático y la ambición formal de Hasta siempre, hijo mío. A pesar de su duración, la última película del realizador no deja que el espectador se acomode en el drama social al uso, utiliza con habilidad un aparato formal pensado para conmover de forma orgánica y sin artificios.

Gracias a su hábil manejo de las distintas épocas narradas, Xiaoshuai se permite un juego de espejos en el que las actuaciones juegan un papel absolutamente fundamental –merecidísimos los reconocimientos a Yong Mei y Wang Jingchun–. Una idea narrativa que se complementa maravillosamente con un montaje en el que pasado y presente dialogan y se enfrentan de forma constante.

"El aspecto formal fue una apuesta personal un poco arriesgada", comenta el director de cine. "No quería tener que decirle al espectador 'esto es 1994, eso 2011', ¿sabes? Adaptaba la música que sonaba, las formas de vestir, pero sin hacerlo evidente. Esos detalles convierten los saltos temporales en algo orgánico, y hacen que las personas puedan conectar mejor con mi reflexión sobre el trauma a través del tiempo".

"Lo cierto es que el guion de Hasta siempre, hijo mío estaba pensado en un principio para ser narrado de forma lineal. Pero estuve a punto de dejarlo porque no funcionaba. Se hacía muy pesado", confiesa. "En cambio ahora, cuando la vi en Berlín, pensé que igual tres horas eran poco", afirma. "Me dolía lo que había quedado fuera de la película. Entiéndelo: resumir tres décadas de historia de mi país es tres horas, hace que no lo veas como algo tan largo".

Un reportero de guerra trasforma el gris de los campos de refugiados en ilustraciones a todo color

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Entre 2013 y 2017, el ilustrador de reportajes alemán Olivier Kugler viajó al Kurdistán iraquí, Grecia y Francia para conocer y hablar con refugiados sirios, con la intención de llamar la atención sobre su situación.

Había sido una idea de Médicos Sin Fronteras (MSF), que le acompañó hasta los lugares en los que ellos, junto con otras organizaciones e instituciones, trabajaban por intentar ayudar a personas de toda condición y clase.

En sus viajes conoció a multitud de personas a las que entrevistaba, fotografiaba y luego dibujaba. Muchas no se dejaron retratar por miedo a que la proyección mediática les generase problemas a sus parientes en Siria con alguno de los muchos bandos implicados en la guerra. Las personas que sí accedieron a contar su historia forman parte de Escapar de la guerra y de las olas: una magnífica colección de reportajes y encuentros ilustrados con pericia y empatía por Kugler, que  llega a nuestras librerías de la mano de Turner Libros.

Tiendas de campaña en la nieve de Domiz

"En diciembre de 2013 viajé junto con Julien Rey, de MSF, al campamento de refugiados de Domiz", cuenta Kugler en Escapar de la guerra y de las olas. "Nos encontramos con personas abiertas que nos invitaron a sus tiendas y casas y, ante una taza de té, nos contaron sobre su patria, la huida de Siria y las condiciones en el campamento".

Domiz está en la región autónoma del Kurdistán en Irak, hogar de 40.000 refugiados a escasos 60 kilómetros de la frontera con Siria. Una zona en la que en invierno se suele bajar de los cero grados y en la que, como informaba Unicef, la mayoría de familias desplazadas viven en viviendas con sistemas de calefacción deficientes o en tiendas con escasa protección contra el frío.

Allí, Kugler conoció a Muhamed, un carpintero de 55 años que regentaba un carrito de té, y que le ofreció una taza gratis al verlo tiritando en la entrada vigilada del campo. Él y su mujer vivían en Damasco y escaparon por los pelos de un bombardeo que acabó con su hogar.

También a Habib que le confiesa que, al ser kurdo, ya se sentía refugiado en su propio país antes de la guerra. Era músico en Damasco pero ahora arregla todo tipo de aparatos electrónicos durante jornadas maratonianas a cambio de la voluntad. Dice que no le gusta la televisión pero que a sus hijos les encantan los dibujos animados, especialmente Tom & Jerry. Así que si alguien no puede pagar nada por arreglarles un televisor, no les pide nada.

En Domiz, Kugler también se reunió con el equipo de psicólogos de Médicos Sin Fronteras, que le contaron que muchos habitantes del campo se niegan a recibir asistencia y ayuda de psicólogos, por desconocimiento o desconfianza.

"También tuve problemas en mis intentos de entrevistar o fotografiar a mujeres", cuenta. "Me hubiera gustado reflejar el atareado ir y venir en un salón de belleza, a las jóvenes mujeres que se maquillaban y peinaban para una boda apunto de celebrarse, a la señora mayor que encadenaba un cigarrillo tras otro y que trabajaba como comadrona... lamentablemente todos mis requerimientos fueron rechazados". 

Dormir en el suelo rodeado de turistas

A principios de julio de 2015, Olivier Kugler viajó a la isla griega de Kos en el archipiélago del Dodecaneso -a 160 kilómetros de Rodas-, para conocer de primera mano la situación de los refugiados sirios encallados allí. Su proximidad con Turquía y la presencia de aeropuerto con el que en 45 minutos se está Atenas y en 25 en Rodas, la convierten en una de las islas más turísticas de mar Egeo.

Algo que contrasta fuertemente con las condiciones de vida de los refugiados allí. "Las autoridades locales no les ofrecían alojamiento", cuenta Kugler, "ni siquiera duchas o servicios para refugiados, sino que los mandaban a un hotel decrépito y saturado fuera de la ciudad, donde un pequeño grupo de MSF se ocupaba de ayudarlos". 

"Durante mi estancia en Kos pedaleé a menudo hasta las playas a las que llegaban personas agotadas en sobrecargados botes de goma", describe en Escapar de la guerra y de las olas. "Después de registrarse, se les informaba de que no podían acceder directamente al siguiente barco hacia Atenas, sino que tendrían que esperar durante semanas a que llegaran los documentos que les permitieran proseguir el viaje hacia el norte de Europa".

Allí, sin embargo, sí pudo retratar a mujeres como Meran, oriunda de Homs (Siria), que se quejaba de que tenían que dormir en el suelo y eso perjudicaba gravemente su salud y la de su hijo, asmático de nacimiento.  O a Sherine, que era psicoterapeuta en Alepo y hacía cuatro días que esperaba sus papeles junto a su padre y su madre, con la esperanza de coger un Ferri que les llevase a Atenas, para luego conseguir llegar a Alemania.

Hasta el país germano también quería llegar Rezan, cuyo retrato ilustra la portada del libro de Kugler. Es un diseñador de moda que huyó de Kobane cuando fue invadida por el Estado Islámico. En su regazo descansa Rocca, su sobrina de 8 años, que cuenta que su tío no se separó de ella durante la travesía en bote hasta Kos.

De la jungla en Francia, al oasis en Birmingham

La conocida como Jungla de Calais es el mayor campamento de refugiados de Europa. En 2016, a pesar de haber realizado un desmantelamiento de emplazamiento a la fuerza y con 278 detenidos -más de la mitad menores-, aún se encontraban 700 migrantes atrapados en la localidad del norte de Francia.

"En comparación con los otros dos campamentos, aquí resultaba más difícil encontrar a personas que se dejaran entrevistar y fotografiar", cuenta Kugler. "En aquel momento, el campamento estaba sometido a la presión mediática, y es posible que muchos refugiados se sintieran cada vez más soliviantados por las cámaras dirigidas ininterrumpidamente sobre ellos".

Sin embargo, allí pudo hablar con dos jóvenes sirios que compartían una pequeña cabaña construida por un inglés que trabajaba para MSF. Uno era técnico informático y se ganaba la vida reparando móviles y portátiles, y el otro era profesor de inglés en Siria. Ambos tenían intención de llegar a Inglaterra a través del Eurotúnel, y tenían familia en Londres y en New Castle.

No así en Birmigham, donde Kugler conoció a Wisam y Hadya. "Counterpoints Arts, una organización que apoya proyectos artísticos realizados por refugiados, me ayudó a conseguir una beca en el Arts Council England con la que pude trabajar en este libro", cuenta el reportero alemán. Ellos le pusieron en contacto con la pareja siria.

Wisam fue alcanzado en la pierna por un tiroteo y estuvo escondido en casa de sus vecinos recuperándose hasta que pudo volver a caminar. Entonces viajó a Jordania y después a Egipto, donde se reencontró con Hadya y sus dos hijos Mohamad, de 11 años, y Ranem, de 8. 

Con su larga travesía termina el libro del ilustrador de reportajes. Su historia aporta algo de luz, un aliento de esperanza al conjunto de una obra que, por lo demás, es tan dura de leer como sorprendente por su emocionante estilo.

La empatía de Olivier Kugler, su excelente trazo y concepción caótica de la arquitectura de la página, convierten Escapar de la guerra y de las olas en un maravilloso ejemplo de las enormes capacidades expresivas del periodismo en cómic más actual. Uno que utiliza el dibujo para acercarse, escuchar y  retratar esas historias que de tan rotundas y reales, raras veces leemos las páginas de un libro.

Jorge Carrión: "La idea de que todo está en Amazon es mentira, no hay más que ir a una buena librería"

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Cuando en 2008 el New Yorker publicó la polémica portada en la que planteaba la desaparición de los negocios tradicionales a manos del servicio de mensajería de multinacionales como Amazon, el debate en torno a la pervivencia de las librerías aún no había alcanzado su momento álgido. Eso explica por qué aquella ilustración no se tornaría viral hasta diez años después.

Tampoco en 2013, cuando el ensayo Librerías del escritor y doctor en Humanidades Jorge Carrión quedó finalista del Premio Anagrama de Ensayo. Sorpresivamente se convirtió en un fenómeno editorial para un texto de esas características. "Creo que llegó un poco antes de que las librerías estuviesen en la conciencia colectiva como algo en peligro", afirma su autor.

Hoy, su último ensayo surge de un debate candente. Contra Amazon (Galaxia Gutenberg) llega cuando la empresa de Jeff Bezos ocupa titulares casi a diario ya fuere por ser acusada de priorizar unos productos sobre otros, por reconocer que transcriben audios privados, por las fórmulas ilegales con las que contratan a sus trabajadores en el extranjero, o por recibir denuncias de fraude en nuestro país.

Sin embargo, el escritor, lejos de atender a los claroscuros laborales y tecnológicos de la multinacional, centra su estudio en cómo la llegada digna de un elefante en una cacharrería de Amazon y otras empresas de distribución han afectado a lo que entendemos por mercado editorial, literario y cultural.

En el manifiesto publicado en Jot Down que ha servido como punto de partida de este libro, usted hablaba de cómo Amazon ha ido eliminando progresivamente el factor humano en su negocio sustituyéndolo por algoritmos. En ese sentido, ¿cómo de importante es que el ecosistema editorial no imite prácticas así?

En el día a día, gran parte de la prescripción cultural actual la siguen haciendo figuras como los profesores o los periodistas culturales. Y en el mundo del libro los protagonistas de la prescripción son los bibliotecarios y los libreros, que no han sido reemplazados. ¿Por qué? Porque la prescripción algorítmica es muy falible, muy imperfecta. Le falta psicología: el Big Data puede comparar perfiles de comprador y adivinar deseos, pero seguramente le falte la intuición que a menudo tiene un librero.

Los libreros de confianza a menudo te han visto crecer como lector. Se parecen a los buenos barmans: saben, según tu estado de ánimo o vital, lo que puedes estar buscando.

De hecho, en Amazon tienen una relación ambigua con la recomendación porque también han probado con el factor humano. Pero creo que ahora mismo lo están apostando todo a la inmediatez conscientes de que en Facebook y en YouTube el algoritmo de recomendaciones engancha de una forma que el suyo con los libros no es capaz de lograr.

En ese sentido, el algoritmo de recomendaciones de plataformas como Netflix ya forma parte de nuestro consumo cultural habitual. Incluso a veces imita al humano: hay máquinas que escriben críticas de cine perfectamente legibles. ¿Por qué cree que el algoritmo ha funcionado mejor en el audiovisual que en la literatura?

Bueno, pero es que ya se han publicado libros escritos por robots. Estamos siendo invadidos lenta e implacablemente por las simulaciones y las presencias artificiales. Y eso forma parte de la evolución humana, porque caminamos hacia un mundo que cada vez estará más controlado por algoritmos.

Y ya que sacas a colación el tema de cine, con Contra Amazon lo que intento provocar es una reflexión mínima en cualquier consumidor cultural. Quiero que piense por qué compra en Amazon y no en la librería de su barrio. Que se plantee si quiere que haya librerías en el futuro. Pero también podría llegar a preguntarse por qué paga la cuota de Netflix, HBO y Amazon... y no la de Filmin, que paga impuestos en España.

Yo creo que las librerías, como los cines, como los teatros o como los museos cumplen una función social de comunidad muy importante. Y que si no somos conscientes de que pueden desaparecer, perdemos todos. Así que esto se puede expandir a todos los ámbitos del consumo cultural.

En Contra Amazon también señala cierta preocupación por que una multinacional privada tenga los datos íntimos de sus clientes. ¿Cómo de peligroso es que Amazon sepa todo lo que leemos y subrayamos?

Yo diría que mucho. No solo por cómo pueden monitorizar en tiempo real la lectura global, sino por hasta dónde puede llegar eso. Hay un caso extremo de esto en China, que es WeChat. No solo hablan, pagan con WeChat, fichan en el trabajo con WeChat y una única empresa puede ver en tiempo real el movimiento de todos sus usuarios. Eso sería Amazon si lo lleváramos al extremo.

Me refiero a que una empresa privada puede monitorizar todos los datos de la vida de un ciudadano. Está pasando en China y puede pasar también aquí si lo permitimos, porque Amazon no solo tiene muchos datos sobre nuestro consumo e incluso sobre lo que comemos. También tiene tu tarjeta de crédito, tu domicilio...

Osea que me parece que le hemos dado demasiado poder a una única multinacional, e insisto con un argumento demasiado práctico. Porque por mucho que Amazon tenga a sus trabajadores contratados, la empresa no paga impuestos en España. Así que no veo en qué nos beneficia como sociedad. ¿El beneficio es el acceso a una cantidad infinita de productos que recibes en un tiempo récord? La rapidez no me parece tan gran virtud para que compense.

En el libro también entrevista a Alberto Manguel, director de Biblioteca Nacional de Argentina, con quien reflexiona sobre la necesidad de visibilizar determinados relatos en los espacios públicos, como por ejemplo la literatura LGTB. ¿Cómo de importante es esta tarea en una biblioteca pública?

Es fundamental porque se ha demostrado que los algoritmos, justamente, tienden a la reproducción de patrones que hay que dejar atrás, como el machismo y el heterocentrismo.

En ese sentido, las bibliotecas tienen que utilizar toda la tecnología a su alcance para descubrir libros y objetos culturales. Para catalogarlos, visibilizarlos y recomendarlos. Pero desde una convicción democrática y de igualdad real que sea intrínseco del proyecto de biblioteca pública.

El otro día estuve en la Biblioteca Eugenio Trías, en el Retiro. No había ido nunca y la verdad es que creo que ese modelo que hay que seguir. Una biblioteca moderna, que sin embargo tiene conciencia de tradición y memoria. Que tiene en la entrada las imágenes de cómo era la casa de fieras antiguamente. Y que cuenta hasta con una bebeteca. Creo que esa sensibilidad y ese respeto por la persona en las bibliotecas es esencial. Ahora que se ha impuesto la palabra usuario, yo quiero que se recuerde que detrás del número de clientes o usuarios, lo que hay son personas que participan de una experiencia común.

El mismo Manguel afirma: "Antes de la dictadura militar, nosotros también pensábamos que todo ese movimiento de derecha estaba contenido por la estructura democrática del país. Y no fue así". ¿Qué cree que puede significar la entrada de la ultraderecha en nuestras instituciones culturales?

Sin duda afectará y mucho. Para empezar, el programa del partido de ultraderecha español no respeta los principios del feminismo. De modo que, por supuesto, una política de extrema derecha podría afectar a nuestras bibliotecas en forma y fondo.

Contra Amazon diría que es un título muy dirigido al mundo de los libros pero si expandimos el significado del título, podríamos estar llamando la atención sobre las sombras de la revolución digital. Hay muchas luces, claro, y yo las celebro. Pero se ha demostrado que el auge de la ultraderecha en todo el mundo tiene un enlace directo con Facebook y con Youtube.

Se ha analizado el caso de Brasil, en el que ambas ayudaron a Bolsonaro. El genocidio rohingya no habría sido posible sin Facebook y su política irresponsable de implantación de tecnologías de la comunicación en Asia. De modo que después de unos años de euforia y celebración, ahora llega el momento de plantearse el servicio que Internet hace a la humanidad.

En el artículo En defensa de las librerías, incluido en el libro, dice usted que Amazon se aprovecha del prestigio del libro para convertirse en un supermercado en el que puedes comprar un libro o un patinete. ¿Cree que las librerías siguen sosteniendo ese prestigio en un contexto digital actual?

Yo diría que las librerías y las bibliotecas deberían recuperar la iniciativa y construir una narrativa positiva en la cual quede claro que ellas son las principales plataformas de compra y lectura de libros. Amazon ha colonizado la conciencia colectiva, se ha convertido en un sinónimo de libro. Y eso claramente es una usurpación.

En España además es un poco ridículo el asunto porque el libro tiene precio fijo. Osea, ¿qué ganas comprando en Amazon? ¿La rapidez de que te llegue a casa? Creo que las librerías también tienen que recordar que puedes encargarle libros a tu librero e ir a buscarlo a los pocos días. También que muchas librerías envían a hogares, como Casa del Libro, que tiene un sistema de envíos fabuloso si vives en zonas rurales o por motivos médicos no puedes salir de casa. O iniciativas como TodosTusLibros, que te dice qué librería tienen el libro que quieres.

Es cuestión de que hemos permitido de un modo irresponsable que una multinacional penetre en la psicología del lector español de un modo absurdo. La idea de que todo está en Amazon es mentira. No hay más que ir a una buena librería con un fondo decente para ver que hay multitud de libros que están descatalogados y nunca encontrarás en la web de Bezos.

Contra Amazon se puede comprar en Amazon por diez euros. ¿No le parece una contradicción?

Me parece normal que se venda en todos los espacios en los que es posible venderse. Ni se me ocurrió decirle a Galaxia Gutemberg que no siguiera los protocolos habituales en la comercialización de sus libros. De todas formas me parece importante que justamente quien compra en Amazon tenga una herramienta para reflexionar sobre por qué lo hace. Cuando escribo un libro lo que quiero es que lo lea el mayor número de personas posible.

Pero es que además yo no estoy en contra de Amazon. Esto es un gesto: a mí me parece genial que Amazon haga series o venda lámparas. Pero creo que cada cual debe elegir dónde compra en términos de sostenibilidad de un sistema económico y de industria nacional o local. Yo no voy a evangelizar, ni a predicar, ni acusar a nadie.

Lo que particularmente me molesta es cómo Amazon comercia con libros y el modo irresponsable en que lo hace, por ejemplo, eliminando la figura del editor. Esta idea de que puedes autopublicarte es muy naif... Se ha impuesto esta idea de matar al intermediario y yo diría que hay intermediarios muy importantes en la cadena de publicación de un libro.

Los Punsetes: "Los 'talent shows' vendieron el camino rápido hacia la fama, pero son como una hamburguesa del McDonald's"

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No parece casualidad que el artista vietnamita John Pham sea el encargado de ilustrar el sexto álbum de Los Punsetes. Ni que su título, Aniquilación, contraste de forma contundente con los colores pastel y el acabado alucinado de la risografía.

El único libro de Pham publicado en España, titulado J+K  y editado por Fulgencio Pimentel, era en el fondo un divertidísimo retrato generacional que ofrecía una visión bastante pesimista de la realidad de la juventud occidental. El humor y un diseño 'cuqui' escondían un discurso con ingentes dosis de mala baba y críticas a la precariedad, la falta de expectativas vitales y el vacío.

Exactamente lo mismo pasa con Los Punsetes en su nuevo disco: sonidos entre el pop ochentero y el hit de bar y rocola, se mezclan con alma punk, elaborada instrumentación e incluso rodeos de hardcore. Todo amarrado con letras que no por más pegadizas resultan menos ácidas ni perspicaces.

De la universidad al indie español

Cuatro de los cinco integrantes de Los Punsetes se conocieron en la facultad. Eran compañeros en la licenciatura de Comunicación Audiovisual que estudiaban en la Universidad Complutense de Madrid cuando formaron un grupo cuyo nombre era un homenaje evidente al divulgador científico Eduard Punset, fallecido el pasado mes de mayo.

Los Punsetes lanzaron su primera maqueta en 2004 y volvieron a repetir en 2006. Dos trabajos que sumaban un total de doce temas propios con sonidos influenciados por el pop-rock español de los ochenta. Su primer disco, lanzado en 2008, sale editado por su propio sello y con una licencia Creative Commons que permite una descarga gratuita que pronto lo convierte en uno de los debuts más compartidos y populares del momento, escogido entre los mejores del año por diferentes medios especializados y distribuido por Everlasting Records.

Desde entonces, han publicado cinco álbumes, y han pasado a ser una de las formaciones más importantes del indie actual gracias al recorrido de temas que se convierten en prácticamente himnos generacionales como Arsenal de excusas, Opinión de mierda o Tu puto grupo. Y también, por qué no decirlo, al empujón sonoro que les proporcionó la producción de El Guincho –coautor y productor de El mal querer de Rosalía entre otros–. 

Sin embargo, el álbum que lanzan ahora, Aniquilación, es el primero que se producen ellos mismos. "Esa sería la diferencia fundamental", explica a eldiario.es Ariadna Paniagua, voz de Los Punsetes. "No diría que hay una gran desconexión entre lo que hemos hecho antes y lo que estamos haciendo ahora, pero al producirlo nosotros creo que este disco suena más a directo, más orgánico".

Algo que refrenda Luis Fernández, bajista del grupo. "Yo creo que cambia un poco la dinámica. El Guincho en los anteriores estuvo encima de las canciones, los arreglos... esto ha sido más una cosa del grupo", explica. "Creo que suena más a local de ensayo, tiene esa pegada porque hay menos manos metidas".  

"También es la primera vez que lo hacemos del tirón, así que entiendo que eso tiene algo que ver con que suene más parecido a un directo, más natural", puntualiza Luis. Aniquilación se ha grabado, nada menos, que en los estudios del músico asturiano Paco Loco, uno de los grandes de nuestro país en su terreno, que ha trabajado con Nacho Vegas, Enrique Bunbury, Edwin Moses o Hinds, entre muchos otros.

El resultado suena a concierto, desprendido de los ribetes y formalismos más extravagantes –pero interesantes– de El Guincho. Más desnudo, más claro en su propósito y rotundo en su sonido. Pero, de alguna forma, igual de estimulante y contagioso que sus últimos trabajos.

La 'dramedia' de ser músico en nuestro país

Antes de la publicación de Aniquilación el 4 de octubre, la banda lanzó de adelanto algunos de los temas más singulares de su nuevo trabajo. Entre ellos el hit popero Una persona sospechosa o Idiota, un tema más peliagudo en su discurso y más complejo en lo formal.

"Con Una persona sospechosa pasó algo muy raro en nosotros: estuvimos todos de acuerdo en que era un hit y tenía que ser el primer adelanto", afirma Ariadna Paniagua. "Al fin y al cabo somos cinco y nos cuesta mucho ponernos de acuerdo. Tenemos distintas influencias y gustos y el consenso es raro", bromea.

Un tema que reflexiona sobre cómo el error y la metedura de pata es constitutiva de lo humano, y que la imagen impoluta que proyecta la persona en sociedad o en redes suele resultar extrañamente falsa. "Antes la gente era más anónima. Ahora cualquier persona está expuesta, con una foto o un comentario, a que otra a la que no conoces de nada y vive en la otra punta del mundo, te critique o quiera quedar por encima", reflexiona la cantante de la formación. De ahí que uno se cuide de qué imagen proyecta en Instagram, Twitter y demás formas digitales de compartir experiencia vital.

"De todas formas, yo creo que al componerla Manuel [conocido como Anntona, que ejerce de guitarra y compositor] no estaba pensando tanto en las redes sociales como en esa persona del bar que cuando todos se piden una birra, él se pide una tónica", replica Luis Fernández. "Pero es cierto que te lo puedes llevar a donde quieras, porque al final de lo que hablamos es del comportamiento humano", resume.

"En el fondo, es la canción que más claramente cumplía con los canones de estribillo, estrofa, entrada de estribillo...", insiste el bajista. "Por eso con Idiota queríamos lanzar una canción mucho más rara, mucho más oscura. Ese contraste está en el disco".

En este segundo tema, de hecho, el grupo vuelve sobre una estrategia ya conocida entre sus fans: recurrir de forma clara y sin remilgos a la autocrítica y la sátira musical. Hablar mal de ellos mismos como estrategia defensiva ante una industria musical en la que el nepotismo y la lucha de egos forma parte inherente del sistema.

Una idea que también capta perspicazmente su último videoclip, Vas hablando mal de mí, dirigido por Nacho Vigalondo. En él vemos a los integrantes ejerciendo de jurado en un talent show  ficticio en el que, más tarde, ellos mismos serán juzgados por periodistas culturales y críticos como Noel Ceballos o Luis J. Menéndez.

"Los talent shows vendieron el camino rápido hacia la fama en esto de la música", opina el bajista de Los Punsetes. "Pero todo forma parte del mismo circo. Es como las hamburguesas. ¿No? Quiero decir, que un McDonald's es más rápido que hacerte una hamburguesa en tu casa. Pero es obvio que lo que comes no es lo mismo". 

En este sentido, Los Punsetes son muy conscientes de que su marca, sin flagelarse, lleva asociada casi siempre una crítica a sí mismos y a lo que significa ser popular en nuestro ambiente musical. 

"Yo creo que cuando se ejerce la crítica, se debe empezar por uno mismo", sostiene Ariadna Paniagua. "Que tú critiques algo, ya sea una actitud o una postura, no significa que estés exento de la misma. No te libras de ser un idiota o una persona sospechosa", cree la cantante. "Es totalmente necesario desdramatizar el tema de los egos en la música. Nosotros optamos por reírnos de eso y no pasa nada. Pero es que no hay ninguna necesidad de meterse con el otro. No hace falta preguntarse si lo que está haciendo el de enfrente es mejor que lo tuyo. Qué pereza, de verdad".


'diecisiete', una cálida 'road movie' para jóvenes incomprendidos

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Hacía seis años que Daniel Sánchez Arévalo -uno de los nombres propios más destacados del cine español desde que ganase el Goya a Mejor director novel con Azul oscuro casi negro-, no estrenaba un largometraje. Pero eso no significa en absoluto que haya estado inactivo.

El realizador consiguió convertirse en finalista del Premio Planeta en 2015 con La isla de Alice. Acto seguido rodó un cortometraje que adaptaba un pasaje de dicha novela: Queimafobia -Espiga de oro al Mejor cortometraje en el Festival de Valladolid-. Y más tarde hizo dos cortos publicitarios para Gas Natural Fenosa, otro para la Fundación Infantil Ronald McDonald, otro para Danone, otro para Vodafone, y hasta uno para Campofrío -sí, el polémico La tienda del LOL-.

Ahora se ha aliado con Netflix, que le ha producido diecisiete, una road movie emotiva y sencilla sobre dos hermanos que deben aprender a entenderse. Una comedia dramática que, lejos de la abigarrada colección de clichés de La gran familia española, y de los pormenores artificiosos de Primos, se revela como una eficaz reflexión sobre las relaciones afectivas entre hombres con problemas para explicitar sus sentimientos. La película se podrá ver en cines hasta el 18 de octubre, día en el que llegará a Netflix.

Un viaje hacia la historia mínima

"Estos años he tenido tiempo para reflexionar sobre el cine que quiero hacer", cuenta Daniel Sánchez Arévalo en una entrevista concedida a eldiario.es. "Y eso me ha impulsado a intentar perfeccionarme en el arte de contar historias, para hacerlo con menos elementos".

Su nuevo largometraje narra la historia de Héctor -Biel Montoro-, un joven de 17 años interno en un centro de menores, que empieza una terapia de reinserción con unos perros de una protectora. Gracias a uno llamado Oveja, el joven consigue empezar a abrirse a los demás. Pero cuando el can es adoptado y abandona el centro, Héctor decide escaparse para buscarle. Un viaje en el que le acompaña Ismael -fantástico Nacho Sánchez-, su hermano mayor, que lidia con sus propios problemas y vive en una autocaravana.

"Era una historia más sencilla en esencia, en apariencia y en ejecución. Un concepto enfrentado a mis películas anteriores que son mucho más abigarradas con muchos personajes, tramas, acciones en paralelo...", explica el director de diecisiete.

Este reto personal está vinculado de forma indisoluble con el espíritu de road movie que la película defiende a capa y espada -saliendo airoso-. Un género no demasiado frecuentado en nuestro país, pero con exponentes muy relevantes como Hola, ¿Estás sola?, Carreteras secundarias, Airbag o Vivir es fácil con los ojos cerrados.

"Siempre fue un viaje, emocional en este caso. Un viaje al interior de uno mismo, de estos dos hermanos que tienen que aprender a eso: a ser simplemente hermanos", explica el realizador.

Una cuestión de equilibrio y verdad

Héctor, el personaje protagonista interpretado por Biel Montoro, es un joven impulsivo y a la vez reflexivo. Introvertido y a la vez brutalmente sincero. Un chaval con una memoria excepcional y una inteligencia fuera de toda duda, que sin embargo no es capaz de conectar con su alrededor. No encaja en el mundo tal y como lo conocemos. Así de simple y complejo.

"El suyo es el problema de muchos chavales adolescentes que no tienen un diagnóstico, que no hay un papel que describa qué les ocurre exactamente. Solo parecen no encajar", cuenta el director de Primos. "Trabajar eso requirió una parte previa de investigación muy seria. No puedes aspirar a una verdad y meter la pata en esto".

De la misma forma que diecisiete se cuida de no frivolizar con la diversidad funcional, tampoco recurre a la comentario edulcorado ni se asienta en la comedia amable. Se construye a partir de una premisa que arranca en un centro de menores. "Para rodar toda la parte del centro tuve como asesora a una persona que había trabajado en varios, y que me ayudó desde la fase de escritura de guion", comenta.

"Fue muy difícil trabajar el tono para que no fuera demasiado dramático, ni tampoco estigmatizase, y que a su vez no pecase de buenista", explica. "Esto es, para mí, el gran reto de la película: que hubiera un equilibrio. Es lo que más me interesa en las películas, cuando sitúan al espectador en un lugar inclasificable en cuanto a género, que ahora te ríes y ahora no te hace ningún tipo de gracia. Es lo que yo llevo toda mi vida intentando perfeccionar".

Dos hermanos, su abuela, un coche y un perro

Por mucho que con diecisiete Daniel Sánchez Arévalo haya emprendido la senda de la deconstrucción de su propio cine, es inevitable no ver los vasos comunicantes con toda su filmografía.

Su última película cuenta con muchos elementos ya presentes en anteriores trabajos: traumas familiares, animales, vejez, incomunicación... Incluso se permite reconsiderar el discurso sobre la masculinidad tóxica con el que viene jugando desde Azul oscuro casi negro hasta Primos pasando por cortometrajes como Pene.

"Pues mira que quise ser consecuente con la idea de hacer una película sencilla", bromea, "y aún así quitamos peculiaridades a Héctor, por ejemplo. Se cayó del montaje alguna cosa porque de repente sentías que era demasiado, que ya estabas forzando un poquito la máquina".

"Tuvimos que equilibrar el peso dramático desde la presentación de Ismael", explica el director de cine. "El hermano mayor aparece casi a la media hora de película. Pero yo siento que es el protagonista de la historia, porque creo que tiene la pelota en su tejado: tiene que hacerse hacerse cargo de su vida. Aunque en lo aparente, él ayude a su hermano pequeño, Héctor cuida más de Ismael que Ismael de Héctor", explica.

En ese detalle, en ese juego fraternal ante la ausencia de las figuras paternas y maternas, es donde diecisiete encuentra su verdadera voz. Y plantea, con perspicacia e inteligencia emocional, una historia sencilla -que no simple- de reconciliación entre hermanos.

José Luis Garci: "En España no saldrá nada del #MeToo; yo nunca he visto eso en nuestro cine"

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José Luis Garci es uno de los realizadores más importantes de nuestro cine. El primer Oscar a Mejor película de habla no inglesa lleva su nombre grabado -fue en el 83 por la película Volver a empezar-. Una categoría por la que ha sido nominado otras tres veces.

Guionista y escritor, la obra literaria de Garci le sitúa entre los autores que más ha reflexionado y escrito sobre cine en castellano. Suyos son ensayos como Morir de cine, Beber de cine o Querer de cine. También el influyente Noir, o Football Days y otras taquicardias pop.

Ahora, se encuentra promocionando su última película: El crack cero. Precuela de dos largometrajes estrenados en los ochenta y protagonizados por Alfredo Landa en la piel del detective Germán Areta. Un clásico del cine negro español al que ha tardado cuarenta años en volver. Lo ha hecho a petición de Maite Imaz, viuda del actor. "Tienes que hacerlo, José Luis, a Alfredo le hubiera gustado que retomases El crack". Dicho y hecho.

En el 81 dedicó El crack a Dashiell Hammett, en el 83 El crack dos a Raymond Chandler, y ahora esta precuela va dirigida a James M. Cain. ¿Qué significan estos autores para usted?

¡Son la Santísima Trinidad de la novela negra! A Hammett lo leí de niño porque leía relatos suyos en la Biblioteca Oro de la Editorial Molino, que tenía una colección de novelas policíacas. Entonces no existía el término 'novela negra'. ¡Eran policíacos! Ahora lo negro es como un grado de importancia. 

Chandler me gustaba mucho: El largo adiós es una de mis novelas favoritas. Y de Hammett... Es que tiene muchas... pero pienso en La llave de cristal, Cosecha Roja o El halcón maltés. Y Mallahan Cain le he dedicado esta película porque creo que es el autor de la mejor novela noir de la historia que es El cartero siempre llama dos veces.

Los tres tienen una relación estrecha con el audiovisual gracias a múltiples adaptaciones de sus obras. ¿Se interesó por el cine gracias a ellos?

Bueno, bueno. Y no solo audiovisual, ¿eh? Que la radio adaptaba también las novelas. Bogart, por ejemplo, actuaba en El halcón maltés y también hacía una versión de teatro radiado. Escuchabas el 'ñiaaac' de la puerta abriéndose, escuchabas los tiros: '¡pam!, ¡pam!' Y esas adaptaciones las hacían normalmente los mismos actores que hacían las películas. Eran obras de mucho éxito.

Pero sí, los tres eran muy buenos para el cine. Chandler, sin ir más lejos, escribe el guion de Perdición de Billy Wilder y de Extraños en un tren de Hitchcock. Los tres eran estupendos, y novelistas a la altura de Faulkner. 

Ahora que ha mencionado a Hitchcock me viene a la cabeza Daphne Du Maurier, la autora del relato en el que está basada Los pájaros. ¿Ha habido escritoras que le inspirasen también?

Rebeca también es suya. Pero la primera sería Agatha Christie, que es estupenda. El asesinato de Rogelio Ackroyd es una obra maestra y su mejor novela para mí. Y luego está la de Extraños en un tren... la escritora esta...

¿Patricia Highsmith?

¡Patricia Highsmith! Bueno, esta era buenísima. El amigo americano, por ejemplo. Hay una infinidad de mujeres que escribían novela negra, muy buenas además. Pero es un género que no existía prácticamente en el siglo XIX. Es un producto de las ciudades, muy urbano. Surge con el nacimiento de las grandes capitales tanto en Estados Unidos como en Europa.

Me refiero al género policíaco, no al Whodunit de descubrir quién es el asesino. Con los detectives, los policías o los agentes de homicidios. Las mujeres más solitarias del cine y la literatura están en este género. Naturalmente, uno con sus propios códigos y tópicos.

El crack cero se ajusta perfectamente a esos códigos. No tiene nada que ver con el neo-noir, cuya influencia estética está mucho más presente en el cine contemporáneo. ¿Quería hacer una película que no se pareciese a nada del cine negro actual?

No sé. Es que ahora estoy un poco despegado de la actualidad del cine. Hay cosas del neo-noir que son muy buenas. Todo esto que salió a partir de los 60, con Harper, investigador privado, el detective aquel que era Sinatra, La mujer de cemento. Como cualquier género, este cine tiene sus altibajos.

Lo que pasa es que yo me he ido al noir de los 40 y 50, básicamente. Ese cine negro como el que hacía Fritz Lang en América: Perversidad, La mujer del cuadro. También a la fotografía de Milton Krasner y Nicholas Musuraca. Ese blanco y negro, esas atmósferas, sombras y luces...

¿Siempre tuvo claro que si rodaba otra película de El crack sería en blanco y negro?

Siempre, siempre. La concepción fue así. Tenía otra experiencia anterior con el blanco y negro con You're the One, pero era, como digo yo "un blanco y negro de posguerra desengañada", más de la escuela de Gregg Toland. Pero eso no significa que no puedas rodar un noir en color. Mira Vértigo, por ejemplo. Ese San Francisco sin el color, hubiera sido radicalmente distinto.

Si en Vértigo hablamos de San Francisco, en El crack tendríamos que hablar de Madrid. ¿Cómo consiguió captar ese Madrid de los setenta?

Hombre, ¡porque son imágenes que ya había rodado! [Ríe] He utilizado imágenes, todas rodadas por mí de Solos en la madrugadaTiovivo c. 1950, El crack, El crack dos, La herida luminosa... Teníamos la puerta del Hotel Palace tal como era en los setenta.... cosas que ya han desaparecido. Donde ves que había un cine ahora hay un gimnasio o un centro comercial. Todo ha cambiado mucho, ¡antes la Gran Vía tenía 13 cines!

Ahora quedan 3 cines en Gran Vía. En Bravo Murillo también había 9 salas y hoy solo están los Verdi. Quedan unos 30, de los más de 100 que hubo en Madrid. ¿Por qué cree que han desaparecido tantos?

Es un fenómeno sociológico. Antes el cine era casi lo único que había. Hacían programas dobles, era muy barato y ya me dirás. ¡Era el espectáculo de la época! Si hacía frío: te metías en un cine y ya está. Si querías salir con tu chica y besarte, pues hombre, no había otro lugar. ¡Por la calle te ponían multas si  lo hacías!

Pero bueno, luego vino una evolución estupenda y ya hubo más opciones de ocio. Es natural. Hasta llegar a lo que es ahora, que de una sala normal te hacen cuatro chiquititas. Y para verlo en una pantalla diminuta, pues te lo ves en casa en Netflix. El cine es Netflix, es así de simple. 

¿Cree que es un cambio de paradigma natural? Con llegada de Internet la gente puede acceder a todo tipo de contenido audiovisual sin salir de casa.

Pero sobreviven los teatros, que son espectáculos en directo. También los museos, que vas al Prado a ver cuadros increíbles. Lo otro es una mera evolución natural. A principios del siglo XIX el gran acontecimiento era el circo. Y luego, pues se acabó. Con el cine ha pasado lo mismo.

Pues ahora en casa tienes todo. Las series de televisión han sustituido a los programas dobles con los que pasabas la tarde. Ahora ya es 'First Class': tú ves Chernobyl o Downton Abbey y son absolutamente primera división. Ray Donovan, que me gusta mucho. ¡Es una serie negra fantástica!

¿Cree que el cambio en los hábitos de consumo también ha venido acompañado de un cambio en el lenguaje? ¿Le gustaría que su película se viese en la pantalla de un móvil?

Pues hombre, es normal. ¿No? A mí me daría igual. Siempre será mejor que la vean en una pantallita que que no la vean. Y además, las buenas son las que hacen que te saltes la estación. Da igual cómo la veas si la película es realmente buena. Yo creo que hay que ser abierto y estar con todo lo que llegue, siempre que sea bueno.

Si tú tienes insomnio o estas deprimido y te levantas a las 3 de la mañana, te sirves una copa y te pones Fort Apache de John Ford, o un drama bonito como Tú y yo de Leo McCarey. Joder, ¡eso es un invento cojonudo! ¡Antes era impensable! Y no pasa nada. Es como el fútbol: hay quien está suscrito a la Champions o la Liga, y hay quien va al campo a ver el partido. Y con el cine pasa lo mismo: siempre habrá quien vaya al cine, pero evidentemente lo hará menos gente.

Hay cineastas cuya concepción de la puesta en escena, del montaje y del rodaje ha cambiado por, digamos, hacer su trabajo más adaptable a distintas plataformas. Campanella, por ejemplo, contaba que se ponía de los nervios cuando veía a alguien viendo Lawrence de Arabia en un móvil

Sin duda han cambiado las formas de rodar. Pero, ¿sabes? A mí todo esto me ha pillado ya mayor. Yo no sabría hacerlo. Eso de rodar con drones, con cabezas calientes [dispositivo de grabación] de 10 metros, helicóptero con cámaras... Yo utilizo el único lenguaje que sé. Es como si ahora me pusiera tatuajes o me dejara rastas. Parecería raro, ¿no? Pues eso. Yo estoy acostumbrado a una manera clásica de contar las cosas con fundidos a negro, encadenados lógicos...

¿Ha cambiado tanto la forma de hacer como la forma de ver cine?

Es un cambio social muy grande, pero no nos engañemos: era mejor verlo cuando era un acto social. No es lo mismo tú solo en casa que mil personas riendo en Con faldas y a lo loco, o gritando con Psicosis. ¡Hasta era complicado sacar entradas porque se agotaban enseguida! Y ahí tenías que acudir a los de la reventa. ¡Esos eran los que más sabían de cine! Si te decían que tal o cual película iba a durar tres semanas, tres semanas que estaba. Sabían más que André Bazin y toda esta gente.

En Qué es el cine, Bazin decía que el cine alcanzaba su plenitud al "ser el arte de lo real". Sin embargo hoy son los grandes blockbusters, que poco tienen que ver con la realidad, los que mayor diálogo social generan. Los Vengadores o ahora Joker, por ejemplo.

¡Pero es que estas películas son los clásicos de nuestro tiempo! Por ejemplo, El caballero oscuro a mí me parece que es una obra maestra, una de las trilogías más grandes de la historia del cine junto a la trilogía de la caballería de Ford, la del Padrino o la del Doctor Mabuse de Fritz Lang. El cine espectacular no es menos cine que otro. Lo que decía Bazin era producto de su época y era contradictorio, como todos. Piensa por ejemplo en la gente de Cahiers du Cinéma, que terminaron haciendo el cine que criticaban cuando eran jóvenes, como Truffaut.

Con el tiempo te das cuenta de que no existe un cine moderno, antiguo, más joven, provocativo, comprometido... lo que hay es cine bueno y cine que no lo es. Cine que entretiene y cine que no entretiene. Como decía Capra: "El primer mandamiento de todo cineasta es: 'No aburrirás'".

Hablando de blockbuster, el otro día Scorsese afirmaba que el cine de superhéroes no es cine de verdad.

¡Hasta que él haga una película de superhéroes! [Ríe] Nunca puedes decir eso, porque al final... mira lo de Nolan, por ejemplo, que tiene una categoría excepcional. ¿Eso no es cine? A mí me lo parece y del bueno.

Cuando uno asiste a estos debates, es fácil que piense que el cine lleva debatiendo sobre qué es cine y qué no es cine desde que se inventó. 

Los superhéroes son cine como cualquier cosa. Tú tienes una pantalla y decides qué cabe en esa pantalla. Si lo que cabe es una historia, pues estás haciendo un cine narrativo. Si lo que quieres es grabar la realidad, estás haciendo un cine documental. Hay muchos tipos de cine y cada espectador va al encuentro del que más le guste.

Hay gente que prefiere un cine más comprometido, por ejemplo. Cine con una idea social. Ese cine político suele ser el más aburrido para mí. Yo no estoy en posesión de ninguna verdad, pero prefiero una peli de Hitchcock o de Billy Wilder.

¿Reniega del cine social?

No reniego. Pero no he pensado nunca en hacer un cine con mensaje, ni siquiera con un reclamo. No me veo. Me parece un poco raro. Trato de contar una historia y que la gente se lo pase bien. Pero a estas alturas ni estoy entre mis directores preferidos, ni sé muy bien lo que hago.

Nunca he sido un buen crítico de mis películas. Al contrario, creo que nunca las he valorado. Pero sí soy un buen tipo para hablar de John Ford, Griffith, Stroheim, Lubitsch, Chaplin... Podría hablarte horas y días de ellos, pero me encuentro incómodo tratando de explicar lo que yo he querido hacer porque realmente nunca sabes muy bien lo que quieres hacer.

Dice que no es un buen crítico de su cine pero se ha dedicado a la crítica cinematográfica durante años. ¿Cómo es su relación con ella?

¡Ni ha existido tal relación! Porque he sido crítico. En el año 63 publiqué mi primera crítica, un oficio que practiqué mucho tiempo. Entonces eran todas críticas copiadas, porque en esa época todos copiábamos a Cahiers. El francés del bachillerato te servía para copiar al castellano lo que decían ellos.

Pero cuando estrené mi tercera película [La verdes praderas, 1979], mi buen amigo que en paz descanse, Alfredo Landa, ya me advirtió. Me dijo: "No leas nunca una crítica sobre tu trabajo que te ponga mal, porque solo te vas a enfadar. Y, ¿de qué sirve eso?". Y mira, desde entonces he seguido su consejo a rajatabla. No digo que los que me critican no tengan razón, pero entre tú y yo: el buen crítico de cine -y te lo digo yo que no lo he sido-, es el que descubre algo en la película que el propio director no sabía que estaba.

En el fondo, puede que siempre haya ido un poco por libre en todo. Las últimas películas que he visto no me han gustado. La de Tarantino le ha encantado a la crítica pero a mí me ha aburrido.

¿No le ha gustado Érase una vez en Hollywood?

Mira, Jackie Brown o las dos Kill Bill son obras maestras, pero aquí ha querido hacer un 'obras completas', un Ocho y medio de Fellini a su estilo. Y eso es muy difícil. Me parece que la mezcla con la historia de Sharon Tate no funciona. Ya verás como no le va tan bien en premios como otras.

Román Gubern decía en 2009 que en 20 años nadie hablaría de Tarantino. Y aquí estamos, diez años después, hablando de su cine.

Pues en este caso se equivocó. Solo que esto de ahora no me interesa. Django me encantó, pero en esta se le ve que va muy de 'autor' y no le funciona. ¡Mira cómo Woody Allen no se calienta la cabeza! ¿De qué va la nueva? Pues de una chica, un chico, llueve y están en Nueva York. ¡Puro Woody Allen!

La que menciona fue una película controvertida y no se estrenó el año pasado ante la polémica por las acusaciones de Dylan Farrow, que volvió a denunciar que había sufrido abusos sexuales. ¿Qué opinión le merece este debate?

No lo sé. Mira, hoy he pasado por delante de la casa donde nació Plácido Domingo. Allí en la calle Ibiza. Y he pensado: "Igual quitan la placa aquella que pusieron en su honor". Ahora, con estos temas, no se sabe.

Lo que no se puede establecer es... yo no dudo que a lo mejor alguien de estos le dijera algo a una chica, pero el mundo de hace 50 años no es el mundo de ahora. Ha cambiado a mejor. En la película incluyo una escena en la que un hombre maltrata a su mujer en un bar y nadie dice nada. ¿Por qué? Porque en el 75 eso pasaba y ahora no. Y joder, eso es un avance porque ahora por lo menos meten en la cárcel a todos estos.

A Plácido Domingo le acusaron 11 mujeres.

Hace 50 años el mundo funcionaba de otra forma. Y si a Plácido Domingo o a quien fuese, le gustaba una chica, intentaba ligársela. Nunca se habla de las mujeres que por ascender posiciones intentaban acostarse con directores o productores, aunque también existía eso.

Yo no he visto nada de eso en el cine español en todos los años que llevo en esto. Ni de guionista, ni de director, ni productor. Nunca he visto ni un mal rollo, ni nadie que haya tenido que llamar la atención a nadie en un rodaje. Jamás. Y eso habla muy bien del cine español. Nunca he visto eso. Lo que pasa es que Harvey Weinstein era un personaje... Lo curioso es que todos lo sabían.

Tarantino, sin ir más lejos, sabía lo que pasaba con Weinstein. Y se calló. Luego dijo que debería haber hecho más

¡Tarantino lo sabía y lo sabían todos! Hombre, claro que lo sabían. Todo el mundo sabía que Luis Mayer, el presidente de Metro-Goldwyn-Mayer, era un salido peligroso. Lo intentaba con todas las secretarias, las actrices... Pero no le decían nada. Ahora sí se dice, pero no empecemos a condenar a todo el mundo. Porque en el caso de Woody Allen es complicado. Mia Farrow se casó con Sinatra, que era 30 años mayor, cuando tenía 19. Y Woody Allen sí, se casó con su hija adoptiva, pero llevan ya veintitantos años juntos sin ningún problema. 

Una campaña de estas es imparable. Lo de Plácido Domingo es raro porque tantos años después sale una denuncia conjunta con tantas mujeres... ¡Joder! ¡Pues se han puesto de acuerdo! No sé. Yo lo del #MeToo no lo termino de entender. Tampoco muchas actrices francesas como Catherine Deneuve, que dicen que no podemos culpar ahora a todo el mundo. Aquí en España es fantástico, en este sentido, porque no ha habido nada de eso. Ni saldrá nada, porque aquí ha habido respeto a la mujer siempre.

La estirpe de Brueghel el Viejo: la gran familia del 'segundo Bosco' que revolucionó el arte flamenco

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En 1567, dos años antes de su muerte, Pieter Brueghel el Viejo fue descrito por primera vez como 'el segundo Bosco'. El sambenito se lo colgó el comerciante florentino Ludovico Guicciardini en un escrito tan influyente que llega hasta nuestros días. Y lo cierto es que, durante años, este pintor flamenco se sirvió del imaginario de quien pintase El jardín de las delicias para cultivar su arte.

Sin embargo, más allá de la sombra de El Bosco, Pieter Brueghel el Viejo fue uno de los más grandes artistas del XVI, exponente imprescindible de la pintura flamenca. Es más, fue el patriarca de una estirpe de artistas que cambiaría, por siempre, la historia del arte.

Brueghel el Viejo tuvo tres hijos, dos de los cuales -los varones- se dedicaron a la pintura. Uno de ellos tendría otros siete sucesores, el primogénito se hizo pintor. Al otro le sobrevivió un vástago que también se dedicó al arte bajo el auspicio de Rubens. Y este fue, a su vez, padre de once criaturas más, de las cuales cuatro se dedicarían también a la pintura.

Todo un linaje de artistas responsables de una ingente obra de la cual se puede ver un centenar de excelentes ejemplos en Brueghel: Maravillas del arte flamenco. Una exposición que acaba de abrir sus puertas y que se podrá visitar hasta el 12 de abril en el Palacio de Gaviria del centro de Madrid.

Pieter Brueghel el Joven: el primero de su nombre

Son escasos los documentos de archivo concernientes a la vida de Pieter Brueghel el Joven, el primer hijo de Mayken Coecke y Pieter Brueghel el Viejo-la originalidad en los apodos no era lo suyo, aunque también se le conoció como Pieter II-. Se sabe que nació en Bruselas en 1564 y que se formó en la Guilda de San Lucas, prestigioso gremio de pintores presente en ciudades como Amberes, Delft o Amsterdam y por el que pasarían personajes como Rembrandt o Vermeer.

Sin embargo, no sería osado afirmar que hoy conocemos la obra del 'segundo Bosco', gracias a la labor de este primogénito esforzado. Según Klaus Ertz, historiador del arte alemán especialista del linaje Brueghel, "su fama se debió en gran medida a las copias elaboradas por su hijo, Pieter el Joven".

Así lo afirma en un artículo que forma parte de los textos académicos del catálogo de Brueghel: Maravillas del arte flamenco, editado por Arthemisia Books. Según el especialista, el hijo mayor se esforzó en imitar el estilo de su padre, que se volvió popular entre la burguesía flamenca de principios de 1600. Fue el responsable de la mayor parte de adaptaciones tradicionales de las composiciones de su padre.

"Si el padre era el visionario y el moralista, su hijo fue el cronista de su época", escribe Ertz. "Es crítico, pero sin ser evidente, como su padre, sin ser moralizante. El hijo es un narrador de los más ínfimos detalles y representa a la gente tal y como es".

En la exposición del Palacio de Gaviria podemos observar, eso sí, algunas obras que muestran su excepcional oficio. La trampa de los pájaros, estampa invernal de increíble composición, sería un buen ejemplo de sus capacidades para divulgar el estilo de su padre, que contaba con bocetos de esta.

También lo serían obras como Paisaje de colinas con campesinos en un camino rural. De su habilidad para volar sin las ataduras de su padre, también encontramos varias obras tales como la que abre este artículo Baile de boda campesina al aire libre, la moralista Las siete obras de la misericordia o la comedida pero maravillosa Un gaitero y un caminante en una aldea.

Jan Brueghel el Viejo: el genio de la familia

La obra de Pieter II popularizó el estilo del padre y proporcionó un nombre a la familia de artistas, más preocupado por el legado del apellido que por su carrera particular. Por eso, tal vez, "nunca gozó de tanto éxito económico como su hermano Jan I".

Jan Brueghel el Viejo -también conocido como Jan I- era cuatro años menor que su prójimo, pero su carrera gozó de mejor fortuna. Recibió formación desde muy pequeño, cuando vivía en Amberes y su abuela -la miniaturista Mayken Verhulst Bessemers- le enseñaba los fundamentos del dibujo.

A los 21 años viajó a Italia, donde se empapó de determinadas corrientes del arte europeo, conoció a artistas e hizo amistades que le situarían entre los ambientes en los que debía triunfar en Roma, Nápoles y Milán. Estaba en el sitio adecuado en el momento preciso.

"El mayor logro de Jan I en la pintura del siglo XVI es el pausado cambio que ejerció de un siglo al siguiente, de lo viejo a lo nuevo", explica Kertz. No renegó del apellido pues también se dedicó a copiar durante años a su padre así como se preocupó por preservar su legado. Sin embargo, su idoneidad y su técnica le proporcionaron la fama que nunca tuvo su hermano mayor.

Destacó en el paisajismo, el relato de época, la temática bíblica y en su excepcional trazo para las naturalezas muertas. En la exposición Brueghel: Maravillas del arte flamenco se pueden observar diversas expresiones de su arte que van desde los paisajes con carácter espiritual como San Jerónimo en la naturaleza o Descanso en la huida a Egipto, hasta su visión de lo cotidiano de Vista de la ciudad costera con un puente o Viajeros con coches en una carretera de campo.

Jan Brueghel el joven, el heredero del trono

Antes de su fallecimiento, Jan I había establecido una fructífera amistad con Rubens -uno de los más grandes pintores barrocos de la historia-. Este se convirtió en albacea del patrimonio de su amigo a su fallecimiento, víctima de cólera, en 1625. El genio tuvo, no obstante, dos hijos con su primer matrimonio: Pascasia Brueghel y Jan Brueghel el Joven -conocido como Jan II-. Ella no se pudo dedicar a la pintura. Él, sin embargo, llegaría más lejos aún que sus antecesores.

"La popularidad del 'estilo Brueghel' alcanzó su máximo apogeo después de la muerte de su padre, y Jan II cosechó un enorme éxito vendiendo los cuadros que este había dejado, completando aquellos que estaban sin terminar y creando nuevas obras con su estilo", explica el historiador del arte Klaus Ertz.

Nació en 1601 y se inició en el taller de su padre cuando aún no levantaba mucho más de cuatro palmos y contaba con diez años. Pronto se marchó a Italia, como hizo su padre, y no volvió a Amberes hasta que este falleció. Entonces se hizo cargo de su estudio, se unió a la Guilda de San Lucas -como su tío-, se casó y tuvo once hijos. Once.

"Sus mejores obras son extensos paisajes", afirma Kertz. No obstante, "a pesar de que empleaba los mismos vivos colores puros, Jan II nunca llegó a igualar la destreza de su padre. Allí donde la obra de Jan I tiene una clara y coherente interconexión [...], los cuadros de Jan II parece que son menos densos".

Abraham, Philips, Ferdinand y Ambrosio: los Stark del arte flamenco

Sin embargo, el talento de Jan II poco o nada afectó a su extensa y su fulgurante carrera. De hecho, consiguió que su progenie defendiese y ampliase durante años el poder del 'estilo Brueghel'.

De los once retoños de Jan II, cuatro -de nuevo todos varones- se conviertieron en pintores profesionales. El mayor de estos -que también fue bautizado como Jan Pieter Brueghel-, se especializó en pinturas florales.

Su hermano, Abraham Brueghel fue además un célebre paisajista y pintor de de naturalezas muertas. A ambos les intentaron seguir la pista Philips Brueghel, grabador profesional y maestro del gremio de San Lucas, y Ferdinand Brueghel -el menor y del que menos se sabe-.

Y por si la historia del linaje no fuera suficientemente complicada, Jan II también tuvo hermanastros y hermanastras. Del segundo matrimonio de Jan I con Catharina Van Marienberghe nacieron cuatro hijos. Solo el varón -de nuevo- se dedicó a la pintura: Ambrosio Brueghel, especializado en paisajes y naturalezas muertas.

De todos y cada uno se pueden ver muestras en Brueghel: Maravillas del arte flamenco. Una exposición que aúna didactismo y ambición. Una aproximación a uno de los linajes más brillantes e influyentes de la historia del arte.

Cristina Fallarás: "Es brutal que cueste tanto narrar la violencia machista y siempre haya un macho que te diga 'no puede ser"

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El jueves 26 de abril de 2018, a mediodía, se hace pública la sentencia de 'la manada'. La justicia considera que no hubo violación. La Audiencia de Navarra condena a nueve años de prisión a los cinco acusados por un delito continuado de abuso sexual. Al tiempo que les absuelve del delito de agresión sexual que pedía la Fiscalía y la acusación.

Ese mismo día, horas después, miles de personas se concentran frente al Ministerio de Justicia en Madrid contra la sentencia. Al mismo tiempo, lejos de allí, en su cuenta personal de Twitter la periodista, escritora y activista Cristina Fallarás publica un post con un hashtag: #Cuéntalo. Una acción que anima a las mujeres a narrar las violencias y agresiones machistas que hubieran sufrido. 

Todo empieza como un acto de denuncia y protesta. Con la intención de visibilizar la violencia continuada que sufre la mujer, pero también con la de animar a quienes la sufren a contarlo. El hashtag se convierte en todo un movimiento global y a lo largo de unas semanas tres millones de mujeres de todo el mundo se unen a #Cuéntalo para narrar sus experiencias.

En su último libro, Ahora contamos nosotras, Cristina Fallarás reevalúa lo que significó el movimiento #Cuéntalo en la construcción de una memoria colectiva sobre la violencia. Y reflexiona sobre la importancia de hacer público el dolor, desde la primera persona, para tejer un relato a muchas voces sobre cómo opera la violencia machista en primer término y el silencio posterior en última instancia.

Antes que un ensayo, #Cuéntalo fue un movimiento de protesta en redes. ¿Cómo se convierte aquel hashtag en este libro?

Cuando sacamos #Cuéntalo, en 2018, alguna gente del mundo editorial se puso en contacto para que publicara los testimonios, como para hacer una especie de antología de tuits. Por supuesto me negué, porque son relatos de otra gente y aunque sean públicos lo último que quiero es que alguien se lucre de eso. Me parecía de una frivolidad imperdonable.

Lo que sí ocurrió fue que me llamaron de un montón de sitios para hablar del proyecto #Cuéntalo, y empecé a acudir a ciclos de universidad y dar charlas. Y a medida que iba hablando de esto me daba cuenta de que todo se articulaba mediante un discurso muy cerrado. Ese discurso sobre la violencia es en lo que acaba el libro.

¿Por eso decide narrar hechos concretos en lugar de teorizar sobre la violencia machista?

Es que no es lo mismo hacer una teoría abstracta… de hecho creo que este libro es un libro contra la abstracción. Contra abstracción como modelo narrativo, porque apuesta por el testimonio. Hay un momento en el libro en el que digo que en España nos manejamos por abstracciones para contarnos lo que somos.

La Transición es una abstracción, la Prima de riesgo es una abstracción, la Memoria Histórica es una abstracción, la violencia de género es una abstracción. Son conceptos que cualquiera podría usar porque están vacíos de testimonios.

En ese sentido, también explica cómo funciona el mecanismo de identificación gracias el testimonio. ¿Es posible que sin la identificación se construyan relatos colectivos?

No, porque no es lo mismo decir: "Soy Cristina y estoy en contra de la violencia machista", que es algo que podría decir la reina de Inglaterra, que decir "soy Cristina Fallarás y a mí me pusieron una polla contra la ventanilla del coche cuando tenía ocho años".

Cuando cuentas las cosas en estos términos, las mujeres de repente entienden que pueden contarlo. Que si yo lo cuento ellas también pueden. Creas mecanismos de identificación que crean cadenas de testimonios.

Fíjate que una de las frases más usadas durante #Cuéntalo fue: "yo no sabía que eso era una agresión". También "yo no sabía que esto era violación", algo que decían sobre todo mujeres casadas respecto a sus maridos.

Cuenta en el libro que a los 18 vio como un hombre se masturbaba delante de usted en el tren. Y en 2003 que un diputado le envió una 'fotopolla'.

¿Se llaman así? ¿Fotopollas? Ay, me encanta al palabra. Lo voy a usar. No sabía que era algo tan popular. Que conste que cuando el diputado me mandó la foto de su polla era algo sencillamente inimaginable. Sobre todo porque prácticamente ningún móvil tenía cámara y era bastante difícil hacer eso.

¿Fue complicado poner palabras a esos recuerdos? No es la primera vez que utiliza experiencias individuales para denunciar injusticias colectivas.

Me dedico a narrarme desde hace mucho tiempo. En A la puta calle narré mi desahucio. Y fue muy difícil porque era un libro entero contando cosas que eran muy feas de contar y que además no me dejaban en muy buen lugar.

Lo sexual es dar un paso más, porque cuando narras lo sexual interviene un pudor muy castigado por la sociedad. Me costó mucho explicarme a mí misma que estaba temiendo ese castigo de la sociedad.

He narrado mi desahucio, cuando me despidieron embarazada, he escrito sobre mi familia… tengo una narrativa testimonial propia. Pero lo sexual suponía un plus porque detrás suele esconderse un castigo social. De ahí que sea tan importante contarlo.

¿#Cuéntalo se puede entender como nuestro propio #MeToo? ¿O el mecanismo de identificación no operaba igual en el segundo caso porque eran estrellas de cine? 

Es cierto que #Cuéntalo se parece al #MeToo. Pero a mí me parecía que el #MeToo tenía un problema, y que es que era aspiracional. El mecanismo de identificación era vertical. Me explico: si Scarlett Johansson dice 'mi abuelo me metía el dedo en el culo', hay 100.000 niñas que podrían decir #MeToo. Pero tal vez no lo dirían porque les haya pasado, sino porque comparten la denuncia y quieren parecerse a Scarlett. Media una cuestión aspiracional.

Mi obsesión con #Cuéntalo fue que fuese horizontal. ¿Cómo se consigue eso? No interviniendo. Es decir, podría haber llamado a amigas, a gente famosa para que lo difundiesen. Pero no lo hice porque quería aupar a las mujeres y chicas que hablaban y contaban su dolor. La respuesta fue tremenda.

En el libro utiliza como ejemplo el manifiesto de las periodistas francesas contra el sexismo, publicado en 2015. ¿Por qué no ha ocurrido algo parecido en España? El otro día Garci afirmaba que en España no iba a surgir un #MeToo porque él no había visto nunca 'nada de eso'.

Bueno, lo dice Garci, lo dice Saura… Aquí no ha pasado nada por la misma razón por la que en Europa recibimos con aplausos a Placido Domingo, mientras que en Estados Unidos se cancelan sus óperas y él corre con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho. Estamos muy verde en estos temas. Especialmente en España. Pero las cosas van paso a paso. Las mujeres que participaron en #Cuéntalo, ahora ya han narrado su dolor.

Es tan doloroso reconocer y contar públicamente una agresión… recuerdo cuando Paula Sainz-Pardo lo hizo en La 2 Noticias. Cómo le temblaba la voz, el cuerpo... contar algo así te conmociona. Pero si es difícil explicarlo públicamente, más lo es contar quienes eran las personas que te hicieron sufrir.

Pero sucederá. Señalaremos con nombres y apellidos a los agresores sexuales, aunque sea en el futuro. Parece que primero se tiene que asentar esto. Es tan nuevo y tan duro que contemos la violencia que recibimos… Ahora ya hemos dado ese paso.

En ese sentido, ¿como de importante es sentirse arropada? Es decir, una persona que ha sufrido violencia machista puede identificar cómo y cuándo la ha sufrido si escucha casos parecidos al suyo. ¿Cómo de importante es colectivizar ese relato?

Lo importante es no impedirlo. Es decir, cuando arranca #Cuéntalo, la cantidad de mujeres que responde casi inmediatamente es incontable. Son cientos de miles, y hablamos de tuits en castellano. ¡En diez días llegamos a tres millones de testimonios! Relatos personales que… que salen todos a la vez. No es una cadena y de una voz sale otra y otra, poco a poco. No: se abre una puerta y sale un torrente. En este caso, por supuesto, la colectividad ayuda y anima a contar un hecho doloroso. Pero no solo eso, también evidencia que hacía falta abrir un canal.

En Ahora contamos nosotras describe justo eso: "Para contar algo, se necesitan los medios y los canales donde hacerlo". ¿Hay algún tipo de ayuda institucional que pueda permitir que las mujeres cuenten las agresiones sexuales que han vivido, para identificarlas e impedirlas?

No. De hecho, yo le ofrecí #Cuéntalo al Gobierno y lo rechazó. Todos los datos de #Cuéntalo están recogidos en un archivo de la Red Española de Supercomputación. Eso está compilado, tipificado y clasificado. Si el Gobierno hubiera amparado este proyecto se podría haber abierto un canal que no existe. Es evidente que no lo quisieron.

Pero no solo eso: si analizas la radiografía de la violencia contra la mujer que suele hacerse en este país, casi todo parte de los datos del Consejo General del Poder Judicial [CGPJ en adelante] y de la Policía. Que son, como sabes, organismos conocidos por su perspectiva feminista. Aunque en realidad no importa. Lo preocupante es que si manejas sus datos, manejas información no fiable porque su radiografía de la violencia no se responde con la realidad.

Me explico. Cuando hablan de violación, por ejemplo, afirman que un 75% de los violadores no conocían a sus víctimas. Es un porcentaje altísimo, pero es falso. La mayoría de las violaciones se producen en entornos familiares y en círculos cercanos. Si te viola tu padre, tu madre o tu tío, no lo cuentas. Todas esas personas no van al CGPJ a decir: 'oye, que me ha violado mi padre'. Entonces, ¿Qué pasa con su dolor?

La diferencia con respecto a lo que propone #Cuéntalo es decidir si le damos voz a las instituciones o a las mujeres. Es decir, que la narración de la violencia contra las mujeres la hagan las propias mujeres.

Lo más preocupante es que sobre los datos del CGPJ se legisla. Estamos construyendo una legislación contra la violencia machista basada en los datos del patriarcado. No estamos contando con los testimonios de las mujeres. ¿Dónde quedan todas esas mujeres fuera de los datos? ¿Cómo te atreves a legislar sin ellas?

En Ahora contamos nosotras hace un alegato a favor de que las mujeres narren sus historias, para que la Historia -con mayúscula-, no se escriban contra ellas. Más allá de la violencia machista, ¿Qué otros silencios cree que perviven en nuestro país?

Hay sectores cuyos relatos siempre han sido tapados. La semana pasada, la vicepresidenta del Gobierno en funciones Carmen Calvo dijo que en la Transición no había habido violencia. ¡Y se quedó más ancha que larga!

Hay dos silencios que me parecen flagrantes cuando hablamos de España: uno es la represión, tortura y asesinato durante la Transición. Algo que no hemos narrado, pues seguimos llamando Modélica a nuestra Transición, cuando fue sangrienta. Si todos los torturados, los asesinados, los familiares de asesinados... si todos ellos y ellas hubieran contado lo que sufrieron durante aquellos años, esta señora no podría haber dicho la barbaridad inmoral que dijo. Y en eso también los medios de comunicación tenemos una responsabilidad. Hemos obviado gran parte de las historias de este país, soterradas. 

Y el otro silencio es la pobreza. Hubo un momento en España que se dejó de hablar de pobres. Mira los desahucios, por ejemplo. En 2018 se produjeron casi 60.000 desahucios, lo que significa que se producen varios cada maldita hora. ¡Centenares a la semana! Un buen día viene a OCDE y suelta: en España hay doce millones de pobres. ¡Hostia! ¿Alguien habla de esos doce millones de personas? ¿Alguien está contando sus historias?

Aquí, en cambio, se usan abstracciones. Se habla de 'Prima de Riesgo' o de 'desaceleración' en lugar de contar cómo una persona con sus nombres y apellidos no puede pagarse unos zapatos, duerme en el portal de un banco o lleva cinco años alimentándose de patatas. Sin testimonios no existe relato. Y sin eso, no tenemos ninguna memoria colectiva mediante la cual enfrentarnos al poder y combatir injusticias.

Ahora parece que tenemos los medios para combatir ese silencio. Tenemos redes sociales con las que podemos comunicar y contar realidades sin ningún filtro. Pero también opera el miedo y la autocensura por eso mismo: al ser testimonios públicos cualquier desconocido puede deslegitimar tu relato. 

Yo pienso en dejar Twitter prácticamente a diario. Recibo tal cantidad de insultos y amenazas diarias que se me hace muy desagradable entrar, lo digo de verdad. A veces son amenazas realmente graves.

¿Por sabes qué? Cada día me contesto: no. No voy a abandonar la red porque es un arma, es una herramienta muy útil para el activismo. El activismo político está muy poco valorado pero es imprescindible porque no participa de un partido político. Y es beligerante contra algo que considera injusto y opresor. Twitter es útil para el activismo.

El activismo genera espacios de representación y de identificación. Espacios simbólicos. ¿Y qué es un hashtag? Un espacio. Y cuando yo abro #Cuéntalo, de repente se crea una gran habitación donde entran aquellas personas que se identifican con el resto. Es una habitación del dolor, pero también sana. Es un ejercicio de activismo político, social y feminista. Eso es lo que me interesa de las redes.

Esas amenazas, ¿es crueldad o es insconciencia de lo que significan las redes? Pienso por ejemplo en el caso del hombre que amenazó con prender fuego a Paula Vázquez en redes, y luego en Salvados confesó que nunca le diría nada así a la cara.

No, no es inconsciencia: es crueldad. Es un ejercicio de crueldad que no harías delante de personas reales. Un acto en el que median la impunidad y la soledad. Marcel·lí Antúnez hizo un experimento en el que tú podías hacerle daño y él no te hacía nada. Y la gente disfrutaba maltratándole. Hay multitud de experimentos antropológicos sobre esto, pero sí hay una pulsión de crueldad que la impunidad y el anonimato de las redes alientan. Por supuesto.

Podría decirse que es desconocimiento, pero yo creo que se ejerce un tipo de violencia concreta cuando se deslegitima y se insulta a alguien que está contando algo personal. Tanto Garci como Saura ejercen un tipo de violencia contra la mujer. Uno, negando las agresiones y otro, calificando el feminismo como 'odio'. Si el feminismo es una lucha por la igualdad de hombres y mujeres, y además una lucha por un derecho humano, calificarlo como 'odio' es una agresión. Si un judío dijera 'mi padre murió en un campo de concentración' y alguien le contestase: 'no puede ser', sería violento, ¿no? Pues es lo mismo.

Las mujeres que hemos sufrido violencia sabemos cómo va esa violencia. El hecho de que cueste tanto contar tu historia y siempre haya un macho que te diga 'no puede ser' es brutal.

'Retrato de una mujer en llamas', sugestivo romance lésbico entre lienzos y partituras de Vivaldi

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De forma consciente o inconsciente, el cine de Céline Sciamma parece conducir a Retrato de una mujer en llamas. La guionista y directora francesa se ha especializado en un cine que capta de forma muy singular el sentir y el pulso de las relaciones afectivas y sexuales entre mujeres del siglo XXI. 

Lirios de agua, su debut en 2007, narraba el despertar carnal de una adolescente, fascinada por la capitana de su equipo de natación. Un título filmado con extraordinaria sensibilidad, cuyos motivos más tarde exploraría con mayor libertad en Girlhood, vibrante drama adolescente sobre la sororidad. Su mejor película hasta la fecha, la maravillosa Tomboy, dejaba atrás las tribulaciones teen para mirar hacia la infancia de una niña de 10 años que se hacía pasar por un chico de su edad.

Ahora, tras haber reflexionado sobre las edades de la mujer, aborda un despertar más adulto, más sereno y más apasionado. Retrato de una mujer en llamas es un brillante y emotivo drama romántico ambientado en el Siglo XVIII.

El romance como un misterio

En la Francia de 1770, Marianne -Noémie Merlant- es una pintora hábil y competente que trabaja en el taller de su padre, un artista de prestigio en París. Un día recibe un extraño encargo: deberá realizar el retrato de una joven llamada Héloïse -Adèle Haenel-.

Ocurre que la obra está pensada para ser el presente de bodas del futuro marido de la retratada. Pero Héloïse se opone fervientemente a su matrimonio pactado, así que la obra deberá ser pintada en secreto y a sus espaldas. Marianne decide hacerse pasar por una cuidadora y así acompañar a Héloïse en sus paseos, mientras estudia su rostro, sus movimientos y sus formas en silencio.

Como la protagonista, el espectador asiste a Retrato de una mujer en llamas como quien se aproxima a hablar con un desconocido: desde una distancia prudencial, desde la reserva y el pudor. Para ir descubriendo junto a la mirada de la pintora, la personalidad y la fisicidad de una mujer que es un interrogante en sí mismo.

Céline Sciamma plantea su cuarto largometraje como una aproximación muy pero que muy particular a la narrativa del folletín de misterio. Solo que aquí la incógnita es una mujer. Y descubrir qué siente y padece es la tarea de una detective, Marianne, que además resulta ser en el fondo una creadora -como la misma Sciamma-.

La doble pirueta se convierte, mediante un desarrollo inteligentemente planeado, en un camino hacia el autodescubrimiento de dos mujeres atrapadas en un siglo y una sociedad -la Francia del XVIII-, que solo las deja ser eso: reflejos inertes y mudos de lo que son. Retratos en paredes.

El último largometraje de Sciamma, así, se descubre como un maravilloso ejercicio no solo de reescritura del drama romántico de época, sino también del relato social. Una bella y emotiva aproximación al afecto y el deseo con un ánimo crítico y en clave lésbica.

"No es alegre pero está viva"

Sin embargo, Sciamma no se queda en las posibles lecturas que su historia suscita. También goza de un elegante control de las formas, los medios con los que construye su relato. De tal forma que su Retrato de una mujer en llamas se puede convertir, si uno se presta, en un tiovivo referencial que reflexiona sobre la naturaleza del conflicto entre autor y obra.

En cierto sentido Marianne no solo se enamora de Héloïse. También de la idea de la mujer que imagina para justificar a la que está pintando. Una realizada a espaldas de ella, con nocturnidad y alevosía. Es decir, que está enamorándose de su obra.

El arte, en todas sus formas -las del XVIII-, tiene una presencia omnipresente en Retrato de una mujer en llamas. Y establece un diálogo constante con todos sus personajes, a los que nutre, libera, castiga y encumbra.

La hermana de Héloïse, por ejemplo, falleció tras caerse por un acantilado cercano a su hogar. La joven dedicaba su tiempo libre a bordar tejidos con motivos florales. Y desde su deceso, nadie en su hogar ha vuelto a retomar la actividad. Hasta que una discreta ama de llaves, con quien Héloïse entablará una curiosa amistad, empezará a bordar de nuevo. Reflejo de una herida familiar que se va cerrando, al tiempo que se tejen nuevas relaciones de complicidad entre mujeres.

De la misma forma, y con la misma sensibilidad, Sciamma utiliza la música en momento muy concretos de su filme y con propósitos cargados de significado. La primera vez que suena un piano en la cinta resulta ser una precaria interpretación de El verano, de La cuatro estaciones de Vivaldi. La toca Marianne en un viejo y desafinado piano de la casa. Suena mal y Héloïse le pregunta a Marianne si se trata de una canción alegre. La pintora le contesta: "No es alegre, pero está viva".

El verano de 1770 que las dos mujeres viven es para ellas algo parecido a lo que inspira esta pieza del compositor veneciano. Y Sciamma así lo sabe capturar, porque Retrato de una mujer en llamas no es amable, ni es feliz de una forma evidente. Pero está viva.

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