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'Buñuel en el laberinto de las tortugas', el rodaje que se convirtió en cómic antes que en película

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Ni Dalí ni Buñuel pudieron predecir el éxito que tendría Un perro andaluz. Mucho menos esperaban que gustase a las élites más selectas de Europa. Pero tal fue su efecto épater le bourgeois  que, al poco de su estreno, los vizcondes de Noailles tocaron a la puerta del cineasta decididos a convertirse en sus mecenas. Le pagarían su próxima película costase lo que costase. 

La jugada les salió por más de un millón de francos de la época. El resultado se llamaba La edad de oro y era un largometraje surrealista protagonizado por Gaston Modot y Lya Lys. Pero también era una alucinada y nada sutil crítica a la aristocracia. Una broma pesada que terminó con la película siendo prohibida en toda Francia y con Buñuel al borde de la depresión.

Un día, ebrio hasta las cejas en un bar del París, su amigo pintor y escultor Ramón Acín intentó animarle al grito de "¡si me toca la lotería, te pago tu próxima película!". Y así resultó ser: el 22 de diciembre de 1932 salió premiado en Huesca el número 29.757, del cual el artista tenía una participación de 25 pesetas que le reportaron un premio de 150.000.

Así que cumplió su promesa y poco después Luis Buñuel estrenaba el cortometraje documental Las Hurdes (Tierra sin pan), una desoladora mirada a una de las regiones más pobres de la España del momento, azotada por el hambre y el éxodo rural. 

Ahora la historia de aquel rodaje se narra en un cómic y una película. El primero lo escribió y dibujó Fermín Solís en 2008 con el título de Buñuel en el laberinto de las tortugas, y acaba de ser reeditado por Reservoir Books. La segunda se presentaba oficialmente este pasado fin de semana en el Festival de Málaga, bajo la dirección de Salvador Simó Busom.

Un surrealista perdido en Extremadura

"Buñuel en el laberinto de las tortugas surge por casualidad", cuenta el autor, Fermín Solís, en una entrevista concedida a eldiario.es. "Necesitaba hacer una novela gráfica que llegase a un tipo de lector que no era el habitual", explica, "por otro lado también quería hacer algo que me hiciese salir de mi zona de confort del cómic costumbrista y autobiográfico. Viajé a Las Hurdes buscando una historia... y la encontré".

En 1932, Luis Buñuel se plantó con una cámara y un equipo muy reducido en aquella comarca de la provincia de Cáceres, para levantar su tercera película. Pero lo que iba a ser un rodaje de un documental social sobre la España vacía de entonces, se convirtió en una pesadilla plagada de problemas. Una aventura en la que se enfrentó tanto a la realidad que tenía delante de la cámara como a sus demonios interiores.

"La figura de Buñuel aún está muy presente allí", cuenta Fermín Solís. "En aquellas montañas encontré la historia que quería contar, y empecé a investigar sobre el tema". Pero lejos de construir la crónica de un rodaje imposible, como lo podría ser el hilarante documental Lost in la Mancha sobre el ansiado film quijotesco de Terry Gilliam, Solís optó por narrar una historia de búsqueda personal.

En el rodaje de Las Hurdes, Buñuel encontró la voz que había perdido, traumado y enfadado con la moral biempensante de su país, que prohibía sus películas y le condenaba al ostracismo. Cierto es que, como La edad de oro, este film también se prohibió. Pero Solís quería captar como fue ese proceso de su búsqueda artística. Cómo fue capaz de convertir su malestar en arte. "Quería hacer una obra de ficción no un estudio sobre la película. Así que me tomé la libertad de convertirle en un personaje de cómic. Me adentré en su obra anterior y posterior, e intenté imaginar lo que debió vivir entonces".

De la viñeta al fotograma

Han pasado diez años desde que Buñuel en el laberinto de las tortugas  se publicase, por entonces con el sello de Astiberri, pero sin color y con un diseño de personajes y narrativo ligeramente distinto. Ahora vuelve a las librerías con un color acorde al de la película que adapta las viñetas de Solís al cine en formato animado.

"Me gustaría rehacer todo el cómic. Creo que a cualquier autor o ilustrador le ocurre: es una obra de 2008. El tiempo pasa y cambias tanto tú com tu forma de trabajar", explica. Aún así, cuenta que sí que ha realizado determinados cambios respecto al original. "Son ligeros retoques, pero lo más importante es el color, que creo que le ha dado un aspecto visual muy distinto", explica. "La paleta de colores que me iban pasando durante el proceso de realización de la película encajaba muy bien".

En 2016, el director y guionista Salvador Simó contacta con Solís. Formado en el American Animation Institute de Los Ángeles, le cuenta que quiere poner en pie su primer largometraje animado y que quiere hacerlo adaptando su cómic. "Desde el primer momento les dejé que hicieran lo suyo. Tenían carta blanca y total libertad para tratar la obra como creyesen", cuenta el dibujante. "Realmente yo no tenía nada que perder y mucho que ganar: el libro ya había tenido su vida. Era un poco absurdo ponerme en plan tiquismiquis", confiesa.

Así nació la película homónima que ahora se acaba de estrenar en el Festival de Málaga, con unas críticas que revalidan su positiva recepción tras su paso por el Animation Film festival de Los Ángeles, donde obtuvo el Premio del Jurado.

El surrealismo vive, la lucha sigue

Buñuel en el laberinto de las tortugas arranca con el artista soñando que le visita la Virgen María y le encomienda que mire en el interior de una jirafa para encontrar su camino. Fiel a su etapa surrealista, Solís construye un cómic de árido retrato social pero con constantes fugas narrativas hacia el fantástico. Y eso convierte la lectura en un estimulante ejercicio de reinterpretación de la obra del director de El ángel exterminador .

"Me gustaba la idea de que el lector no supiese si lo que estaba sucediendo acontecía de verdad o solamente ocurría en la cabeza de Buñuel", explica el autor. "Hay detalles, como una viñeta que se repite y que la gente cree que es un fallo de impresión, que juegan a eso. Son un pequeño gesto de provocación".

Según el autor, el espíritu del realizador de Viridiana sigue muy presente en nuestra sociedad. "Surrealismo sigue habiendo. Lo vemos en el telediario, en los programas basura y en los medios de comunicación. Lo que creo que se ha perdido es esa parte de provocación que anidaba en todo el cine de Buñuel", cuenta. Según el ilustrador , hoy en día "hay cosas que no se pueden mostrar en prime time. Él quería remover las entrañas de la gente con su cine, no sé si muchos realizadores tienen esa garra hoy", explica.

Tampoco tiene claro si se trata de un signo de los tiempos en los que la autocensura habita en la cultura, o si es el resultado de una iniciativa política. "Hay artistas que se autocensuran y otros que siguen dando guerra, pero mediáticamente a los segundos se les critica mucho y corren el peligro de terminar entre rejas. Si no, mira los titiriteros", opina. A pesar de todo, "sigue habiendo artistas que trabajan la provocación y eso está muy bien".

De hecho, él cree que el autor a quien dedica esta obra viviría de forma particular este debate: "Buñuel no se autocensuraría ni con la que está cayendo en nuestro país. Seguiría siendo el mismo gruñón que fue siempre". No lo sabremos nunca, pero por ahora podemos redescubrir su figura en su siempre vigente filmografía, en este cómic, e incluso verlo por primera vez como un personaje animado en un largometraje que llegará a las salas en abril.


"Es un error pensar que no cabe el discurso político en un grupo de pop"

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El 20 de agosto de 1999, La Casa Azul se subía por primera vez a un escenario. Ocurría dentro de la serie de conciertos Operación Bikini de la sala madrileña Siroco. Aún no habían lanzado su primer disco pero el público ya coreaba Cerca de Shibuya.

Hoy, su creador, Guille Milkyway, es una de las figuras más reconocidas del pop nacional. Un artista hiperactivo que ha cuidado tanto su faceta de divulgador como la de productor, apostando por algunos de los nombres emergentes del talento joven español. Sus canciones han ambientado las pistas de baile patrias durante años, ha sido número 1 en ventas en varias ocasiones, tiene un Goya, ha hecho múltiples bandas sonoras para cortometrajes, largometrajes y series. Ha sido profesor de Cultura Musical en la academia de Operación Triunfo y hasta fue candidato para ir a Eurovisión en 2008.

Este viernes 22 de marzo publica La gran esfera, que presentará en Madrid los días 28 y 29 de marzo con dos sold outs ya colgados en la puerta de la sala Ochoymedio.  Un álbum ecléctico que cuenta con algunos temas ya conocidos como ATARAXIA o Podría ser peor.

El lanzamiento de La gran esfera resulta peculiar porque gran parte del disco ya lo hemos escuchado aunque el álbum se lance ahora. ¿Le preocupa que el disco pierda fuerza debido a eso?

Es cierto que gran parte de este disco está escuchado. Pero no me preocupa mucho. Quiero decir, la idea no era sacarlo así. Esto ha ocurrido por circunstancias personales y de salud: me metí en proyectos, empecé a producir a otros músicos, hacer series, tuve un desprendimiento de retina... Y claro, cuando dejas pasar demasiado tiempo la cosa empieza a estancarse. Pero creo que tenía que salir porque era como sacar algo en claro de todo este tiempo.

Lo jodido realmente fue darle uniformidad. La idea conceptual del disco la tenía muy clara pero a nivel de sonido cojeaba. Y eso es lo que intenté hacer el último año: darle un sonido más compacto. Es un disco de impasse que va de un lugar a otro pero si lo escucho dentro de un año creo que podré decir que tiene más sentido en conjunto del que aparenta. [risas]

La publicación coincide con vuestro veinte aniversario. En 1999 La Casa Azul debutó en la sala madrileña Siroco. ¿Es una coincidencia o quería celebrarlo?

No he querido darle ese rollo de efeméride. Es cierto que me sorprendo a mí mismo por el hecho. Si alguien me hubiera dicho, cuando tenía veintipocos, que a los cuarenta y cinco estaría con el grupo a fuego, hubiera vendido mi alma. Pero no le quiero dar demasiada importancia a las fechas porque ahora siento que el grupo está en su mejor momento. En directo sonamos por primera vez como soñaba que sonásemos. Estoy productivo en el estudio y he podido decir que no a todos los proyectos en los que andaba para centrarme en esto. Realmente lo que me apetece es hacer cosas y empezar a funcionar como siempre quise.

A principios de los dosmiles, la formación parecía tener sonidos más europop, pero más tarde entraron en ella otras influencias desde la electrónica hasta rumba. ¿Pensó siempre La Casa Azul como una plataforma en la que pudiesen confluir sonidos muy distintos?

Me siento identificado con la definición. Estilísticamente, la evolución del grupo está muy clara porque realmente te vas empapando de lo que escuchas. Vas metiendo más ingredientes en la música que haces. Aunque en esencia sigue siendo lo mismo. Cuando tenía dieciséis años escuchaba canciones de radiofórmula que me flipaban, pero que en el fondo eran una puta mierda. Eran canciones que pensaba: "¿Esta gente no se ha parado cinco minutos a pensar de qué quiere hablar?" o "¿Por qué todos hablan de clichés absurdísimos del amor y el color de los ojos?".

Luego te ibas al underground y sonaba todo supervital. Lleno de energía. Pero te preguntabas, "¿Nadie ha hecho que eso suene bien?". Había destellos, claro, como cuando descubrí a Saint Etienne y dije, "hostia, suenan como un grupo de radiofórmula pero hablan de cosas relevantes". Se veía que había un background muy importante, como lo había en Everything but the Girl.

¿Nunca tuvo miedo de hacer una música cercana a la radiofórmula? A día de hoy sigue siendo un espacio sobre el que pesan muchos prejuicios...

Yo no critico la radiofórmula per se. Admiro a la gente de los grandes estudios, a los tíos que han grabado los discos de Bisbal. Son profesionales increíbles. La lástima es que eso no se haya aprovechado para sostener un discurso sobre el mundo en el que vivimos.

La Casa Azul ha tenido muchas influencias a lo largo del tiempo pero su naturaleza no ha cambiado tanto. Y creo que lo que se ha mantenido inalterable es la canción clásica melódica. Eso es lo que permanece siempre. Lo que cambia son lo que nosotros llamamos 'Las chiribitas', esos añadidos de sonidos más innovadores que de golpe te llevan a un sitio u otro. Pero yo sigo haciendo canciones melódicas de estructura y estribillo bastante clásico.

Ahora que menciona la canción melódica, recuerdo el disco En libertad que hizo para reivindicar la figura de Nino Bravo. ¿Tenemos denostada la memoria musical en nuestro país?

En España parece que tengamos que renegar de la música pop de los sesenta y setenta. Parece que hasta los ochenta no debemos reivindicar nuestros sonidos porque son caspa. Muchas veces me he preguntado por qué ocurre esto aquí y no en otros países vecinos. ¡A nadie se le ocurre decir que Motown es la caspa! Pero hablas de Nino Bravo o de Julio Iglesias y ya eres la caspa absoluta.

Creo que tiene que ver con que nuestra historia a nivel político es otra. La gente lo asocia a algo rancio y como país reniegas de aquel talento. Pero si piensas en Nino Bravo, Augusto Algueró, Juan Carlos Calderón, Manuel Alejandro... había arreglistas que flipas, compositores increíbles como Pérez Botija...

Todos fueron muy importantes para nuestra música como lo fue Motown o sellos como Verve en la industria americana. En Cataluña había una escena de jazz de finales de los cincuenta principios de los sesenta absolutamente increíble, con unas grabaciones que ríete tú de algunas cosas de Blue Note.

Pero si lo reivindicas parece que tienes que justificarte. Pues no: me parece igual de disfrutable y de bien hecho todo aquello que un disco de los Smiths o los Clash. ¡Pero tampoco se respeta dentro en la industria! Vas a buscar a un sello alguna bobina de una canción mítica de Nino Bravo y nadie sabe dónde están. Es una locura. Es como si le preguntaras a alguien que dónde está la grabación de Strangers in the Night  de Frank Sinatra y te dijesen "bah, se habrá perdido, da igual".

Puede que la lectura política pese siempre más que la musical. Me viene a la cabeza el caso de Isabel Bonig, Presidenta del Partido Popular de la Comunidad Valenciana, que dijo hace unos días que le gustaba el Rock Radical Vasco, Kortatu y La Polla Records. Y hubo quien se escandalizó.

Grupos como Kortatu aquí o los Clash en Inglaterra, trascendían su escena porque musicalmente eran absolutamente increíbles. Su música no solo se sostiene desde el punto de vista político. Es un error igual de grave que el de pensar que no cabe el discurso político en un grupo de pop.

Tú puedes no compartir el discurso político de cualquier producto cultural pero gustarte cómo suena o cómo está planteado. Yo en un caso así pensaría que es un punto a favor de esa persona. Es alguien que tiene una inquietud cultural en un entorno en el que esa inquietud no cuadra. Y ya está.

Tampoco está de más recordar que la escena del rock radical vasco ha aportado mucho a la historia de nuestra música. Kortatu particularmente. Porque musicalmente aquí había muchos grupos con más entereza que, yo qué sé, los Sex Pistols.

Puede que esto se ocurra por cierta falta de cultura musical. Usted que ejerció de profesor de esta disciplina en Operación Triunfo, ¿cree que hay una falta de cultura en parte de la industria musical actual?

La historia de la música está llena de grandes artistas que surgieron sin tener referentes musicales. Estrellas que lo han cambiado todo y no tenían nada. Pero desde siempre, ¿eh? Decir que hace falta cultura musical antes de ponerse a grabar es una afirmación elitista y esnob. Es más: la falta de background  musical, o como lo quieras llamar, no está reñida con el talento. Pueden ir unidos o no. Pero son conceptos distintos.

Ahora bien. Tener referentes, tener esa curiosidad por saber más del arte en el que trabajas, como artista te hará fuerte delante de la industria. Es lo que pienso. Mucha gente joven se va a enfrentar a una industria muy bestia y depredadora. Pero cuanto más fuertes sean a nivel de seguridad artística y del camino que quieran seguir en base a sus conocimientos, más fuertes serán delante de esa selva. Y a la larga, favorecerá que tengan carreras más solidas.

Hay que incidir ahí para fortalecer la autosuficiencia del artista delante de un sistema que se va a provechar de ti sin escrúpulos. Pero es que a mí me cabrea un poco. Leías cada cosa de que "Aitana no conce a Pink Floyd" y no se qué mierdas. ¿Y qué más dará que hasta entonces no les conociera? ¡Pues guay que ahora esté interesada en ellos! Pero es que resulta que hablas con ella de música y demuestra un criterio brutal. Así que quien la critica peca de ese elemento elitista.

¿Cree que eso ocurre por cierta falta de divulgación musical?

Me viene a la cabeza, hablando de esto, el caso de Chumbawamba, que siempre se han descrito como anarquistas. Se les criticó muchísimo cuando vendieron Tubthumping a General Motors. Resultó que la General iba a hacer un ERE y terminó despidiendo a muchísima gente y lo que hizo Chumbawamba fue donar todos los beneficios que sacaron de los derechos, a la gente despedida. Joder, eso es increíble. ¿Quién dice que no se puede cambiar el sistema desde dentro?

Creo que hay que despertar la curiosidad pero es una cuestión de tener tiempo. No ha pasado eso de que la llegada de internet y el acceso a la cultura iba a llevar inevitablemente a una sociedad más culta. Qué va: puedes tener toda la historia de la literatura a un golpe de clic y la gente lee una puta mierda igual que antes. Y en cuanto a la música más de lo mismo: se sigue escuchando los hits globales que antes te echaban por la radio, pero ahora te aparecen como una lista de Spotify. ¡Da igual!

Lo que me jode a veces es que gente que tiene un discurso político muy formado de defender determinados conceptos de clase y de poder popular, de golpe se los pasa por el forro en según qué debates culturales como el que comentábamos.

Por supuesto que hay que abogar porque la gente tenga acceso real a la cultura y al conocimiento, ¡pero no culpabilices al chaval que se ha puesto a cantar! Mejor critica el sistema e intenta cambiar las bases para que ese sistema no pueda explotar de esa forma o no busque personas maleables que usar.

Podría haber una parte de responsabilidad eludida en la crítica y en los medios de comunicación. Pienso en el trap y en la afirmación de que solo habla de neoliberalismo, de adorar el dinero... ese discurso se ha terminado asentando en muchas personas.

El discurso que se hace desde fuera de la contracultura siempre es el mismo. No es un conocimiento profundo del movimiento contracultural del momento, sino uno superficial acerca de lo que ha acabado proyectando la gran industria sobre esa escena. Claro que hay artistas que tienen este discurso de fascinación por el sistema capitalista y el culto al cuerpo, pero no es nada nuevo. En el Gangsta rap esta fascinación estaba presente hace veinticinco años y fue un elemento clave para comprenderla. Pero había muchísimos que se oponían eso. Pues con el trap más de lo mismo.

Pero yo lo veo como una oportunidad. Aprovechémoslo para generar discursos distintos. Por ejemplo, el tema de que "todo el reggaetón es machista". Punto uno: no todo el reggaetón lo es, es un género muy amplio que muchísima gente está utilizando para hablar de otras cosas. Punto dos: si una parte sí lo es, pues aprovechémoslo. Escuchemos con nuestros hijos y nuestras hijas esas canciones y señalemos cuando alguien diga una frase machista, para hacerles reflexionar sobre lo que está escuchando.

Mi hija, de nueve años, es mucho más consciente de lo que era yo a su edad en estos temas. Ella escucha una canción en la que se dice determinado comentario misógino y se queda sorprendida. Y es mucho más fácil señalar eso porque juntos discutimos de cómo este o aquel payaso está hablando de tratar a las mujeres como objetos, o de ser un pesado con una tía que pasa de él. Es fácil señalarlo y hacerle ver que quien canta eso es un cabrón.

Todo es más complejo pero casi siempre trasciende lo superficial. Es como cuando una lucha sindical de semanas consigue una mejora en las condiciones de miles de trabajadores, pero en la mani se les ve con un reloj caro o unas adidas y se les critica por eso. ¡Pues a la mierda todo lo que se ha conseguido!

Ted Gioia dedicaba parte de su libro Blues: La música del Delta del Mississippi a reflexionar sobre el 'sentimiento blue', que definía como el color más adecuado para hablar de los sentimientos. ¿La Casa Azul es tu vehículo para hablar de tu forma de entender el mundo?  

Bueno, claro. Al 100%. Por eso respeto tanto el blues. Aunque me parezca aburrido como estilo musical porque busco siempre esa pomposidad y ese colorido, joder es increíble. Ese blues man que se coge una guitarra y canta su pena lo es todo en la música. Es lo que hago yo con otros elementos y otro lenguaje. Pero es eso.

Como todo, luego se intelectualiza y la gente construye discursos alrededor de eso. Pero ese gesto fundacional artístico lo es todo. Ese niño de cuatro años que empieza a pintar para expresar lo que tiene dentro, es una vía de escape. Mi chica trabaja con niños con dificultades de aprendizaje y dibujar es clave. Y dibujar es un lenguaje artístico como lo es la música.

En el blues hay esta parte de pena de querer salir de un mundo que es agresivo y violento. Así que encuentras en esto una vía para escapar y para expresar lo que sientes. Ese impulso es algo muy puro. Y es algo muy popular, porque se demuestra que no se requiere un conocimiento amplio del lenguaje musical o un tremendo background cultural para hacerlo. Es gente que no tiene acceso a eso y sin embargo, canta.

'Nosotros', la aclamada pesadilla sobre unos Estados Unidos desquiciados

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El 9 de febrero de 1950, el senador republicano Joseph McCarthy pasó a la historia por hacer pública una lista con 205 nombres de comunistas que, según él, trabajaban en el Departamento de Estado de EEUU. Un acto que pronto se convirtió en una auténtica cruzada nacional en la que el ala conservadora alentó la persecución de oponentes políticos en nombre de la seguridad nacional.

La hoy conocida como 'caza de brujas' propició un clima de tensión en la sociedad norteamericana, que vivía con miedo a ser acusada de simpatía comunista por cualquier hijo de vecino. Un estado de alerta permanente que nadie supo captar tan bien como Don Siegel en La invasión de los ladrones de cuerpos de 1956. Una excelente metáfora del miedo al 'contagio' y la paranoia política narrada a través de la historia de una ciudad de California cuyos habitantes empiezan ser sustituidos por réplicas de ellos mismos.

Más de seis décadas después, Jordan Peele ofrece una relectura de las claves que hicieron atemporal aquel film -que cuenta con hasta cuatro remakes con sendas interpretaciones-, en su nueva película: Nosotros. Un magnífico relato de terror que le toma el pulso a la sociedad norteamericana enfrentándola a sus propios demonios.

Ese enemigo tan parecido a ti

Cuando no era más que una niña, Adelaide Wilson vivió un suceso traumático en la playa de Santa Mónica, en California. Nunca ha hablado de ello y parece haberlo olvidado. Por eso, cuando su familia vuelva al lugar con el objetivo de pasar unas placenteras vacaciones, ella intentará sobreponerse y dejar el pasado atrás. Sin embargo, una noche cuatro desconocidos se plantan delante de su casa. Son cuatro personas idénticas a ellos y no parecen tener buenas intenciones.

Nosotros es la historia de Adelaide -una Lupita Nyong'o que por fin maneja un papel a la altura de su talento-. Ella, su marido Gabe -interpretado por Winston Duke- y sus hijos Zora y Jason -Shahadi Wright Joseph y Evan Alex respectivamente- son el vehículo central de lo que parece ser una trepidante aventura de supervivencia. Pero pronto, los Wilson dejan de representar solamente a sus personajes para pasar a convertirse en reflejos de algo superior: toda una población racializada de clase media en los Estados Unidos del siglo XXI. Una que lucha por sobrevivir y por comprenderse.

Si en Déjame salir, Jordan Peele puso el debate racial sobre la mesa del mainstream mediante unos códigos a los que pocos espectadores estaban acostumbrados, en Nosotros dobla la apuesta en defensa de una mirada cada vez más particular y menos definible.

Con su anterior film, dio la campanada gracias a su increíble manejo del tono entre la comedia negra y el terror psicológico -que le valió el Oscar a Mejor Guion Original en 2017-. Ahora, es su profundo conocimiento de las mecánicas de la Home Invasion clásica, lo que sustenta una fábula expuesta en términos suficientemente difusos como para que el espectador proyecte sobre ella sus inquietudes más profundas.

En apenas dos años, el progreso en términos de consistencia de su cine ha dado un salto considerable. Nosotros demuestra una profusa perspicacia en su lectura formal. Un tempo medidísimo, un montaje de nervio sin temblores ni desmanes y una puesta en escena inquietante por aparentemente ordinaria convierten el film en un relato de terror increíblemente entretenido. Pero no por ello uno que descuide esa esencia dramática que convierte lo ameno en lo trascendente.

Una metáfora social no moralizante

La habilidad de Peele puede rastrearse en muchos ámbitos distintos. En el manejo constante del tono -que vuelve a jugar con incomodísimas carcajadas-, en su comprensión de la presencia de lo sobrenatural en lo cotidiano, en su dirección de actores -no hay un solo papel que no ofrezca el máximo-, incluso en su concepción musical de dramatismo -con clímax a ritmo de I Got 5 on It de Luniz bailado a pasos de ballet-.

Pero posiblemente, lo más fascinante de Nosotros sea que su alcance metafórico es permeable a la mirada hasta tal punto que se torna radicalmente democrática. En ella podemos volcar más o menos el discurso que queramos: podemos proyectar nuestras inquietudes de raza, clase o género y aún así, el film podrá decirnos algo al respecto. 

Nosotros  arranca con un texto descriptivo que nos explica que en Estados Unidos existen centenares de túneles subterráneos abandonados. Que nadie sabe muy bien qué ocurre en ellos, pero que vertebran todo el país a base de líneas de tren abandonadas o antiguas explotaciones mineras.

Partiendo de este apunte, aunque no se subraye en ningún momento, el espectador puede leer la película como una espeluznante alegoría sobre la lucha de clases. Las diferencias entre los de abajo y los de arriba. El proceso de hartazgo de los que nunca tuvieron las mismas oportunidades de tener la vida que otros malgastan con descaro.

Por otra parte, el retrato de dos vecinos y viejos amigos de la familia Wilson -interpretados por Elisabeth Moss y Tim Heidecker-, facilita una lectura racial en tono de sátira. Y tanto su ambientación actual como su acercamiento constante a la utilización de nuevas tecnologías, ofrece una distraída reflexión sobre la alteridad en la era de Internet. Ese desfase tan contemporáneo entre lo que somos y lo que decimos ser. 

Pero no ahí no queda la cosa. El retorno constante al pasado de Adelaide y sus traumas familiares añade otra capa de hondura. Una que reflexiona sobre los actos propios y los hechos sobrevenidos que nos convierten en lo que somos.

Una lectura que bien podría referirse al pasado de los propios Estados Unidos y el resurgir actual de conflictos que se pensaban superados. De ahí que, cuando los Wilson pregunten a esas personas tan parecidas a ellos qué son exactamente, contesten: "somos americanos". Y también de ahí el juego de significados del título original, cuyo matiz se pierde en castellano -en la versión internacional, la película se llama US, siglas de United States-.

En esencia, Jordan Peele no explota nada más que algo tan eterno como el miedo al otro. Solo que esta vez, el otro es la imagen de nosotros mismos que habita al otro lado del espejo. Es lo que queremos ser, lo que somos o lo que nunca pudimos ser. Y no hay nada que de más miedo que mirarse en el espejo y, un día, no reconocerse.

'Descender', epopeya en una galaxia no tan lejana para redescubrir nuestra empatía

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Un niño se despierta en mitad de la noche y se percata de que su habitación no está como estaba antes de dormirse. Algo ha cambiado. Su inquietud se convierte en miedo cuando descubre que está completamente solo en casa. Entonces la voz  de su asistente virtual le dice que lleva dormido diez años y que todas las personas que le importaban han fallecido.

Así arrancaba, hace cuatro años, el primer volumen de Descender, la serie de cómics escrita por Jeff Lemire y dibujada por Dustin Nguyen que en nuestro país ha publicado Astiberri y que ahora finaliza con una sexta entrega llamada Máquina de guerra.

Pronto descubríamos que el chaval se llamaba Tim-21 y era un androide. Y que lo que empezaba siendo un relato de autodescubrimiento era en realidad algo mucho más ambicioso. Una space opera estimulante tanto en forma como en fondo. Una de las propuestas de ciencia ficción más bellas que el cómic ha dado en los últimos años.

Un juguete para explorar el género

Estrellas de hojalata, el primer volumen de Descender, arrancaba como un relato tímido. Eran los primeros compases de una historia que jugaba al laberinto de espejos con Los superjuguetes duran todo el verano, la historia escrita por Brian W. Aldiss que Kubrick no pudo adaptar al cine pero Spielberg sí. En 2001, el realizador rodaría A.I. Inteligencia Artificial, transformándola en un viaje existencial con ecos a Pinocho. Pues bien, esta serie de cómics parecía en sus inicios una secuela apócrifa de aquel relato.

Pero pronto se convertía en un artefacto dispuesto a explorar múltiples universos narrativos favorecidos por un contexto de ciencia ficción. Con Luna Máquina, la continuación, Jeff Lemire y Dustin Nguyen dejaban claro que la saga que tenían entre manos era un lienzo en blanco sobre el que iban a proyectar tantas historias como quisieran, ofreciendo un relato cohesionado y coherente que revindicaba la esperanza inherente a la aventura espacial. Habitaba en ella un hálito de la escuela del Roco Vargas de Daniel Torres o el mítico Flash Gordon de las etapas de Dan Barry o Mac Raboy.

Más tarde llegarían Singularidades y Mecánica Orbital. Dos entregas en las que Lemire retorcía la narración para oscurecer el tono y convertir el viaje de Tim-21 en un relato definitivamente coral en el que cada personaje encarnaba un género distinto. Explotando inteligentemente el tempo del thriller, el verbo del noir, la épica de la space opera, la agilidad del cómic bélico e incluso la fuerza del drama romántico.

Su desenlace -La rebelión de los robots y el recientemente publicado Máquina de guerra-, venía a confirmar que cuando se tiene talento y espacio, una ficción puede abarcar tantos discursos como se quiera. Y Nguyen y Lemire tenían toda la galaxia.

Dos talentos únicos

Jeff Lemire se ha convertido en muy poco tiempo en un artista del camuflaje. Sus obras parecen mudar de piel pero tener algo en común: desde la deconstrucción del superhéroe que realiza actualmente con la serie Black Hammer a la intimidad de Un tipo duro, pasando por el toque Stephen King de Plutona. Su trabajo en el guion de Descender  resulta titánico por su amplitud de miras.

Sin embargo, la profusión de subtramas sin concesión de contexto podía dificultar su lectura a ritmo de publicación -más o menos dos volúmenes al año-. Y su manejo de la épica del conflicto principal -un enfrentamiento entre humanos y robots- pecaba de un constante cliffhanger  sin progreso. Esa estrategia tan habitual de postergar conscientemente un clímax que recuerda al eterno avanzar de los caminantes blancos en Juego de Tronos.

Le redime, en todo caso, su compañero. Dustin Nguyen venía de trabajar al servicio de sellos como DC, Marvel, Dark Horse e Image, y con gente tan prestigiosa en el mundillo de la viñeta como Scott Snyder o Ed Brubaker. Pero nunca estuvo mejor que en Descender, tal vez porque hasta trabajar en esta saga no había gozado de una libertad creativa que su talento demandaba.

La calidad de su trabajo a lo largo de los seis volúmenes, así como la capacidad expresiva y la inteligencia resolutiva de sus acuarelas, no afloja en ningún momento. El diseño de personajes, la paleta de colores, la utilización casi expresionista del tinte -que rompe cualquier cuadrícula empapando las páginas- y su concepción de la arquitectura de la viñeta a favor de la economía narrativa resultan brillantes.

La galaxia por un abrazo

"Fue un gesto casi humano", era la última frase del relato de Brian W. Aldiss antes mencionado. Con ella subrayaba el sentimiento de la última escena de la historia, que describía un simple abrazo. Solo que era un abrazo entre un ser humano y un robot, carne y hierro, alma y máquina. Le bastaron cinco palabras para resumir una de las cuestiones más célebres de la historia de la ciencia ficción.

Descender, ante todo, es la epopeya de un grupo de personas en busca de empatía. De seres humanos, alienígenas y robots enfrentados por no poder comprenderse ni aprender a convivir. Pero también, por sentirse solos. 

Nguyen y Lemire han construido con naves espaciales y tiros un mundo muy parecido al nuestro. Y han conseguido, sin hacerlo evidente ni resultar discursivos, que se pueda leer como una enorme reflexión sobre el miedo al cambio, el odio al diferente y la necesidad de comprensión como arma política. Como camino de redención.

Cerca de su desenlace, el abrazo empieza a ser un gesto presente en una de cada tres viñetas de Descender. Ese mismo que supo brillantemente describir Aldiss. Se cuela entre escenas de despedida, de acción y de terror. Redime a sus protagonistas de un viaje, el de intentar conectar con los demás, que compensa con creces las penurias que haya costado. Y las galaxias que hayamos tenido que cruzar.

El fichaje de Spielberg por Apple TV+, último ejemplo de un cambio imparable

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Era cuestión de tiempo que Apple mostrase sus cartas en el terreno del streaming. Se trata de uno de los pasteles más suculentos -sino el que más- de la industria del entretenimiento actual. De hecho, parece ser que casi cualquier gran empresa a nivel internacional aspira a tener su pedazo de negocio.

Ahora Disney+ se plantea como el nuevo gigante a batir. Antes de la compra de 21st Century Fox la empresa del ratón contaba con un 27% de cuota de mercado en Norteamérica. Sumadas a las licencias de la recién adquirida y las que ya tiene en su poder fácilmente podría llegar a ser propietaria del 40% del pastel. A no ser que sus competidoras se pongan las pilas en la producción original e intercambio de marcas reconocibles entre unas y otras.

Esto es lo que parece haber pensado Apple. El pasado miércoles 25 de marzo, Tim Cook -actual director ejecutivo de la empresa-, presentaba Apple TV+, su nueva plataforma streaming de series y películas que, si nada lo impide, empezará a andar este otoño. Una apuesta empresarial que contará con un buen puñado producciones exclusivas y que, además, aglomerará títulos de terceros. Todo anunciado en un evento en el que se decidió que los nombres propios iban a ser lo más representativo: entre sus creadores en nómina iban a contar con J.J. Abrams, Reese Whiterspoon, Jennifer Aniston, Sofia Coppola, Damien Chazelle, M. Night Shyamalan y... Steven Spielberg. El Rey Midas de Hollywood ya tiene su particular trono en la guerra del VOD.

El affaire Spielberg vs Netflix (y la jugada de Apple)

Tras meses de polémicas y la campaña por los premios más mediáticos del audiovisual manchada por la contienda Netflix-Academia de Hollywood, todo parecía quedar en tablas. Roma, la película que más significativamente había aglutinado el debate en torno al cambio de paradigma de producción y distribución cinematográfica, terminó llevándose tres premios Oscar: Mejor película extranjera, director y fotografía.

Pero cuando las aguas parecían calmadas, llegó Spielberg. El portal Indiewire publicaba que el director de Tiburón tenía la intención de reunirse con representantes del gremio de directores en la Academia para modificar las normas de participación de películas estrenadas en plataformas en los Oscar. Y se recuperaban -justo entonces-, unas declaraciones realizadas durante una entrevista en ITV News en 2018 en las que dejaba caer que una película de Netflix debía ganar un Emmy, no un Oscar. Realmente, el debate que se pretendía poner sobre la mesa era el hecho de que una película sin estreno en salas no debería poder competir en los Oscar. 

Al poco tiempo, el productor Jeffrey Katzenberg -que fundó Dreamworks con Spielberg-, salía a desmentir las afirmaciones y defender que se habían sacado de contexto, que no había ninguna reunión prevista para trazar un plan en la Academia, y que Spielberg estaba a buenas con Netflix. "En realidad no dijo nada [...]. No ha opinado en absoluto, ni se ha alineado con una opción específica", recogían en Fotogramas.

Ahora, Spielberg parece haber dejado clara su posición con respecto al cine y las series en streaming. No tiene nada en contra de ellas y de hecho parte de sus negocios futuros se centrarán en este ámbito. Será el productor ejecutivo de un reboot de Cuentos asombrosos, la serie que él mismo creó en los ochenta. Una jugada que lejos de resolver interrogaciones, abre nuevas cuestiones. ¿Estará dispuesta la plataforma de la manzana a producir películas 'oscarizables'? ¿Seguirá su labor como productor en exclusiva en Apple TV+? ¿Peleará por que series producidas por él mismo figuren en el catálogo de este servicio? Al fin y al cabo, no son pocos los títulos en los que ha dejado su huella: Hermanos de sangre, Terra Nova, Falling Skies, La cúpula, Extant...

Lo que está claro es que con Spielberg en su bolsillo, Apple TV+ pretende asegurarse una buena posición, cogidos de la mano de una de las personas más influyentes de la industria actualmente.

La manzana en el cine

Como otras empresas, Apple podría empezar a producir películas haciéndose un hueco en el panorama del cine actual y los espacios en los que se cuecen proyectos de amplio recorrido -festivales, premios...-. Es decir, que la empresa que te vende el iPhone, también te podría vender una entrada al cine para una película que después podrías ver en un iPad.

Sobre la presencia de la empresa de la manzana en salas de cine clásicas, Eneko Ruiz, periodista de El País especializado en series,  explica que ya "han llegado un acuerdo con la firma independiente A24 y entiendo que este incluye estrenar en salas. La primera es la nueva de Sofía Coppola con Bill Murray". Según él, lo más probable es que "funcione como Amazon", en el sentido de producir contenido para todo tipo de ventanas.

Para Mireia Mullor, periodista cultural e informadora cinematográfica en Fotogramas, El Mundo y Esquire: "Tenemos que empezar a asumir que una buena parte de las películas que se estrenarán en un futuro no muy lejano vendrán con dinero de plataformas de streaming, y hay que aprender a convivir con ello".

Y eso pasa por que las productoras clásicas tengan que dividirse la cuota de mercado con plataformas de streaming, y las exhibidoras tengan que aclimatarse a nuevos escenarios en los que, tal vez, se estrenen películas que también se pueden ver con cualquier conexión a Internet. "No sé si Spielberg tiene razón o no, ni si su postura es conservadora o simplemente se ha malentendido en los medios, pero el cambio en Hollywood es más que evidente y aún no sabemos bien cómo afrontarlo", opina Mullor.

Un pastel cada vez más dividido (y saturado)

En cuanto a la guerra del streaming, con la llegada de este nuevo actor en el panorama, el usuario va a tener cada vez más difícil elegir qué tipo de servicio se ajusta a sus necesidades y a su bolsillo. Habrá que saberse mover entre Amazon Prime Video, Hulu, HBO, Netflix, Disney+, Apple TV+, Movistar+, Filmin, Rakuten TV... todas con catálogos diferenciados -aún con un baile de licencias que se prevé cada vez más agresivo- y precios distintos.

Ya hay estudios, como el que publicaba Deloitte en marzo, que sostienen que un 47% de los estadounidenses cree que existen demasiadas plataformas de video on demand. Esto "muestra cierta tendencia de aburrimiento de tener que lidiar con tantas plataformas distintas", opina Eneko.

Coincide con él Emilio Doménech, periodista, youtuber y colaborador de Vanity Fair. "La saturación ya está presente en Estados Unidos", explica. "Va a haber una época de muchos cambios antes de que empecemos a vislumbrar cómo va a ser el futuro del entretenimiento de verdad. Hay que empezar a hacerse la idea de que habrá montones de plataformas de streaming diferentes entre las que elegir".

Que Apple sobreviva a este campo de minas no parece tarea fácil. "El Juego de Tronos del streaming está de lo más interesante pero a largo plazo parece insostenible que todas se mantengan. El público ya está muy vendido por Netflix, y es complicado meterles más ideas en la cabeza", opina Eneko.

"Veo difícil en el medio plazo que alguien suspenda su suscripción de Netflix", subraya también Doménech. "Se ha convertido en un torbellino cultural imparable que genera conversaciones globalizadas cada mes".

"En España ya estamos viendo soluciones para que los usuarios no tengan que ir saltando de plataforma en plataforma -acuerdos entre Netflix y Movistar, o Vodafone, HBO y Filmin-", nos recuerda Mireia Mullor. "Está bien que haya una voluntad de hacerle la vida más fácil al usuario, aunque al final esto es un negocio y cada uno quiere barrer hacia casa".

Para Kiko Vega, realizador de televisión y colaborador de Espinof y Canino, "el pastel se lo repartirán Netflix y Disney+". Según él, "Amazon Prime Video tal vez aguante por lo que tiene detrás, y habrá que ver que pasa con HBO una vez que finalice Juego de tronos. Por desgracia, creo que el único que saldrá ganando es el torrent". Añade que el popular sistema de intercambio de archivos -la mayoría ilegales- podría verse beneficiada con la saturación de oferta. Y pone un ejemplo: "la gente se cansó de pagar cuando llegó Canal+. Nosotros tenemos en Movistar+ y Filmin dos ofertas excelentes. Pero el público ya está dividido hace tiempo, creo yo".

El mercado de nuestras miradas (y nuestro tiempo)

Si pensamos en cómo se organizaba el entretenimiento audiovisual hace no demasiado tiempo, las fronteras de cada área de la industria eran más fáciles de delimitar. Una película -que había hecho una productora- se podía ver en cines y, según el tiempo de explotación de la misma, luego se adquiría en formato doméstico para verla en casa. Las series, Late Nights, shows, concursos y realities se veían en la tele que, por entonces, llamábamos 'pequeña pantalla'.

Ahora ya no está tan claro ni cuándo ni cómo se consumen este tipo de contenidos. Pero algo permanece inalterable: la mercancía somos nosotros. O mejor dicho, el negocio del streaming es el de nuestra atención, nuestra mirada y nuestro tiempo.

A mayor interés del usuario, mayor volumen de conversación y mayores posibilidades de que, entre la oferta, se decida invertir el ocio en determinados productos. De ahí que Apple haya decidido apostar por nombres importantes como el de Spielberg, J.J. Abrams o el de Sofia Coppola para captar nuestra atención.

"Hay que entender que no estamos obligados a ver todo y a tener todas las plataformas y que cada serie y producción da trabajo a mucha gente en la industria", opina Eneko Ruiz. Por su parte, Doménech cree que "Apple TV no debería suponer un añadido demasiado disruptor en el mercado". Según él, su impacto "dependerá de los acuerdos que consiga lograr para apuntalar el contenido disponible en su app sin que se dispare el precio".

Entre tantísima oferta "y por no ponernos a hablar de dinero, ¿vamos a tener tiempo de verlo todo?", se pregunta la periodista cultural Mireia Mullor. La cuestión sigue sin respuesta, pero es seguro que pronto veremos nuevos movimientos en el Juego de Tronos del streaming.

Ismael Serrano: "La derecha tiende a sobreactuar cuando pierde el poder, es algo recurrente en la historia de España"

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Antes de saltar a los escenarios, Ismael Serrano recorrió los bares y salas de medio Madrid. Se confiesa deudor de todo lo que aprendió entonces, guitarra y cerveza en mano. Hace más de veinte años que publicó su primer disco, Atrapados en azul, pero la canción con la que abría aquel debut sigue sonando en multitud de casas, radios y hasta en mítines. Forma parte del patrimonio cultural de una generación que empezaba a votar y significarse políticamente en los noventa.

Sigue cantando Papá cuéntame otra vez  y sostiene que la canción ya tiene otro sentido, ahora que el padre es él. De hecho, no son pocas las letras suyas que han vuelto, de una forma u otra, parecen adquirir de pronto una actualidad férrea. 

En su habilidad para tomarle el pulso al sentir de la calle, defiende que "hay que participar en política" porque sino "otros lo harán por ti". En esta entrevista, sin ir más lejos, habla de la atomización como uno de los males endémicos de la izquierda. Días después un tuit suyo sobre la no confluencia de Izquierda Unida con Podemos en las elecciones autonómicas, se convertía en objeto de debate en la red social.

Tampoco se muestra demasiado afectado por la proyección que ha alcanzado como músico y como figura pública en nuestro país o fuera de nuestras fronteras. El ruido no le hace, jamás, alzar la voz.

Tras más de dos décadas dedicándose a la música, esta es su primera incursión en la ficción. ¿Cómo nace El viento me lleva?

Es mi primera incursión, sí, aunque ya había escrito algunas obras de teatro. También he comenzado alguna novela. Pero tenía esa cuenta pendiente de probar en el relato. A mí me encanta contar historias no solo en mis canciones, sino también entre canción y canción. Soy muy dado a contar historias. Es una tradición que viene de los juglares, los trovadores y las canciones río tipo romance, algo que entronca con la tradición anglosajona del storytelling.

Me gusta mucho, pero a veces me cuesta sintetizar. Soy un tipo que tiene canciones muy largas. Y el relato me permitía precisamente solventar ese problema, añadir matices, enlazar historias... En el libro pasa que cuando estás con una narración empieza otra. Son como las cerezas, que tiras de una y caen veinte.

En uno de los relatos menciona que en los bares la música en directo se convierte en un diálogo. ¿Es lo que intenta hacer sobre el escenario: dialogar con su público?

Ese es el reto, sí. A mí me gusta entender las actuaciones como una especie de gran relato, aún cuando cantas canciones muy diferentes. Creo que la puesta en escena y la manera de estar en el escenario es también una forma de contar. Y cada vez me gusta más pensar en esa puesta en escena y ese guion que hila las canciones, darle un carácter teatral.

Por otro lado, esta voluntad a veces contradice el diálogo, que siempre nace de algo más espontáneo. Se trata de encontrar el equilibrio porque yo crecí y me formé musicalmente en los bares y en estos el diálogo era parte natural de la actuación. Era constante e inmediato. Mientras que en un teatro es más tácito. En esas estoy [risas].

En ese diálogo, usted ha construido una figura pública opuesta al artista alejado de la sociedad. Se ha implicado y significado políticamente en muchos temas. ¿Cree que eso le ha alejado o le ha acercado al público?

Me acerca a una parte y supongo que me aleja de otra. No sé si es consciente o inconsciente esa decisión, es natural para mí. Soy una persona a la que le interesa la política y que se siente interpelada con debates sociales. Soy consciente de que si no participas en política, otros lo harán por ti. Por eso quiero asumir ese papel en mi vida. De hecho, me cuesta entender que alguien no quiera hacerlo.

A veces también me pregunto si como figura pública debiera ser más prudente, pero luego me doy cuenta de que no sabría hacerlo de otra forma. Soy dado a meterme en todos los charcos. También hay que tener claro que no le puedes gustar a todo el mundo y tus opiniones tampoco. Pretenderlo me parece un error. Sé que es difícil en un país como el nuestro que suele ser bastante sectario en determinadas cuestiones políticas, así que asumo que mi visión sobre un tema de actualidad puede provocar que alguien se aleje de mi propuesta artística. Pero bueno, qué le vas a hacer. No sé hacerlo de otra forma.

Es cierto que he crecido en un entorno en el que la política estaba en la sobremesa, en el día día. Y supongo que lo he incorporado con naturalidad a mi vida. Resulta extraño explicar por qué alguien se define políticamente en la esfera pública, cuando debiera ser lo natural, ¿no? Quizás lo que debería ser más difícil de entender es cómo uno puede ser capaz de abstraerse y aislarse del mundo. Más en un momento como el que vivimos en el que hay temas que merecen nuestra atención urgente.

¿Por qué cree que ocurre esto? ¿Por qué impera la figura del cantante no-posicionado?

Parece que toda propuesta musical tiene que ver de manera obligatoria con el entretenimiento y el escapismo. Así que cuando lo que propones es un espacio de reflexión ya sea con tus canciones o en la esfera pública, de repente suena raro. Pareciera que el artista tiene que evadirse y ser esa estrella rutilante y extraña que no tiene los problemas del común de los mortales. Como si se impusiera esa figura del artista sobre las otras. Pero yo no creo en esa figura y me resulta llamativo que haya gente que prefiera no posicionarse.

A veces me he preguntado por qué. Me acuerdo de un vídeo de Andy y Lucas, que venía de una polémica con la madre de Gabriel, en el que uno de ellos decía 'nosotros no hacemos nada político, nosotros vivimos de los ayuntamientos'. Y pensé: a lo mejor eso está instalado en el cerebro de muchos músicos. Como que no pueden hablar de política. Incluso puede que no lo hagan de forma consciente sino que ya sea un lugar común eso de que hay que cuidarse y no molestar a nadie porque al fin y al cabo el músico vive de los ayuntamientos. ¿No?

Esa percepción me resulta llamativa porque en todo caso uno podría pensar que un músico vive de su público. Del que acude a tus conciertos y compra tus entradas. Pero lo de los ayuntamientos me resulta, cuando menos, llamativo.

Escribía usted en 2007 en la letra del tema Si se callase el ruido : "Una estruendosa jauría se empeña en hacer callar las preguntas, los matices", y "ruido de patriotas que se envuelven en banderas". Parece que se trata de una canción que ha adquirido una inesperada actualidad. ¿Le ocurre a menudo esto?

¡Últimamente me ocurre mucho! Me acuerdo cuando era adolescente e iba por Moncloa, que era un clásico ver por allí a las bandas de neonazis pululando. Y tratabas de esconderte y de evitarlos. Incluso tuve amigos que recibieron palizas. Entonces escribí Mi vida, no hay derecho a salir con miedo a la calle. Hoy me digo, joder: tendré que volver a cantarla si se alientan discursos que tienen que ver con el odio, la intolerancia y el racismo.

Con Si se callase el ruido, que como comentas ahora parece haber adquirido un sentido de actualidad, me ha pasado también. Y con Al bando vencido, que decidí incluirla en un disco que he hice hace poco en acústico porque me parecía urgente el apelar a la memoria histórica y al derecho de los familiares que tienen muertos en cunetas a darles una sepultura digna. Me parecía urgente recordar que ese drama está ahí y que es una vergüenza y una deuda moral e histórica que tenemos como país.

Sí, sí que es curioso como canciones que ojalá se hubieran quedado obsoletas de repente recuperan su vigencia. Igual es que aquí la derecha siempre ha sido tendente a tener un sentido patrimonial del poder. Así que cuando lo pierde, cree que le han quitado algo suyo. Si se callase el ruido  nació cuando el Partido Popular perdió las elecciones ante Zapatero. Entonces vimos un discurso que tenía que ver con agitar banderas, aunque en aquella ocasión era sobre las negociaciones con ETA. Esa tendencia a la sobreactuación de la derecha cuando pierden el poder es algo recurrente en la historia de España. Lo que pasa es que a veces esa sobreactuación ha adquirido tintes dramáticos.

Ahora tiene un tanto de espermático pero empieza a adquirir un tinte trágico con la falta de pudor de ciertos elementos fascistas cuyo discurso de repente se normaliza. Eso es lo más preocupante. Antes esto era una anécdota y ahora es como lo normal y tiene un deje agresivo. Decía Marx que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa. Pues convengamos que cuando se repite tres veces pudiera parecer que estamos volviendo a la tragedia. Ojalá no.

En ese sentido, parece haberse instalado la sensación de que es la derecha la que dicta el tempo del debate político, la que marca la agenda de lo que se habla y de lo que no. ¿Cree que es un error de cálculo de la izquierda o que es un tema de responsabilidad de los medios de comunicación?

Creo que hay parte de las dos, pero principalmente es una responsabilidad de los medios de comunicación. Ahora, por ejemplo, el llevar a debates de televisión el tema de la tenencia de armas. Esto no hay que hablarlo. No es un tema que preocupe a la población. Hay problemas mucho más importantes que tienen que ver con el bienestar de la ciudadanía y sus derechos. Creo que en ese sentido los medios sí están sirviendo para amplificar y normalizar ciertas cuestiones que ni siquiera debieran estar presentes.

Aunque no olvidemos que cuando tú incorporas a toda esta gente que tiene discursos de tintes fascistas a las instituciones, también los estás normalizando. Tienen capacidad de influencia en tanto en cuanto pactas con ellos un gobierno. Y si pactas un gobierno pactas una agenda. Les das un carácter institucional normalizando su discurso.

Pero esto ha pasado tradicionalmente: esa capacidad de la ultraderecha de imponer cuales son los temas sobre los que hay que debatir. Efectivamente la izquierda tiene que replantearse por qué está ocurriendo. Ocurrió en Brasil con Bolsonaro, ocurrió en Estados Unidos con Trump... han creado dinámicas que, por así decirlo, se imitan unos a otros.

Así que sí, la izquierda debiera reflexionar sobre por qué no es capaz de tener la iniciativa. Hay instalada en ella una vocación de fracaso. Estamos tan acostumbrados a perder que yo creo que lo hemos incorporado a nuestra cultura política. Empezamos la carrera creyendo que vamos a perder. Ese sentimiento era algo con lo que rompió Podemos hace años. Pero hemos perdido ese impulso inicial y hemos vuelto otra vez a las actitudes derrotistas que parecen inherentes a la izquierda. Ahora parece estar en el imaginario que la derecha va a arrasar en las próximas elecciones. Joder, pues no lo sé. Si consiguieras convencer a esa multitud de abstencionistas que están ahí esperando a que alguien les diga qué va a ser de su vida, a lo mejor no.

También creo que tiene que ver con el hecho de que la izquierda a veces parece más preocupada en mirarse los unos a nosotros, en las competencias y conspiraciones que en estar en primera línea del debate político. Como que está revisándose todo el trato y haciendo un ejercicio de autocrítica constante. Y lo que hay que hacer es avanzar y no perdernos en el debate de las formas, el cómo, el dónde, el quién... esa búsqueda de líderes infinita...

En lo que respecta a esos debates instalados de repente en los medios, recuerdo la controversia que vivió usted en Twitter por alertar del peligro de los antivacunas. ¿Cree que las redes sociales han alentado cierto clima de crispación y polémica constante?

Es posible. No hace mucho leía un artículo que explicaba por qué Facebook no operaba contra las fake news. Y fundamentalmente es porque les salen rentables, generan tráfico y movimiento. En psicología, dos de los principios que más hacen que la gente se revele proactiva, es decir, que influyen en nuestros ánimos a la hora de actuar, son el sexo -bien lo saben los publicistas-, y la ira. El odio genera más movimiento y más actividad que el bienestar y esto hace que actuemos en las redes cuando algo nos indigna de manera más contundente que cuando algo nos reafirma en nuestra entidad.

A lo que voy es que gran parte de la dinámica de las redes sociales se basa en eso. En nuestra reacción ante la indignación. En un clima de crispación cualquier debate en redes es insostenible: es como apagar una llama con gasolina. Gran parte de esa dinámica de las redes vive de eso, así que difícilmente van a cambiar estas dinámicas por más que nosotros intentemos a través de nuestros perfiles, tratar de calmar las aguas y tener otro tipo de comportamientos.

Hace unos días, millones de personas salían a la calle con el 8M. Sin embargo, existe el debate de si la izquierda es capaz de transformar ese movimiento en las calles, en votos en las urnas. ¿Qué opina? ¿Puede estar relacionado con el hecho de que los líderes políticos de nuestro país siguen siendo 'muy hombres y mucho hombres'?

Claro, es que es muy necesario feminizar la política. De hecho, creo firmemente que lo que nos puede salvar del desastre en el futuro es el movimiento feminista. Y sí: la izquierda tendría que reflexionar sobre por qué el feminismo no se está canalizando en proyecciones de voto. Por qué no se siente representado. A lo mejor tiene que ver con eso. No ya con que exista una visión masculina, sino que el machismo sigue imperando en los discursos y en las formas de hacer política.

Pienso en lo de Rivera hablando de feminismo con cuatro mujeres detrás sin dejar hablar a ninguna de ellas. O en la foto -aunque él luego se desmarcase- de Pablo de Iglesias con ese Vuelve 'Él', que parecía un anuncio de Varón Dandy. Entonces, claro. El machismo está ahí y hay que revisar donde está presente y apostar por candidaturas feministas y femeninas en las que haya presencia de mujeres. En Podemos hay mujeres increíbles con las que me siento muy representado.

Dos décadas después, sigue cantando Papá cuéntamene otra vez sobre los escenarios. Sin embargo, ¿ha sentido alguna vez que debía de dejar de interpretar determinadas canciones?

Bueno, por ejemplo a los 18 años escribí una canción que se llamaba Tierna y dulce historia de amor, que compuse cuando Álvarez Cascos se divorció y se casó con una persona más joven. Pretendía reírme de esa doble moral del político que dice una cosa y hace otra. Y sobre todo retratar el patetismo del personaje, que resulta ridículo. Pero a día de hoy no me gusta demasiado cantarla. Primero porque ha cambiado la sensibilidad y la mirada, y segundo porque no sé hasta qué punto pudiera haber gente que no la interpretase en el sentido que yo la compuse.

Entiendo que puede dar lugar a interpretaciones que no se adecuan a lo que yo imaginé y como tampoco es que sea mi canción favorita, pues pienso si merece la pena seguir cantándola y si realmente me siento cómodo haciéndolo. Pero lo cierto es que no hay tantas canciones que crea que no debo cantar. Fíjate en que sigo cantando Papá cuéntame otra vez porque ha cambiado de sentido para mí. Y como ella otras tantas.

Papá cuéntame otra vez  es prácticamente un himno de la izquierda española. Pero tiene ya dos décadas y existe la sensación de que siempre se entonan los mismos cantos: L'estaca, Al Vent... ¿Nos faltan referentes en el ámbito de la cultura que generen nuevas conciencias y nuevos himnos?

Yo creo que sí. En lo musical al menos ha habido un alejamiento entre lo que es la vida social y política, y la propuesta cultural que haces porque se ha impuesto el escapismo y la evasión permanente. Un himno nos ancla a una realidad, es una cuestión identitaria que nos define como colectivo. Pero le hemos cantado tanto a las aspiraciones individuales que difícilmente algo que tenga que ver con un 'nosotros' y no con un 'yo' se puede convertir en himno.

El himno nos identifica como parte de una sociedad con un proyecto común, pero cuando la música no habla de proyectos comunes sino personales e individuales, se generan otro tipo de fenómenos generacionales. La música ha dejado de hablar del colectivo y del ser humano como parte de una sociedad con la que se compromete. El 'nosotros' se ha desdibujado en el terreno musical.

'Nación salvaje', las nietas de las brujas de Salem plantan cara al machismo

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En noviembre de 1688, la familia Goodwin acusó a su ama de casa, Ann Glover, de brujería al ver que sus hijos enfermaban sin razón aparente. No hacían falta pruebas si la acusación venía de una de las casas más acaudaladas de Boston -por aquel entonces parte de la colonia de Massachusetts Bay-, y la acusada no era más que una lavandera irlandesa de clase obrera. Así que la mujer terminó en la horca sin haber cometido delito alguno.

Pocos años después, en la ciudad de Salem, varias niñas empezaron a actuar 'de forma extraña' presentando los mismos síntomas que los infantes Goodwin. El médico local, William Griggs, les diagnosticó que sufrían hechicería. Y la búsqueda de responsables terminó con la persecución, juicio y ejecución de más de veinte personas por 'cargos de brujería'. Sin más pruebas que el odio y sin más razón que la moral puritana amparada por la ley y la locura colectiva.

Justamente en Salem se ambienta Nación salvaje, el segundo largometraje de Sam Levinson. Una revisión actual y macarra de aquellos juicios, hoy vehiculados mediante las redes sociales, nuevo cadalso para la moral patriarcal y reaccionaria.

Nuevas formas de odiar a la mujer

Todo empieza como una broma: un joven publica un enlace anónimo que ha llegado a su mail con fotos del alcalde de Salem trasvestido y alternando con hombres. Una noticia que caldea los ánimos de la población. La risa se convierte en llanto cuando un hackeo masivo facilita la publicación de información íntima de buena parte de sus habitantes. Entonces, un nombre surge entre los posibles responsables: Lily Colson, una joven adolescente de 15 años que mantenía una relación virtual con un hombre casado y mayor que ella a espaldas de su novio en el instituto.

El prejuicio y el odio es suficiente para exigir su cabeza. Pero ni ella ni sus amigas están dispuestas a dejarse quemar en una hoguera que no es más que el arma definitiva de una moral heteropatriarcal tan arraigada en la sociedad, como peligrosa.

Sam Levinson -hijo de Barry Levinson, el aclamado dramaturgo y director de Rain Man y Good Morning, Vietnam-, afronta su nueva película con el espíritu agitado de un adolescente. Y contagia en esta historia de clarísima vocación satírica pero también divertimiento juvenil, un sentimiento revolucionario de necesidad urgente de cambio.

Por momentos, Nación salvaje parece aludir a la expresividad formal e incluso la paleta de colores del Clímax de Gaspar Noé. Por otros, querer ser la Spring Breakers de Harmony Korine sin aspiraciones intelectuales. Puro entretenimiento nihilista, esta vez sintetizado a través de un mensaje abiertamente feminista. Y vestido con un dispositivo formal apabullante.

La noción de estímulo constante lleva a Levinson a probar casi cualquier recurso que se le ponga por delante. Desde la pantalla partida a la saturación de imágenes, pasado por la ruptura de la cuarta pared e incluso de los elementos diegéticos de la narración.

Consciente de ser, en todo momento, una película de adolescentes para adolescentes, Nación salvaje prefiere estresar a aburrir. Su sana comprensión de lo gamberro como elemento discursivo, incluso disruptor, convierte su visionado en una película alejada de lo didáctico pero capaz de persuadir. Digamos, por hacerlo sencillo, que está más cerca de la mala baba de God Bless America, que del moralismo de visionado en aula y posterior redacción de La ola.

Mejor pedir perdón que pedir permiso

"En todas sus manifestaciones", escribía la crítica cultural Eva Cid en un artículo  sobre la figura de la bruja como historia de la feminidad subversiva, "parece que subyacen dos ideas constantes: el miedo y el desprecio por las mujeres no sometidas a una serie de cánones estéticos y roles pragmáticos, y la asociación de las mismas con la esfera de lo salvaje, lo desconocido, lo incivilizado".

Eso es precisamente lo que temen los ciudadanos de Salem en Nación salvaje, una juventud que no puedan controlar. Una generación de mujeres a las que no puedan decir qué hacer con sus cuerpos, sus opiniones y sus vidas. Con su intimidad, último terreno de lo político.

A Sam Levinson se le pueden criticar muchas cosas, dado lo inflamable del material que maneja. Su mirada masculina se filtra en unas imágenes que, por momentos, sexualizan a sus protagonistas perfectamente heteronormativas cayendo en el mismo juego que pretende criticar.

Además, sus postulados se construyen siempre desde la exageración, apelando a lo sexual como omnipresente motor de la adolescencia. Tanto es así que podríamos pararnos a pensar si Nación salvaje pasaría el test de Bechdel, dado que casi todas las conversaciones que tienen entre ellas giran en torno a ellos. Incluso comete el sonrojante error de ofrecer espacio dramático a la cantinela del llamado not all men, renunciando a desarrollar sin miedos a sus empoderadas protagonistas.

Pero su alegoría en torno a la figura de la bruja y su discurso sobre cómo se construye el puritanismo patriarcal en una sociedad virtual, resulta demasiado apasionado como para no dejarse contagiar. Es una pesadilla eficiente que transgrede el relato del terror social para instalarse en el terreno del survival con mensaje.

Uno que habla de la misoginia y la homofobia en los institutos, la masculinidad tóxica y sus agresivos efectos en la adolescencia, el public shaming y la libertad sexual en redes sociales, así como de la necesidad de plantar cara a las injusticias.

Con sus desaciertos, uno no puede dejar de pensar que un producto así podría haberle resultado absolutamente revelador si lo hubiese consumido a los catorce o quince años. Qué tipo de adulto sería si, en lugar de haber crecido con American Pie, lo hubiese hecho con Nación salvaje. La mera pregunta ya vale su peso en oro.

El director español del que probablemente no hayas oído hablar y que arrasa en China

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Cuando se estrenó en nuestro país, Durante la tormenta pasó desapercibida a ojos de la taquilla. A pesar de contar con la distribución de Warner Bros y llegar a exhibirse en nada menos que 236 cines, el tercer largometraje de Oriol Paulo no logró superar la barrera de los 300.000 euros en recaudación. Cayó un 40% la semana siguiente a pesar de contar con el festivo del puente de la Constitución y no consiguió remontar.

Tras varias semanas de exhibición, al cierre anual de la taquilla, la película había alcanzado la suma de 779.000 €, muy lejos de los 19 millones de Campeones o los diez de Superlópez pero también de comedias de presupuesto limitado como Que baje Dios y lo vea o La tribu

El pasado fin de semana, el título se estrenaba en China y recaudaba en sus dos primeros días de recorrido nada menos que 2,62 millones de euros, lo que la convertía en la tercera película más vista de la taquilla del país por detrás de Dumbo. Poco más de 48 horas en el país asiático bastaron para superar con creces todo lo que consiguió la película en salas españolas a lo largo de su vida comercial. ¿Lo más sorprendente? Que no es la primera vez que una película de este mismo director triunfa allí. Oriol Paulo ya fue el responsable de todo un fenómeno con su anterior película, Contratiempo.

Internet, ese extraño aliado

En 2017, Contratiempo, el segundo largometraje de Oriol Paulo tras El Cuerpo, llegaba a salas chinas. Se trataba de un thriller protagonizado por Mario Casas, Bárbara Lennie y José Coronado que aquí no había gozado de una recepción crítica positiva pero que había funcionado bastante bien en taquilla -medio millón de espectadores y séptima película más taquillera del año-. Su director estaba a un mes de iniciar la preproducción de Después de la tormenta, que también producía Atresmedia Cine, cuando llegó a las salas asiáticas. Pero el fenómeno venía de lejos.

La película había generado un fenómeno cultural inaudito en internet. Era una de las más descargadas del año y había generado una conversación en redes sociales sin precedentes para tratarse de un título español.

Aquello puso a trabajar a las distribuidoras chinas, que no quisieron quedarse al margen del prodigio sin sacar tajada. Así que la estrenaron por todo lo alto: Contratiempo se pudo ver en 7.000 pantallas de China, sin que las descargas ilegales restasen efecto al lanzamiento. Amasó casi 26 millones de dólares, según Box Office Mojo, y se convirtió en una de las películas más taquilleras del año en el gigante asiático. Pocos puestos por debajo de La La Land y por encima de películas como la adaptación de Assassin's Creed  o Arrival, una de los títulos de ciencia ficción más importantes de la última década.

Póster chino de 'Durante la tormenta'"Es difícil saber como funciona el mercado chino", explica Oriol Paulo a este periódico en una entrevista telefónica, "pero he de confesar que tenía un poco de miedo porque Contratiempo tenía un fanbase muy fuerte". El realizador se encuentra actualmente en China, acompañando su tercer largometraje durante la promoción, participando en coloquios y presentándolo a lo largo y ancho de la república popular. "De hecho, aquella se estrenó aquí porque llevaba más de un millón de descargas y era una película supercomentada. Durante la tormenta no contaba con nada de eso".

A su anterior película, las descargas ilegales le vinieron bien puesto que facilitaron su estreno en cines. Sin ese millón de clics ilegales, la película no hubiese despertado la curiosidad en el despacho de ningún agente y no se hubiese visto en pantalla grande. Es más, es probable que tampoco lo hubiese hecho este nuevo largometraje.

"Aunque con Durante la tormenta no teníamos esa fanbase previa, contábamos con el aval del éxito de Contratiempo", cuenta el realizador catalán, "de hecho tras el fenómeno de aquella, se acordó la distribución de esta tan solo con el guion en las manos", describe como si no terminase de creerse el asunto. Esta vez, sin embargo, señala que al volver ha "notado que hay como más aceptación. La película está en más salas, en más sitios, la gente habla mucho de ella...".

Esta vez la red no ha sido su valedora. De hecho, ha jugado en su contra a pesar de estar disponible online y dentro de la legalidad. La película se estrenó en Netflix el pasado 22 de marzo. "Eso ha condicionado mucho el estreno en China", comenta Paulo. "No soy ningún experto en el mercado asiático pero sí sé que la fecha de estreno no era la más óptima para ellos. Es una pasada la cantidad de estrenos importantes que coinciden ahora".

En este caso, "el tema Netflix influye en la piratería: la copia pirata saltó una semana después y por eso hemos estrenado ahora. No les hizo ninguna gracia", cuenta. Con todo, nada ha impedido que Oriol Paulo lo haya vuelto a hacer y este pasado fin de semana, una película que pocos españoles vieron en nuestros cines, ha arrasado en China.

Un plot twist, el ingrediente imprescindible

La primera película de Oriol Paulo, El cuerpo, narraba la historia de un cadáver desaparecido en una morgue. Hugo Silva y José Coronado se las veían con trama llena de giros y piruetas que, en última instancia, se revelaba de lo más eficaz gracias a un final sorpresa al más puro estilo M. Night Shyamalan.

Póster chino de 'Contratiempo'Contratiempo repetía el modus operandi con la historia de un joven y exitoso empresario -Mario Casas- que una noche despertaba en la habitación de un hotel junto al cadáver de su amante y era acusado del asesinato. Y de nuevo, la estructura narrativa delegaba parte de su poder a un giro final que jugaba un papel fundamental.

"Reconozco que Contratiempo es una película mucho más juguetona en ese sentido, su trama es puramente un ejercicio de lógica", describe el director.

"Creo que Durante la tormenta juega a otra cosa aunque no termina de desentenderse de esto porque la estructura formal de mis películas juega casi siempre a lo mismo", opina.

Sin embargo, según él, esta vez lo que puede haber seducido al espectador asiático es otra cosa: "El elemento emocional aquí en China sí que está enganchando a la gente. En el 100% de las proyecciones me preguntan si los dos protagonistas acaban juntos. Están muy obsesionados con saber eso", bromea.

Lo cierto es que, con respecto a la arquitectura de sus guiones -todos firmados siempre por él mismo y la guionista Lara Sendim-, algo hace que el espectador asiático pique mientras que el español no preste especial atención.

"Sí veo que el espectador chino es muy activo con respecto al visionado, que ve la película muy dispuesto a darle vueltas", describe el realizador. "Ya me pasó con Contratiempo, y ahora con Durante la tormenta igual: noto que le dan muchas vueltas, que preguntan mucho. Y mis pelis van un poco de eso".

Mercados distintos, tradiciones distintas

No existe una fórmula que explique punto por punto qué hace que las películas de este realizador triunfan lejos de nuestras fronteras, mientras aquí siguen sin pasar sin pena ni gloria. Pero Paulo lleva dos películas que se han convertido en un fenómeno casi de culto a más de 8.000 kilómetros de distancia de su casa.

Es difícil decir si hay algún caso parecido al contrario porque hasta las salas españolas llegan muy pocas películas chinas y asiáticas en general. El ecosistema de la distribución cinematográfica es radicalmente distinto, las salas se dirigen a un público potencial mucho menor -1.300 millones de habitantes es un nicho muy grande-, y es muy raro que se den fenómenos como el de Oriol Paulo a la inversa. 

A nivel asiático, se puede debatir si existe aún el culto suficiente al thriller surcoreano que asegura que las películas de Park Chan-wook o Bong Joon-ho lleguen a nuestras salas, o si la animación japonesa mueve a suficientes espectadores al cine. Pero el cine chino sigue siendo escasísimo: ni realizadores tan laureados como Jia Zhang Ke o Zhang Yimou tienen seguro su hueco en la cartelera.

"No sé por qué ocurre esto pero hay un factor que puede afectar", nos dice Oriol Paulo. "El espectador chino está acostumbrado a las películas en versión original, todas se estrenan así", cuenta, "y eso puede ser algo que facilite llegar activamente la público".

Sin embargo, el realizador lamenta que "en España las salas en versión original son minoritarias y en este sentido hay algo que dificulta que las películas extranjeras puedan viajar más libremente porque tienen el mercado condicionado por el doblaje". Sea como fuere, lo que está claro es que nadie es profeta en su tierra. Y que Oriol Paulo parece ser más comprendido por el hablante chino que el hispano.


'Fungus', la respuesta de izquierdas a 'Juego de Tronos' viene de los Pirineos

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Afirmar que Albert Sánchez Piñol es, a día de hoy, uno de los  escritores catalanes más leídos del mundo no despierta suspicacia alguna. El éxito de La piel fría le arrojó sorpresivamente al centro del panorama de ciencia ficción patrio tras convertirse en un fenómeno editorial con 37 traducciones y más de 800.000 libros vendidos.

Antropólogo de formación y escritor de profesión, en los noventa vivió en el Congo mientras realizaba su tesis doctoral, pero tuvo que salir de allí tras una guerra civil que le tocó de cerca. Plasmó aquello en la novela Pandora en el Congo y el brillante ensayo sobre dictaduras africanas Payasos y monstruos. Tras el boom de La piel fría, revalidó su título como autor superventas con Victus, novela que ha sido adaptada al cómic por Carles Santamaría, Cesc Dalmases y Marc Sintes. Puso un pie en el audiovisual con el relato de El Bosque, del que Óscar Aibar hizo un interesantísimo largometraje, y volvió a repetir con la menos lustrosa adaptación de su best-seller que realizó Xavier Gens en 2017.

Fungus, su nueva novela publicada por Alfaguara en castellano y La Campana en catalán, es más un proyecto cultural multidisciplinar que un libro al uso. Pretende convertirse en una nueva referencia del fantástico español, aunque no sea exclusivamente mediante el formato literario pues, según él, "es una pedantería valorar más el libro que otro tipo de narraciones".

De hecho, ya ha llegado a un acuerdo para una posible adaptación de la mano del artista audiovisual Franc Aleu, quiere poner en marcha un juego de mesa basado en el universo que ha creado y la edición actual viene acompañada de ilustraciones de Quim Hereu, que seguirá trabajando en la dimensión pictórica de esta aventura pirenaica. Está por ver hasta dónde alcanzará esta vez el fenómeno.

Hace mucho tiempo, en un lugar de los Pirineos...

Es 1888 y Ric-Ric, pues así se llama el protagonista de Fungus, es un vagabundo sin oficio ni beneficio que, huyendo de la Guardia Civil barcelonesa, termina perdido en las montañas del Pirineo catalán. Allí encuentra trabajo como recadero en un pequeño hostal que vive del ir y venir de traficantes de alcohol y otros manjares que trasuntan el lugar desde Francia.

Pero pronto, Ric-Ric se percata del desprecio con el que lo tratan tanto su jefe como sus clientes y decide rebelarse cometiendo pequeños hurtos de botellas de vino del local. Un día, borracho hasta las trancas, golpeará furioso lo que parece ser una seta gigante de las que abundan en el terreno, pero de ella surgirá un monstruo, un Fungus. Una criatura ancestral con un sorprendente poder que, en manos de Ric-Ric, podría convertirse en la chispa de una revolución proletaria. O todo lo contrario.

"Esto es una idea que viene de muy lejos", cuenta Albert Sánchez Piñol a este periódico. La primera versión de esta historia se remonta a 2005, cuando el autor acababa de publicar Pandora en el Congo. Sin embargo, por entonces había en el libreto cosas que no terminaban de convencer a su propio autor. Años después, la idea resucitó y salió del cajón: "Me di cuenta de que el tema central seguía muy vivo en mí", explica. Quería "hablar sobre el poder político y reflexionar mediante la fantasía sobre por qué obedece o desobedece la gente. Era algo que me interesaba como antropólogo y como ciudadano", explica.

Una ocurrencia que, de hecho, cobraba un matiz actual cuando encendía el televisor y miraba la situación política catalana y la española. Él prefiere no hacer paralelismos, pero no niega que su entorno le haya influido de distintas formas. "Apelamos a personajes ficticios para hablar de cosas muy reales. Fungus, por ejemplo, te dice que quien manda puede ser cualquier tontolaba", deja caer. 

Al autor, la metáfora sobre el poder en su última novela le ha llevado a construir un relato fantástico de tintes clásicos que apela tanto a la herencia de Frankenstein como a la de Drácula. Solo que sin seguir al dedillo los principios filosóficos subyacentes a las obras de Mary Shelley y Bram Stoker.

"La literatura siempre ha sido fantástica, desde el primer texto escrito no oral que es la epopeya de Gilgamesh", explica. "Desde entonces tenemos una tradición inmensa de monstruos que nos ayudan a explicar ideas de nuestro tiempo y, para mí, lo que hay detrás de los Fungus es la democracia entendida en toda su complejidad".

En busca de un monstruo democrático

Es bien cierto que la figura del monstruo es de todo menos marginal en la literatura. Y no menos cierto es que aparece, constantemente, como un reflejo de los tiempos que se vive. A Sánchez Piñol le apasiona el tema, pero en Fungus ha querido buscar un tipo de monstruo distinto.

Las criaturas que pueblan esta novela son unas setas que se desraízan y empiezan a andar. Pero también comparten absolutamente todo lo que tienen -hasta los sentimientos-, son radicalmente igualitarios, no conocen jerarquías ni entienden las luchas de poder. Por no saber, no saben ni mentir, pues todas comparten lo que piensan y sienten entre ellas.

"Quería crear un monstruo totalmente democráticos", explica. "Por una vez he encontrado una criatura que no proclama la isocracia y la igualdad, sino que la practica".

Sánchez Piñol cuenta que para crear a las setas andantes de su novela se ha remontado a sus estudios de antropología. Ha realizado una genealogía del concepto de poder político y cómo se ha transmitido en la ficción. "Hay dos grandes escuelas de lo que es el poder", explica: "Una es la nietzscheana, que tiene la concepción de que el poder es el individuo. Alguien con tanta fuerza de voluntad que consigue acaudillar a su pueblo para llevarlo a un hito histórico. La otra es la maussiana, que dice que el poder es la masa". 

Él se ha fijado en esta segunda teoría: "He creado a los Fungus en base al concepto de Marcel Mauss del poder pues creo que es falso que un gobernante pueda sustentarse en contra de la voluntad de sus súbditos". Y va más lejos ilustrando la idea con un ejemplo, "No hay quien se crea que Franco murió en la cama porque era un gran líder: murió en la cama porque este país estaba repleto de franquistas, ¡no me jodas! Pues aquí igual, estas criaturas gobiernan los pirineos por mucho que el pobre Ric-Ric crea que puede controlarlos".

Una lectura más allá del libro

Al respecto de esta lectura del poder democrático y su encarnación en el monstruo que da nombre a su novela, Piñol nos habla de otro relato hegemónico y fantástico actual que quiso contradecir durante la escritura de Fungus.

"Juego de Tronos es nietzscheana en el sentido de que quien ejerce el poder son cuatro tíos y tías que lo deciden todo. Mientras que el grueso de la población no es nada más que carne de cañón o masas fanatizadas por algún líder religioso loco", opina. "En cambio, en Fungus el poder lo ejerce la colectividad. Es una perspectiva distinta porque quien decide es el que está abajo, no el que está arriba ni el que tiene apellidos ilustres".

Sin embargo, reconoce que Juego de Tronos es uno de los grandes relatos del momento tanto por su naturaleza como por su formato. "Estamos en el siglo XXI: debemos aceptar que la narrativa que predomina hoy es la audiovisual. La preeminencia de la narrativa a través del libro decae pero es totalmente natural", explica, "es una pedantería y un elitismo mal entendido valorar más el formato libro que otro tipo de narraciones". Para él, "lo único inmortal es la narrativa".

Según el autor de La piel fría, "tenemos que ser conscientes ya de que lo que vale es la historia, no cómo se exprese. Nuestro siglo es el de las interrelaciones. Juego de Tronos son libros, series, juegos de mesa... ¡Eso es el futuro!".

Y añade, "la narrativa permanece, el formato cambia. ¿Quiénes somos nosotros, hijos del siglo XXI, para despreciar la narrativa audiovisual como nuevo formato predominante. ¿Por qué no le han dado nunca un Nobel a George Lucas por La Guerra de las Galaxias? ¡Él es el creador del auténtico relato popular contemporáneo!".

'La sombra del pasado', el arte como redención vestido de culebrón nazi

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Prácticamente desde el primer minuto de metraje, La sombra del pasado  se afana en demostrar que es una obra idónea para los tiempos que vivimos, por mucho que narre veinte años de la historia de la Alemania del siglo pasado, desde la Segunda Guerra Mundial a la construcción del Muro de Berlín. Pretende demostrar, como en el fondo lo pretenden todas, que no es 'otra película sobre nazis' y en cierto modo lo consigue.

La película abre con una escena en la que nuestro protagonista, Kurt Barnert, visita con su tía una exposición temporal de lo que los nazis llaman 'Arte degenerado'. En ella, un militar hace las veces de guía turístico mientras explica por qué las obras de Mondrian, Picasso y Kandinski carecen de interés y no son más que extravagantes desfachateces. "Si no representa los valores de nuestro pueblo, pierde todo su valor", explica el señor nazi.

No es de extrañar que de pronto adquiera una dimensión actual si nos paramos a comprender qué significan las declaraciones de Iván Espinosa de los Monteros cuando se refería al cine como algo que no era cultura. Afirmaciones que no desentonaban con lo que afirmaba Abascal en el libro de Sánchez Dragó en el que sostenía que las ayudas al cine deberían ser solamente para películas que "fomenten el patriotismo". Unas afirmaciones que avivaron el debate sobre si el cine, o cualquier arte, debe responder a una voluntad política. Si debe ser patrimonio del poder y alentar los valores que este convenga en definir como óptimos para la población.

La instrumentalización política del arte, así como herramienta de rebelión y liberación son algunos de los temas que Florian Henckel von Donnersmarck ha abordado en La sombra del pasado. Una obra ambiciosa que, a lo largo de sus 188 minutos de duración, recorre algunos de los males del alma del artista contemporáneo.

Pintura contra el nazi

Cuando tenía seis años, Kurt Barnert -a quien da vida Tom Schilling- vio como se llevaban a su tía a la fuerza a un sanatorio donde terminarían metiéndola en una cámara de gas. Padecía esquizofrenia y para los médicos afines partido de Hitler, esto significaba que eras una persona de condición inferior y no merecías vivir en sociedad. Si eras mujer, además, ibas a dejar una descendencia que no iba a cumplir con el ideal ario. Así que eras, básicamente, un ser humano inservible y por lo tanto prescindible.

Años después, Kurt se convierte en un joven con talento que estudia en la academia de arte. Allí conoce y se enamora de Ellie Seeband -interpretada Paula Beer-, hija de uno de los doctores nazis que durante años practicaron la eugenesia a golpe de receta. El mismo doctor que firmó la sentencia de muerte de su tía.

Florian Henckel von Donnersmarck plantea en La sombra del pasado -título español poco inspirado y lejos del original Werk ohne Autor, que se podría traducir como 'Obra sin autor'-, un drama que relaciona la historia del arte con la historia de una nación. Y convierte lo que es una tesis interesante en una exploración sobre cómo las relaciones personales se filtran en una obra artística y tienen su eco social y político.

Un discurso que se sabe profundamente arraigado en su director y que se aborda de forma hábil pero inspirada de forma intermitente. La sombra del pasado parece dedicar los mismos esfuerzos en hablar de la desmemoria de la Europa contemporánea que en construir un melodrama familiar con poca garra y mucho boato.

Al desarrollo entre lo naif y lo manipuladoramente emocional de la relación amorosa se suman las vueltas circulares sobre la incapacidad de concebir-única característica del personaje de Paula Beer, por lo demás carente de toda ambición-. Amén de la tibia condena del padre de pasado nazi interpretado por Sebastian Koch. Todo lo que rodea al universo familiar del protagonista pretende sumar aristas, pero redunda en una serie de divagaciones maniqueas sobre la familia, el amor, el perdón y el pasado.

Esto, además, no se respalda con una puesta en escena o una concepción formal ingeniosa. La sombra del pasado luce plana de forma consciente. Sobreiluminando en exceso tanto los decorados como los rostros de los protagonistas, que no gozan de un solo frame en el que no les brillen los ojos. Amén de fallos de raccord que hacen pensar en un montaje no demasiado apurado que, puede, sea una de las razones fundamentales de su desproporcionada duración.

Inabarcable monumento a un autor

Con todo lo dicho, es significativo que la película gane en interés cuanto más discursiva se vuelve sobre el arte como herramienta contestataria, incluso redentora. Cuanto más se encierra en el estudio del pintor protagonista.

Según el propio director, las vivencias de Kurt Barnert están inspiradas en las del artista alemán Gerhard Richter, uno de los nombres propios más destacados del arte moderno alemán surgidas en los sesenta.

Aunque hay mucho de fabulación entre realidad y ficción, el suegro de Richter también fue un importante gerifalte nazi e instigador de la eugenesia como práctica institucional. Y su tía, Marianne Schönfelder, también fue asesinada por el régimen."Pensar que Richter había vivido bajo el mismo techo que la persona que, de alguna manera, era el origen de su trauma y del dolor que le incitó a ser artista... Me pareció un estupendo punto de partida", decía von Donnersmarck en esta entrevista publicada por Sensacine.

En el filme, de hecho, se descubre como fue la creación de la fascinante obra Tante Marianne, con la que inciaría una etapa que le llevaría a ser uno de los precursores de las denominadas 'fotopinturas'. Más tarde, Richter trasuntaría el paisajismo, la pintura abstracta, el arte pop y el minimalismo.

Pero siempre mantendría un compromiso social con su realidad -que no con una ideología concreta- que le llevaría a reflexionar largo y tendido sobre qué podía hacer él, desde su condición de artista, para cambiar el mundo en el que vivía. "Esencialmente, el arte siempre está relacionado con la necesidad, la duda y la impotencia", decía el propio Richter en la entrevista que acompañaba el catálogo de la exposición dedicada a su figura que el Museo Reina Sofía le dedicó en los noventa.

Dado el interés y relevancia de la figura de Richter, se siente con pesar y se asimila con fatiga la aparatosa estructura argumental que rodea el ejercicio de reflexión sobre su arte que propone La sombra del pasado. Pero como en su obra, también habitan en ella momentos de verdadera inspiración y belleza.

La eutanasia sigue siendo ficción: la muerte digna a través de siete películas

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"Quiero que esto sirva para que la eutanasia se apruebe, por la gente que sufre como mi mujer". Así de claro se expresaba Ángel Hernández la pasada semana, tras quedar en libertad y prestar declaración por ayudar a morir a su esposa, María José Carrasco.

Ella estaba enferma de esclerosis múltiple desde 1989, con el grado máximo de dependencia desde 2009. No podía ni alimentarse por sí misma y había manifestado en numerosas ocasiones su deseo de morir "cuanto antes". Él le facilitó la dosis exacta de Pentobarbital Sódico para que así fuese. Pero su detención y la noche que pasó en el calabozo le impidió sobrellevar el duelo como era debido.

Según un sondeo realizado por el CIS en 2011, un 77,5% de los españoles apoyaría la aprobación de una ley para regular el derecho de las personas a tener una muerte digna. La inclusión de la eutanasia en la ley de muerte digna fue una de las medidas propuestas por el PSOE al entrar al Gobierno, pero su tramitación se encuentra bloqueada.

A falta de soluciones políticas, el debate sobre la eutanasia se traslada también a otros ámbitos de la sociedad y toma los escenarios culturales. Hace tan solo unas semanas, se estrenaba en el madrileño Teatro del Barrio la obra Celebraré mi muerte, en la que el doctor Marcos Hourmann, el primer médico condenado en España por practicar una eutanasia, se interpretaba a sí mismo e interpelaba al público sobre su decisión.  "Provoqué la muerte porque creo en la vida", aseguraba.

Antes de abordar este debate sobre las tablas, numerosas películas han invitado a la reflexión sobre la muerte digna. En nuestro país, quizá la más conocida sea Mar adentro, la película dirigida por Alejandro Amenábar en la que Javier Bardem interpreta a Ramón Sampedro. Sin embargo, acercamos aquí otras siete historias, quizá menos conocidas, que también llevaron a la gran pantalla la temática de la muerte digna. 

Las invasiones bárbaras (Denys Arcand, 2003)

Rémy Girard se ganó el corazón de muchos al interpretar a un enfermo terminal de cáncer con decenas de hechos de dudable moral pesando sobre su consciencia. Por eso, antes de morir, decide reunir a su hijo -del que se había distanciado-, su exmujer, sus examantes y sus viejos amigos, y compartir sus últimos momentos. También pedirles perdón, y anunciarles su inminente partida.

Un absoluto clásico contemporáneo que aborda la muerte digna desde un prisma cargado de emoción y sinceridad. Segunda entrega de la célebre saga El declive de Arcand con la que aborda, desde distintos puntos de vista, la decadencia física, moral, política y sexual del ser humano.

Hace mucho que te quiero (Philippe Claudel, 2008)

El escritor francés Philippe Claudel debutó en el séptimo arte con una obra que rápidamente se ganó el reconocimiento del público y la crítica. En ella cuenta la historia de una exmédica llamada Juliette Fontaine que es liberada después de permanecer 15 años en la cárcel. Después de todo ese tiempo ha perdido a su hijo, su marido la ha dejado y es rechazada por sus padres. Solo le queda su hermana pequeña Léa, que le acoge en su casa e intenta apoyarla con su reinserción laboral y social.

Claudel es libre, pero su mente continúa presa de un tormento que no parece tener arreglo. Al principio desconocemos las razones de su sufrimiento, pero, poco a poco, y a través de incómodos silencios, vamos uniendo las piezas del puzle que conforma un dolor anclado en su pasado que también define su presente.

Amor (Michael Haneke, 2012)

Quizá sea la más conocida de la recopilación, pero no podía faltar esta obra de Michael Haneke. El cineasta austriaco pone sobre la mesa todo el cariño y la sensibilidad que le caracterizan para contar la vida de Georges y Anne, dos ancianos de 80 años que viven en París. Solo se tienen el uno al otro, ya que su hija vive en Londres con su marido.

La apacible rutina cambia cuando Anne de repente sufre un infarto que le deja paralizado parte de su cuerpo. Es entonces cuando comienza el calvario para ambos. Para ella, porque tiene que enfrentarse a dolores y a la impotencia de verse incapaz para hacer tareas básicas. Para él, porque a pesar de los esfuerzos contempla cómo su mujer se desvanece ante sus ojos. Es una película de amor, pero por la vida que merece ser vivida. 

Algunas horas de primavera (Stéphane Brizé, 2012)

Al igual que la obra de Claudel, esta nos cuenta la historia de alguien que sale de la cárcel y se debe enfrentar a la reinserción luchando contra la marginación y la inadaptación frente a quienes le rodean. Alain dejó los barrotes tras cumplir una condena de 18 meses por intentar pasar 50 kilos de cannabis que, sin tener ningún lugar donde vivir, regresa con su madre Yvette, la cual padece cáncer terminal.

Sin embargo, la relación entre ellos no es fácil. Mientras que Yvette juzga a su hijo por el delito que cometió, Alain juzga a su madre por querer viajar a Suiza para acabar dignamente con su vida gracias al suicidio asistido. En el fondo, la cinta de Brizé es una reflexión sobre de dos partes que no se pueden entender pero que, en el fondo, comparten la búsqueda de una redención que parece que nunca llega. 

Miel (Valeria Golino, 2013)

La actriz italiana Valeria Golino debutó como directora con una película que afronta el tema de la eutanasia alejándose de los clichés y los pañuelos de papel. La protagonista del relato, apodada Miel, es una joven que se dedica a asistir de forma clandestina a aquellas personas que han decidido acabar con su vida de manera voluntaria. 

A cambio de dedicarse plenamente a este oficio, Miel se encuentra obligada a llevar una doble vida ocultándose de la ley en diferentes países. Uno de ellos es México, un lugar que también sirve para abastecerse de medicinas para animales que, suministradas en su justa medida, le permiten convertirse en el ángel de la muerte. Pero no uno cualquiera, sino el de la muerte digna.

Corazón silencioso (Bille August, 2014)

Corazón silencioso narra la historia de tres generaciones de una familia que se reúnen un fin de semana para afrontar la despedida de un miembro importante de la misma. La madre de la familia, aquejada de una enfermedad terminal, ha decidido poner fin a su vida antes de que su estado empeore.

Una decisión que no todos sus parientes digieren de la misma manera. Un drama familiar elegante que aprovecha su premisa de una forma emotiva pero controlada, ajustando su ritmo a las motivaciones de cada personaje. Y construyendo un drama familiar lejos de la estridencia pero muy cerca de la comprensión de la muerte como un evento intergeneracional ineludible pero afrontable de muchas formas distintas.

Mia Madre (Nanni Moretti, 2015)

Dos hermanos se enfrentan a la grave enfermedad de su madre de forma radicalmente distinta. La mayor, una impresionante Margherita Buy, huye de los problemas centrando toda su vida en su trabajo como directora de cine. El pequeño, interpretado por el director de la película Nanni Moretti, decide dejar su trabajo para cuidar a su madre en sus días de hospital. 

La que fuera la mejor película de 2015 según Cahiers du Cinéma, es un drama sobre el que planea la muerte de forma constante, como un personaje más tan presente como los dos hermanos protagonistas, pero invisible a ojos del espectador. Sin embargo, las brillantes actuaciones y la sobriedad de Moretti, tanto en el guion como en la dirección, elevan su tesis hasta cotas de eficacia ante la que el espectador no podrá defenderse.

Seis mujeres barbudas que lucharon por su dignidad rompiendo cánones

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En la construcción incesante de un 'nosotros', la cultura occidental no ha escatimado medios para conseguir crear la imagen del 'ellos'. A veces, antes incluso de definir qué somos y qué nos identifica como sociedad en común. Nuestra historia es una prueba palmaria de cómo se ha inoculado con toda suerte de estrategias la idea del otro para dibujar las líneas de lo que es aceptable y lo que no, de lo que es adecuado o todo lo contrario.

En esta construcción, a lo largo del siglo XX, los freak shows, los circos de variedades y los museos ambulantes de rarezas jugaron un papel fundamental. Mediante la otredad de lo expuesto como un entretenimiento baladí,  la clase dominante era capaz de justificar el saqueo o el genocidio de la población de otros países -las personas racializadas a veces eran exhibidas en safaris humanos-, pero también de señalar cuáles eran los mandatos sociales o de comportamiento.

"En la sociedad europea, esto recayó en muchas ocasiones sobre la mujer", describe el prólogo de El salvaje interior y la mujer barbuda,  publicado por el pequeño sello Antipersona. "La bruja, la histérica, la mendiga o la barbuda fueron fuertemente perseguidas, explotadas y castigadas por desobedecer las normas sociales que decían cómo debía ser la conducta y el aspecto físico de la mujer".

En su último ensayo, la escritora, investigadora y doctora en Historia del Arte Pilar Pedraza aborda esa construcción del otro. Pero lo hace con especial atención a la mujer, como ya hizo en otros brillantes textos como Máquinas de amar (Valdemar, 1998) o Brujas, sapos y aquelarres (Valdemar, 2014). En este reivindica la figura de mujeres que subvirtieron el imaginario heteronormativo y por ello fueron exhibidas como monstruos o enfermas, cuando solo eran mujeres con barba.

Antonieta Gosalvus

La del cuadro que precede estas líneas es Antonieta Gosalvus retratada, se cree, por la pintora boloñesa Lavinia Fontana. Nació en la segunda mitad del siglo XVI, se crió entre palacios con refinados modales. Era hija de Petrus Gosalvus, un hombre canario que formaba parte de la corte de Enrique II de Francia, casado con una mujer parisina llamada Catherine y con cuatro hijos e hijas.

Debido a su hipertricosis - conocido como síndrome de Ambras y cuya principal característica es el exceso vello en todo el cuerpo-, tanto Antonieta como su familia fueron retratados en múltiples ocasiones. Devinieron una compañía de lujo para la corte de Enrique II.

"Creo que nuestra sociedad ha ido recalificando el estatus de lo femenino casi a conveniencia", explica Pilar Pedraza en conversación con eldiario.es. "Gosalves fue una mujer de palacio, cuidaba de los más pequeños y tenía una vida de cortesana. Pero a la hora de la verdad, se podría decir que ella, como otras mujeres pilosas, no era vista más que como un animal de compañía". Según la escritora, "en las cortes europeas del siglo XVI se conocen muchas figuras que, como Gosalves, pertenecían al mundo de la diversión palaciega o de lo doméstico. De hecho fueron muy comunes en la España de los Austrias".

Bárbara Urselin

Bárbara Urselin no corrió la misma suerte Antonieta Gosalves. Nació en Kempten, Alemania, en 1629. Sus padres, que no eran pilosos, la exhibieron desde muy pequeña como La mujer cubierta de pelo, previo cobro de entrada, hasta que la casaron con un hombre que hizo lo mismo por freak shows de toda Europa, por entonces espectáculos para gente adinerada o pudiente.

Pedraza cuenta que la imagen de la mujer, al igual que la construcción del concepto de 'otredad', es maleable en nuestra cultura. "La Edad Media heredó y manipuló la cultura clásica. Lo que eran amazonas, lo convirtió en monstruosidades. Lo que eran oráculos sagrados, pasaron a ser despreciables alucinadas", cuenta la escritora. De aquellos polvos estos lodos: "La misoginia se instaló en nuestra cultura y se aceptó que la mujer era inferior en todos los sentidos".

"Por aquel entonces", explica Pedraza, "personas como Bárbara Urselin se veían como una fauna exótica. Se les pintaban cuadros y se les hacían efigies que muchos nobles coleccionaban como rarezas".

Julia Pastrana

Se la conocía como 'la mujer más fea del mundo', 'Bearded and Hairy Lady' o la 'Nondescript'. Además del síndrome de Ambras, su rostro estaba marcado por un prognatismo mandibular agudo. A pesar de hablar tres idiomas, tocar varios instrumentos y ser una mujer inteligente y cultivada, su aspecto físico la llevó a dedicarse al mundo del espectáculo.

Julia Pastrana nació en una familia humilde de una tribu de indios de Sierra Madre (México) y trabajó durante años como asistenta en casa de un potentado. A los veinte se inició en el mundo del teatro de variedades y conoció a Theodor Lent, un empresario que se casó con ella "para evitar deserciones", tal y como cuenta Pedraza. Ambos tuvieron un hijo, también con hipertricosis, que murió al poco de nacer. Ella falleció en 1860. Lent los embalsamó a ambos y los exhibió durante años sin ningún pudor.

El empresario llegó a casarse con otra mujer barbuda, Marie Bartel, a la que cambió el nombre por Zenora Pastrana e hizo pasar por hermana de la fallecida y momificada Julia. Marie, mucho más joven que Lent, terminaría metiéndole en un manicomio, afeitándose la barba y casándose otra vez con el fin de llevar una vida tranquila.

"De las mujeres barbudas como Pastrana sí tenemos mucha información", explica Pedraza. La ficción, de hecho, se ha acercado a la figura para tratarla de distintas formas, como en Se acabó el negocio, una película en la que Marco Ferreri y Rafael Azcona utilizaron la leyenda de Julia Pastrana como inspiración para una extraña comedia negra. "La mujer pilosa representaba 'lo otro', abyecto o exótico", cuenta Pedraza, "son casos reales, casos de personas con estas características físicas que quisieron introducirse en la normalidad y que fracasaron porque el mal ya estaba hecho, ya se había asentado socialmente".

Krao Farini

Algo menos turbia, resulta ser la historia de Krao Farini (aunque también lo es). Se cree que nació en 1876 en la frontera entre Laos y Tailandia, pero más tarde conseguiría la ciudadanía estadounidense. Sus primeras apariciones públicas en Europa datan de principios de 1880, siendo aún muy pequeña. La dio a conocer otro empresario del espectáculo Guillermo Antonio Farini, conocido como El Gran Farini, que solía contar que procedía de una tribu perdida de aspecto simiesco que vivía en las copas de los árboles. Que la había conseguido, como si de un mueble se tratase, de manos de los reyes de Birmania.

Farini la adoptó como hija y fue de gira con ella por todos los Estados Unidos durante años. Más tarde viajó con el circo Ringling Brothers de forma independiente y gestionando su fama y su dinero hasta que, cansada, se retiró a un piso de Brooklyn. Cuenta Omar López Mato en su libro Monstruos como nosotros: Historias de freaks, colosos y prodigios que Krao gozaba de muy buena fama en su barrio y que vivió pacíficamente el resto de sus días. Era conocida y respetada por sus vecinos, y más célebres que su vello facial eran las fiestas que oficiaba y la comida que preparaba. A su muerte, pidió que la incinerasen, conocedora de lo que había ocurrido con el cadáver de Julia Pastrana.

El caso de Krao, según Pedraza, es significativo porque nos muestra que aunque escasas, "también hubo historias de mujeres con características físicas diferentes que salieron adelante". La escritora describe que Farini pertenecía a "un mundo muy desconocido, pero que nos enseña mucho no solo sobre el imaginario cultural sino también sobre la historia del espectáculo que en Europa y en América moldeó el concepto de 'quién y cómo es el otro'". Según ella, "todo esto hay que saberlo porque ilustra muchos problemas actuales: el miedo al diferente viene de muy lejos".

Clémentine Delait

Clémentine Clattaux nació el 5 de marzo de 1865 en Chaumousey (Francia), en el seno de una familia dedicada a la agricultura. A ello dedicó gran parte de su vida, pues su trabajo en el campo resultaba imprescindible para el subsistir familiar. Pero a los trece años empezó a crecerle vello facial, que se afanaba en afeitarse.

En 1885, cuando contaba con veinte años, se casó con un panadero local llamado Joseph Paul Delait, con quien llevaría el negocio y luego un bar. Un día, cuando ella contaba con 36 años, aceptó la apuesta de un feriante de dejarse crecer la barba a cambio de 500 francos, que equivaldrían a más de 5.000 € actuales. Sin embargo, el feriante desapareció antes de pagar lo debido y ella empezó a gustarse y aceptarse con barba. Así que se la dejó crecer sin esconderla ni un día más el resto de su vida.

Tal fue el recibimiento de quien la conocía que decidió rebautizar el bar que llevaba con su marido como Le café de la Femme à Barbe. A su clientela habitual se sumaban curiosos y, más tarde, reporteros y fotógrafos a los que cobraba. Sus imagen se convirtió en un icono de la época y sus postales se vendían en toda Francia. Tras la Primera Guerra Mundial, sin embargo, la pareja y su hija adoptiva Fernande empezaron a sufrir dificultades y tuvieron que echar el cierre al popular local.

Tras rechazar varias propuestas de circos ambulantes, algunas de ellas millonarias, Delait empezó a aceptar invitaciones de personas importantes como el príncipe de Gales e intentar sacar partido de su vello para sacar a su familia de una crisis que terminó afectando a la salud de su manadero. Con el tiempo, ella abriría otra cafetería que regentaría hasta el final de sus días. Falleció en 1939, a los 74 años, e hizo esculpir en su epitafio: "Aquí yace Clémentine Delait, una mujer con barba".

Jennifer Miller

Todas estas mujeres, para Pilar Pedraza, son "parte de nuestra herencia cultural". De ahí que no dude en reivindicar por último a Jennifer Miller, mujer barbuda y creadora del Circus Amok.

A finales de los setenta del siglo pasado, Miller se dio a conocer entre las vanguardias artísticas de Estados Unidos a través de la performance y la danza. "Recibió una educación privilegiada en un ambiente intelectual y progresista", cuenta Pedraza, y se significó como una artista singular en múltiples ámbitos. Su circo, a medio camino entre la performance estética y la agitación cultural callejera, ha recorrido el mundo entero.

"El cuerpo es un territorio de opresiones", diría Miller. "Las mujeres sufren por tener que plegarse a una imagen, y para ellas una barba es inconcebible. Una mujer no lleva barba porque ante todo, tiene que ser femenina. Pero legitimar la diferencia es también legitimar sus sufrimientos. Seré, pues, una mujer barbuda, sin que por eso sea diferente".

'La Biblia negra de Mongolia', un libro kamikaze en el que "no se salvan ni los budistas"

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Si no parecen ser buenos tiempos para la sátira en nuestro país, peor pinta el panorama para quien decida crear un producto cultural con un discurso político sobre la religión. Hace unas semanas, la Asociación Española de Abogados Cristianos anunciaba que se iba a querellar contra el Ayuntamiento de Madrid por la representación de la obra Dios tiene vagina en Naves del Matadero. Según ellos, por ser "porno que se burla de la Semana Santa". 

En los últimos tiempos, la asociación que preside Polonia Castellanos ha interpuesto hasta nueve denuncias por manifestaciones culturales de todo tipo que, a su modo de ver, han ofendido sus sentimientos religiosos. Ya fuere por procesiones reivindicativasexposiciones con cajas de fósforos con el mensaje "la única Iglesia que ilumina es la que arde", recitales de poemas "blasfemos", o por escribir 'pederastia' con hostias consagradas. Son tantas las acciones legales emprendidas contra el arte y el humor que no es de extrañar que haya quien prefiera evitarse polémica alguna y optar por formar parte de la espiral de silencio.

No es el caso de los creadores de Mongolia, a los que todo esto no parece importarles demasiado. A escasos días de Semana Santa han publicado La Biblia negra de Mongolia, un libro satírico que sigue la estela de otras publicaciones como El libro rojo de Mongolia. Esta vez cargando las tintas sobre los estamentos religiosos de nuestro país y el concepto de fe actual. Un artefacto cultural lleno de ingenio y mala baba sin miedo a ofender. Para quienes se indignen, el Padre Peroncho –un personaje ficticio interpretado por Darío Adanti– tiene un mensaje: "Yo les diría que compren el libro y luego lo quemen".

Contra el pensamiento mágico

Para presentar el libro, los fundadores y directores de Mongolia citaron a los medios de comunicación en El Paticano, a modo de evidente y eficaz declaración de intenciones. Fundada el 28 de diciembre del 2012 por el humorista italiano Leo Bassi en el madrileño de barrio Lavapiés, se trata de una capilla de la Iglesia Patólica, una institución dedicada a la adoración de un pato de goma amarillo. Un lugar que celebra regularmente 'misas ateas' y acontecimientos como bodas y bautizos con su propia liturgia.

Allí, Darío Adanti y Edu Galán se caracterizaron como el padre Peroncho y el imán Salil Al-Salil respectivamente para realizar una antipresentación: una rueda de prensa en la que sus personajes denunciaban la existencia del libro y animaban a su quema y escarnio público.

"Este libro es una gran herejía y hará mal", describía el Padre Peroncho, "más en esta época en la que los españoles de bien están llegando al poder para defender los valores de la cristiandad, el libre mercado, la propiedad privada y nuestra cuenta corriente".

"La gente esta de Mongolia tienen una manía con la religión", continuaba el personaje representado por el historietista e ilustrador Darío Adanti. "Se les ha escuchado decir en varias ocasiones que están en contra del pensamiento mágico", proclamaba con un tono aleccionador propio de un sacerdote, "hasta han dicho también que, como materialistas, ¡creen que el pensamiento mágico ha quedado desfasado en el siglo XXI! ¡Que es más una torpeza que nos lleva al pasado que algo que nos brinde un futuro! Algo que, obviamente, nosotros no compartimos".

Adanti, de hecho, cuenta con una larga trayectoria de trabajos en torno al dogma y el evangelio desde que en 2009 empezase la tira Las extrañas aventuras del niño Dios. Una genial historieta publicada durante años en El Jueves que apuntaba a la religión como concepto y la Iglesia como institución.

Pero, según ellos, "esta Biblia no solo ofende a la fe cristiana, sino a todas las religiones". De la pluma de Galán y el dibujo de Adanti "no se salvan ni los budistas". "¡Los pobres budistas, que ya ves tú que habrán hecho! Comer vegano y tirarse flatulencias. ¡Poco más han hecho! Y sin embargo, estos herejes satánicos se meten con ellos", aseguraba el ficticio cura católico.

"También les he escuchado decir que tienen un problema con la izquierda. Dicen que a partir de que fracasa la URSS y cae el muro, la izquierda vive una especie de neurosis que se vuelve hacia el pensamiento mágico con la New Age y otras creencias", añade Adanti a través de su personaje, "creen que hay que luchar también contra este concepto de 'respeto a las religiones'. Que a las religiones no hay que respetarlas, hay que ponerlas en entredicho a través del humor".

Un santoral lleno de herejes

"Nuestros infieles están contentos porque si los abogados cristianos se enfadan, tendrán a los de Random House para defenderlos", bromeaba el imán Salil Al-Salil al que daba vida el escritor y crítico Edu Galán. "¡Esta vez no tendremos que hacer crowdfunding !", decía en referencia a la sentencia condenatoria contra Mongolia dictada en marzo de 2018 por la Audiencia Provincial de Madrid.

Esta venía a confirmar la condena a indemnizar con 40.000 euros al extorero José Ortega Cano por vulneración del derecho al honor en un cartel satírico. Una indemnización a la que los miembros de la revista satírica no podían hacer frente, y que ponía en peligro la viabilidad económica de su proyecto. Para contrarrestarlo, organizaron un Verkami –aún activo–, cuyas aportaciones se dedicarían a la elaboración de un recurso de casación, un procurador y los costes añadidos si el recurso resulta perderse.

En sintonía con el objetivo de poner en entredicho cualquier relato religioso, La Biblia negra de Mongolia no escatima en esfuerzos ni omite comentarios que puedan ofender a determinados lectores. El ánimo sano por una polémica reflexiva es parte de la naturaleza misma del texto.

De ahí que Galán y Adanti ofrezcan un ingenioso recorrido por gran parte del imaginario asociado a distintas fes o incluyan recortes de prensa como los habituales en la publicación satírica. También que traten conceptos concretos del credo e un diccionario para devotos muy particular o aborden la vida y obra de santos como San Pablo de Tarso, "patrón de los domadores, los escritores y los rencorosos" y Santa Apolonia de Alejandría, "patrona de los odontólogos, los ortopedistas y los yonquis". Y, por supuesto, reinterpretando de paso pasajes conocidos del Nuevo Testamento en clave humorística al más puro estilo Monty Python.

"Una cena como si fuera la última", se titula uno de los capítulos de La Biblia negra, que reza, "Y Jesús les dijo a sus apóstoles: 'No os cortéis y pedid lo más caro de la carta, que como en nada me matan, hoy pienso hacer un 'simpa'". A lo que sigue: "Un día es un día, se dijo Jesús. Y tras la última cena, los apóstoles se llevaron a Jesús del restaurante con un pedo de campeonato y al alzar Pedro al Mesías, comentó: 'Mucho el Dios que todo lo ve pero a la primera de cambio se nos pone ciego perdido...".

"Somos una generación forzada a vivir la nostalgia porque se nos han truncado las esperanzas en el futuro"

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Puede que sea una de las palabras más utilizadas de la actualidad. En este texto la verá escrita en numerosas ocasiones. Se habla de su presencia en la industria cultural, en el cine y las series. Se escribe de remakes, reboots, secuelas de películas que todo el mundo creía olvidadas... Pero como sostenía Hayao Miyazaki en El viaje de Chihiro, nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque nosotros no podamos recordarlo.

Bien lo sabían los pacientes del médico suizo Johannes Hofer que en 1688 defendió una tesis doctoral en la Universidad de Basilea en la que acuñaría un término único: nostalgia. Varios de sus pacientes presentaban una serie de patologías que, según él, estaban relacionadas con pasar largos tiempos alejados de la tierra de nacimiento y sus seres queridos. A todos ellos les abandonaban los males que les aquejaban  gracias a un retiro de vuelta en el hogar familiar. De hecho, el origen de la palabra anida en los vocablos griegos νόστος -'nostos', o regreso- y ἄλγος -'algos', o dolor-, en lo que podría traducirse como el dolor por regresar.

A esta palabra de nueve letras se dedica el amplio y brillantemente construido ensayo Sobre la nostalgia. Damnatio Memoriae. Un texto entre lo filosófico y lo antropológico publicado por Alianza Editorial y escrito por el profesor de Ética y Filosofía Política de la Universidad Autónoma de Madrid, Diego S. Garrocho. Un recorrido fascinante por las distintas derivas en las que el vocablo se ha aplicado a lo largo de estos siglos, y cómo ha cambiado nuestra percepción del mundo que nos rodea. De nuestra idea de memoria, tiempo y presente.

¿Cómo nace Sobre la nostalgia?

Todo parte de una vivencia personal. Yo soy una persona obsesivamente nostálgica y el tema siempre me había interesado. Pero además comencé a detectar que había un movimiento social que se empezaba a comprometer con una experiencia nostálgica.

Me sorprendía ver a mis alumnos con las camisetas de Juventud Sin Futuro. Aquel lema resumía perfectamente el espíritu de una época que fue prendiendo. Así que el libro surge de lo que en principio es una experiencia personal y empiezo a ver que esta rima con el tiempo que estamos viviendo.

Me interesaban mucho los mecanismos de olvido y memoria y a partir de ahí empecé a tirar de hilos con muy buena fortuna, e investigar la construcción social de la nostalgia. Había un territorio fascinante que me permitió construir un libro sincopando la parte de investigación con la cuestión afectiva y social. Y salió un texto a mitad de camino entre la filosofía y la historia cultural.

En el libro dice que no hay nada más moderno que la nostalgia porque no hay nada más antiguo que el futuro. ¿El ser humano siempre ha sido nostálgico aún cuando no tenía una palabra para determinar ese sentimiento?

Esa es una de las grandes dudas del libro que deliberadamente dejo abierta. ¿Cómo se construye la experiencia? ¿A través de conceptos o del cuño de las palabras con que las nombramos? La apuesta es que sí, que la añoranza singular que es la nostalgia no solo es anterior a la Modernidad, sino que hay testimonios clásicos como la Odisea que son textos consagrados a la misma.

Lo que sí que está claro es que, a partir de la Modernidad, la nostalgia se radicaliza en sus usos artísticos, clínicos, culturales, filosóficos y políticos. También por esa pérdida de la autoridad con la que tiene que ver toda la Modernidad, que sin embargo seguimos echando de menos. Me refiero a que el habernos quitado el yugo, era algo liberador, pero nos hizo pensar que aquello también abrigaba. Como una suerte de síndrome de Estocolmo. Hay una pulsión en la Modernidad que es echar de menos la palabra del padre, da igual si fuera el César, el Rey Absoluto, el Papa o el canon cultural. En cierto modo, la nostalgia es un precio de la libertad.

Entonces, empezó a investigar el tema porque notaba que había socialmente un compromiso con la nostalgia. ¿Es un sentimiento particular de la generación millennial, o es el resultado de una industria cultural que ha visto en la nostalgia un nicho de mercado?

Creo que hoy vivimos una época culturalmente más nostálgica que otras. Es decir, es cierto que los masones del siglo XVIII podían ser nostálgicos del mundo egipcio o que el Renacimiento echase de menos al clasicismo. Pero parece claro que la industrialización de la nostalgia ha acontecido de forma muy evidente a principios del siglo XXI.

Ha habido una capitalización de esa pulsión nostálgica que ha hecho que no solo los movimientos conservadores sean nostálgicos. Incluso las experiencias que imaginan la revolución lo hacen mirando hacia atrás. Hoy soñamos con hacer la revolución de nuestros padres.

El año pasado fue pesadísimo porque era el aniversario de mayo del 68 y demostraba una ausencia imaginación política evidente el hecho de que no podíamos imaginar una revolución que no fuera como aquella, con los adoquines, la arena de playas, los puños en alto... El último libro de Alberto Olmos, Ejército enemigo, tenía a una chica con el puño en alto en la portada. Parecía una foto de mayo del 68 pero era una foto del otro día en una mani de estudiantes en París. En ese sentido creo que somos más nostálgicos que nunca. Somos una generación a la que se le ha forzado a vivir esa nostalgia en la medida en que se le han truncado las esperanzas en el futuro.

Hablando de mayo del 68, hace unas semanas, en una entrevista le pregunté a Ismael Serrano por qué seguíamos cantando canciones como Papá cuéntame otra vez o L'estaca... ¿No tenemos referentes que construyan nuevos imaginarios?

Ostras... yo le entrevisté siendo un chaval, cuando sacó esa canción. Él, con mucha gracia, contaba que aquel tema era una bronca generacional. Pero yo no lo tengo tan claro. Creo que en el fondo es una canción mucho más nostálgica de lo que él pretende. Tiene muy poco de bronca y mucho de ensoñación. Incluso si uno cogiera verso a verso Papá cuéntame otra vez, se podría debatir sobre la conveniencia de la misma.

No creo que hayamos perdido los referentes, sino que se ha perdido la necesidad de construirlos. Durante mucho tiempo la sociedad contestó a la conveniencia de conductas ejemplares, de que existiesen personas que merecieran ser imitadas. Modelos morales o de conducta. Creo que eso se está revirtiendo y vivimos un momento más constructivo en esa propuesta de referentes morales. Ya nadie se atrevería decir 'todo es opinable, nada es bueno o malo'. No, perdona, la violencia machista no es opinable. Ya no lo es y eso es un avance.

Remedios Zafra sostenía en el libro El entusiasmo que uno de los condicionantes más importantes de la creación cultural actual es que no existen los medios materiales que permitan sustentar una vida dedicada a la cultura o la creatividad. ¿Puede que la precariedad haya influido en la creación de referentes? ¿Que la impida, de hecho?

Remedios me parece una de las máximas referentes en pensamiento crítico de nuestro país y de hecho va a abrir el curso del máster que coordino. Pero he de disentir en este pensamiento. A ver, me gustaría que quedara claro porque no quiero que haya en esto una ambigüedad que haga que se resienta el discurso: esa precariedad hay que discutirla, combatirla y denunciarla. Pero creo que no es necesariamente la causa de los males culturales que tenemos. Escenarios de absoluta precariedad, cuando no miseria, han alumbrado a grandes genios. Épocas de decadencia que han dado obras absolutamente geniales.

Ahora bien, hay que subrayar que esto no puede ser una estrategia de legitimación de la explotación de las personas. Hay que combatir la precariedad con todo lo que tengamos. Nuestra generación ha sido especialmente maltratada en este sentido. Pero tampoco creo que vivamos una época especialmente infecunda en lo cultural. La nostalgia como motor cultural podía estar presente en Goethe pero nadie diría que es un mal autor porque es un autor nostálgico. La nostalgia puede, paradójicamente, alumbrar conductas brillantes.

Ahora que habla de nostalgia como motor cultural: hoy en día se mercadea con ella a nivel global y multitud de productos culturales escapan a la mirada actual. Remakes, reboots y adaptaciones en acción real de clásicos animados como Dumbo, El Rey León o Aladdin son ejemplos. ¿Es Disney responsable de la generación más nostálgica de la historia?

Yo le concedería menos poder a Disney en esto del que solemos darle, porque no estoy tan seguro de que Disney infunda en nosotros nostalgia sino que triunfa porque el ser humano es un animal nostálgico. Hemos constatado que el presente no sirve, el mundo en que vivimos, incluso cuando seamos felices y contemos con una razonable protección material, ya no nos basta.

Entonces, a esa falta casi constitutiva del ser humano que es el echar de menos se suma el no estar a gusto con su situación por bien que le vayan las cosas. Y creo que una industria como Disney es capaz de dirigir sus productos culturales hacia este sentimiento. En su caso de una forma bastante obvia: se trata de perpetuar la infancia. Un lugar y un refugio que son un tópico universal. ¿Quién no querría volver a soñar como un niño? Es un sentimiento imbatible, todos queremos volver a la infancia por un segundo. En parte porque en la vida adulta nos lo han puesto muy difícil, pero también porque aunque nos vaya bien, hemos construido una forma de habitar el presente que es siempre insuficiente.

En este sentido, ¿cómo opera la nostalgia para que añoremos cosas que no hemos vivido? ¿Estamos en un ambiente en el que aceptamos culturalmente la nostalgia de generaciones que no nos pertenecen?

Absolutamente y por eso es tan eficaz. Es el mismo problema que el de los mitos fundacionales de las comunidades políticas: siempre tienen que ser lo suficientemente remotos en el tiempo como para que nadie pueda falsarlos. Esto es igual: el pasado y nuestra memoria es el terreno de lo infalsable. Nadie va a decir que no vivimos aquello que creemos haber vivido.

El futuro en algún momento se resolverá como presente y nuestras expectativas se afirmaran ciertas o inciertas, pero el pasado es un terreno donde volcamos toda nuestra imaginación, todas nuestras aspiraciones. Es un terreno especialmente fecundo para la fabulación. Tendemos a imaginar escenas donde no estuvimos, es un mecanismo muy habitual. París tendría la población de China si todos los que creen haber estado allí en el 68 lo hubieran estado de verdad.

Pero nos ocurre también a un nivel más mediocre: aquella relación que idealizamos y que tal vez no fue tan feliz, aquel viaje iniciático que hicimos con los amigos del selectivo que en el fondo fue penoso... Tendemos a imaginar que aquellos momentos sí fueron importantes de verdad. Por eso los cuentos empiezan así: el Once upon a time no es baladí. Parece que las cosas importantes siempre pasaron en otro tiempo, nunca hoy.

En lo cultural podríamos convenir que hay distintos tipos de nostalgia. Hay una que revisa y analiza críticamente los productos culturales determinados por su contexto. Pero también hay otra que es acrítica, se diría que hasta tóxica, porque romantiza el pasado sin más. ¿Cuál de las dos está más presente en nuestra sociedad?

Es una pregunta muy compleja porque las dos nostalgias son reales y existen. Lo que ocurre es que la idealización del pasado entraña riesgos muy serios porque nos puede llevar a ciertos pensamientos totalitarios. Hay muchas experiencias conservadoras y reaccionarias que insisten fundamentalmente en esa idealización. Son discursos siempre acríticos y muchas veces no tienen nada que ver con la verdad. Cuando se ejerce la crítica hay un objeto sobre el que se cierne esa crítica, pero a veces ni siquiera existe ese objeto y se construyen relatos políticos que son enteras fabulaciones.

También es cierto que puede operar una nostalgia más crítica y revisionista, incluso fiel a los hechos. Pero la necesidad de ejercer la crítica no es patrimonio de la nostalgia sino de la memoria. Debemos revisar nuestras memorias en lo colectivo y en lo personal. Aunque puede que tengamos derecho a inventarnos un poco nuestra vida. Si nuestro viaje de selectividad no moló tanto, a veces es más importante ser un poco feliz que ser fiel a nuestra memoria.

Así que aquí quiero romper una lanza en favor de esas recreaciones más o menos épicas de episodios mediocres que nos hacen vivir un poco más alegremente. Que nos hacen llevar con menos pesadumbre nuestra humana vulnerabilidad y nuestra mediocridad ordinaria. Me atrevería a pensar que unas dosis de fábula en la propia vida tienen sentido. Hay que procurar que no se haga  un abuso político sobre ella, pero en lo personal... soñemos con lo que no fuimos, no pasa nada.

Susan Sontag decía en Sobre la fotografía que cuando tenemos miedo disparamos pero cuando sentimos nostalgia hacemos fotos. ¿Todas las artes son nostálgicas o lo son más las que tienen un componente visual por el hecho de recrear una realidad concreta que ya ha pasado?

Qué buena pregunta. La voy a pensar porque no quiero darte una respuesta banal. [Se lo piensa] Es obvio que todo arte mimético que trate de retener un instante presente, como la fotografía, la pintura o hasta la literatura, tienen un compromiso con un tiempo que ya no es. Pero eso puede ser una cura para la nostalgia o su peor alimento. La nostalgia siempre se va a alimentar de la interpretación de ese instante retenido.

Pero si pienso en la música, dónde no se da ese intercambio o voluntad de retener, creo que también hay experiencias evocadoramente nostálgicas. De hecho puede que las experiencias más nostálgicas vengan de la música porque no evoca un pasado que podamos recordar sino que nos comunica directamente con un sentimiento que echamos de menos.

La música es una aliada natural de la memoria como prueba el hecho de que en las cultural orales, por ejemplo, se insiste siempre en musicar el verso para recordarlo mejor. Los rapsodas y los poetas jugaban con el ritmo como un aliado de la memoria. De hecho hay canciones censuradas justo por eso: recuerdo el caso de una música tradicional prohibida entre las huestes de los soldados suizos para que no recordaran su hogar.

El sonido excita la memoria. Cualquiera que haya vivido un desamor lo primero que va a hacer es machacarse con una lista de Spotify. Hace hace años lo hacíamos con aquellos casetes compartidos. Creo que la música es la más nostálgica de las artes por esa desconexión de mímesis con lo real.

Comenta en el libro que la nostalgia parte de una desafección o una decepción con el presente. ¿Somos una generación más nostálgica que otras porque el aquí y el ahora nos decepciona?

Yo creo que sí y prueba de ello es que gran parte del consumo de nuestro tiempo es escapista. Vemos series en Netflix, recreamos experiencias de ocio propias de la infancia montando en bici o en patinete, tenemos una imperiosa necesidad de quemar el tiempo. Somos una generación inatenta e incapaz de mirar al presente cara a cara y reflexionar sobre lo que nos está pasando.

Si ahora mismo me levantase y fuese al baño, ¿cuánto tardarías en sacar el móvil? No nos llevamos bien con nuestro presente, tenemos que estar permanentemente yendo a otro lugar, a otra parte, aunque sea un lugar virtual. Ahí la tecnología ha jugado un papel determinante. Somos una generación que se lleva especialmente mal con el presente y por eso las estrategias escapistas son permanentes y cada vez más variadas.

Radiografía del desastre cultural en Notre-Dame: lo que se quemó y lo que resistió

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El desastre de Notre-Dame dejó sin palabras a quienes, impotentes, contemplaban en directo cómo se desvanecía un pedazo de historia. La batalla contra el fuego se libró durante doce horas ininterrumpidas, desde el momento en el que empezó a arder el ático de madera que sostenía el techo del templo. Por suerte, ya se considera prácticamente extinguido, tal y como afirmaba el portavoz de los bomberos, Gabriel Plus, en declaraciones a la prensa la mañana de este martes. 

Aunque aún se desconocen las causas, "nada apunta a que fuera provocado", según aseguraba este martes Rémy Heitz, fiscal de París. El fuego se propagó rápidamente por el ático de madera que sostenía el techo del templo. "Hemos salvado las torres, que están seguras en este momento. Las tribunas también están consolidadas. El corazón de la nave, sin embargo, está muy deteriorado", describía Plus.

Con todo, la torre en forma de aguja que coronaba el templo no resistió las llamas y se derrumbó. Había sido un campanario durante el siglo XVII, pero ahora era una torre con 500 toneladas de madera y 250 toneladas de plomo a una altura de 93 metros desde el suelo. La acompañaban doce estatuas de cobre verde que, por suerte, se libraron del siniestro al haber sido trasladadas para su restauración apenas una semana antes. Dos policías y un bombero resultaron heridos leves durante los trabajos de extinción.

Todavía es pronto para evaluar con exactitud el alcance de los daños, pero el valor tanto de lo que se ha perdido como de lo que ha sobrevivido es incalculable en términos de patrimonio cultural, dado que Notre-Dame es uno de los monumentos más importantes de Europa. Una herida abierta que, ahora, empieza un largo y arduo camino si quiere cicatrizar. Y no se pueda asegurar que, aunque se cure, no seguirá doliendo.

 

El alcance de las llamas

Un balance inicial nos permite ver los principales materiales afectados son los de la restauración llevada a cabo en el siglo XIX por Viollet-le-Duc, uno de los arquitectos más importantes de Francia y del mundo. "Se han perdido elementos importantes del edificio, como el tejado, que tenía un armazón de vigas original de gran valor. La aguja también es una pérdida importante, porque es un elemento que ya forma parte de la historia del edificio, aunque se añadiera en 1859", explica a eldiario.es Miguel Ángel Cajigal Vera, Historiador del Arte y miembro de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios). En el interior de la aguja, además, había tres reliquias: una de las 70 espinas de la corona de Cristo y otras dos reliquias de san Dionisio y santa Genoveva. Ninguna parece haber sobrevivido.

Según el ministro de Cultura francés, Franck Riester, en total han caído dos tercios de la cubierta, lo que equivale a unos 1.000 metros cuadrados. Otras de las partes damnificadas parecían ser los tres rosetones que representaban las flores del paraíso, construidos en el siglo XIII. Finalmente, según ha aclarado el político, se han visto afectados sin sufrir "daños catastróficos". 

"Notre Dame, es a Francia, lo que la Catedral es a Sevilla, la Mezquita a Córdoba… es el corazón de la Historia y la memoria, de ahí el enorme sufrimiento", opina María Dolores Ruíz de Lacanal, experta en Historia de la Conservación y profesora de la Universidad de Sevilla.

"Lo que hemos perdido es la simbología del edificio más noble y famoso del gótico francés", lamenta al ser preguntado por este periódico Javier Ribera Blanco, catedrático de Historia y Restauración Arquitectónica y subdirector del Instituto de Patrimonio Cultura. El experto añade que "Viollet-le-Duc era el arquitecto más grande que ha tenido Francia en todos los tiempos. Es el que introduce la arquitectura del hierro, del vidrio y es el gran restaurador de conjuntos como la comuna francesa de Carcasona".

Pero no solo hay que tener en cuenta el daño de las llamas, también el del agua. Aunque Donald Trump animó a utilizar aviones hidráulicos para sofocar el incendio, como apunta Ribera, eso habría provocado que "el agua entrara a tal presión que acabaría destrozando el órgano, la bóveda y todo lo que había en el interior".

Aun así, y a pesar de que no hay indicios de derrumbamiento, Cajigal se muestra preocupado por otro aspecto: el cambio de temperatura. "Los materiales han sido sometidos a un calor enorme y repentino y ahora se van a enfriar. Esos cambios de temperatura son la clave para ver cómo van a resistir", sostiene el experto, el cual agrega que "hay metodología para ello bien desarrollada y no parece que vaya a ser especialmente difícil. Pero obviamente, sí será laborioso".

 

El gótico vive, la lucha sigue

Doce horas después de haberse declarado el incendio, cuatrocientos bomberos consiguieron extinguirlo. Dos policías y un bombero resultaron heridos leves durante los trabajos de extinción, pero entre las cenizas aún restaba muchísimo patrimonio cultural sin desperfectos o con daños para nada irreparables.

Los dos campanarios de 69 metros de la catedral, joyas del arte gótico, permanecen intactos. De los tres rosetones -vidrieras del siglo XIII que representan las flores del paraíso-, el del norte está intacto y los otros se siguen evaluando. Las estatuas de los doce apóstoles y los cuatro evangelistas que rodeaba la aguja, no estaban allí durante el incendio. También el Tesoro de Notre-Dame, formado por la túnica de lino del rey San Luis, la corona de espinas y otras reliquias de la Pasión de Cristo, que fueron extraídas durante el incendio.

Así mismo, escaparon de las llamas la mayoría de los Mays, alrededor de una cincuenta cuadros regalados por la cofradía de los orfebres de París en homenaje a la Virgen María entre 1630 y 1707, gracias a su extracción y traslado al Ayuntamiento. Los que restan dentro de la catedral están perjudicados debido al humo y no al fuego, y se trasladarán al Louvre para su restauración en cuanto sea posible. Y además, de los tres órganos de la catedral, se sabe que el mayor -uno de los más importantes del mundo con un esqueleto de 8.000 tubos-, ha quedado intacto. 

"Se ve que se ha consumido toda la estructura de madera", explica Ribera Blanco, "luego, como echaron tal cantidad de agua, pues ha podido arrastrar algo a las bóvedas, pero han conseguido apagarlo antes de que las brasas cayeran abajo y dañaran todos los bienes que había", resume el subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural. "En ese sentido, afortunadamente, la limpieza de la catedral ha permitido que no se extendiera más el fuego, pero se ha acabado de quemar todo lo que era madera".

"Estos edificios estaban pensados para resistir", cuenta Cajigal Vera. "Precisamente se abovedaban en piedra porque el riesgo de incendio era constante y la piedra ofrece una seguridad ante el fuego que un techo de madera no tiene", explica el Historiador del Arte. "En este sentido, es importante diferenciar 'techo' de 'tejado': el tejado o cubierta es lo que ha ardido, pero el techo, que son las bóvedas de piedra, no ha ardido y ha aguantado bien, con excepciones de derrumbes puntuales, seguramente a causa del peso de la aguja al caer".

"En la Edad Media ardían iglesias con mucha más frecuencia que hoy y los incendios devastadores eran parte de la historia de cualquier catedral", añade el miembro de ICOMOS. "Estructuralmente, el gótico es muy racional, su equilibrio y contrarresto de empujes hace que los edificios sean muy estables. Si tenemos en cuenta que decenas de catedrales góticas resistieron razonablemente la Segunda Guerra Mundial, con bombardeos en su propio recinto, vemos que no es casualidad que el edificio se haya mantenido en pie", sentencia.

Una restauración sin alma, pero necesaria

El presidente francés Emmanuel Macron se comprometió a reconstruir Notre Dame por considerarla "una parte de nosotros", pero los siguientes pasos no estarán del todo claros hasta evaluar con precisión la secuelas. "Lo importante en las primeras semanas será consolidar la estructura y asegurarse de que todo lo que no ha caído se quede donde está y no supone un riesgo para las personas", asegura Cajigal.

La rapidez con la que se pueda reconstruir también dependerá del presupuesto que se disponga, algo que, a juzgar por los 600 millones que ya alcanzan las donaciones de varios multimillonarios franceses, no parece que vaya a ser un problema. "El dinero ayudará para rescatar, pero el dolor de una pérdida así es irreparable e insustituible. Entendemos nuestros monumentos con sus valores históricos, arqueológicos y documentales", dice Ruíz de Lacanal.

La docente aprovecha para hacer un llamamiento a adquirir "el compromiso de velar y proteger el legado cultural que hemos heredado", ya que "es hora de que los profesionales se preparen para la evitar otros incendios". Según ella, los expertos en patrimonio cultural "deben estar ahí, en cada catedral, en cada monumento, en cada conjunto histórico, tomando medidas preventivas, ajustando la degradación al mínimo".

Aun así, Ribera destaca que esta será "una reconstrucción carente de alma de lo antiguo", ya que, "son una ficción, un falso histórico que hay que hacer para no violentar la memoria". El peligro, según el catedrático de historia, sería "hacer una innovación muy violenta en un monumento histórico", algo que no ayudaría a mantener el equilibrio entre los nuevos elementos y los que se han salvado del incendio, como la gran campana llamada Emmanuel de 13 toneladas o la famosa gárgola Stryge que observa París desde la altura.

Sin embargo, no solo con dinero logrará levantarse la catedral. Esta también deberá su vida a quienes, con un trabajo de cirugía, se jugaron la vida a más de cuarenta metros de altura para mantener fresca la estructura y evitar que el fuego se extendiera. "Los bomberos son los nuevos 'autores' de la catedral de Notre-Dame. Sus nombres deberían quedar escrito junto a los de los constructores góticos", admira el miembro de ICOMOS de los salvadores. "Juntos, con siglos de distancia, han conseguido que hoy siga existiendo", culmina.


'Gracias a Dios', el escándalo de abusos que acabó con un aspirante a Papa en Francia

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Hace poco menos de un mes, el Tribunal Correccional de Lyon dictaba una condena de seis meses de prisión -exentos de cumplimiento- para el cardenal francés Philippe Barbarin por un delito de ocultación. Una sentencia que llegaba tiempo después de un enorme escándalo en el seno de su archidiócesis: los abusos sexuales cometidos por el cura Bernard Preynat décadas atrás -y por los que será juzgado en 2019-.

Barbarin mantuvo en su puesto al pederasta hasta 2015, aún siendo conocedor de los delitos que Preynat había estado cometiendo. Al dictarse su sentencia, decidió presentar su dimisión en la Santa Sede, sabiéndose el hombre más importante de la Iglesia católica en el país galo, considerado papable en el cónclave de 2013 que finalmente convirtió a Bergoglio en el actual Papa Francisco. Sin embargo, fue justamente el actual sumo pontífice, que no ha cesado de repetir su compromiso en la lucha contra la pederastia, el que declinó la dimisión del prelado.

Exento de la prisión y tras haber pagado una multa simbólica, Barbarin vive retirado de la vida pública. Hay más de medio centenar de testimonios que denuncian los abusos de Preynat de los que él tenía conocimiento, pero la mayoría de ellos han prescrito pasados 25 años. Ahora, la asociación de víctimas La Parole Libérée lucha por cambiar la legislación y conseguir la imprescriptibilidad de los delitos sexuales.

Su historia, la de las víctimas, es la que narra François Ozon en su última película, Gracias a Dios. Gran Premio del Jurado en la pasada edición de la Berlinale, se trata de un film de un discurso rotundo que denuncia el silencio cómplice. También, un largometraje dramático que explora el trauma desde distintos puntos de vista sin concesiones ni remilgos, ahondando en la dimensión moral y social de la denuncia.

Perder la fe a manos de la Iglesia

"Creo que el Papa representa a la Iglesia tal como es hoy en día", dice François Ozon en un encuentro con periodistas en el que participó este periódico. "Es decir: habla mucho, con mucha vehemencia y buenas palabras, pero luego no hace nada".  

Ozon defiende que la dimisión de Barbarin, después de tener constancia de los abusos que Preynat había cometido durante años -y que nunca negó-, era un acto simbólico para con creyentes y no creyentes. Se trataba de enviar un mensaje claro: la Iglesia católica no permite la pederastia. "Los católicos en Francia, y lo sé de buena tinta, esperaban que el Papa Francisco aceptara la dimisión de Barbarin porque él era el símbolo del encubrimiento. No ha hecho nada y eso envía un mensaje", opina el director de Gracias a Dios.

Sin embargo, los hechos narrados en su film son anteriores a estos acontecimientos: la película sigue las vivencias de cuatro víctimas de Preynat que, tras descubrir que la persona que abusó de ellos seguía ejerciendo su oficio con menores de edad a su cargo, crearon la plataforma La Parole Libérée y se movilizaron para combatir el silencio.

"Entre 2014 y 2016, que es el período que se desarrolla en la película, parece que ocurren pocas cosas", cuenta Ozon, pero sin el valor de las víctimas, "no habríamos llegado a la condena del hombre más poderoso de la Iglesia en Francia. Hablamos de un prelado que aspiraba a ser Papa condenado a seis meses de cárcel", explica.

Aunque cuando le constatan que no llegó a pisar celda alguna y pagó una indemnización de un euro a ocho de las víctimas de Preynat que lo habían denunciado, el realizador se defiende: "Yo no soy la justicia, yo soy cineasta".

Según él, la sentencia "es un primer paso, pues significa que se ha empezado a romper la omertá y ahora la gente está concienciada y dispuesta a hablar de estos temas". Añade que "el affaire Barbarin  fue como un electroshock para la sociedad, ya que después de siglos en los que nunca ha ocurrido nada, ni un solo cambio en toda la estructura eclesiástica, esto ha abierto todos los telediarios". Para Ozon, "la Iglesia se ha dado cuenta de que si no cambia nada, está condenada a desaparecer".

"Siempre había considerado que la homosexualidad, el aborto y el adulterio eran pecados. Unos cuantos rezos y ya está", argumenta el director de Gracias a Dios. "Barbarin fue, de hecho, uno de los principales adalides del movimiento en contra del matrimonio homosexual en Francia. Que alguien que se manifieste públicamente en contra de la igualdad considere correcto y prudente esconder durante más de diez años casos de pedofilia en el seno de su diócesis... es un escándalo tremendo y muy grave".

"Nací en el seno de una familia creyente y tuve una educación católica pero perdí la fe cuando, de adolescente, me percaté de la inmensa hipocresía de la gente con los textos del Evangelio", confiesa el director de Gracias a Dios. "Hay que separar la fe de la institución", opina, "los textos del Evangelio poco o nada tienen que ver con lo que la institución es hoy: hablan de generosidad, tolerancia, apertura de miras y fraternidad. Si Jesús volviese hoy en día a la tierra, ¿le gustaría lo que han hecho con su mensaje? Esa es la pregunta".

Un film político sin artificios

El cine de François Ozon ha transitado en multitud de ocasiones el thriller psicológico con el objetivo de radiografíar algunos de los dilemas afectivos de la contemporaneidad. La identidad, la sexualidad, el amor y el engaño, filtradas por una aguda y nunca demasiado evidente ironía, han convertido películas como Frantz, Joven y bonita o En la casa, en obras relevantes del cine francés actual.

Sin embargo, Gracias a Dios  supone una inteligente vuelta de tuerca para con lo que venía siendo la 'marca de autor' del realizador francés: esta vez prefiere que hablen los hechos, no su visión de los mismos. Sin maniqueísmos ni artificios, solamente hechos contrastados y denunciables. De tal forma que los protagonistas -las víctimas- son siempre quienes marcan el tono del discurso y elevan el debate a niveles emocionales.

"Interpretar a personajes vivos es delicado y exige mucha empatía y responsabilidad", explica Denis Menochet en una entrevista con eldiario.es. El actor pone rostro y voz a François Debord, uno de los fundadores de La Parole Libérée que sufrió abusos de Preynat siendo boy scout en Lyon.

"Al principio, François se negaba a denunciar los hechos porque creía que era algo zanjado, que sus padres habían actuado y él lo había superado", explica Menochet. En Gracias a Dios, su personaje siendo un niño les dijo a sus padres que el cura le había besado en la boca durante una excursión. Realmente había sido más que un beso, pero aquello bastó para que le cambiaran de escuela y de diócesis pero no denunciaron al pederasta a la policía. "Cuando se da cuenta de que el padre Preynat sigue en activo y tratando con niños, algo en él hace clic e inicia una lucha llena de ira y profunda tristeza".

Alentado por el testimonio de otros chavales que pasaron por lo mismo, François se convirtió en uno de los rostros más visibles de La Parole Libérée. "Mi personaje lucha contra la pederastia pero también contra el silencio y la inactividad de la Iglesia, que permitió que unos abusos terribles se perpetuasen por no actuar".

"Como ser humano me parece criminal ser cómplice del silencio y permitir que el dolor y el trauma se extienda y afecten a cada vez más menores", defiende Menochet. "Por eso hicimos esta película: para que los que no se sienten capaces de hablar, o no se atreven, vean que se puede denunciar y que la denuncia no solo es algo que puede ayudar a liberarse del trauma, también impide que se siga perpetuando".

'Donbass', el conflicto en Ucrania visto con las lentes deformadas del humor negro

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La cuenca del Donets, uno de los ríos más importantes de Ucrania, era ya una zona fuertemente deprimida antes de la guerra que ahora asola la región. Un pasado arraigado en la minería desde finales del siglo XIX había dejado un entorno deteriorado y contaminado que se empezaba a intentar revertir antes del conflicto. Hoy está mucho peor.

Desde que en 2014, una unidad militar comandada por el oficial ruso Ígor Strelkov se hiciese con el control de la ciudad ucraniana de Slaviansk, dando inicio a la sublevación prorrusa, la región vive un cruento conflicto con Kiev. Durante el primer año, según la ONU, más de 6.500 personas fallecieron y casi 10.000 resultaron heridas. Actualmente, miles de ucranianos cruzan el frente en el Donbás por el corredor humanitario.

Hasta allí lleva sus cámaras Sergei Loznitsa con Donbass, un caótico retrato social que transita entre la comedia negra, el costumbrismo y la denuncia descarnada. Su trabajo le granjeó el premio a Mejor director en Un Certain Regard en la pasada edición de Cannes, y lo cierto es que el delicado equilibrio entre un discurso sin concesiones y un humor nada complaciente convierte  su largometraje en una experiencia estremecedora.

 

Una realidad tan cruda como grotesca

"Elegí conscientemente lo grotesco como el elemento principal de Donbass", explica el realizador ucraniano en una entrevista a este periódico. Según él, este registro "parece ser la única manera de describir la mezcla de tragedia y absurdo en la que se ha convertido la vida allí".

No es la primera vez que el realizador estira el chicle del tono y juega con la paciencia del espectador para conducirlo a pantanos de dudosa moralidad. "Ciertos elementos de lo grotesco ya estaban presentes en A Gentle Creature", explica sobre su anterior largometraje, inédito en España, "aunque creo que aquella era una película más cercana al surrealismo".

Sin embargo, Donbass lleva los hallazgos de A Gentle Creature y la rotundidad documental de En la niebla -ganadora del FIPRESCI en Cannes el año 2012- hasta sus últimas consecuencias. "Se podría argumentar que en todas partes nos enfrentamos al absurdo, sin embargo, parece que en esta región de Ucrania en particular, destruida por una invasión militar y bombardeada con propaganda, esta mezcla de horror y risas ha ocurrido de forma más obvia".

Con todo, cuando se le señala que su manejo del tono a veces lleva al contagio de una distancia emocional contraria al discurso que propone, Loznitsa se defiende: "No creo que mi estilo sea en absoluto frívolo. Siento verdadero dolor cuando pienso en lo que está pasando en Donbás, y ese dolor es la razón por la que hice esta película: quería que el mundo supiera lo que está ocurriendo en este rincón del mundo".

Su cámara recorre ciudades y poblaciones sin nombre, retrata los dilemas de personas anónimas e intenta captar el enrarecido aire que se respira en cualquier rincón. El aire que hace que la vida valga lo mismo que un pedazo de pan o un trozo de bandera raída.

"Creo que la experiencia de Donbás, igual que en cualquier otra región afligida por la guerra, demuestra que nuestro barniz de humanidad es muy fino", opina Loznitsa. "Es muy fácil que el ser humano regrese a un estado donde la supervivencia del más fuerte se convierte en el único principio rector de la existencia", explica.

Dante al este de Ucrania

Donbass es, más que una colección cuasidocumental de vidas bajo el yugo de un conflicto bélico, un fresco de la bajeza humana. Loznitsa cuenta que todos los episodios de su película, por disparatados que parezcan, se basan en eventos reales. "Recopilé una gran cantidad de vídeos caseros subidos a YouTube durante las primeras etapas de la guerra, entre 2014 y 2015, y luego escribí el guion".

Todo en su nuevo largometraje es real, pero el tono exagera las formas para que parezca que no. Para que el espectador piense que los seres humano tan corrompidos como los que habitan el metraje, solo operan en la ficción. El realizador describe una escena de una brutalidad sin remilgos: una multitud enfurecida tortura a un prisionero ucraniano, atado a un poste de luz. Le desnudan, le propinan una paliza y lo envuelven con la bandera azul y amarilla del país. "Esa escena sucedió de verdad. Uno de los participantes grabó un vídeo del apaleamiento y lo publicó. Me sorprendió tanto cuando lo vi que creo que fue el impulso que me llevó a hacer esta película. Es aterrador ver a personas 'normales' convirtiéndose en bestias cabreadas, llenas de odio y rencor". 

Una situación, la de vivir un conflicto político, social y armado, que en este caso se ha espectacularizado sin ningún tipo de filtro. "No solo cometen actos de una violencia terrible, sino que también los graban y comparten las imágenes con todo el mundo". De hecho, según el realizador ucraniano, "las cámaras juegan un papel muy importante en este conflicto. En la guerra contemporánea, el papel de la propaganda y las noticias falsas es casi tan importante como el de las armas convencionales".

Un cúmulo de situaciones que dibujan en Donbass una especie de Purgatorio en la tierra, en la que gente no del todo viva, espera a morir. "Cada zona de guerra es un infierno en la tierra", describe Loznitsa.

Una guerra que no se llama guerra

Con todo, Loznitsa quiere que su película sirva tanto para remover el estómago del espectador acomodado, como para violentar la moral política europea. "Lo que está sucediendo en Donbás nunca ha sido oficialmente reconocido como una guerra entre dos países", asegura a eldiario.es.

"La comunidad internacional utiliza todo tipo de eufemismos como 'conflicto armado' o 'movimiento separatista', pero no ha habido una condena oficial de la agresión militar rusa contra el estado soberano de Ucrania en las regiones de Donetsk y Lugansk". Para él, Donbás "no es solo una zona de guerra, es una zona de guerra híbrida, política y convencional. Algo que hace que las cosas sean aún más extrañas y trágicas".

Ahora se cumplen cinco años del inicio de un conflicto que ha abierto una cicatriz en la psique de todo habitante de Ucrania, se ha cobrado miles de víctimas civiles y militares y no parece que tenga una solución fácil. Loznitsa denuncia la inacción de la Unión Europea: "¡Claro que creo que la UE podría haber hecho más! Creo que podría haberle demostrado a Rusia que no toleraba agresiones de este tipo", explica.

Pero matiza, "sé que hay políticos europeos comprometidos con la situación de Crimea y Donbás, que están tratando de apoyar a Ucrania tanto como pueden". E ilustra su argumento con un ejemplo: "Rebecca Harms, sin ir más lejos, es miembro del Parlamento Europeo con el Partido Verde alemán. Es una mujer valiente que estuvo en Kiev durante los acontecimientos de la revolución del Euromaidán de 2013-2014, viaja a Ucrania con regularidad y hace todo lo posible por defender los intereses de Ucrania en el Parlamento Europeo".

Sin embargo, el realizador dos veces premiado en Cannes lamenta que "parece que las personas como Rebecca Harms están en absoluta minoría. No creo que haya una voluntad entre los políticos europeos de resistir la agresión rusa. La dependencia de Europa es demasiado grande. Y, además, creo que los rusos están ganando en la guerra de propaganda", sentencia.

17 libros para leer en campaña que te atraparán mucho más que cualquier programa electoral

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Quedan pocos días para la celebración de los comicios del 28A. Todos los partidos políticos viven una semana de tensión en campaña electoral: los últimos días suelen ser decisivos para decantar el voto, precisamente, de los indecisos.

En este sentido, los dos debates televisivos que tendrán lugar en RTVE y Atresmedia podrían marcar la diferencia. En ellos, los candidatos PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos se enfrentan para perfilar de cara al ciudadano su postura sobre los temas clave de la actualidad sociopolítica de nuestro país. Hablarán de economía y empleo, estado del bienestar, pensiones e igualdad. También de plurinacionalidad, de regeneración democrática y de pactos postelectorales.

La elecciones del 28A, por todo ello, marcan esta semana y han hecho que el Día del Libro tenga este año un marcado tono político. Nos hemos paseado por las estanterías de novedades literarias para escoger un buen puñado de títulos que nos pueden ayudar a entender la situación actual y los debates que genera. Sea a través de la ficción, el ensayo o la novela gráfica.

Sobre populismos y la extrema derecha

Facha, de Jason Stanley (Blackie Books)

El padre de Jason Stanley escapó de la Alemania nazi por los pelos. Él creció en Estados Unidos y ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de los mecanismos que emplea el fascismo para convencer y atrapar a la gente. Es profesor de filosofía en la Universidad de Yale, y escribe regularmente en The Washington Post, The Boston Review o The New York Times, donde ha alimentado el popular y genial blog filosófico The Stone.

Con How Propaganda Works. How Fascism Works, que Laura Ibáñez ha traducido al castellano y en Blackie Books ha titulado sencillamente como Facha, analiza punto por punto las estrategias expresivas de carácter filosófico y lingüístico de la ultraderecha. Y lo hace con una prosa ágil y sin asomo de pedantería para advertir y señalar lo rápido que se contagia el conservadurismo e incluso el odio.


Sobre feminismo

No es para tanto. Notas sobre la cultura de la violación, de Roxane Gay (Capitán Swing)

El feminismo en nuestro país ha conseguido ser eje central de muchos de los debates más estimulantes y necesarios de nuestra democracia. Ya hemos hablado en otras ocasiones sobre libros feministas de 2018 que servirían para entender todo lo que está aconteciendo en 2019, de libros para leer el 8M que no se ajustan a la ya comercializada etiqueta 'feminista' de las librerías, y de libros necesarios para hacerse un fondo de armario comprometido con la igualdad.

Con todo, el debate a seis organizado hace unos días por RTVE quedó empañado por las declaraciones de Cayetana Álvarez de Toledo sobre la propuesta del PSOE para regular en el Código Penal el consentimiento en las relaciones sexuales. Así que sus afirmaciones nos han llevado a pensar en un título especialmente adecuado para este tema: No es para tanto. Notas sobre la cultura de la violación, de Roxane Gay. Una genial y reveladora antología traducida por Gemma Deza que aborda lo que significa vivir en un mundo donde las mujeres deben medir y enfrentar el acoso, la violencia y la agresión de forma cotidianamente. Pero además, dónde tienen que vérselas con quien las cuestiona por hablar de ello.


Sobre Catalunya

El naufragi, de Lola García (Tusquets Editors)

Lola García ofrece en El naufragi una detallada crónica de los hechos acontecidos en Catalunya desde que, en 2012, Artur Mas regresase de la Moncloa con la negativa de Mariano Rajoy para abordar un pacto fiscal. Ha llovido mucho desde entonces, pero el tema sigue estando estancado en el tablero político actual, con unos candidatos entre rejas y otros llamando a la movilización contra los que 'quieren romper España'.

Lola García es directora adjunta de La Vanguardia, antes fue subdirectora del mismo periódico y responsable de las áreas de Política, Vivir y Deportes. También trabajó en El Periódico de Catalunya, primero en la sección de Cosas de la Vida y después como redactora jefa de Política.


Sobre ecología y políticas de futuro sostenible

La sexta extinción: una historia nada natural, de Elizabeth Kolbert (Editorial Crítica)

La sexta extinción parte de una tesis tan radical como lógica: los seres humanos serán los responsables de la mayor extinción en la tierra desde que un asteroide impactase en ella y acabase con los dinosaurios. Partiendo de esta noción Kolbert explora cómo la actividad humana, el consumo de combustibles fósiles, la acidificación de los océanos, la contaminación, la deforestación y las migraciones forzadas amenazan formas de vida de todo tipo.

Elizabeth Kolbert es periodista, escritora y profesora en el Williams College. Con La sexta extinción ganó el Premio Pulitzer, y su labor divulgadora se puede leer habitualmente en The New Yorker.


Sobre mundo rural

Tierra de mujeres, de María Sánchez (Seix Barral)

Hija y nieta de veterinarios, María Sánchez es la primera mujer de su familia que se ha dedicado a un oficio desempeñado tradicionalmente por hombres. Su día a día como veterinaria de campo pasa por recorrer España en una furgoneta y esquivar las miradas de un entorno predominantemente masculino como es el mundo rural. Su voz literaria ha servido para darle una perspectiva feminista al medio rural y la ganadería extensiva del que nuestro país tenía un grave déficit.

En este ensayo se propone servir de altavoz a todas las mujeres silenciadas en los campos españoles, a todas aquellas que tuvieron que renunciar a una educación y a una independencia para trabajar la tierra con las manos y cuidar de sus familias. "Para mí, lo más radical e innovador que se está haciendo en nuestro país ocurre en los márgenes", nos decía en una entrevista concedida a este periódico.


Sobre maltrato animal

Mastín y la chica del galgo, de Melisa Tuya (Autopublicación)

La protección de los animales y las corridas de toros han dejado de ser estas elecciones preocupación exclusiva del partido Pacma, al menos en apariencia durante campaña.

Mastín y la chica del galgo es una novela juvenil sencilla pero tan eficaz para concienciar sobre el bienestar animal que es difícil negarle su valía. Narra la historia de un joven de diecisiete años con un pitbull, que un día conoce a una chica de veintiséis años con un galgo. Un encuentro que le llevará a ser voluntario en una protectora y le ayudará a encontrar un camino vital.

"Estoy convencida de que con los cuentos y los libros es posible ayudar a los animales, despertando una mayor sensibilidad y respeto por ellos, que se traduce también en bondad y empatía hacia otros seres humanos", describe la propia autora en el Verkami que ya ha conseguido el objetivo necesario para la publicación en papel de una novela que se lanzó por entregas en 20minutos.

Sus beneficios íntegramente serán donados a perros y gatos sin hogar.


Sobre el Estado de Bienestar y las desigualdades actuales

Safari en la pobreza, de Darren McGarvey (Capitan Swing).

En este apartado, los compañeros de Alternativas Económicas nos han recomendado este relato de un rapero escocés que "ayuda a entender el malestar que lleva a sectores de la clase trabajadora a apoyar opciones populistas o de extrema derecha que son perjudiciales para sus propios intereses", según cuenta el redactor de la revista Juan Pedro Velázquez-Gaztelu.

Traducido al castellano por Martin Schifino, este libro se construye a partir de la experiencia del autor, de nombre artístico Loki, McGarvey, rapero y comentarista social escocés que también estudió periodismo.

Se crió en Pollok, en el sur de Glasgow, en un entorno marcado por la violencia, el alcohol, las drogas y la falta de expectativas. Su relato "tiene como eje la pobreza y un cierto resentimiento de clase, al poner de manifiesto que los problemas cotidianos de gente como él raramente aparecen en el debate político". 

Los impuestos en la ciudad democrática, de Ricardo Rodríguez (El Viejo Topo)

También desde Alternativas Económicas nos recomiendan el trabajo del técnico de Hacienda Ricardo Rodríguez, que "hace una valiosa aportación pedagógica para explicar por qué el pago de impuestos es un elemento básico de la ciudadanía", tal y como nos explica Velázquez-Gaztelu.

El libro aborda con rigor y ánimo didáctico aspectos como el delito fiscal, la relación entre impuestos directos e indirectos, el fichaje de inspectores y técnicos de hacienda por parte del sector privado y el papel de los asesores fiscales. Ricardo Rodríguez publicó su primera novela, La moral del verdugo, en 2005, a la que siguió El secreto de Sócrates. Ha publicado asimismo varios cuentos en libros colectivos de relatos y en el año 2007 coordinó y prologó la edición del libro de homenaje al novelista Juan García Hortelano El realismo social en la literatura española.


Sobre inmigración

Un regalo para Kushbu. Historias que cruzan fronteras. VV AA. (Astiberri ediciones)

En las viñetas de este tebeo nueve personas llegan a Barcelona en busca de una vida mejor. Vienen de Nepal, Níger, Marruecos, Uzbekistán, India, Senegal, Afganistán, Colombia y Nigeria. Huyen de situaciones de miseria, guerra o persecución. Pero al llegar allá dónde creían que les esperaba una vida mejor, se enfrentan a unas leyes de extranjería discriminatorias y excluyentes.

Un regalo para Kushbu es una obra llena de empatía que recoge esos relatos de huida de la mano de un guionista y diez dibujantes. Un ejército de artistas comprometidos como Tyto Alba, Cristina Bueno, Miguel Gallardo, Martín López Lam, Andrea Lucio, Susanna Martín, Marcos Prior, Sonia Pulido, Manu Ripoll y Sagar. Todas y todos han conseguido destilar una obra llena de belleza construida desde la veracidad de haber hablado con los protagonistas a la hora de plasmar sus vivencias.


Pluralidad nacional: para leer en otras lenguas cooficiales del Estado

Insurrectes del res, de Joanjo García (Sembra Llibres)

Narrada a doble tempo entre los noventa y el  verano 2017, Insurrectes del res sigue las vidas cruzadas de un grupo de jóvenes con un pasado común. Cuando Karim vuelve al barrio de Miquel, este se sentirá agobiado por recuerdos de instituto, en los que el primero sufría bullying a manos de sus compañeros. Todo, en el clima enrarecido de los atentados terroristas de Barcelona en el que los prejuicios, la islamofobia y el racismo latente hacen aflorar miedos y capas de personalidad que los protagonistas parecían desconocer.

Joanjo Garcia se dio a conocer con la obra Quan caminàrem la nit. Desde entonces ha escrito y publicado sin parar obras como Aquell agost amb punt final, Tota la terra és de vidre, El temps és mentida, La pornografia de les petites coses  y Heidi, Lenin i altres amics. Todos, títulos que le han situado entre las voces literarias valencianas más afiladas del panorama actual.

Tres minutos no aire, de Miguel Anxo Murado (Editorial Galaxia)

Durante años, Miguel Anxo Murado realizó una sección cultural en Radio Galega llamada Tres minutos no aire. En ella, reflexionaba sobre cultura, literatura, arte o la vida cotidiana con su particular mirada. Lo que convierte este libro recopilatorio de breves piezas con espíritu entre divulgativo y satírico en una genial aproximación a una de las figuras culturales más relevantes del panorama literario gallego moderno.

Murado es escritor y guionista de cine y televisión. Irrumpió en los ochenta con Metamorfosis benezianas, una novela en castellano con la que ganó en el Premio Café Gijón. Desde entonces en galego ha publicado narrativa -Memoria de derribos, Mércores de cinza-, poesía -Lapidario dos heterodoxos, Bestiario dos descontentos-, e incluso teatro -A grande noite de Fiz, Historias peregrinas-. Todo sin dejar de lado su trayectoria en cine y televisión.

Black is Beltza, de Fermín Muguruza, Harkaitz Cano y Jorge Alderete (Bang Editorial)

Esta novela gráfica no se desarrolla en el País Vasco sino en Nueva York. A través de la intrincada vida de un joven llamado Manex Unanue, recorremos los acontecimientos que marcaron la sociedad de los sesenta: los disturbios raciales derivados de la muerte de Malcolm X, las alianzas entre los servicios secretos cubanos y los Black Panthers estadounidenses, la psicodelia proto-hippie, los juegos de intereses durante la Guerra Fría, el espíritu del Che y nuestro patio trasero: la dictadura franquista.

Con todo ello, Fermín Muguruza repasa de forma magistral gran parte del imaginario que ha configurado toda su carrera como artista. Es, por derecho propio, una figura capital para entender el panorama musical y cultural vasco contemporáneo. Fundador de Kortatu y Negu Gorriak, su labor ha sido reconocida internacionalmente por su compromiso político y su discurso difusor de la realidad y complejidad cultural de Euskadi . Esta novela gráfica, disponible en euskera, también se ha convertido en una brillante película de animación de toques noir dirigida por el propio artista.


Sobre temática LGTBI

Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce, de Paul B. Preciado (Anagrama)

Urano, además del planeta más frío del sistema solar y un dios de la mitología griega, es un concepto forjado por el activista sexual europeo, Karl-Heinrich Ullrichs para definir, mediante el llamado uranismo, al tercer sexo y sus avatares. En base a este concepto, la fascinante prosa del filósofo y comisario de arte Paul B. Preciado relata su proceso de transformación de Beatriz en Paul B., donde las hormonas y el cambio de nombre legal son tan importantes como la escritura.

"Mi condición trans", dice el autor en el libro, "es una nueva forma de uranismo. No soy un hombre. No soy una mujer. No soy heterosexual. No soy homosexual. Soy un disidente del sistema sexo-género. Soy la multiplicidad del cosmos encerrada en un régimen epistemológico y político binario, gritando delante de ustedes".


Sobre la situación actual de Europa

Europa ante el espejo, de Josep Fontana (Austral)

Para entender la situación de la política europea no hay nada como intentar comprender en qué consiste la idea que tenemos de nuestro entorno. "Los europeos hemos ido construyendo una conciencia de colectividad mirándonos en el espejo de 'los otros' para distinguir lo que nos identificaba, lo que nos diferenciaba de los demás", decía el propio Fontana en este libro que investiga las raíces del concepto europeísta y su visión, profundamente desmitificadora, de la historia de los países de nuestro entorno.

"Es imposible comprender sus trabajos sin su constante preocupación por la teoría social y la historiografía que lo situó siempre a la vanguardia de la ciencia histórica durante décadas", describía Xavier Domènech Sampere en eldiario.es tras el fallecimiento de Fontana en 2018. "La obra y la vida de Josep Fontana estuvieron marcados por el compromiso. Por el compromiso con la enseñanza y con la vida".

La Europa negra, de Mark Mazower (Barlin Libros)

Mark Mazower invita, en esta monumental obra, a reflexionar sobre la vigencia de la idea de que Europa es un continente construido sobre el consenso democrático. Con la historia del siglo XX europeo como arma discursiva, construye una obra imprescindible para aquellos que busquen respuestas elaboradas a la confusa situación de una Europa errática.

Mazower es historiador y profesor titular en la Universidad de Columbia, aunque ha enseñado también en Princeton y la Universidad de Sussex entre otras. Su obra ha sido galardonada con numerosos premios internacionales, como el italiano Acqui Storia, el británico Wolfson Prize for History o el Runciman Prize. Es colaborador habitual en medios como el Financial Times, The Guardian, The New York Times o The Independent.


Sobre memoria histórica

Los campos de concentración de Franco, de Carlos Hernández de Miguel (Ediciones B)

Franco creó 300 campos de concentración en España, un 50% más de lo calculado hasta ahora. Así de rotunda es la conclusión de la investigación que el periodista Carlos Hernández plasma en su último libro. En él documenta la existencia centros que operaron hasta finales de los años 60 y encerraron entre 700.000 y un millón de españoles, pasando los prisioneros una media de 5 años en ellos.

No es la primera vez que Carlos Hernández echa la vista atrás para explicar el origen de algunas de las heridas no cerradas de la España contemporánea. En 2015 publicó su primer libro, Los últimos españoles de Mauthausen, y más tarde unió fuerzas con el ilustrador Ioannes Ensis para lanzar la sobrecogedora novela gráfica Deportado 4443. Con Los campos de concentración de Franco decide arrojar luz sobre uno de los aspectos más desconocidos y menos estudiados de la dictadura.


Sobre corrupción

Corrupcionario, de Bernardo Vergara (Random Comics)

El viñetista de Pamplona, autor de obras como Manual de instrucciones para libros de instrucciones o Urbano: mi colega invita y colaborador de eldiario.es, resume en Corrupcionario diez años de política nacional a través de una selección de conceptos que han marcado e incluso cambiado nuestro país. Tristemente, muchos de ellos asociados a la corrupción, uno de los temas que más preocupan a la ciudadanía española.

"Me atraía mucho buscarle la vuelta humorística a palabras y expresiones que se han popularizado en los escándalos de corrupción de la última década", contaba su autor en una entrevista de eldiario.es. "Más que una necesidad de poner nombres,  lo que hay es una necesidad vital de hacer humor, de hacer sátira". Y lo consigue, ofreciendo además una mirada corrosiva y absolutamente lúcida a muchas de las ideas que, actualmente, asociamos a la clase política.

'Vengadores: Endgame', el mejor punto final a una década de taquillazos

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Cuando hablamos de las cifras que maneja actualmente Disney con algunas de sus franquicias, los números marean hasta al más pintado. Según el Statistic Brain Research Institute, Star Wars, una de las marcas más rentables de la casa del ratón,  lleva amasada la friolera de 39.536 millones de dólares. La cifra supera el PIB de 90 países del mundo tales como Jamaica, Armenia o Islandia. Si a eso le sumamos lo que mueve el llamado Marvel Cinematic Universe -MCU en adelante-, la cosa aún adquiere una proporción más gigantesca.

Sin ajustar la inflación, las tres películas anteriores de los Vengadores están entre las diez más taquilleras de la historia, conforme a datos de Box Office Mojo. La que más dinero ha amasado es, justamente, la que precede a la que ahora llega a nuestras pantallas: Vengadores: Infinity War. Y si a ella sumamos todo lo que han recaudado los otros 21 largometrajes que componen este complejo entramado de tramas y subtramas se calcula que, solamente de taquilla y sin productos derivados, el MCU lleva 18.592 millones de dólares acumulados.

Ante la evidente envergadura de los datos solo nos cabe asumir una idea: el entretenimiento cinematográfico de masas actual es este. Estos son los productos que más gente, dinero, movimiento y reacciones generan en el cine contemporáneo, nos guste o no. Iron Man, el Capitán América, Thor y compañía han cambiado la historia del cine comercial hollywoodiense tal y como la conocemos. Hasta tal punto que uno tiene la sensación de que hasta Vengadores: Endgame no existía ninguna película como Vengadores: Endgame. Parece una tontería, pero no lo es tanto.

¿Mucho 'hype' y pocas nueces?

Con esta película, Anthony y Joe Russo, los realizadores de títulos como Tú, yo y ahora... Dupree pero también de estimulantes reformulaciones políticas del superhéroe en el cine como Capitán América: Civil War, han sublimado el concepto de película-evento en un largometraje de tres horas de duración. Han sostenido un secreto ansiado por muchos durante un año y ahora están dispuestos a darle salida y llenar en tropel las salas de cine. Solo eso ya merece cierto reconocimiento en tiempos de déficit de atención y multiplicidad de pantallas.

Gran parte de la culpa, claro, la tiene Kevin Feige. El CEO de Marvel Studios ha sabido leer las inquietudes del mercado y su audiencia para construir una narrativa en forma de mosaico que unifica y a la vez da sentido a decenas de películas independientes. Alguien a quien no cuesta imaginarse frotándose las manos con el gigantesco cliffhanger con el que terminaba Vengadores: Infinity War.

Toda la maquinaria promocional, la expectación que genera el desconocimiento entorno a los eventos que narraría Endgame, se había delegado en un chasquido de dedos. El que realizaba Thanos, villano de esta y la anterior película, acabando de un plumazo con la mitad de personajes del MCU. Tanto es así que los mismos hermanos Russo se han visto obligados a publicar una carta con el lema #DontSpoilTheEndgame con la que intentan preservar la naturaleza de acontecimiento del film.

Es fácil leer estos días alambicadas críticas de cine que se enfrentan al juicio del lector que solamente le pide que le diga si el film es bueno o no, sin analizar ni desgranar nada de la trama para no arruinar la experiencia. Esta misma lo es.  Piruetas discursivas y toda suerte de juegos verbales que parten de un hecho lógico: Endgame es un campo de minas narrativo en el que casi cualquier detalle, por ínfimo que fuere, es susceptible de considerarse spoiler

La cuarta aventura de grupo de superhéroes más famoso del mundo vuelve así a plantear un debate siempre interesante: si vemos solo una película o serie para que no nos la cuenten... ¿qué dice eso del producto en sí? ¿aporta algo más que narrar determinados hechos? ¿qué la diferencia de un eficaz ejercicio de marketing?

La última película de los hermanos Russo responde a estas cuestiones ofreciendo esa extraña sensación contradictoria que afrontamos cuando nos emocionamos con un anuncio. El producto en sí es todo lo que debía ser. Está perfectamente empaquetado, pensado hasta la saciedad para pulir cada recoveco y cada reserva que los espectadores hayan podido acumular a lo largo de esta larga década de MCU. Y, sin embargo, es algo más que un gigantesco ejercicio de respuestas.

22 películas después, todo encaja

Es sorprendente y hasta loable la eficacia de Endgame para significarse más allá de la pura resolución de tramas. De hecho, se agradece que no pretenda ser la continuación de Infinity War, que resultaba ser un cúmulo de conceptos heredados tanto en lo visual como en lo narrativo. Poco más que una colección de set-pieces de acción de dos horas y media que desembocaba en un final hecho para vender esta película.

Vengadores: Endgame, por contra, se ventila uno de los conflictos principales de la película en su primera media hora. De tal forma que, mediante una escena denodadamente anticlimática, abre la puerta al verdadero músculo de la película. Explora así largo y tendido un planteamiento interesantísimo: el drama del vencido. El dilema de sobrevivir cuando todo lo que te había definido hasta entonces desaparece.

Esa opción argumental humaniza más a estos superhéroes que todas las batallas y proezas que les hemos visto llevar a cabo. Les conecta con el espectador porque, como decía Ivan Morris en La nobleza del fracaso, "la sumisa mayoría [...] se complace identificándose afectivamente con individuos que libraron desesperadas batallas a pesar de tenerlo todo en contra". Es más, el investigador británico añadía: "El hecho de que todos sus esfuerzos sean coronados por el fracaso confiere a sus héroes el patetismo que empaña la vanidad de todas las empresas humanas, convirtiéndolos por ello en los más queridos y los más admirados".

La cuarta aventura de los Vengadores no es solamente la que más les humaniza, también es la nos hace apreciar el valor de desarrollar a lo largo de 11 años y 22 largometrajes personajes complejos a los que hemos visto crecer, envejecer, enfrentarse entre ellos y, ahora también, caerse y levantarse.

Porque lejos de contentarse con el espectáculo, Endgame se esfuerza -bien lo exprimen los 181 minutos que dura-, en reinterpretar a los protagonistas principales de estos relatos. De ahí que uno de los valores principales de este film sea que no se rinde a lo que se suponía que iba a ser: tiene tiempo de ofrecer nuevas lecturas de esos héroes a los que hemos visto hacer gala de una masculinidad tóxica ciertamente preocupante durante años, y a los que hoy vemos afrontando traumas, llorando, compartiendo sentimientos y sabiendo perder. Es vejez, es cansancio, pero también es evolución y reconciliación. Una que nos permite cerrar arcos argumentales que empezamos en 2008, desmitificando a muchos de sus protagonistas por mucho que cabree al fan.

La redención llega y para cuando lo hace, el espectador ya ha conectado con el drama de estos impertérritos hombretones que salvaban a la humanidad una y otra vez. Por eso, Vengadores: Endgame es un homenaje al legado de dos decenas de largometrajes pero no uno con ánimo masturbatorio sino de sana reescritura. Es fanservice puro, sí, pero también es algo más. Es la nueva caligrafía del blockbuster clásico.

Un asesinato, viajes en el tiempo y un héroe oscuro: 'Paciencia' y las claves de uno los cómics de la temporada

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Jack Barlow es un farsante. Él lo sabe y el lector también. Su mujer, Paciencia, está embarazada y, aunque busca trabajo desesperadamente, nadie la contrata. Él le dice que todo va bien mientras trabaja repartiendo publicidad en las calles de Manhattan. Sabe que nada va bien. El último centavo que tenía en los bolsillos lo ha invertido en un triste perrito caliente como los que lleva comiendo las últimas semanas. Un día, cuando vuelve a casa, encuentra a Paciencia asesinada.

Con esta premisa puramente noir, Daniel Clowes construye en su último cómic, Paciencia, una obra compleja y fascinante sobre la obsesión, la masculinidad tóxica, la cultura norteamericana de la violencia y los viajes en el tiempo. Una obra tan fascinante en lo formal como en lo narrativo, recientemente reeditado por Fulgencio Pimentel. Última prueba de un talento desbordante que él mismo no se toma muy en serio. Se sorprende cuando le dedican exposiciones y cuando le señalan como uno de los autores más reconocidos del cómic independiente norteamericano.

Lleva desarrollando su obra desde los ochenta, tiene en su haber más de una docena de Premios Harvey y 6 Eisner, pero aquí su obra no se dio a conocer hasta el estreno en 2001 de Ghost WorldLa adaptación cinematográfica de su cómic homónimo protagonizada por Thora Birch, Scarlett Johansson y Steve Buscemi es hoy un clásico de culto y ha permitido que lleguen a nuestras librerías obras como Caricatura, David Boring o Como guante de seda forjado en hierro -todos editados por La Cúpula-. A su paso por el Salón del Cómic de Barcelona, el autor de Paciencia concedió unas pocas entrevistas a los medios de comunicación. En breve regresaría a su estudio en Oakland, California.

Los ochenta sin nostalgia ochentera

"Cuando empecé, Paciencia iba a ser bastante más corta. Pero a medida que iba desarrollando ideas me di cuenta de que había una historia que me apetecía contar y que había estado ignorando sin razón alguna", cuenta el propio Clowes a eldiario.es sobre la que es su obra más extensa hasta la fecha. "Entonces me entró el pánico porque, ¡esa historia implicaba viajes en el tiempo! Era la cosa más ambiciosa que había hecho en mi vida y tenía la sensación de que hiciese lo que hiciese, no iba a tener sentido", confiesa.

En Paciencia seguimos la investigación de Jack Barlow por averiguar qué le pasó a su mujer. Un destino que nos lleva del 2012 al 2006 pasando por la Norteamérica rural de 1985 y el Manhattan del futuro en 2029. Saltando a través del espacio y el tiempo con un dispositivo cutre, cual fanzine pulp de los ochenta. Pero enfrentándonos siempre a unos Estados Unidos violentos, desesperados y oscuros.

El autor cuenta que, mientras trabajaba en Paciencia, en Chicago organizaron una gran exposición sobre toda su obra. "Tuve que revisar toda mi obra desde que era muy pero que muy joven", explica. Cuenta que le costaba enfrentarse a sus obras porque "era el trabajo de un dibujante inexperto y terriblemente joven, pero me vi totalmente inmerso en su mundo. Me sentí vinculado emocionalmente a la persona que había hecho aquello, que no era yo pero a la vez era yo. Ambos eran Daniel Clowes. Y de ahí surgió la idea de los viajes en el tiempo".

A partir de tener que enfrentarse a su propio pasado, Clowes decidió crear una historia que perfilase el destino de unos personajes complejos en su adolescencia, en su vejez y en su madurez. A la vez que realizaba un mosaico de los Estados Unidos de los ochenta hasta hoy, ofreciendo una perspectiva nada halagadora de la cultura del éxito estadounidense. Y, de paso, un discurso antinostálgico.

"Con perspectiva y contexto, todo el mundo que es consciente de haber vivido una era, sea la que fuere, termina desarrollando nostalgia por la misma. Es comprensible que los jóvenes de hoy la tengan de los ochenta. En mi época había mucha nostalgia, por ejemplo, de la moda y el estilo de los cincuenta", reflexiona. "Y sin embargo, mi padre solía decir que aquellos habían sido unos años absolutamente horribles, el peor tiempo para estar vivo".

Él mismo confiesa que ahora entiende a su padre, porque él odiaba los años en los que creció como dibujante: "¡Pensaba que era la peor época de la historia del ser humano! En los ochenta, en mi entorno, todo era muy cutre y muy homogéneo: no había posibilidad de apasionarte por algo realmente rupturista u original. Las mismas películas, los mismos discos, las mismas ropas. Tenías que buscar muchísimo para encontrar algo interesante y cuando lo encontrabas, era en fanzines y proyectos que la gente hacía con sus propios manos".

La incomunicación no entiende de tiempos

En todos sus cómics, sus personajes se enfrentan a conflictos que se agravan debido a la incapacidad de comunicarse. Pero no por una causa mayor que impida el intercambio de información, sino por la patente insuficiencia educativa a nivel emocional que permita a sus personajes traducir en palabras lo que sienten.

En Ghost World, la joven adolescente Enid Coleslaw lidia con la búsqueda de un futuro y el miedo de decepcionar a la gente que la aprecia. Y eso la lleva a tomar decisiones que realmente no desea tomar, incapaz de verbalizar sus dudas. En David Boring, el protagonista que da título al cómic viaja hasta una isla remota en busca de una mujer a la que nunca dijo que amaba. En Paciencia, a sus personajes les ocurre lo mismo.

Clowes confiesa que no sabe cuál es la solución a sus problemas. No tiene una receta para combatir el silencio perpetuo que les puede permitir avanzar. "Nunca he dado con la contestación a esa pregunta. Trato de buscar la respuesta en cada obra, y en cada obra vuelvo a fallar. Y sigo buscando. Es extraño, pero es así", dice.

Sin embargo, en Paciencia Clowes va un paso más allá al imaginar el futuro. En su obra más ambiciosa atestigua que la incomunicación emocional sigue siendo una de los grandes problemas de la sociedad de la comunicación.

"Sinceramente, creo que hoy la situación es peor. Todo el mundo se comunica pero de forma poco sincera: un avatar representa más de sí mismos que ellos mismos", opina el autor. "La gente dedica muchísimo esfuerzo mental a lo representan de cara al resto, de cara a un mundo ahora virtual, y no tanto a lo que ellos son para ellos mismos", describe.

De ahí que él crea que sus cómics enfrentan este hecho. "Ese tono que utilizo casi siempre en mis viñetas, que está al filo de la ironía pero no lo es del todo, es algo es muy específico que se capta solamente con contexto. Ese tono no existe en Twitter, que me parece una forma muy limitada de conversación". Según él, las personas que antes tenían problemas para hablar de lo que sentían, "están hoy atrapados en un bucle infinito en busca de feedback. Parece que las redes sociales han dado con una tecla psicológica que teníamos programada: esa búsqueda de afirmación en los demás".

Adiós al héroe clásico

El Jack Barlow que protagoniza Paciencia  tiende, en cierto modo, puentes sólidos y muy estimulantes con otras obras de Daniel Clowes. Es un hombre que, como los protagonistas de Como guante de seda forjado en hierro (1995) y David Boring (2002), sufren una crisis de identidad que buscan resolver con el encuentro de una mujer determinada. O mejor dicho, de una determinada idea de mujer.

"Me atraía el protagonista masculino obsesionado con una idea de mujer, como el de James Stewart en Vértigo: alguien atractivo en lo superficial, pero que esconde a un maníaco en su interior", cuenta Clowes sobre Jack Barlow. "Muchos hombres en la ficción tienen como motivo de desarrollo un amor idealizado, una mujer idealizada que creen que les llevará a resolver todos sus problemas. Una idea que ha calado en nosotros de tal forma que parece que sea hasta deseable, pero que a todas luces no lo es".

Clowes va más lejos sobre la lectura de género en sus cómics. Según él, muchos de sus protagonistas masculinos son reflejos de la cultura de su país. "Jack, por ejemplo, es una encarnación del norteamericano medio. En inglés tenemos la expresión: Like a Bull in a China Shop para referirnos a un tipo de personaje que, con tal de avanzar lo destruye todo a su paso. Tenemos a John Wayne en el ADN: ese tío que entra en un bar y se pega con cualquiera que le mire mal. Que cree que en la violencia está la solución".

Parece que, de forma fortuita, sus últimas tres obras configuren una trilogía sobre la crisis de la masculinidad en tiempos revueltos. Un universo compartido que reflexiona mediante la reinterpretación de distintos géneros -superhéroes en la del 95, cine negro en la del 2002 y ciencia ficción en la que nos ocupa-, sobre la caída del héroe clásico.

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