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'El tesoro del Cisne Negro', cómo recuperar el espíritu de Tintín con una aventura real española

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En 1942, Hergé empezó a publicar en Le Soir, principal periódico francófono de Bélgica, una nueva aventura de su personaje más popular: Tintín. Aquella vez, el reportero se embarcaba en la búsqueda por recuperar el tesoro de un navío perteneciente a un antepasado de su querido Haddock. Se llamó El secreto del Unicornio y, junto a su continuación -El tesoro de Rackham el Rojo-, se convertiría en uno de los álbumes más influyentes de la historia de la viñeta.

65 años después, sin que medie ninguna relación, la empresa norteamericana de exploración marina Odyssey descubrió los restos de un navío supuestamente llamado Cisne Negro. Allí reposaba medio millón de monedas de oro y plata, un tesoro valorado en 500 millones de dólares -aproximadamente 380 millones de euros-. Sin embargo, por la localización del hallazgo, el Ministerio de Cultura español empezó a sospechar que se trataba de la fragata hispana Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804. Así que reclamó la legitima posesión del tesoro por razones de patrimonio. Se iniciaba un tortuoso proceso judicial digno de película.

Y como a veces el azar une aleatoriamente hechos completamente aislados en el tiempo y el espacio, ahora Paco Roca dibuja y Guillermo Corral escribe el guion de El tesoro del Cisne Negro, que publica Astiberri. Perfecta unión del cómic y el espíritu de  Hergé, con los hechos reales acontecidos en los tribunales durante la lucha por recuperar el tesoro de La Mercedes. Homenaje a las aventuras clásicas que, a su vez, se reivindica como aventura trepidante y rescata del olvido nuestra historia más reciente.

Entre Tintín y el cómic de no-ficción

"Este cómic nació por casualidad", cuenta el dibujante Paco Roca a eldiario.es. "Guillermo [Corral] estaba de agregado cultural en la embajada de Washington, y yo estaba allí presentando Arrugas  en un festival. Nos conocimos y hablamos de nuestra pasión por los cómics. Y me contó que tenía una historia y que no sabía muy bien cómo trasladarla a una novela. Que lo veía más como un cómic", explica el también autor de Los surcos del azar.

"Al principio me mostré escéptico con la idea, pero cuando me contó todo lo que rodeaba el tema de La Mercedes, comprendí que tenía todos los ingredientes de una historia atractiva: tenía tesoros, piratas, intriga política y, lo más importante, Guillermo no la contaba de oídas sino que había vivido todo aquello", explica el artista.

Guillermo Corral siguió de cerca la batalla judicial contra Odyssey como diplomático. Y la transformó en un guion que narraba la historia de Álex, un funcionario novato en el Ministerio que se enfrenta al descubrimiento de un pecio por parte de una empresa llamada Ithaca. Así, El tesoro del Cisne Negro maneja distintos niveles de lectura de forma constante y dialogante: es un relato personal pero también es un largo reportaje sobre un caso real. Y a su vez, es un cómic de aventuras clásico en su forma.

Según Roca, no fue fácil dar con el tono adecuado porque el guionista "había vivido la historia real pero quería abordarla mediante una aventura estilo Tintín y Corto Maltés". Sin embargo, él andaba huyendo de eso en sus obras: "Chocaba con mi trayectoria, porque siempre he intentado evitar de los tópicos de ese tipo de narraciones. Yo veía esta historia casi como un documental. Un cómic de no-ficción. Tuvimos un largo tira y afloja entre esa estructura más clásica y ese poso realista", cuenta el dibujante.

La inspiración en hechos reales y la abundante documentación podrían haber acercado El tesoro de Cisne Negro a otras obras de Paco Roca como Los surcos del azar -la historia de La Nueve, compañía militar formada por republicanos españoles en el exilio-, o La encrucijada -repaso a la historia del punk y el rock patrio de la mano del grupo Seguridad Social-.

Sin embargo, este relato decide coquetear más ampliamente con el terreno de la ficción. Mirando hacia los referentes ya mencionados de las obras de Hugo Pratt y Hergé, pero también a los lances de Blake y Mortimer, la literatura Stevenson, Salgari o Patrick O'Brian e incluso cierto aire de thriller dialogado y juego de poder político propio de House of Cards.

"Es una mezcla de todo eso. No podíamos cargarnos ese aire clásico contando la búsqueda de un tesoro. Pero también tenía que ser muy real: tanto la actitud de los personajes como su forma de hablar, sus puntos de vista, las localizaciones… todo eso tenía que resultar verídico porque si no, para mí, no hubiese funcionado".

Ritmo trepidante sin salir de un despacho

Tras demostrarse equilibrada gracias a un fondo que combina con habilidad fuerza narrativa y dato fehaciente, El tesoro de Cisne Negro se descubre también hábil en su forma: no se trata de un cómic de acción, no hay giros narrativos en cada página ni situaciones desesperadas que impulsen la lectura. Más bien al contrario, tiene todo lo que podría tener un thriller político y un drama judicial. Y por momentos, lo es.

"Queríamos mostrar realmente como es una historia de tesoros. Algo muy alejado de ese romanticismo a lo Indiana Jones. Aquí toda la acción surge de los despachos y la investigación. Harrison Ford era profesor de arqueología pero siempre estaba viviendo aventuras mientras que en la realidad, un arqueólogo se pasa la mayoría del tiempo en despachos, peleando para que alguien le haga caso".

En ese sentido, "es cierto que hay mucho de Hergé aquí, aunque él dibujaba a Tintín corriendo siempre de un lado a otro. Nosotros tuvimos que conseguir un ritmo trepidante a base de conversaciones. Fue difícil encontrar el tempo adecuado para que la atención no decayese. Aunque también es cierto que sabíamos que le hablábamos a un público adulto al que no le hace falta un estímulo en cada viñeta", describe Paco Roca.

Los estímulos, más que visuales, son estructurales. Allí dónde en una ficción al uso de este género el protagonista sería el intrépido cazatesoros, aquí este se convierte en el villano de la función: un magnate corporativista que sólo quiere sacar rédito económico de un hallazgo que no le pertenece. Y por otra parte, allá donde el funcionario sería ese personaje gris y aburrido que encarnaría la burocracia en sí misma, aquí son trabajadores comprometidos con el patrimonio cultural español, personas que lucharon judicialmente contra una gran empresa para recuperar un pedazo de historia.

"Narramos esa parte de las aventuras que no solemos ver, el trabajo de la gente que nunca está en los titulares de las noticias, esas personas que jamás se llevan el mérito mientras el ministro de turno o la Guardia Civil se pone las medallas".

Un nuevo y sorprendente capítulo, en definitiva, de una de las carreras más particulares del cómic español. A lo largo de su obra, Paco Roca ha transitado por la no ficción, la narrativa bélica, el libro ilustrado, la confesión íntima, el reportaje, el humor y la aventura. Y, por lo que parece, no piensa quedarse aquí: "La mayoría de autores cuentan casi siempre las mismas historias. Yo incluido, que hablo mucho de la memoria y la nostalgia. Pero haces como que no, porque vas disfrazando con diferentes trajes el mismo concepto", confiesa. "Con todo, ahora en el mundo del cómic hay mil caminos diferentes de crear una obra gracias a un panorama actual más abierto y diverso. Y claro, quieres recorrerlos todos".


11 películas que no ganarán ningún Goya este año, pero que deberías descubrir

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Es prácticamente imposible que en unos premios no haya olvidos conscientes o inconscientes. El mero acto de nominar exige cribar, de entre todas las candidaturas, unos pocos elegidos. En este caso, elegir a los que se pasearán el próximo 2 de febrero de 2019 por el Palacio de Congresos y Exposiciones FIBES de Sevilla, donde se celebrará la 33 edición de los Premios Goya.

En cifras, este año 151 películas competían por sus cabezones, todas estrenadas en nuestro país entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2018. De estas, 84 eran de ficción, 63 documentales y 4 de animación. También concurrían este año 47 filmes europeos, 16 cintas iberoamericanas y 32 cortometrajes. De todas, 58 eran óperas primas. Y en lo que respecta a los guiones, 119 eran originales y 28 adaptados. Todo repartido en 28 categorías, cuyos nominados se dieron a conocer este miércoles.

Así las cosas, de las 151 candidatas, solamente cuatro copan la mayoría de nominaciones. El reino parte con 13 nominaciones, Campeones con 11, y Todos lo saben y Carmen y Lola, con 8 cada una.

Algunas de las mejores películas del año han conseguido rascar alguna nominación, como es el caso de La enfermedad del domingo, que se ha hecho con la de Mejor actriz para Susi Sánchez o Tu hijo, que se ha posicionado con Mejor Actor para José Coronado. Es de agradecer que también figure Errementari: El herrero y el diablo, que opta a Mejores Efectos Especiales, o que Entre dos agua, que aunque cuenta solo con dos nominaciones, son las dos más importantes: Mejor Dirección y Mejor Película. Premios a los que -por raro que parezca- no optará en los Feroz, habiendo ganado la Concha de Oro en San Sebastián. Con todo, muchos títulos se van sin entrar en la lista de nominados y entre ellos, algunas de las mejores películas españolas del año. Rescatamos aquellas que merecen la pena por distintas razones.

Tiempo después, de José Luis Cuerda

¿Por qué? La esperada secuela de Amanece, que no es poco -una de las mejores películas de la historia del cine español-, se ha quedado sin opción alguna en los Goya a pesar de haber sido candidata en diecisiete categorías. Escribe y dirige de nuevo José Luis Cuerda pero ahora la historia se desarrolla en el año 9177.

En este surrealista futuro el mundo entero se ha reducido a un solo edificio, y a unas afueras habitadas por todos los parados y hambrientos del cosmos. Entre los segundos vive José María -Roberto Álamo-, un hombre que un buen día decide que mediante la venta de una  limonada que él mismo manufactura, puede cambiar el mundo.

¿Puedo verla? Se estrena en cines el 28 de diciembre.

Las distancias, de Elena Trapé

¿Por qué? Fue la gran película de la pasada edición del Festival de Málaga. Allí consiguió la Biznaga de Oro a Mejor Película, y los premios a Mejor dirección y Mejor actriz para Elena Trapé y Alexandra Jiménez, respectivamente.

Se trata de un retrato generacional tan afilado en su discurso como poco nostálgico en su mirada a un grupo de amigos con la treintena cumplida que, un buen día, se reúnen en Berlín para visitar a uno de sus colegas. Entre ellos irá creciendo un latente alejamiento emocional expuesto con sobriedad que dirá más de ellos mismos que de los demás.

¿Puedo verla? Se estrenó en cines en abril, pero el 7 de enero llega a Rakuten TV.

Petra, de Jaime Rosales

¿Por qué? Tras su paso por Cannes en la Quincena de Realizadores, Petra  ha conseguido cinco nominaciones a los Premios Feroz y ocho a los Gaudí. También está entre las películas españolas mejor valoradas por la crítica de lo que llevamos de año. Pero poco les ha importado a los Goya, a pesar de que la cinta contaba con dieciséis candidaturas. Entre ellas, parecían fuertes las de Mejor actor para Álex Brendemühl, Mejor actriz para Bárbara Lennie o Mejor actor de reparto para Oriol Pla. Pero ninguno de ellos ha conseguido nada.

Sin embargo, estamos ante una atractiva exploración de una compleja relación padre-hija con ecos de tragedia griega. Jaime Rosales compone, estructurando en capítulos su narración, un bello -y lleno de crueldad- retrato de la condición del artista y de cómo afecta a las relaciones interpersonales en el mundo actual. Más, si se usa como vehículo de la cobardía y la mezquindad.

¿Puedo verla? Aún se puede ver en algunos cines. No obstante, llega a Filmin el 8 de febrero.

Jean-François i el sentit de la vida, de Sergi Portabella

¿Por qué? Sergi Portabella ya había dejado ver las particularidades de su estilo en cortometrajes como El astronauta en el tejado y El fin del mundo será en Brasil. Pero en su puesta de largo, el joven realizador catalán ha conseguido destilar una voz propia llena de filosofía, romanticismo, pericia visual y valentía que bien merecía la dirección novel para la que tenía candidatura. También optaba a actor revelación Max Megías, cuyo personaje es todo un descubrimiento. Pero no ha sido así. 

Nada, sin embargo, le resta encanto a esta propuesta entre el Wes Anderson de Moonrise Kingdom y la alargada sombra de Los cuatrocientos golpes de Truffaut. Todo para narrar una sencilla road-movie  de un chico solitario que a los trece años descubre El mito de Sísifo, de Albert Camus y decide escaparse de casa para conocer al filósofo en París. Aunque lleve muerto medio siglo.

¿Puedo verla? Actualmente en cines y, además, bajo demanda en Filmin.

Animales sin collar, de Jota Linares

¿Por qué? Otro debut en el largometraje con personalidad y pertinentes dosis de riesgo formal que se va de vacío. Acumulaba diez candidaturas y entre ellas parecía que apuntaba a Dirección Novel, aunque la mayoría de papeletas las tenía Natalia de Molina, que podía postularse como nominada a Mejor Actriz. En lugar de este, opta a actriz de reparto por su extraño papel como hija de Eva Lllorach en Quién te cantará.

Linares construye en Animales sin collar un hábil thriller de tintes clásicos y trasfondo social cuya urgencia y arrojo convierten en inteligente experimento de género. En ella Nora -Molina- es la mano derecha de Abel -Daniel Grao-, un político entregado a la lucha obrera que, justo en pleno auge de su carrera, recibe la amarga visita de viejos conocidos a quienes no les parece tan justo su progreso.

¿Puedo verla? Se estrenó el 19 de octubre y en febrero se editará en formato doméstico.

Comandante Arian, de Alba Sotorra

¿Por qué? Alba Sotorra es, seguramente, de las voces más comprometidas y prometedoras del documental patrio. En 2008 viajó de Barcelona a Pakistán en autoestop para capturar las vivencias de cinco mujeres que rompían con lo establecido en su sociedad. Poco después retrató la vida de Djlalal, un joven que se alistaba en el ejército pero tenía que volver con su familia por un conflicto mucho menos internacional. Y ahora, ha viajado hasta el mismo frente de la guerra de Siria para conocer a la protagonista de este documental con ocho candidaturas y cero nominaciones.

Sotorra retrata la realidad de Arian, una militar que guía a un batallón de mujeres para liberar a una población que vive bajo el yugo del Daésh (ISIS). La cámara de la joven realizadora se acerca hasta la intimidad de una mujer comprometida con su causa. Fascinante mirada social que va de lo particular a lo común para construir un viaje que habla en futuro porque habla de la libertad de una generación entera de mujeres.

¿Puedo verla? Se estrenó en la Seminci de Valladolid y se puede ver en Movistar +.

Con el viento, de Meritxell Colell

¿Por qué? Meritxell Colell es uno de los nombres propios de la nueva generación de realizadoras españolas que vienen pisando fuerte los últimos años, junto a nombres como Carla Simón o Mar Coll. En 2015 fue seleccionada por La Cinéfondation para participar en L’Atelier de Cannes con el film que ahora optaba a trece categorías y se ha quedado fuera de las nominaciones de los Goya.

Su experiencia como montadora profesional la ha llevado a componer un film que transita y borra las fronteras entre el documental y la ficción, para ofrecer un bellísimo retrato familiar. Una mujer, exitosa bailarina y coreógrafa, se ve obligada a volver a su pueblo natal donde no conoce a casi nadie. Menos a su propia familia, con quienes tiene que reconstruir una relación expuesta de forma tan delicada como emocionalmente sólida.

¿Puedo verla? Actualmente en cines.

El rey, de Alberto San Juan y Valentín Álvarez

¿Por qué? Para poder adaptar su propia obra de teatro al cine, Alberto San Juan tuvo que organizar un crowfunding  con el que consiguió 50.000€ de recaudación. Sólo así pudo convertir una de las obras más célebres del Teatro del Barrio de Madrid en un film entre la sátira, el thriller psicológico, la comedia y la performance. 

El resultado es una inclasificable pieza en la que San Juan despierta a los 'fantasmas' del pasado del monarca: Franco, Adolfo Suárez, Felipe González o Juan Luis Cebrián pasean por delante de los alucinados ojos de un enorme Luis Bermejo -que bien merece ya un Goya-, en una obra que no sólo denuncia, también reflexiona sobre qué país hemos construido, y cuál dejamos a quien nos sucede.

¿Puedo verla? Actualmente en cines.

Formentera Lady, de Pau Durà

¿Por qué? Aunque es más conocido como actor, Pau Durà ha dirigido ya varios cortometrajes y una tv-movie. Su primer largometraje de ficción, sin embargo, lo ha puesto en el mapa de autores en toda regla gracias a su savoir faire, su inteligentísima apuesta de recursos formales y su plantel de actores de alto copete.

Durà se rodeó de José Sacristán, Jordi Sánchez y Nora Navas para construir con ellos la tristemente irónica historia de un hippie de los 70 que sigue sin adaptarse al mundo que le rodea. Vive sin luz y toca el banjo en un garito, sin más aspiración que seguir vivo. Hasta que un día recibe la inesperada visita de su hija, una mujer que, a causa de la crisis, se ve obligada a marcharse a Francia y dejarle a su hijo con él.

¿Puedo verla? Se estrenó en junio, pero se puede ver en Filmin y pronto también en Movistar +.

Jaulas, de Nicolás Pacheco

¿Por qué? Con Jaulas, Nicolás Pacheco ha aterrizado en el cine español con una fuerza difícil de describir. Su proyecto no se parece a ninguna de las nominadas a Dirección novel, porque no se parece a casi nada en nuestro panorama actual. Y tal vez por eso no ha conseguido nominación de ninguna de sus nada menos que veintidós candidaturas. 

Sin embargo, Estefanía de los Santos, Belén Ponce de León y Antonio Dechent, componen tres protagonistas cautivadores en esta casi-road-movie en la que se dan la mano el thriller íntimo de Saura, el surrealismo de la escuela de Cuerda y la poesía visual de Víctor Erice. Todo, en un complejo entramado de voluntades narrativas y visuales que componen un debut de lo más sorprendente.

¿Puedo verla? Se estrenó en junio, pero se puede ver en Filmin y pronto también en Movistar +.

I hate New York, de Gustavo Sánchez

¿Por qué? Aunque se estrene ahora, I hate New York es el resultado del trabajo de nada menos que una década. Gustavo Sánchez ha seguido las vidas de cuatro activistas transgénero desde el Nueva York post 11-S al de la victoria de Trump. Y a través de sus vidas, ha compuesto un documental de una profundidad y altura de miras ciertamente extraordinario. Pero se ha quedado fuera de la nominación de mejor película documental.

A través de pedazos de vida y memoria de Amanda Lepore, Sophia Lamar, Chloe Dzubilo y Bibbe Hansen, Sánchez ha conseguido con pocos recursos y sin guión, un magnífico documental que aborda sin prejuicios la realidad transgénero. Pero también, que se atreve a tocar las teclas políticas del mero hecho de pertenecer al colectivo trans: personas combativas que con solidaridad y lucha han conseguido superar los prejuicios de la sociedad en la que han crecido, y tejer una red de creación y activismo. 

¿Puedo verla? Se estrenó en noviembre aunque ya no está en cines. Esperemos que alguna plataforma en VOD coja el relevo.

Mudar la piel, de Ana Schultz

¿Por qué? A veces, las mejores historias se guardan en un cajón remoto de la memoria de sus protagonistas hasta que están preparados para abrir las puertas de su intimidad a unos desconocidos. Pueden pasar décadas o siglos. Pero, por suerte, Juan Gutiérrez solo ha necesitado treinta años para confesarse delante de una cámara: concretamente, la de su hija Ana Schulz.

Mudar la piel cuenta la extraña relación que se fraguó en los años 80 y 90 entre Juan, mediador entre ETA y el gobierno socialista de Felipe González, y Roberto, un periodista de investigación de una agencia de noticias. No sería rara de no ser porque Roberto ni se llamaba Roberto ni era reportero. Era un agente del servicio de inteligencia CESID (ahora CNI) destinado en Euskadi para espiarle a él y a su familia. 

Schulz no solo tiene en su mano el privilegio de la confianza con los protagonistas, al fin y al cabo se trata de su padre y una especie de tío lejano, sino el de un pulso dramático que convierte una anécdota familiar en un thriller político. Mudar la piel es una lección de historia encapsulada en una farsa, pero sobre todo es el homenaje a una figura valiosa que no recibe atención ni en los libros ni en la prensa: la de mediador. Quizá muchas situaciones inexplicables de la actualidad se resolverían mejor con más Juanes y menos Robertos.

¿Puedo verla? Se puede ver bajo demanda en la plataforma Márgenes.

Por qué 'Roma' es historia del cine aunque no puedas verla en cines

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No hay apenas premios este año por los que Roma, la última película del director mexicano Alfonso Cuarón, no haya pasado. Tras ganar el León de Oro en el Festival de Venecia, ha estado en los Spirit, BIFA, Gotham, Satellite y ahora también opta a tres Globos de Oro y al Goya a Mejor película iberoamericana. El  Círculo de Críticos de Nueva York, la National Board of Review y el American Film Institute la han reconocido como una de las mejores películas del año. Y, como no podía ser de otra manera, se postula como una de las favoritas de los Oscar. Pero la produce Netflix.

¿Qué significa esto? Que su estreno en la plataforma limita las posibilidades de su paso por las salas de cine. La mayoría de exhibidores han decidido no proyectarla ante la inamovible fecha de llegada al catálogo de todo aquél que tenga cuenta en Netflix. Así pasó con otras películas de la compañía de Reed Hastings como Okja, La balada de Buster Scruggs o Aniquilación.

Y sin embargo, este es el caso que más debate ha generado en los últimos tiempos debido a la envergadura que la película ha ido cogiendo de cara a los Oscar. Mientras cadenas como CINESA se han pronunciado sobre el fenómeno, aludiendo que únicamente reproducen "películas que cumplen con el período de exclusividad teatral", Ted Sarandos, director de contenido del gigante del VOD, no ha dudado en asegurar que los exhibidores "viven anclados en el pasado".

Entre unos y otros, cinco cines españoles han decidido proyectarla. La película se puede ver en los cines Verdi de Madrid y Barcelona, y en el Cine Albéniz de Málaga. Cinco de las 3.618 salas que habitan el panorama patrio. ¿Qué está pasando con Roma? ¿Qué significa la última película de Alfonso Cuarón para la industria del cine actual?

Hija de una industria en plena ebullición

En nuestro país, la distribución cinematográfica sigue un sistema de 'ventanas' que marca los tempos de explotación de un producto. Un film se ve primero en cines, luego en dvd y otros formatos domésticos, luego en alquiler digital -en plataformas como iTunes-, y en última instancia en streaming o suscripción -en Netflix, HBO y otros tantos-.

Según este sistema, para que una película pueda verse en cines su estreno debe ser exclusivo durante un tiempo determinado. Es decir que para que Roma  hubiese sido exhibida como cualquiera de los tantos títulos que se estrenan cada viernes, tenía que permanecer un tiempo -que suele fijarse alrededor de los tres o cuatro meses-, pudiendo verse únicamente en cines. Sin embargo, Netflix la estrena el día 14 de diciembre. Y esta fecha no se ha movido en el calendario de nadie: todo aquel que esté suscrito, podrá verla tranquilamente en su casa ese día.

De ahí que la mayoría de exhibidores españoles se hayan negado a proyectarla: la película de Cuarón no iba a estar ni dos ni tres meses en barbecho en las salas, sino apenas unas semanas antes de poder verse en los salones de medio país.

Pero cinco salas españolas se han atrevido a saltarse las normas no escritas y se han llenado durante días. Aunque desde Espectarama, la empresa gestora de los cines Verdi, han afirmado a este periódico que, "no estamos autorizados a hablar con prensa sobre Roma", y tampoco hayan trascendido datos de espectadores, sólo había que acercarse a las salas de Madrid y Barcelona para ver el nivel de expectación. Había que pelearse para conseguir entradas, y las salas estaban hasta los topes. Un fenómeno cada vez menos común en nuestros días.

Roma  podría verse como una película sin más, pero la realidad de su estreno se ha significado -se diría que a su pesar-, como un símbolo de una industria en pie de guerra contra sí misma. Netflix y otras plataformas están cambiando el panorama de la distribución a nivel mundial. Su última producción podría ser el próximo Oscar, sin ir más lejos. Pero los exhibidores aún no se han adaptado del todo a este nuevo panorama.

"Las salas de cine tienen que hacer frente a altos costes fijos que, a medida que ha bajado el consumo, les ha abocado a buscar fórmulas creativas. La mayoría, como es natural, prefieren tomar medidas más estructurales y defender sus ventanas de exclusividad puede ser una de ellas", describe a eldiario.es Enrique Lozano, coordinador del Máster en distribución audiovisual de la ECAM. "Los exhibidores están acostumbrados a lidiar con grandes 'enemigos' como el sol o el fútbol. Pero las OTT son un actor muy reciente en el mercado y, aunque los cines propongan acciones de este tipo [el veto], es muy normal acogerlas con recelo. Mi opinión personal es que no podemos detener la realidad del consumo audiovisual ni del ocio. Solo sobrevivirán los que se adapten al nuevo entorno. Así que en este caso, y hablo sin conocer los detalles con precisión, estoy de acuerdo con la postura de los Verdi", explica el profesor universitario.

"En las luchas entre grandes, siempre pierde el pequeño. En este caso, el espectador", cuenta Eneko Gutiérrez, productor audiovisual y profesor del Master en Film Business de la ESCAC. "La decisión de CINESA es totalmente legítima, del mismo modo que lo es la alegría del publicista de Netflix que ve como se alimenta el hype de su película a costa de las decisiones de otros", explica el profesional.

Así las cosas, no parece descabellado que el fenómeno la convierta en la primera película de una plataforma de streaming en ganar un Oscar a Mejor Película. Pero será uno que en este país se habrá podido ver en muy pocos cines. La mayoría de espectadores la descubrirán en sus casas o en sus dispositivos móviles. Porque Roma es hija del signo de sus tiempos, mucho más que Green Book, Ha nacido una estrella, El vicio del poder y tantas otras películas bien posicionadas en esta temporada de premios que ahora iniciamos.

Cine lejos de las salas de cine

Las ventanas de distribución, así como los ritmos de exhibición son "el pasado", según Enrique Lozano. "Siguen existiendo pero el valor que percibe el cliente nunca puede ser solo ése, porque entonces todo se reduce a tasar el tiempo que el espectador está dispuesto a esperar", cuestiona. "La clave siempre ha estado en la experiencia de usuario. Antes se iba al cine con los amigos. Era el plan de ese día y era una experiencia muy grata. Ahora hay salas -en Madrid, al menos- haciendo cosas muy diferentes y ofreciendo servicios innovadores", cuenta sobre cómo las salas de cine resisten el embate de los nuevos consumos audiovisuales.

Según él, "Netflix no produce cine ni televisión. Es mucho más. Netflix crea eventos y lo hace magníficamente. Es una empresa con un enorme componente de analítica de datos en su toma de decisiones. Nada está al azar", explica.

El prestigio que la plataforma de streaming  gana con una película que triunfa en todos los festivales -menos en Cannes-, no es azaroso ni mucho menos. Aunque sí difícil de cuantificar. De la misma forma que resulta complejo medir lo que gana el gigante del VOD produciendo y estrenando películas que se creían perdidas como Al otro lado del viento de Orson Welles. Pero se percibe, eso sí, que está invirtiendo en términos de prestigio de marca: ahora también puede ser vista como la empresa que recupera cine clásico y proyectos perdidos del Hollywood.

Y sin embargo, en última instancia, hablamos de cine que no se ve en cines. Películas como Bright, Aniquilación, Okja o La balada de Buster Scruggs -nada menos que la última película de los hermanos Coen-, no se han podido ver en salas. Y no hay mayor problema con eso más allá de herir la sensibilidad del espectador romántico. Pero Roma  sí se ha podido ver, aunque fuere en poquísimas salas: es una excepción y de ahí su relevancia. Podría haber abierto una puerta en el complejo panorama de la distribución actual. Y recordemos que Netflix es la productora de The Irishman, la nueva película de Martin Scorsese con Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci y Harvey Keitel. Y también del Pinocho de Guillermo del Toro. 

Hace unos días, sin ir más lejos, este último fue preguntado en Kinótico acerca de si le daba miedo que su película no fuera a verse en salas de cine. "Más miedo me da no hacerla", confesaba el realizador en la entrevista.

"Cuando explico en mis clases las ventanas de distribución siempre intento hacer ver a los alumnos que cada una de ellas supone una posible vía de financiación de la película", cuenta Eneko Gutiérrez. "Los que hacemos cine muy raras veces contamos con la financiación anticipada necesaria para producir películas y debemos salir 'afuera' a vender nuestro proyecto. Las películas se prevenden en la televisión en abierto, en televisión de pago, e incluso con suerte, las distribuidoras (Sony, Warner, Acontracorriente, etc.) adelantan parte del coste que tiene lanzar una película", describe el profesor de la ESCAC y productor de cine y series. "Cuando termino de explicar esto, los alumnos suelen preguntar siempre: ¿y los cines compran también las películas? Es una lástima, pero hoy en día la taquilla no está ayudando a que se produzcan películas. Como mucho, la taquilla sanea el balance. Por lo tanto es lógico pensar en un nuevo orden que permita producir las películas que el público demanda", sentencia.

Netflix está invirtiendo en el cine de mañana. Está produciendo proyectos que llevaban años estancados, proyectando la imagen de que dedica recursos a ideas que los grandes estudios no se atrevían a realizar. Casi una década le ha costado a del Toro encontrar financiación para su Pinocho, después de haber llamado a las puertas de todos y cada uno de los estudios de Hollywood. Y es difícil pensar en un estudio clásico que hubiese apostado por lo que propone la película de Cuarón. Así que puede que el cine de hoy ya no se vea en el cine, y puede que esto no tenga nada de malo. Pero gracias al ejemplo de Roma, podría haber una luz al final del túnel.

Una mirada personal a la historia de México

Y todo esto, al margen de una consideración fundamental: Roma es una película excelente. La nueva obra de Alfonso Cuarón ha hecho historia porque se significa como ejemplo perfecto de una industra que está cambiando delante de nuestros ojos. Pero es que, además, resulta ser la mejor película de su realizador y una de las obras más bellas y significativas del año.

Con este film, el mexicano parece haber ha encontrado el equilibrio perfecto entre su faceta de experimentador formal y su discurso narrativo en torno a los temas que han marcado a fuego su cine.

El montaje y la utilización expresiva del plano secuencia de Hijos de los hombres, el control absoluto de los elementos que componen cada plano de Gravity, o las metáforas visuales que habitaban el particular universo de Harry Potter y el prisionero de Azkabán, habitan en Roma. Pero también conviven en ella la reflexión sobre las clases sociales y su influencia en las relaciones emocionales de Y tu mamá también, y el clasicismo cinéfilo de La princesita o Grandes Esperanzas.

Aún así, de todas las películas que son Roma puede que la más trascendental resulte ser la más inesperada: la lectura política de la historia de su país que Cuarón realiza a través de los ojos de Cleo -Yalitza Aparicio-, una joven sirvienta de una familia del barrio que bautiza el film.

A través del viaje interior de una joven sin voz ni voto en su entorno, representación de la obliteración consciente de la mujer en una sociedad profundamente patriarcal, asistimos a un bellísimo retrato social del México de los años setenta. Uno en el que hombres ausentes y mujeres valientes dejaron una profunda huella en una generación que hoy, por casualidades del destino, podría estar dedicándose a hacer cine.

'Expediente 64', un 'thriller' urgente sobre el machismo y el ascenso de la ultraderecha

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Hoy en día, la diminuta isla de Sprogø no es más que un punto de apoyo de un gigantesco puente que conecta las islas danesas de Selandia y Fionia. Está deshabitada y sirve como nexo de tierra de uno de los puentes colgantes más largos del mundo -el Gran Belt-, que cruza un estrecho sobre las aguas del mar báltico a través de 16 kilómetros de hierro y cemento.

Pero no hace mucho, ese pedazo de tierra albergaba un sanatorio para mujeres que formaba parte de una institución con complejos repartidos por toda Dinamarca entre los años veinte y sesenta. Clínicas que, en realidad, eran auténticas cárceles en las que se confinaba a cualquier mujer que no se adaptase a la sociedad del momento: jóvenes con pensamientos demasiado progresistas, madres solteras o personas con conductas sospechosas de ser  moralmente reprobables. Mujeres consideradas elementos perturbadores para un régimen patriarcal.

Hasta allí nos traslada Expediente 64, la cuarta película basada en la serie de novelas Los casos del Departamento Q escritas por Jussi Adler-Olsen, que llega ahora a nuestras pantallas dispuesta a ofrecer una nueva vuelta de tuerca al thriller contemporáneo. Y de paso, rastrear las consecuencias actuales de una misoginia institucionalizada durante años en un país considerado de los más felices del mundo.

Una intriga clásica, discurso actual

Las novelas de Jussi Adler-Olsen nunca se han caracterizado por su sutileza. Tampoco las de Camilla Läckberg, Jo Nesbø, Åsa Larsson y tantos otros autores y autoras responsables del auge del llamado 'thriller nórdico'. Y sin embargo, sus aventuras siempre han manejado un subtexto que, casi siempre dialoga con la intriga clásica reformulando algunos de sus códigos y recontextualizando tropos en beneficio propio.

Tampoco ninguna de las películas de Los casos del departamento Q  se significan como meros thrillers en torno a un misterio resuelto. Más bien se dedican a deconstruir el género desde el análisis de arquetipos como el del tipo duro, el detective silencioso o la malvada mente criminal. Siempre dotando a esta relectura de un trasfondo nada casual: uno que suele venir atado a una mirada certera sobre los problemas sociales y políticos de la sociedad danesa contemporánea.

De ahí que Expediente 64  sea un episodio tan continuista como, hasta cierto punto, atípico dentro de la saga. El realizador danés Christoffer Boe se estrena en el universo de Adler-Olsen recogiendo el testigo de aquello que apuntaron sus precedentes, para llevárselo a su propio terreno. Esta aventura del inspector Carl Mørck -siempre mohíno Nikolaj Lie Kaas-, y su asistente Assad - un Fares Fares cada vez más consolidado-, explora más y mejor las relaciones interpersonales entre sus protagonistas, al tiempo que ofrece una reflexión afilada sobre la violencia institucional y el auge del pensamiento reaccionario en Europa.

En un viejo piso a las afueras de Copenhague, se descubre una pared falsa que esconde una habitación sellada. Dentro, tres cadáveres momificados y emparedados. Un crimen que, de alguna manera, parece estar relacionado con el sanatorio femenino de la isla de Sprogø.

Lie Kaas y Fares Fares se echan a la espalda una secuela que se desarrolla con el tempo habitual in crescendo. Y a su alrededor, la puesta en escena se contrae, más centrada en interiores, menos espectacular que algunas películas precedentes. Pero con un objetivo claro: desarrollar formal y narrativamente la relación entre ambos, reinterpretando algunos clichés de la masculinidad tóxica asociada a detective clásico.

De genes y malas conductas

Como decíamos, Expediente 64  no se olvida de dotar de diferentes capas de lectura a su construcción de la intriga. Esta vez apuntando al pasado reciente de Dinamarca y su relación con la violencia contra la mujer alentada por el Estado.

Instituciones como el sanatorio de Sprogø abundabaron durante décadas en el país y se adaptaron al imaginario social y cultural danés. De ahí que fuese popular que madres y padres amenazasen a sus hijas con llevarlas a la isla si se portaban mal. Se sabe, además, que los métodos usados en Sprogø fueron recibidos con los brazos abiertos por la comunidad científica, y facilitaron la imagen que proyecta el país escandinavo de ser un ejemplo en su sistema de salud pública de cara al resto de Europa.

Sin embargo, estas instituciones represivas fraguaron un movimiento eugenésico iniciado a principios del siglo XX. Muchas mujeres danesas fueron encerradas en la isla durante años, como uno de los personajes clave de Expediente 64, sin prueba alguna de haber cometido un delito o de padecer ninguna enfermedad psicológica. Pero eso no fue óbice para que no fueran sometidas a torturas disfrazadas de terapia y maltratos por parte del personal sanitario y/o penitenciario.

En muchos casos, la única forma de poder salir de estas instituciones era someterse a una esterilización forzada. Así, Dinamarca vivió con una generación de mujeres que habían sido víctimas de este tipo de abusos y de eugenesia normalizada. Pero eso no fue lo más grave: tras el cierre a principios de los sesenta de Sprogø y otros centros, las instituciones danesas corrieron un tupido velo sobre el asunto y nunca más se supo. Las mujeres prisioneras nunca fueron reconocidas ni compensadas de ninguna forma.

Jussi Adler-Olsen rasgaba el velo de la historia danesa en la novela y Expediente 64 capta de forma fantástica el discurso original, adaptándolo y explotándolo mediante los recursos propios de un lenguaje audiovisual nunca demasiado obvio. Y extendiendo el fantasma del abuso hasta nuestros días, sin matizar que de aquellos barros vienen estos lodos: intolerancia, auge de la extrema derecha, ataque al migrante, racismo institucionalizado y eugenesia encubierta.

Una saga entre el 'thriller' de ayer y hoy

Cabe decir que Expediente 64  es una dignísima adaptación de los Los casos del departamento Q, consecuente y moderadamente innovadora con el resto. Pero gracias a ella, la saga en sí misma adquiere un sentido evolutivo que merece la pena analizar e incluso reivindicar.

En 2013, Misericordia  llegó a los cines adaptando la novela La mujer que arañaba las paredes, primer caso del Departamento Q. A los mandos del film se encontraba Mikkel Nørgaard, realizador de oficio curtido en la serie Borgen, con guión de Nikolaj Arcel, responsable del libreto de Los hombres que no amaban las mujeres. (2009). Con todo, el desarrollo del thriller venía lastrado por una ambientación clasicista hasta la médula que no arriesgaba en lo más mínimo: era noir puro pasado por el filtro del thriller nórdico moderno. Aunque bien es cierto que sentaba las bases de la relación entre los dos protagonistas, los detectives Carl Mørck y Assad, pilar fundamental de la saga.

Un año después llegaría Profanación, adaptación de Los chicos que cayeron en la trampa que iba un paso más allá en su ambición narrativa. Nørgaard repetía tras la cámara y empezaba a calcular bien el peso en la balanza de todo lo que ofrecía el material original, encajando con habilidad un interesantísima crítica sobre las élites económicas danesas, la educación exclusivista y la corrupción moral.

En su tercera película, Los casos del departamento Q  dieron un salto de forma y fondo. Redención era una película distinta a las dos entregas de Mikkel Nørgaard, sin parecer desligada de la saga. Más moderna en su exposición y valiente en sus decisiones, esta película dirigida por Hans Petter Moland era abiertamente espectacular. Y seguía sin dejar de escarbar en las cloacas del poder. Esta vez, apuntando a los estamentos religiosos y su influencia en una sociedad crédula e infantilizada.

Con Expediente 64, Christoffer Boe parece haberse mirado más en el dispositivo propuesto por Misericordia que en la apuesta por la acción de Redención. Pero en conjunto, corrobora definitivamente que Los casos del departamento Q  es una de las sagas criminales más interesantes y arriesgadas del panorama europeo.

José Luis Cuerda: "El futuro pinta negro porque está en manos de los seres humanos"

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Hay pocas películas que tengan su propia religión. Los fieles seguidores de El gran Lebowski siguen los preceptos del Dudeism. Los que creen en el poder de la fuerza de Star Wars son Jedis. Y a los seguidores incondicionales de la película de 1989 Amanece, que no es poco, se les conoce como Amanecistas. Tienen su propia asociación, se reúnen en Albacete periódicamente y hasta tienen sus propios estatutos que seguir y a los que profesar respeto como amantes de la obra de José Luis Cuerda.

Hasta tal punto llega la influencia de la película más mítica del realizador español, al que no le sobran títulos que se cuentan entre lo mejor de la filmografía patria contemporánea. Hablamos de obras como El bosque animado, La lengua de las mariposas o Los girasoles ciegos. 

Ahora José Luis Cuerda ha vuelto al universo creativo en el que ambientó la película favorita de los Amanecistas, pero también obras como Total y Así en el cielo como en la tierra. Hablamos de Tiempo después, que ha presentado ante la prensa hoy, con quienes ha compartido una mesa redonda, en la que ha estado presente eldiario.es.

Vuelve a amanecer

La nueva película del director albaceteño no es la segunda parte de nada. "¿Quién se habrá inventado eso de la secuela de Amanece, que no es poco?", pregunta a los periodistas asistentes, con mirada acusadora a la par que cómplice. Sabe más de lo que dice, pero en las distancias cortas es parco en palabras porque Tiempo después ha sido un viaje muy largo. Y él ya está un poco cansado.

Hace treinta años que rodó su primera película ambientada en este universo surrealista y, confiesa, que ya ni siquiera se acuerda de cuándo escribió el guion de Tiempo Después:  "A mi edad se olvida todo muy rápido y no sé si lo escribí antes como novela que como guion. Pero dicho esto, añado: ¡Y qué más dará!". En nuestro país, la obra se publicó en forma de novela corta gracias a Pepitas de Calabaza en 2015.

"Bueno, a ver, la ha escrito el mismo guionista y la ha dirigido el mismo director", matiza, refiriéndose a sí mismo. "Ese es el quid de la cuestión. Así que si se dice que se parece a Amanece, que no es poco me parece algo bueno. Me gusta porque significa que soy congruente", describe.

Aquella película ha legado a generaciones de cinéfilos y de cineastas, algunas de las secuencias más geniales del cine contemporáneo. También ha tenido una influencia fundamental en cómo se entiende y se rueda la comedia actual en nuestro país. Así que la expectación era lógica.

Lo que no lo era tanto fue que resultase tan complicado el proceso de producción. El proyecto de Tiempo después  era muy anterior a Todo es silencio, la última película del director, estrenada en 2012. Pero durante años se ha tenido que enfrentar con la falta de confianza de las grandes productoras de nuestro país, paseándose de despacho en despacho. Parecía que a nadie terminaba de cuajarle su carácter surrealista y su tono absolutamente crítico con la monarquía, la religión, la izquierda y la derecha. Al menos, en una industria que ha cambiado mucho desde el 89.

"Yo no hice la gestión de producción. Escribí un guion y sobre este opinaron gente de peso. En aquellos tiempos, para conseguir la subvención del Ministerio de Cultura tenías que llevar una especie de fianza intelectual, tener como un 'padrino' que dijese que lo que tú habías presentado valía la pena. Y a mí me avalaron Vargas Llosa e Ian Gibson", explica el realizador. "Decían que yo era un puntal de la cultura europea actual. Yo les dije que no era ningún puntal, que yo lo que era de verdad era puntual. Aunque en realidad también era mentira porque casi siempre llego antes de tiempo a los sitios", bromea.

Años después Edu Galán, Andreu Buenafuente, Berto Romero y Arturo Valls conocieron el proyecto e iniciaron una campaña que terminó por llevar a buen puerto el guion para convertirlo en película. Contactaron entonces con Félix Tulsell, cuyo padre, por casualidades del destino, resultaba haber producido la primera película del director. Y la idea empezó a tomar forma.

Todo, con un cásting encantado de participar en la nueva película del director de Amanece, que no es poco. En esta ocasión vuelven actores que ya participaron en aquella, como Miguel Rellán o Gabino Diego -con el mismo acento británico chusco-, y se incorporan Blanca Suárez, Roberto Álamo, Arturo Valls -que también produce- , Carlos Areces, Antonio de la Torre y muchos de los nombres propios más boyantes del cine patrio. Él, dice que trabajar con ellos "no ha sido nada difícil". Cuenta que "asumieron el texto y lo hicieron suyo. Tened en cuenta que el animal más frágil de la creación es el actor, que no está nunca seguro de si lo que está haciendo es lo mejor que se puede hacer con respecto a un texto".

Lucha de clases en el 9177

Como todas las películas de Cuerda, Tiempo después también es política. En este nuevo film, las diferencias entre clases siguen una estructura férrea: unos pocos privilegiados viven en un edificio, y unos muchos sobreviven en un bosque malviviendo de cualquier manera.

Hasta que un día, José María -Roberto Álamo- se pregunta por qué esto es así. Y decide que quiere vender su limonada en la finca para prosperar, alterando el sistema e iniciando 'la rebelión de los limones'. Una que no entiende de géneros, religiones, razas o banderas, pero sí de clases. "Me parece que las banderas y los escudos son simplificaciones insultantes. No hay bandera ni escudo que sea lo que se pretende que sea: el símbolo de lo más glorioso de un concepto. No creo en esas simplificaciones y, de hecho, me parecen peligrosas", comenta.

"Yo no soy historiador ni sociólogo. Pero puedo hablar por aproximación: el futuro pinta negro porque está en manos de seres humanos. Y los seres humanos son frágiles y quebradizos. Y algunos, además, canallas", describe. "Ojo, tampoco soy profeta, eh? Aunque antes, con la barba que llevaba, lo pareciese", bromea, "lo que ocurre es que el paso del tiempo es demoledor. En todos los aspectos. ¡Os lo digo yo, mamones, que tengo 71 años!".

En el año 9177 "mil años arriba, mil años abajo -que tampoco hay que pillarse los dedos con estas minucias", narra el propio realizador en la película, siguen existiendo los mismos problemas que en nuestra realidad. Incluso algunos, acentuados. Pero, ¿y si alguien se preguntase por qué? José Luis Cuerda plantea la pregunta en los cines. A nosotros nos toca responder.

'Un asunto de familia', bellísimo retrato de un Japón desolador

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Todos los cineastas tienen trucos. De hecho, ser director cine y prestidigitador son cosas muy parecidas: ambos se esfuerzan por crear ilusiones, distrayendo la atención del público para que no capte dónde está la trampa. Dónde se esconde la carta, dónde se coloca la cámara.

Aunque veces, muy pocas, nos explican en qué consiste el engaño. "Tengo unas preferencias muy marcadas, por lo que es inevitable que también mis películas tengan cierta continuidad. Una de esas es el hecho de colocar la cámara muy baja", describía Yasujiro Ozu en su brillante colección de ensayos Poética de lo cotidiano (Escritos sobre cine). Y para ello, uno de los más grandes realizadores de la historia del cine japonés se servía de un objeto de uso cotidiano que al resto de los mortales nos hubiese pasado desapercibido: colocaba la cámara sobre un trébede para cocer arroz. Un pequeño aro con tres patas de cobre que se colocaba sobre el fuego para hervir el agua del cazo. Así, sencillamente, su mirada se acercaba de forma portentosa a la cotidianidad nipona creando una 'gramática del cine' propia.

En Un asunto de familia, Hirokazu Koreeda reúne muchos -si no todos-, sus trucos en un solo film. Compendio de sus tesis cinematográficas y reflexiones sobre el Japón de hoy, que dibujan aquella continuidad de la que hablaba Ozu -padre artístico del realizador-, y nos acercan de forma fascinante a la cotidianidad de una familia muy particular. Un drama que apunta hacia el corazón para hablar de vínculos emocionales -no sanguíneos-, en una sociedad que machaca a sus clases más desfavorecidas.

De lazos de sangre

Osamu, un hombre de mediana edad, ha enseñado a su hijo Shota a robar disimuladamente en supermercados. Nobuyo, su mujer, trabaja en una empresa de limpieza. Él en la obra. Pero aún con dos trabajos no les llega ni para poder comprarse la comida. Mucho menos pagarse el alquiler, pues viven en casa de una dulce anciana y su nieta. Con todo, son felices. 

Una noche, padre e hijo vuelven de su ronda de hurtos semanal cuando se encuentran con una niña encerrada en un balcón durante una noche glacial. Sus padres la maltratan y ella parece hambrienta. Así que la acogen por unos días en casa. Pero con el tiempo comprenderán que la pequeña también es como ellos. Que puede ser uno de ellos. Pues, en realidad, ser familia no siempre consiste en heredar apellidos.

A lo largo de su filmografía, Koreeda ha vuelto una y otra vez sobre el tema de los lazos emocionales, de la consanguinidad y de hasta qué punto influye o no en las relaciones que establecemos en un ámbito familiar. Nuestra hermana pequeña, Después de la tormenta y, sobre todo, De tal padre, tal hijo, discurrían por senderos diferentes para reflexionar sobre lo mismo.

Lo hacían con una sensibilidad que, en ocasiones, rozaba la cursilería y en otras la fugaz brillantez. Pero que esta vez se templa para ofrecer un maravilloso viaje vital de cinco desconocidos que tejen entre ellos una red de complicidad para protegerse de un mundo hostil y absolutamente capitalista.

Con Un asunto de familia, el realizador nipón estructura su tesis sobre las relaciones con delicadeza, contemplando y construyendo una narración que se nutre de retazos de una vida cotidiana alejada de lo normativo.

Pero además, consigue que la propuesta gane en atrevimiento cuando traslada su mirada de lo privado a lo público. Cuando ese fantasma que todo lo ve llamado Estado se inmiscuye en la burbuja en la que parecían haber vivido sus protagonistas. Entonces Un asunto de familia se transforma en un drama por momentos realmente amargo.

Florece ahí un cine de carácter social sensible, que dialoga magníficamente con otra de las películas del año -de una latitud diferente-, llamada Lazzaro feliz. Y que a la vez se revela como contrapartida de la mejor película del propio realizador hasta la fecha, la maravillosa Nadie sabe. Componiendo, con todo, un ejercicio de reflexión profundamente bello sobre cómo la cooperación y la empatía entre oprimidos es, en última instancia, otra forma de amar.

De palabras que no se dicen

A pesar de todo, quizás lo más interesante de Un asunto de familia  no sea lo que el guion del propio Koreeda aborda, sino cómo lo hace. La Palma de Oro en Cannes es inteligentísima en plantear y desarrollar sus diferentes miradas porque opta siempre por lo sutil, e incluso enigmático, pero apelando antes al sentimiento que al intelecto. Cuando suele ser al revés: si quiere perdurar, el cine contemporáneo ataca antes al lacrimal que al cerebro.

Y sin embargo en este film las relaciones entre los protagonistas nunca son evidentes. Su desarrollo omite constantemente información -no sabemos exactamente el parentesco entre todos ellos hasta prácticamente el final de la película-. Incluso se contradice, como nos contradecimos todos y cada uno de nosotros. Pero poco importa, pues sus vínculos se significan a base de fragmentos, escenas que podrían funcionar por sí mismas como relatos independientes. Pero que forman parte de un todo que, por momentos, deviene realmente inspirador.

Es el caso, por poner un ejemplo, de las secuencias que se significan como despedidas. En ellas palabras como 'gracias', o expresiones como 'lo sé' adquieren un poderosísimo significado que no escucha nadie excepto el espectador. Y ahí el cineasta brilla. 

Cabe decir que Koreeda es un maestro en el uso de la información dentro y fuera de la pantalla. Que sus personajes funcionan y resultan creíbles porque son sinceros con lo que dicen y, sobre todo, con lo que callan.

Por eso, Un asunto en familia  también es un magnífico artefacto narrativo que trasciende su discurso -más o menos discutible según a quien le preguntes-, para llegar dónde muy pocos llegan. Para conmover sin ser previsible y sorprender sin apabullar. Para, en definitiva, embelesar hasta al espectador más flemático.

Zoótropos y arpas invisibles: una exposición de instrumentos imposibles para jugar con el arte

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En 1658, el pedagogo y filósofo checo Jan Amos Komenský, más conocido por su nombre en latín, Comenius, publicó una obra que forma parte de la historia de la pedagogía por ser considerada el primer libro ilustrado infantil de la historia: Orbis Sensualium Pictus.

El libro pretendía ser la concreción de una forma de entender la educación: una formación íntimamente ligada a la experimentación, el juego y la exploración de los sentidos. Una pequeña pero ambiciosa enciclopedia visual cuya temática abarca "todas las cosas fundamentales en el mundo y de las actividades en la vida", y cuya trascendencia radica en una idea tan simple como revolucionaria en el contexto de su época: decidió emplear las ilustraciones con fines didácticos y no ornamentales, vinculando experiencia visual y lectora de forma indivisible.

Ahora, Naves Matadero rinde homenaje en Madrid a aquella idea con Orbis Pictus, una instalación con veintiuna creaciones artísticas inspiradas en las ideas de Comenius. Colección de instrumentos dispuestos para experimentar con movimientos cinéticos, luz, sonidos e imágenes con los que el visitante puede -y debe- interactuar. Una exposición que coincide, además, con la reedición a manos de Libros del Zorro Rojo, de la obra que da nombre al concepto. Porque "nada tenemos en el entendimiento que no estuviera antes en los sentidos", escribía el filósofo checo en su obra.

Comenius y la pedagogía lúdica

Jan Amos Komenský nació en Moravia -actual República Checa- en 1592. Fue profesor y rector de la universidad más antigua del país. Teólogo, filósofo y pedagogo, contribuyó con su obra a hacer de la docencia una ciencia estudiada y respetada. De hecho es para Comenius "el oficio más noble de todos", explica el profesor de Artes Visuales Alberto H. Rodríguez en el prólogo de la reciente edición de Orbis Sensualium Pictus.

"Los maestros deben ser, ellos mismos, los modelos de sus estudiantes, estimularlos efectivamente para que busquen conocimiento de una forma activa. De ahí que Comenius sea uno de los pioneros en desarrollar una cultura de la imagen y de la imaginación", describe Rodríguez. "La imaginación tiene una función preponderante", en su forma de entender el aprendizaje porque, "actúa como mediadora y conciliadora del pensamiento".

Su visión de la pedagogía estuvo siempre ligada a la experimentación y al estímulo sensitivo: creía que el infante debía aprender jugando, tocando, descubriendo. Que no había mejor forma de aprender que viviendo lo aprendido, lejos de memorizaciones absurdas o estrictas obligaciones físicas y psicológicas.

Una exposición mutante llena de imposibles

Un arpa invisible, el piano más estrecho del mundo, una butaca ilusoria, una mesa magnética, un órgano-bicicleta, seis zoótropos o una marimba, son algunas de las piezas que nos podemos encontrar en Orbis Pictus. Con las que podemos experimentar e incluso crear. Y todas forman parte de un cuerpo artístico mayor que empezó con un corazón.

"En 2006, unos galeristas checos publicaron Orbis Sensualis Pictus en París, y pidieron a Petra Nikl que hiciese una obra de arte que acompañase el lanzamiento del libro", cuenta a eldiario.es Stanislav Skoda, director del Centro Checo de Madrid, entidad coorganizadora de la exposición. Y lo primero que fabricó fue el Corazón, una instalación "llena de objetos en movimiento, cuyo compás puede seguir el visitante tocando instrumentos de percusión", cuenta.

Nikl es un reconocido artista multidisciplinar -pintor, músico, fotógrafo y director de teatro-. También admirador de la obra de Comenius y comisario de Orbis Pictus. Y Corazón es una obra impresionante que referencia directamente a la obra de filósofo y su espíritu lúdico-pedagógico. Ahora actúa como núcleo de la exposición, antes fue el origen de una colección de instrumentos que ha ido creciendo. 

"A partir de Corazón, Petra animó a otros artistas checos a que hiciesen sus obras. Sólo tenían que cumplir una condición: ser fieles al espíritu de Comenius", explica Skoda. "Por eso todas las obras de esta colección son interactivas, tenían que trabajar tanto la experimentación del sonido y de la luz, como el estímulo a cualquier nivel de quien se acerque a ellas", describe.

"Desde entonces, decenas de artistas de todo tipo han hecho obras en Orbis Pictus, y la exposición se ha ampliado cada año un poquito más, transformándose en algo mucho más grande", cuenta el director del Centro Checo. Así, lo que empezó siendo un homenaje a Comenius se transformó de repente en una exposición itinerante y mutante, que iba alimentándose de la visión que cada uno tenía de la filosofía del maestro checo.

"La que ahora tenemos en Madrid es la más completa que se ha realizado en torno a este concepto. Cada vez que Orbis Pictus se ha movido, ya fuere a Francia, Alemania, Polonia o Chequia, ha cambiado un poco, no sólo por el espacio expositivo sino también porque iba aumentando su tamaño yvariando su significado", reflexiona Skoda.

Experimentar, tocar y vivir el arte

"Las obras de Orbis Pictus tienen una base pedagógica pero no dejan de ser obras de arte. Lo que tenemos aquí cumplen esos dos requisitos: niños y adultos los pueden tocar y experimentar con ellos, pero son muestras de arte plástico", cuenta Stanislav Skoda.

Así, Orbis Pictus  plantea una forma accesible y cercana de arte plástico. No pretende mostrar sus obras como objetos intocables, separados del visitante por un cordón de seguridad o un cristal de protección. Todo lo contrario: quiere que el objeto solo sea parte de la experiencia, que el espectador lo toque, lo manosee, juegue con él.

"Los artistas han manejado la idea de la escuela-juego para ser fieles a Comenius", describe Skoda, "él quería enseñar de forma lúdica, no solamente obligándoles a hacer algo así o asá. Tenían que aprender jugando, es la inspiración principal de la exposición y todos los artistas trabajaron con este concepto".

De ahí que haya obras como Cabeza luminosa, una cámara oscura que ejemplifica cómo funciona, a lo grande, una cámara de fotos. O Arpa 2010, un arpa láser que desprende sonido sin cuerdas: suena al tapar haces de luz.

Orbis Pictus se significa como un gran homenaje, pero también como una estimulante exposición interactiva en la que el comportamiento del visitante marca el grado de implicación y sorpresa de las obras. Pero, sobre todo, desarrolla de forma sorprendente la sencilla idea de que el arte, cuando está vivo y es espontáneo, puede ser también una forma de aprender a relacionarnos con nuestro entorno.

'Lo que esconde Silver Lake', paranoia moderna en un Los Ángeles 'neo-noir'

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La historia del noir  y la de Los Ángeles están íntimamente ligadas en el imaginario de varias generaciones. Ya sea por las veces que hemos visto a detectives como el Philip Marlowe de Bogart -o el de Robert Montgomery-, fumando intensamente y ajustándose la trenca y el sombrero fedora por sus calles, o por la iconicidad de las imágenes creadas por los Billy Wilder y Howard Hawks de turno entre mansiones, piscinas y lujo que esconde podredumbre.

Tampoco la del neo-noir  ha podido escapar a la influencia de la ciudad de las estrellas. Cuesta imaginar otra en la que la sensación de perplejidad y confusión cuajen mejor. Que fuese escenario más adecuado para las historias de personajes como la desubicada Naomi Watts en Mulholland Drive, el genial Jeff Bridges de El gran Lebowski, o el pasadísimo Joaquin Phoenix de Puro Vicio.

Todos estos imaginarios habitan en Lo que esconde Silver Lake. La nueva película de David Robert Mitchell llega a nuestros cines como una reformulación de los códigos del cine negro clásico y contemporáneo, convertidos en alucinada aventura por los senderos más inesperados de la cultura pop.

Una ciudad de fantasmas

"Todo empezó por una conversación que tuve con mi mujer en una etapa en la que me encontraba trabajando en varios guiones a la vez", cuenta David Robert Mitchell a eldiario.es. "Estábamos hablando de nuestros proyectos cuando empezamos a fantasear con los grandes chalets que hay en Los Ángeles. No podíamos evitar imaginarnos lo que estaba ocurriendo entre las paredes de esas casas, los misterios que escondían mientras nos miraban desde lo alto de la colina", cuenta.

"De aquella conversación nació un guion que me llevó por caminos inesperados y que ha terminado convirtiéndose en película", explica sobre su tercer largometraje. El director estadounidense se dio a conocer con una curiosa película que hoy goza de cierto culto llamada El mito de la adolescencia, pero no fue hasta el estreno de It Follows, que no se convertiría en la comidilla del fan del terror. Su segunda película se convirtió en una de las más originales y debatibles muestras de terror genuino del cine contemporáneo. Pero poco tiene en común con lo que propone Lo que esconde Silver Lake.

"Este film tiene mucho que ver con vivir en Los Ángeles. Es una ciudad en la que siempre tienes la sensación de que ocurre algo que no eres capaz de ver", describe. "No se podría haber rodado en ningún otro sitio porque esta ciudad tiene mucho que ver con el cine. El sentimiento de pertenecer aquí está marcado por la cinefilia. Y en el mismo ADN de Lo que esconde Silver Lake hay mucho de nuestra relación con Hollywood", reflexiona.

Sin embargo, eso no explica qué ha convertido a la ciudad en escenario de algunas de las mejores películas del género, un elemento indispensable a la hora de hablar de Perdición, El crepúsculo de los dioses o Chinatown. "Creo que si alguien repasara la historia de la ciudad, esta se parecería mucho a una historia clásica de cine negro, llena de lujo aparente y moralidad dudosa. Es una ciudad que llama al misterio porque el privilegio de los demás se respira y eso alimenta muchas historias y conspiraciones", resuelve el realizador.   

Lo que esconde Silver Lake  tiene mucho de todos estos elementos: se desarrolla en una ciudad que parece habitada por fantasmas, por apariencias que esconden algo pero no sabemos muy bien qué. Y en este escenario espectral, echa raíces la paranoia. 

Un juego sin pistas

Sam - interpretado por Andrew Garfield- es un joven sin oficio ni beneficio que pasa los días mirando por la terraza de su balcón. Un día conoce a su vecina, Sarah, una misteriosa joven que tras pasar una noche juntos desaparecerá sin dejar rastro. Cuando intente ir tras sus pasos, Sam descubrirá una serie de alucinantes hechos que le llevarán a enfrentarse a una conspiración mucho mayor de lo imaginado. Mientras, un asesino de perros anda suelto... 

A través de la mirada del protagonista, Lo que esconde Silver Lake  reflexiona sobre las teorías de la conspiración como elemento central de una cultura de apariencias y posverdades. Y mete al espectador en una espiral de descubrimientos, a cada cuál más perturbador, que apuntan hacia la confusión generacional y la falta de esperanzas de progreso vital y económico.

"Sam es un hijo pródigo de una larga tradición de detectives de Los Ángeles. Una que en su momento fue muy moderna en muchos sentidos, pero que hoy cuesta comprender", explica el propio Mitchell. "Aunque no es exactamente una parodia: también responde a los patrones de conducta de una gente muy particular que vive en Hollywood...", deja caer.

A pesar de lo que parezca, sin embargo, el realizador cuenta que la película tiene "muchos elementos de la cultura pop que a mí me fascinan pero no es un relato autobiográfico. No me identifico con su protagonista ni con el misterio que intenta desentrañar", describe. Lo que ocurre es que la narración está íntimamente influenciada por la mirada de Sam. "En el fondo, esta es la historia de un voyeur, uno que cosifica a las mujeres, que tiene muchos sentimientos contradictorios, que no duda en pegar a niños o ser un sádico sin piedad", cuenta. Sam es un fraude, pero lo que le rodea parece serlo si lo miras con sus ojos.

"Hay cosas de mí en Lo que esconde Silver Lake como las hay en cualquier obra de cualquier arte. Por ejemplo: cuando me mudé a Los Ángeles vivía en un barrio muy parecido al de la película e intenté captar el ambiente, los personajes y la sensación que daba vivr en un sitio así. Pero no va sobre mí, ni sobre ningún individuo en particular, sino sobre la ciudad", reflexiona el autor.

En su película, el escenario se convierte en un terreno de juego que hay que explorar. De hecho, "tiene una estructura de aventura gráfica y juega con esos varios niveles de realidad a los que accedes si haces determinadas cosas", decía el crítico y divulgador Jordi Sánchez-Navarro en el programa Marea Nocturna. El ambiente y el desarrollo de los sucesivos misterios que envuelven al protagonistas contaminan la narrativa hasta el esqueleto y la convierten en una suerte de retos que giran sobre lo mismo: cómo comprendemos la cultura pop y su influencia.

Un cambio de referentes

Lo que esconde Silver Lake  apela directamente al espectador planteándole un juego de detectives que, si se enfrenta a su pasividad, fácilmente resulte incomprensible y sin sentido. Pero si se acepta, se convierte en una experiencia de lo más estimulante en la que el texto se complementa con la experiencia en espeleología pop que se tenga.

Pero incluso en este juego referencial, David Robert Mitchell parece no claudicar ante el cultureta que disfruta los productos culturales cazando guiños y despreciando a quien no lo hace con su agudeza. Su última película no propicia el reparto de carnets de freak como sí lo hizo Ready Player One  y puede llegar a hacerlo Spider-Man: Un nuevo universo, aunque parezca que no.

¿Por qué? Porque Lo que esconde Silver Lake  dedica gran parte de su discurso a reflexionar sobre la esencia misma de cultura pop. Sobre por qué nos definen determinados videojuegos, canciones o películas. Qué convierte a un objeto cultural en signo generacional y, sobre todo, qué dice de nosotros que lo haga. Puede que todo lo que consideramos que nos define se nos haya dado justamente para eso. Para catalogarnos, tenernos etiquetados, controlados y tranquilos.

"No sé si, efectivamente, la cultura pop está dirigida por élites pero no es de locos decir que a veces parece que así sea", describe Mitchell. "Soy el primero que duda en todo esto y la película te afirma eso y luego te puede defender lo contrario. Pero mi intención no era responder sino proponer la pregunta", explica.

"Creo que existe un miedo muy específico a que cosas que nosotros amamos, que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida -como canciones o películas-, vengan todas del mismo sitio", reflexiona. "Imagina que las ideas de poder, de libertad, de esperanza o la misma idea del amor, las hemos asimilado antes de preguntarnos de dónde vienen. Quién las hace y por qué. A veces soy la persona que cree en eso, otras me contradigo. Pero es algo que quería abordar en la película".

En una sociedad - la de Mitchell y la nuestra-, en la que la mayoría de referentes culturales son hechos por hombres blancos heterosexuales para hombres blancos heretosexuales, Lo que esconde Silver Lake  plantea un debate no sólo interesantísimo, sino también de plena actualidad. Y si bien no ofrece respuestas, apuntar hacia las preguntas, a veces, ya nos puede abrir los ojos. Quién sabe si para ponernos las gafas o para verlo todo aún más borroso.


Los 12 mejores cómics del año que nos quitó a Stan Lee y Steve Ditko

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El 2018 no ha sido un año especialmente feliz para el cómic. Hace escasas semanas despedíamos a Stan Lee, el editor de cómics estadounidense y padre de Hulk, Los Vengadores o Iron Man. El mundo del cómic decía adiós a uno de sus mayores embajadores a nivel mundial, tras haber tenido que hacer lo mismo con Steve Ditko en julio: el cocreador de Spider-Man y Dr. Extraño fallecía en Nueva York a los noventa años.

Sus muertes se suman a la del dibujante español Carlos Ezquerra, cocreador del popular personaje del Juez Dredd, y colaborador de series como Bloody Mary, War Stories o Predicador. Aunque en nuestro país no todo han sido malas noticias: Ana Penyas se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nacional del Cómic.

Con todo, nosotros preferimos recordar, ya no lo bueno, sino lo mejor de un año en el que se han publicado excelentes tebeos. Algunos de autores patrios y otros de latitudes muy distintas. Pero todos y todas, con una mirada certera y moderna sobre el cómic de hoy.

Lobezno en la Guerra civil española  

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Lobezno matando fascistas en la Guerra Civil española. No es necesario decir mucho más. Tampoco se trata de una nueva publicación, sino de un cómic de 1991 reeditado en la actualidad. Aun así, la rareza de imaginar al mutante más popular de los X-Men sacando sus garras contra el ejército de Franco hace que la historia sea digna de mención.

Y no solo eso, sino que Logan acaba visitando la Guernika de 1937 justo antes de uno de los ataques aéreos más devastadores de la contienda española. Además, se encuentra acompañado de autores como Orwell o Hemingway, los cuales combatieron por la causa republicana antes de ser reconocidos autores a nivel internacional.

¿Dónde puedo encontrarlo? Publica: Panini Cómics

Filosofía en viñetas

¿Por qué buscarlo en las estanterías? A pesar de que se aprobó en el Congreso, parece que la filosofía obligatoria se queda fuera de la próxima reforma educativa. Por ello, en tiempos donde el pensamiento crítico es más necesario que nunca, siempre es recomendable pasear por el río de la sabiduría en busca del porqué de las cosas.

Es justo lo que pretende este cómic de Michael Patton y Kevin Cannon, el cual está diseñado tanto para entretener como para educar. Demócrito, Nietzsche, Aristóteles… y así hasta recorrer más de 2.500 años para conocer a los mayores exponentes del pensamiento occidental.  

¿Dónde puedo encontrarlo? Lo ha publicado en nuestro país la editorial Penguin Random House.

Cuéntalo

¿Por qué buscarlo en las estanterías? La novela gráfica de Laurie Halse Anderson dibujada por Emily Carroll narra la historia de Melinda, una adolescente que comienza en un nuevo instituto y es incapaz de comunicarse con los demás debido a un suceso ocurrido en verano. No quiere hablar, no tiene amigos y nadie quiere escucharla. Está sola. Pero, ¿qué esconde el silencio?

"Lo escribí para combatir la depresión y la ansiedad que me perseguían desde que fui violada a los trece años", dijo la autora a este periódico. La historia de Melinda es la suya. Fue consciente de los hechos en primera persona, y por ello ha decidido canalizarlos a través de una obra de gran sensibilidad artística en torno al abuso sexual que, creemos, debería ser estudiada en los institutos.

¿Dónde puedo encontrarlo? Lo ha publicado ediciones La Cúpula.

Esclavos del trabajo

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Para escapar de la esclavitud laboral no basta con huir de un país. Es lo que refleja el cómic autobiográfico Daria Bogdanska, que escapó a Suecia en busca del paraíso del bienestar y acabó encontrando una pesadilla kafkiana de trámites administrativos.

A ellos se sumó la dificultad de encontrar un empleo digno, las largas jornadas de trabajo y los desamores. Un buen día, su indignación alcanzó tal punto que decidió rebelarse: contactó con un sindicato y una periodista.

Fue así cómo comenzó su lucha por los derechos laborales. "Nos han lavado el cerebro para pensar que cada uno es responsable de su propio éxito o fracaso", nos decía la autora.

¿Dónde puedo encontrarlo? En España lo publica Astiberri.

La vida de la Capitana Marvel

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Capitana Marvel se está convirtiendo en el buque insignia de la editorial de cómics, uno con diferentes inquietudes y deseoso de encontrar la relevancia femenina que no siempre las viñetas supieron reflejar.

La película de la superheroína llegará en marzo de 2019, y se plantea como un nexo crucial para el desenlace de Infinity War. Mientras tanto, el mundo del papel puede servir para contextualizar lo que más tarde veremos en la gran pantalla.

Esta nueva serie, escrita por Margaret Stohl y dibujada por Carlos Pacheco, se retrotrae a los orígenes de Carol Danvers, a cuando simplemente era una chica de Boston a la que le gustaba la ciencia. Al menos, esa es la premisa inicial. Una que, como es de esperar, cambia de forma radical.

¿Dónde puedo encontrarlo? Publica Panini Cómics y llegará muy pronto a España.

Piruetas

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Otra obra autobiográfica, en este caso de Tillie Walden. Y aunque lo parezca, no se trata de una novela sobre patinaje, sino de cómo este se convirtió en su única constante en un momento de la vida donde todo cambia: la adolescencia.

El estrés del colegio, el bullying, su primera novia... hacerse mayor también implica pasar una serie de barreras de autodescubrimiento y aceptación, que quizá sea la parte más complicada. Se trata, en definitiva, de encontrar un hueco en una sociedad que no parece aceptar a cualquiera.

¿Dónde puedo encontrarlo? Este éxito editorial ha llegado con ediciones La Cúpula.

Vida y muerte de Federico García Lorca

¿Por qué buscarlo en las estanterías?  El hispanista Ian Gibson ha investigado tanto la biografía de Lorca -al que llama "el desaparecido más llorado de este país", que teme perseguirlo hasta su propia tumba. Es, sin duda, uno de los mayores conocedores de su figura a nivel mundial y el peso del apelativo no es poca cosa.

Sin embargo, en esta ocasión se ha repartido el cometido con el dibujante Quique Palomo para realizar Vida y muerte de Federico García Lorca. Y el resultado es una aproximación biográfica en viñetas que tienden a la poesía cuando es necesario, y dotan a la narración de un lirismo ciertamente poderoso. Pero que no olvidan ser absolutamente rigurosos en su narración del provenir de la generación del 27.

¿Dónde puedo encontrarlo? Publica Ediciones B.

Lo que más me gusta son los monstruos

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Se trata, sin duda alguna, del fenómeno comiquero más celebrado del año. Llegó a España en abril, con dos premios Ignatz y tres Eisner bajo el brazo y poco más hizo falta para ganar el premio Carlos Giménez a mejor guión y ser nombrada cómic del año por el Gremio de Libreros.

Pero es que al margen de los premios, de lo atractivo que resulta descubrir la obra debut de una autora de 55 años, y de lo particular de su dibujo a boli, Lo que más me gusta son los monstruos es una obra gigantesca. Su combinación de tonos entre el terror y la comedia, su forma de bucear por una cultura pop, hipnotizan. Además de la habilidad para construir una narración que maneja distintos discursos constantemente -y no todos ellos cómodos de sostener-, convierten el primer cómic de Emil Ferris en toda una experiencia.

¿Dónde puedo encontrarlo? Publica aquí Reservoir Books.

¡Universo!

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Albert Monteys empezó a publicar online esta serie de ciencia-ficción en 2014 en la plataforma para creadores Panel Syndicate. Tres años después contaba con cinco aventuras y nominación a los Eisner. Y este año ha llegado a nuestro país el primer recopilatorio de un trabajo único.

Monteys no sólo maneja con tremendo ingenio un universo visual absolutamente delicioso, también es capaz de dotar a sus relatos de espejos que reflejan la sociedad en que vivimos. O a la que nos proyecta un futuro cada vez más turbio y dado a la especulación. Una divertidísima, eso sí, si es con cómics como este. 

¿Dónde puedo encontrarlo? Publica: Astiberri.

¡Cuidado que te asesinas!

¿Por qué buscarlo en las estanterías? Con su debut, La muerte y Román Tesoro, Lorenzo Montatore ya proponía un viaje alucinado y existencialista que divertía a la vez que tocaba la patata del lector, si este se prestaba a la aventura delirante. Pero con ¡Cuidado que te asesinas!, su particular estilo ha llegado a alcanzar nuevas cotas de complejidad para ofrecer una lectura apasionante llena de emoción y personajes valleinclanescos.

En ella seguimos los pasos de Centramina y Optalidón durante una noche en la que la nostalgia de juventud, la precariedad, la rabia, el desenfreno y las ansias de futuro se dan la mano. Hasta que todo explota. Pero lo hace en un estallido socarrón que recuerda a aquellas palabras de Don Filiberto en Luces de Bohemia, "En España podrá faltar pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban nunca".

¿Dónde puedo encontrarlo? Publica: ediciones La Cúpula.

El día 3

¿Por qué buscarlo en las estanterías? En 2018 se cumplían doce años del peor accidente de metro de la historia de España. A cinco días de la llegada del Papa a Valencia fallecían en la ciudad 43 personas y otras 47 resultaban heridas. También empezaba un largo camino de la lucha de familiares y heridos por dirimir responsabilidades. Por acabar con el olvido consciente y premeditado de las instituciones. Este cómic es su historia.

La ilustradora Cristina Durán y el guionista Miguel A. Giner unen fuerzas con el relato colectivo que consiguió construir la periodista Laura Ballester -cuyas investigaciones también se pueden leer en su ensayo periodístico publicado por la editorial valenciana Sembra Llibres-, para crear un cómic que duele leer, que emociona y que impresiona. Pero lo mejor: que lanza un mensaje esperanzado en pos de la implicación social y la reivindicación colectiva como camino de consecución de progresos comunes.

¿Dónde puedo encontrarlo? Lo ha publicado Astiberri

Antología del alma

¿Por qué buscarlo en las estanterías? En España tenemos la suerte de tener varias obras publicadas de uno de los autores más particulares del panorama viñetero europeo. Hablamos de Tommi Musturi, un historietista finlandés nacido en Juupajoki que nos voló la cabeza con la dupla Paseando con Samuel y Simplemente Samuel. Pero que también nos rompió el corazón con la desoladora Sr. Esperanza.

Y sin embargo, lo que propone Antología del alma va mucho más allá: si aquellas nos llegaron sin contexto, esta propone un repaso por veinte años de carrera y experimentación formal hasta llegar a la indefinición absoluta de sus obras más actuales. Un extenso recorrido brillantemente editado que, más allá de adentrarnos en la mente de Musturi, también nos propone una mirada distinta al cómic europeo más salvaje y desconocido.

¿Dónde puedo encontrarlo? Esta vez, a Musturi lo publica Fulgencio Pimentel.

'Una historia de perros viejos': 'western' en viñetas contra el maltrato animal

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Cuando pensamos en animales que hablan, discuten, ríen y lloran como los seres humanos, suele venirnos a la cabeza una imagen recurrente y disneyificada del asunto. Tenemos muy asimilada la idea dulce que el cine de animación ha proyectado de un recurso narrativo tan antiguo como el de humanizar a otras especies.

Recordamos a Timón y Pumba bailando en El Rey León,  a Sebastian y sus ritmos caribeños en La sirenita, a Baloo buscando lo más vital en El libro de la selva o a Fagin haciendo de las suyas en Oliver y su pandilla. Pero difícilmente vamos a imaginar a dos perros matándose por un trozo de carne, o animales heridos y abandonados por los seres humanos. Esa historia no se nos suele contar.

Sin embargo, el documentalista y realizador Manuel H. Martín quería narrar un western crepuscular sobre dos perros que se ayudaban mutuamente para hacer frente a su destino en la calle. Tras dirigir proyectos tan distintos como La vida en llamas  y el impresionante documental animado 30 años de oscuridad, se aventura en el mundo del cómic con Una historia de perros viejos,  publicado por Dolmen Editorial. Y lo hace con la ayuda del ilustrador Juanma Espinosa, que aporta un trazo oscuro y ambientación propia del cine negro. El resultado es un tebeo que recuerda a propuestas revitalizantes del cómic noir contemporáneo como La escena del crimen, a la vez que alude al imaginario del oeste de Blueberry.

Western perruno sin medias tintas

"Cuando me enfrento a proyectos audiovisuales como director mi mayor preocupación es la narrativa. Es decir, que la historia funcione", explica a eldiario.es Manuel H. Martín sobre su paso del cine al cómic. "De hecho, creo que un guion de cine puede llegar a estar más limitado que el de un cómic por diferentes elementos -presupuesto, rodaje…-. En un cómic, al tener menos elementos externos, puedes llevar a cabo casi todo lo que tienes plasmado por escrito", describe.

La suya era una historia clásica con espíritu de western clásico. Un viejo perro abandonado, de nombre Munny, vaga por una ciudad sin nombre cuando encuentra a una cría de chihuahua -llamada Chica- a quien un robo ha dejado muy lejos de su familia. No sabe cómo volver  y la calle no perdona a los despistados. Así que Munny decide ayudarla a buscar su hogar, aunque eso le lleve a recordar fantasmas de un pasado que él creía olvidado.

Sólo con su sinopsis, Una historia de perros viejos  ya recuerda a determinados lugares comunes de las narrativas del western. "Es cierto que, en mi caso, al venir del audiovisual, no puedo dejar de pensar en cine y cómics al mismo tiempo a la hora de abordar la escritura", explica Manuel. "Al final, los dos son artes secuenciales y tienen muchos elementos comunes. Y en cualquier caso,  el cómic tiene una capacidad de síntesis y elipsis brutal". 

En ese sentido, el trabajo de Juanma Espinosa aporta una sobriedad formal muy acorde con lo narrado, que juega los recursos propios del noir - y por momentos pueden recordar al uso del blanco y negro de Richard Piers Rayner en Camino a la perdición-.

"Con su dibujo, Juanma no solo aportó estupendas líneas y sombras sino también textura", explica H. Martín. "Creo que era necesario que Una historia de perros viejos tuviese cierta 'suciedad',  con la que intentamos hablar de los bajos fondos de las ciudades y del alma de los personajes… lo cual, sin duda, aporta un prisma de género negro a la trama western que le va muy bien al relato", describe.

De Sin Perdón a Alan Moore

En este sentido, guion y dibujo parecen dialogar con distintos referentes, aportando una riqueza inesperada a las viñetas del tebeo. Sin estridencias y con influencias claras y variadas que no convierten el relato en un mero homenaje sin personalidad, ni entorpecen el desarrollo narrativo, pero que aportan contexto y definición.

"Antes de comenzar, analizamos muchos cómics clásicos y también obras de autores que trabajan muy bien el género. Entre ellos, algunos títulos de Alan Moore y, especialmente, los trabajos conjuntos de Ed Brubaker y Sean Phillips. Para nosotros, la máxima es que guion y dibujo estén al servicio de la historia. Como en el cine clásico". Aunque, confiesa, "también hay cierto espíritu nostálgico que puede recordar al maestro Will Eisner".

Según el director de 30 años de oscuridad, "lo importante ha sido que Juanma ha buscado un estilo muy acorde a la historia que hemos querido contar, más allá de los referentes". "Lo cierto es que han pasado casi 8 años desde la primera vez que anoté ideas para escribir Una historia de perros viejos. Han pasado muchas cosas en mi vida, buenas y malas, que han ido impregnando el relato hasta el más mínimo detalle. Pero hay dos conceptos que se han mantenido inamovibles: la esencia western y el protagonismo de los perros", explica.

Hay, en el tebeo que nos ocupa, multitud de elementos reconocibles del imaginario del oeste: "el protagonista frente al mundo, la soledad, el peso del pasado, la redención, la venganza e incluso los duelos… Con todos estos elementos hemos intentado homenajear a uno de mis géneros favoritos del cine y muy especialmente a grandes del western moderno como Sam Peckinpah, Sergio Leone o Clint Eastwood", describe Manuel H. Martín.

Aunque admite que la mezcla de ingredientes noir no fue idea suya- Todo "fue tomando oscuros tintes por el propio relato y, especialmente, por la gran ambientación de género negro de los dibujos de Juanma. El trasfondo de las peleas ilegales es una referencia directa a un gran filme como Amores perros. A mí me interesa mucho la mezcla de géneros. Además, no puedo quitarme de la cabeza las influencias del género negro patentes en las grandes películas que hemos citado".

De maltrato animal y abandono

Una historia de perros viejos es un tebeo cuyas raíces no cuesta rastrear. Pero no se acomoda en su condición de obra de creadores marcados por el audiovisual. Se las arregla para ofrecer una fábula sobre los cuidados y los animales domésticos que apunta hacia el abandono y el maltrato animal como males sociales a desterrar.

"El protagonismo de los perros aporta un tono de fábula a la obra que pueden convertir a esta sencilla historia en un relato universal. Eso, al menos, hemos intentando", explica Manuel H. Martín. "Hemos intentado acercarnos a la fábula protagonizada por animales que viven en un mundo 'realista' de humanos… como podría ser, marcando las distancias y diferencias con nuestra novela gráfica, Rebelión en la granja, uno de mis libros favoritos, o la estupenda nueva trilogía de El planeta de los simios. En dichas obras puedes identificarte con los animales y con el trato que reciben por parte de los humanos".

"Y, por supuesto, es un homenaje a esos seres maravillosos. Los perros han formado parte de mi vida desde muy pequeño. Toda mi vida he estado acompañado por perros de diferente carácter pero con un común denominador: su amor incondicional. Nunca me han hecho sentirme dueño, como si se tratara de objetos, sino como unos compañeros de los más fieles", describe.

En ese sentido, su relación personal con los canes ha terminado por impregnar la narración. Una que no tiene, directamente, un carácter de denuncia social pero que se revela eficazmente incisiva en una sociedad en la que un policía puede matar a tiros a un perro en plena calle. Según el autor de Una historia de perros viejos, en temas de maltrato animal a los españoles "nos queda mucho por avanzar".

"El cuidado y el respeto a los animales también implica mucha responsabilidad. Lo primero que habría que evitar es el abandono, porque puede terminar afectándonos a todos", explica. Para él, es esencial "tener animales de forma responsable. Son seres vivos con sentimientos y no se les puede tratar como juguetes. Ahora que llegan las Navidades, hay que recordarlo. Y a quien decida tener un perro, además, le recomiendo siempre que adopte".

Un nuevo Spider-Man para un viejo enemigo llamado masculinidad tóxica

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Spider-Man: Un nuevo universo  se ha convertido en un fenómeno difícil de encasillar. Antes de su estreno, ya podía hablarse de rareza en cuanto a recepción crítica se refiere, pues pocas películas alcanzan un 100% de 'frescura' en la web agregadora Rottentomatoes. Y menos si se trata de un film de superhéroes. Pero, además, sucedió que su condición de película de animación -lejos de ser un cortapisas-, la hicieron romper récords el fin de semana de su estreno, tal como señalaba Box Office Mojo.

Por ahora, la película lleva amasados 209 millones de dólares, que no es poco. Aunque si la comparamos con otras hermanas de género -que no de formato-, su competidora directa el pasado mes de diciembre fue Aquaman, y esta lleva ganados la friolera de 751 millones. Numeros más acordes con los grandes títulos superheroicos consiguen del bolsillo del espectador. Al fin y al cabo, cuatro de los diez títulos más taquilleros de la historia visten capa o antifaz.

Los superhéroes son hoy, nos guste o no, el género por excelencia del blockbuster contemporáneo. Y eso hace aún más significativo el fenómeno de Spider-Man: Un nuevo universo en un panorama en el que los grandes protagonistas de este cine hacen gala de una masculinidad más propia del siglo pasado, la película del trepamuros ofrece una lectura de género totalmente distinta. Una que ahonda en el constructo social del género, sus expectativas, sus problemas y, sobre todo, sus posibles futuros.

La máscara del tipo duro

Una lectura de género del superhéroe en el cine contemporáneo -estrictamente en este arte, pues el mundo del cómic ofrece otras perspectivas-, resulta desoladora. Todas las películas del llamado Universo Cinematográfico de Marvel estuvieron protagonizadas por hombres blancos heterosexuales hasta el estreno de Black Panther. Y aún contando con la Wonder Woman de DC, estaríamos hablando de decenas de películas estrenadas desde el año 2000 que cuentan con gloriosos éxitos de público y que transmiten -como cualquier producto cultural-, valores de todo tipo.

Desligar los que tienen que ver con el género o tachar cualquier discurso relacionado con el tema de inocuo, es desvincular un tipo de cine boyante en la actualidad de su capacidad para generar, mediante la ficción, modelos de conducta reales. Y los que transmiten la mayoría de estos films, actualmente - obviamente el género cuenta con décadas de historia, pero aquí nos referimos a la actualidad-, vienen condicionados por la visión del mundo de lo que Grayson Perry llamaba 'hombre por defecto'.

La masculinidad como construcción social ha vehiculado múltiples ideas hoy puestas en duda por una sociedad más feminista que señala en el modelo de 'hombre por defecto' múltiples actitudes tóxicas. Hablamos de un concepto de virilidad atado a ideas tan antediluvianas como que el hombre no llora nunca, no habla de sus sentimientos, se mantiene impertérrito ante las dificultades, aspira al éxito y a la independencia, es el sustento de su casa, es audaz y temerario por naturaleza...

Los ejemplos son ingentes. El Tony Stark de Robert Downey Jr. iniciaba su periplo de tres películas propias haciendo chistes sexistas en un coche del ejército. Y tras fabricar su primera armadura de Iron Man, se vestía también una coraza emocional que le permitía proyectar una imagen muy concreta de hombre poderoso mientras escondía una relación de dependencia emocional ciertamente tóxica con Pepper Potts, su amante y secretaria interpretada por Gwyneth Paltrow. Una mujer que, claro, le hacía la cena, le planchaba las camisas, le llevaba las cuentas de su empresa e incluso gestionaba su salud. Porque él era incapaz de hacerlo. "Todavía no me he cruzado con nadie que sea lo bastante hombre como plantarme cara cuando tengo un buen día", decía Stark en Iron Man 2.

De chistes sexistas también sabe bastante el Star-Lord de Chris Pratt, cuya relación con el otro sexo es no sólo cuestionable sino que, en ocasiones, se acerca al blanqueo del acoso. El Thor de la película de Kenneth Brannagh estuvo a un pelo de destruir varios mundos por no saber gestionar emocionalmente que pusiesen en duda su hombría -tras ser tildado de 'princesita', el dios del trueno pone en peligro varios mundos por el comentario-. Y el Capitán América sigue siendo incapaz de hablar de sus sentimientos, siendo la persona más cabal de la plétora de machos que es Los Vengadores.

"Durante demasiado tiempo nos ha gobernado un grupo que confunde su visión del mundo -la del hombre blanco de clase media- con la claridad imparcial", decía Perry en su ensayo La caída del hombre. Aunque la imagen del hombre que proyecta el género superheroico actualmente es de todo menos imparcial.

El hombre 'por defecto' ha monopolizado la máscara de la seriedad y la imagen de la virilidad. Y en su representación mainstream actual, los superhéroes han ofrecido estos años una visión continuista de muchas dinámicas asociadas a viejas masculinidades. Algo que Spider-Man: Un nuevo universo no está dispuesta a prolongar. La nueva película del trepamuros pone en duda algunos lugares comunes tradicionales de este tipo de ficciones, debatiendo sobre la inteligencia emocional, cambiando la mirada del 'hombre por defecto' y reflexionando sobre papel de la paternidad en el mundo moderno.

Los hombres de verdad lloran a gusto

La nueva película basada en el trepamuros nos plantea un universo - visualmente apabullante- en el que Peter Parker ha muerto. En este mundo, un joven adolescente llamado Miles Morales debe suceder a Parker tras ser picado por una araña radioactiva. Mientras, un mafioso -conocido como Kingpin- construye una máquina capaz de abrir una puerta entre universos paralelos. Un accidente trae al Nueva York de Miles a cinco Spider-Man de otras realidades que le ayudarán a desbaratar los planes del villano.

Miles Morales es un adolescente inteligente y amable que afronta la adolescencia con temor e inseguridad. Le acaban de matricular en un instituto privado, alejándole de la gente de su barrio. Las hormonas no ayudan a su forzada salida de la zona de confort. Así que la construcción de su personaje pasa por ser un coming of age  superheroico: a medida que se descubre a sí mismo, descubre sus capacidades para convertirse en el trepamuros que conocemos.

Pero lo realmente interesante es que su construcción de la heroicidad no pasa solamente por sí mismo, sino por conocer y empatizar con personas que tienen sus mismo poderes y -también- sus mismos problemas. No hablamos de 'la unión hace la fuerza' de Los Vengadores o Guardianes de la Galaxia, sino de que lo que crea a Spider-Man es un ambiente de empatía, complicidad y respeto. Huye de los imperativos que han definido la masculinidad en la ficción superheroica porque se replantea sus sentimientos constantemente, los proyecta en grafitis, se los expone al espectador para dejarle claro sus dudas, y los debate con sus compañeros con sentido arácnido.

Durante mucho tiempo, "a las mujeres y las minorías se las ha tachado de 'apasionadas' o 'emocionales', como si los hombres por defecto tuvieran una asombrosa habilidad para orillar las lentes más subjetivas", describía Grayson Perry. "El hombre por defecto gozaba de una visión desapasionada, empírica y objetiva del mundo como derecho de nacimiento y todos lo demás estaban a merced de sentimientos incontrolados. Eso, por supuesto, explicaba por qué los 'otros' a menudo tenían opiniones que estaban en total contradicción con su visión del mundo. En este caso, los 'otros' son sectores sociales que han adquirido una buena inteligencia emocional y se toman en serio tanto sus sentimientos como los ajenos", reflexionaba el autor y artista plástico.

Donde otros superhéroes hacían lo que hacían porque debían, dotados de su visión justa de las cosas propias del 'hombre por defecto', sin derramar lágrima alguna y mostrándose impertérritos, Spider-Man: un nuevo universo  plantea un constante debate sobre el desarrollo de la inteligencia emocional, sobre la comprensión de los sentimientos y la necesidad de aprender a expresarlos. Compartir emociones, canalizar voluntades.

Además de dos mujeres, un cerdo y un spidey en blanco y negro, a Miles le acompaña Peter B. Parker. Un Spider-Man alternativo que se nos presenta como un cuarentón soltero que proyecta una imagen muy distinta del trepamuros a la que estamos acostumbrados. En su realidad se divorció porque no supo aceptar su paternidad, está arruinado por haber perdido dinero en la bolsa, vive en un apartamento cutre, está fofo y suele llorar en la ducha. Llora por la persona en la que se ha convertido, pero además llora porque su vida es -punto por punto-, un fracaso de las expectativas de género socialmente impuestas. ¿Cuántas veces hemos visto eso en una película de superhéroes?

Deprimido tras una relación infructuosa. Débil, alejado de la imagen del tipo duro que lo tiene todo bajo control, el desarrollo de Peter B. Parker es el de alguien que, como Miles, se enfrenta con la imagen que se ha asociado a su figura y al hecho de no estar a la altura de sus expectativas. Que revisa sus privilegios además de "revisar sus prejuicios", tal como expresa en un gag que podría pasar desapercibido y que sin embargo define su personalidad. Otro modelo de conducta es posible para Miles Morales.

Una paternidad en construcción

"Los padres, por ausencia o presencia, aportan modelos identitarios de referencia sobre qué es ser un hombre que producirán efectos profundos y que perdurarán toda la vida, sobre todo en la construcción de identidades y expectativas vitales", explica el antropólogo Ritxar Bacete en el exitoso ensayo Nuevos hombres buenos. "Desde una mirada crítica de la realidad, cada vez contamos con mayor evidencia científica de que la implicación de los hombres en la crianza es un factor clave para la transformación de la realidad hacia paradigmas sociales y de relación más justos e igualitarios".

En un panorama en el que abundan enmascarados marcados por la ausencia paterna o el trauma de su repentina muerte, y las madres ejercen de anclaje emocional de los salvadores del mundo -muchos aún recuerdan el bochorno que supuso el llamado 'caso Martha' en Batman V Superman-, es rarísimo lo que plantea la nueva aventura de Spider-Man. La película de animación se podría leer, casi por completo, como una profunda reflexión sobre el papel de la paternidad en la formación de la personalidad de Miles Morales.

Al joven de Brooklyn le rodean tres figuras masculinas que son vistas como modelos de conducta: Jefferson Davis -su padre-, Aaron -su tío, a quien da voz el oscarizado Mahershala Ali-, y Peter B. Parker.

El primero es un hombre 'como Dios manda': un padre de familia, policía además, que raramente habla de lo que siente, que hace lo que cree que debe hacer, aunque eso pase por ser autoritario con Miles. Una figura que, sin embargo, tiene su momento de confesión y liberación: en una escena clave del film, Jefferson se sincera con Miles y le expresa, entre lágrimas, lo que siente y lo que quiere para él. Una pared les separa y padre e hijo no se ven las caras en ese momento. Pero sirve para liberar a Miles de la carga de ser una decepción.

Aaron, por contra, es una figura liberadora para este joven héroe. Pero con ella, la película realiza una pirueta realmente atrevida: la construcción de la masculinidad a esas edades que plantea, pasa por la deconstrucción de la figura que encarna su tío. Un self-made man tradicional que -no es casualidad-, se las da mujeriego exitoso, independiente y varonilmente atrevido. Alguien que le enseña 'a ligar' como lo hacía él y que se revela, en última instancia, con un lado oscuro ciertamente perturbador.

Y por último, la relación que el protagonista establece con Peter B. Parker se nos plantea como la más honesta y sensible del film. Una relación de parternidad en diferido que se construye desde la complicidad y la aportación mutua. A medida que el Spider-Man fracasado enseña a controlar sus habilidades a Miles Morales, crece personalmente descubriéndose como alguien con alergia a la responsabilidad emocional, con serias carencias que trabajar. "¿Cómo se que no volveré a meter la pata?", le pregunta el maestro a su aprendiz en una emotiva escena que se puede leer en un guión que, por cierto, sus creadores han puesto a disposición del fan.

Superhéroes se dicen que se quieren

En Spider-man Un nuevo universo, los personajes se dicen que se quieren en múltiples ocasiones. Sin importar su sexo o género. Y esto podría parecer baladí, pero se ha dado muy poco en la ficción superheroica que tiende a regodearse en el tropo de no sissy stuff -mariconadas no, para entendernos-, que dicta que dos personajes masculinos nunca hablarán de lo que sienten el uno por el otro por entenderse como algo propio de la feminidad. Miradas intensas entre el Capitán América, El soldado de invierno y Halcón sí, pero que nunca llegue al verbo. Mucho menos a la representación honesta. 

"El carácter precario de la masculinidad implica que estamos ante una subjetividad que puede ser cuestionada permanentemente y que, por tanto, necesita ser confirmada ante nuestros iguales", reflexionaba el profesor de derecho Octavio Salazar en El hombre que no deberíamos ser. "De ahí la necesidad de dejarnos claro a nosotros mismos y a todos los demás que somos 'hombres de verdad', que no hemos traicionado las expectativas de género, que nos hemos ajustado a lo que la sociedad espera de nosotros".

La construcción de una masculinidad que propone Spider-man: Un nuevo universo no tiene en cuenta el examen constante entre hombres: se entrega a la comprensión y la sinceridad. Y construye relaciones entre hombres que no están basadas en la competición ni el silencio emocional, sino en la asertividad sin pudor. Todo, compone a un trepamuros mucho más que complejo del aparente: uno que nos habla desde la emotividad sobre la responsabilidad de ser Spider-Man pero también, de ser un hombre en el siglo XXI. 

¿Por qué es importante? Porque si el cine más taquillero de la actualidad era el superheroico, y este seguía siendo altavoz de ideas propias de la masculinidad tóxica, significaba que el cine más visto de hoy era también el cine más tóxico.

"Siglos de patriarcado han forjado un mundo que refleja y sostiene la perspectiva masculina de clase media. Para que florezca la igualdad hay que descoser la ideología [del hombre por defecto] del tejido social y ponerla junto a perspectivas contrapuestas de tal modo que podamos tejer más fácilmente un mundo justo", describía Grayson Perry. Y quién dice que no podemos empezar a construir ese mundo -igualitario, moderno y feminista-, tejiendo telarañas. Con nuestro amigo y vecino Spider-Man.

Treinta años y tres razones para redescubrir 'Mi vecino Totoro' en pantalla grande

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Sin Mi vecino Totoro no hubiese habido Studio Ghibli, y sin la compañía, la figura de Hayao Miyazaki jamás hubiese alcanzado la relevancia mundial de la que goza actualmente. Parece una tontería, pero lo cierto es que resulta muy difícil entender la animación contemporánea sin la trascendencia que este film tuvo en su momento.

En contra de lo que se pueda pensar, Mi vecino Totoro no fue un rotundo éxito de taquilla. El esfuerzo de producción que supuso no fue equivalente a su recompensa de paso por las salas de cine japonesas de hace tres décadas. El fenómeno vino después: cuando la compañía empezó a comercializar merchandising  de la película, conviertiéndose en un absoluto fenómeno cultural que salvó a la compañía saneando su economía, y creando un icono cultural equiparable en muchos sentidos al de Mickey Mouse en occidente.

Totoro, de hecho, se convirtió entonces en el símbolo de la compañía. Pero ahí no quedó el asunto: sentó las bases de lo que sería el Studio Ghibli, popularizó una forma de entender la animación nipona, y abrió nuevos caminos inexplorados a nivel estético y narrativo en el cine infantil a nivel mundial.

Tres décadas después, Mi vecino Totoro  vuelve a los cines españoles de la mano de Vértigo Films. Un total de 105 salas proyectarán un clásico indiscutible que ha trascendido fronteras durante años y que, hoy tanto como ayer, merece la pena ser redescubierto. Sobran las razones, pero aquí recogemos algunas explicadas por las voces españolas que más y mejor han reflexionado sobre la obra del maestro de la animación.

Por su discurso universal y atemporal

Mi vecino Totoro narra la historia de Satsuki y Mei, dos niñas que se mudan al campo en el Japón de los años cincuenta para estar más cerca del hospital en el que su madre intenta afrontar una grave enfermedad. Allí conocen al espíritu del bosque que da título a la película, y descubren con él un mundo íntimamente ligado a la naturaleza y el entorno rural.

La película, de hecho, se inspira en la infancia del propio Miyazaki, cuya madre padeció tuberculosis. Un proceso de enfermedad y recuperación que marcó profundamente al autor, que siempre se ha acercado al universo infantil con sumo respeto. Pero además, propone una reflexión profundamente poética sobre la relación del ser humano con su entorno, la necesidad de una conexión personal con la naturaleza y la educación en valores respetuosos con el medio ambiente.

"Parece mentira que hayan pasado treinta años y siga tan viva. Es una reafirmación de la universalidad y la inmortalidad de la mayoría de creaciones de Studio Ghibli", opina Marta García Villar, autora de libros como Biblioteca Studio Ghibli: El viaje de Chihiro  y coautora de Mi vecino Miyazaki . "Hoy en día permanece viva la intención con la que Hayao Miyazaki concibió la película: que, tras verla, los niños sintieran ganas de ir al campo a buscar bellotas", explica a eldiario.es la divulgadora. "Los humanos somos parte inseparable de la naturaleza. Solemos buscar un misticismo especial en ella o refugiarnos en sus brazos 'para desconectar', cuando, irónicamente, no tenemos una conciencia activa de lo que supone cuidarla. En estos nuevos tiempos, en los que cada vez sentimos menos esa llamada a la paz que nos promete un entorno natural, la belleza del mensaje de Mi vecino Totoro es más necesaria que nunca".

"No se ha hecho nada así, con tanto mimo y delicadeza, en el cine", afirma rotundamente Álvaro López Martín, fundador de Generación Ghibli -el blog español más influyente sobre el estudio-, coautor de Mi Vecino Miyazaki  y autor de ensayos como El viaje de Chihiro: Nada de lo que sucede se olvida jamás. "Es una suerte que se pueda volver a disfrutar en pantalla grande y es muy necesario para que las nuevas generaciones vean que hay otro tipo de cine infantil más allá de Disney/Pixar y su creciente cinismo en busca de abarcar públicos más amplios", explica el escritor a este periódico. "'Mi vecino Totoro es impensable a día de hoy y sin embargo es más que necesaria, pues guarda un inestimable fondo acerca de la curiosidad de la infancia, la conexión con la naturaleza y ese trascendental paso de la niñez más pura, genuina y despreocupada, a la consciencia de la vida adulta sin dejar de ser una niña", reflexiona.

Es "un canto a la vida rural y al volver a los orígenes", tal y como lo define Anna Junyent, autora del interesantísimo libro Mujeres Ghibli: La huella femenina de Miyazaki en el anime. "Miyazaki nos muestra un paisaje verde y lleno de vida, sin el ruido sordo típico de las grandes ciudades. La idea es volver al principio, donde el mundo aún no ha sido corrompido por la humanidad. Porque esa es precisamente una de sus mayores críticas", reflexiona la también comunicadora audiovisual. "Es normal que pensemos que esta película sigue siendo actual ya que no hemos hecho nada para remediarlo".

"Creo que no ha envejecido porque sigue apelando a temas que nos siguen preocupando como la crisis medioambiental, o la angustia infantil ante la enfermedad", describe Laura Montero Plata, doctora en Historia del Cine y autora de la precursora obra El mundo invisible de Hayao Miyazaki. "Miyazaki ha conseguido que su cine siga vigente porque apela a temas universales que no caducan aunque pasen décadas", describe a eldiario.es. En esta película ofrece, además, "una visión diferente de cómo encarar la imaginación infantil y cómo crecer de forma sana. Los personajes que Miyazaki diseña son casi siempre excepcionales. Construye protagonistas tal y como le gustaría que fuéramos las personas, no como somos -algo que sí hacía Takahata-. Y ese ideal se lee igual que se leía en 1988".

Por su contagiosa e imaginativa belleza

A pesar de todo lo expresado, Mi vecino Totoro  no se distingue solamente por su discurso. Se trata de una película que se acerca a distintas temáticas despojada del objetivo propio de las narrativas con moraleja. Se construye en base a espíritu pedagógico comprensivo y dialogante que se entiende perfectamente con su aparato formal: se trata película de tempo particularmente sosegado para un film infantil, con un acabado visual bellísimo.

"En esta película se percibe el mimo y la dedicación que destila su animación tan llena de detalles. No hay más que ver los espectaculares retratos de la naturaleza de su director de arte, Kazuo Oga: las ondas en el agua, las gotas de lluvia impactando contra el suelo...", describe Marta García. "Por otra parte, no hay que olvidar la meticulosidad con la que se representan los gestos infantiles: los juegos entre las flores, los dibujos en las cartas, el deleite de que tu madre te cepille el pelo... son aspectos llenos de vida que están ahí e inundan el alma de los espectadores para atesorarlos y volver a ellos una y otra vez", expresa.

"Mi vecino Totoro  aporta valores sin necesidad de adoctrinar, sin moralejas", describe Álvaro López. "Busca entretener a su manera, y lo consigue no con acción espectacular, sino haciendo que los niños se identifiquen de verdad con las protagonistas, porque son como ellas. El retrato de infancia sosegado que hace es casi totalmente opuesto a cualquier película infantil comercial de hoy en día, y sin embargo aporta mucho más al espectador", añade. 

"Miyazaki y su compañero Takahata querían crear una animación cuidada, de colores vivos y con un mensaje duro pero esperanzador", describe Anna Junyent. "Me explico: hasta ese momento, las series y películas animadas se hacían con pocos frames para que fueran más baratas y rápidas de hacer. En Ghibli decidieron luchar contra todo eso. Y lo consiguieron", explica la autora de Mujeres Ghibli a este periódico. "Mi vecino Totoro, pues, nos muestra cómo su director cuidó cada detalle, cómo diseñó dos niñas con fuerte carácter y grandes sueños y cómo -sutilmente- hizo su crítica particular. Por esa razón es una película que debe verse con ojos atentos: hay muchísimos matices por descubrir".

Para Laura Montero, "el principal aporte que hizo fue demostrar que una película contemplativa y de animación puede estar dirigida a todos los públicos y ser atractiva sin que pasen grandes cosas. Sin canciones diegéticas a lo Disney, aunque a priori  en occidente este tipo de narrativa nos resulte mas difícil de aceptar".

Por descubrir a un joven Miyazaki

Antes de la fundación de Studio Ghibli, Miyazaki ya había dirigido tres largometrajes. Algunos de ellos interesantísimos como El castillo en el cielo o Nausicaä del valle del viento. Pero Mi vecino Totoro  se ha significado, con el tiempo, como piedra angular de su estilo y su forma de narrar.

"Es la segunda película de Hayao Miyazaki dentro de Studio Ghibli y la primera en la que explora un tono más cercano al costumbrismo de los paisajes japoneses. Se aleja de la acción y las aventuras, así que hay que valorarla como una muestra innovadora en su trayectoria", explica Marta García. "Si bien su característico mensaje de concienciación y cuidado de la naturaleza es una constante en su obra, en esta película permanece en un enfoque más sereno, familiar e intimista", opina. 

"Aunque Nausicaä del Valle del Viento, su predecesora, ya marcaba las líneas a seguir, esta película acaba de definir bien sus fundamentos", cuenta a eldiario.es Anna Junyent. Al fin y al cabo, la película es también hija de su tiempo: "Pertenece a esa primera etapa de un Miyazaki desbordante de ilusión por haber fundado Studio Ghibli, un lugar donde hacer las películas que él quería, sin interferencias ni presiones. Cuando, además, contaba con una edad perfecta para su labor", reflexiona Álvaro. "Ghibli se estableció en 1985 y Mi vecino Totoro  se estrenó en 1988, así que Miyazaki era como un niño con zapatos nuevos. Su cine rebosaba esa ilusión por crear y, a la vez, destilaba un aire más infantil que lo que hizo posteriormente en su etapa más mediática con La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro y El castillo ambulante".

"Mi vecino Totoro ocupa una categoría especial en su filmografía porque es su primera película propiamente japonesa", cuenta Laura Montero Plata. "Digamos que hasta entonces había sentado las bases de todo su mundo fantástico en ambientaciones europeas imaginarias. Pero ahora lo hacía en un Japón ideal de los años cincuenta, sin los rastros de la guerra. Además, hablando del vinculo del ser humano con la naturaleza desde una perspectiva muy distinta a como lo hizo en anteriores films".

Para la también autora de Biblioteca Ghibli: La princesa mononoke, "Todas las películas de Miyazaki hablan entre sí". Su cine, "tiene una serie de preocupaciones que vuelven constantemente: cuál es el papel del ser humano en sociedad, por qué cometemos los mismos errores una y otra vez, por qué destruimos la naturaleza, por qué nos involucramos en guerras...". Algo que convierte a la película que ahora vuelve a los cines en una obra imprescindible de un autor imprescindible. Un film que siembra muchas de las semillas de fondo y forma de una de las filmografías más importantes del cine contemporáneo.

¿Quién encabeza la carrera hacia los Oscar tras los Globos de Oro?

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Con los premiados en los Globos de Oro desvelados, se empiezan a perfilar las candidatas a películas del año –pasado, claro–. Algunas sorprendentemente bien situadas gracias a un refuerzo de última hora, como es el caso de Bohemian Rhapsody, que gana confianza con los dos relucientes premios conseguidos gracias a la Asociación de la Prensa Extranjera. Otras, intentando coger aliento de cara a los próximos galardones y círculos críticos como La favorita o Green Book. Y ninguna posicionándose como clara vencedora gracias a una gala con premios de lo más repartidos y sin demasiados discursos –amén de Glenn Close y Regina King–.

Las cartas parecen estar sobre la mesa de forma cada vez más decisiva. De hecho, algunas de las películas que parecían apuntar maneras han ido perdiendo fuelle con estos y otros premios –es el caso de First Man (El primer hombre)  o la Suspiria  de Guadagnino–, mientras que propuestas más pequeñas como El blues de Beale Street, afianzan sus posiciones entre público, crítica y académicos.

Los premios entregados por la Asociación de la Prensa Extranjera no deberían pasar desapercibidos: hace dos años, La La Land  se convirtió en hito como la película más premiada de la historia de los Globos de Oro, y luego protagonizó la sonada metedura de pata por la cual casi gana el Oscar a Mejor Película, que no debería hacernos olvidar sus seis estatuillas, no obstante. Y el año pasado, Tres anuncios en las afueras se hizo con cuatro globos, mientras que La forma del agua se quedaba con dos.

Queda más de un mes para la gala de la 91ª edición de los Premios Oscar. Parece que la Academia de Hollywood sigue sin encontrar a una presentadora o un presentador, tras la renuncia de Kevin Hart por unos tuits homófobos. Aunque después del apoyo público de una personalidad tan influyente como Ellen DeGeneres, el actor podría estar reconsiderando la opción.

Con o sin presentador, con o sin discursos políticos, y con o sin meteduras de pata, estas parecen ser a día de hoy las películas con más opciones de convertirse en los títulos recordados, de alguna u otra forma, por la Academia de Hollywood.

Roma

¿Por qué? Porque ya es una de las películas del año, consiga la estatuilla o no. Es muy probable que apunte hacia el galardón de Mejor Película de Habla no Inglesa, y tiene muchas papeletas para llevarse también el premio a la mejor dirección. La persona que se ha hecho con el Globo de Oro en esta categoría –como es el caso–, ha repetido la jugada en los Oscars los últimos años. Veremos si le cae Mejor Película. Por otra parte, Yalitza Aparicio podría apuntar a la candidatura de actriz. Y todo sin contar con que la película ha arrasado entre la crítica, especialmente en los círculos de Los Ángeles y Nueva York, influyentes de cara a estos premios.

¿Puedo verla? Está en Netflix.

Green Book

¿Por qué? En diciembre se hizo con el premio a Mejor Película en la National Board Review –la asociación de críticos norteamericanos–, y poco después sedujo a los críticos de Phoenix. Y suma y sigue desde que ganó el premio del público en el festival de Toronto. Tiene mucho a su favor a nivel temático y de timing para gustar a los académicos. Y podría significar el definitivo espaldarazo crítico de Peter Farrelly, una de las dos cabezas pensantes detrás de comedias como Algo pasa con Mary o Dos tontos muy tontos, históricamente menospreciadas por la crítica.

¿Puedo verla? Se estrena en España el 1 de febrero.

El blues de Beale Street

¿Por qué? Barry Jenkins consiguió el Oscar a Mejor Película con Moonlight, pero se quedó con las ganas del premio a Mejor Dirección. Esta vez podría volver a intentarlo con este drama racial ambientado en los años setenta. Regina King, que se ha hecho con el Globo de Oro a Mejor Actriz de reparto, y que aportó cariz revindicativo a la gala, parece destinada a revalidar nominación en esta categoría, si no directamente hacerse con el premio tras conquistar a los críticos de Nueva York y Los Ángeles. La película, además, ha cogido fuerza gracias a su reconocimiento entre los críticos de Columbus y los Satellite. Parece una apuesta segura como película pequeña entre las nominadas.

¿Puedo verla? Se estrena en nuestros cines el 25 de enero.

Bohemian Rhapsody

¿Por qué? Parecía que la película de Bryan Singer se iba a quedar como el éxito de público que no consigue triunfar en los premios. Y, sin embargo, no ha dejado de hacer méritos. Los Globos de Oro a Mejor Drama y Mejor Actor para Rami Malek se suman a las nominaciones y reconocimientos en los Critics Choice Awards, los Satellite, el sindicato de productores, el de actores y la Asociación de Críticos de Chicago. Malek, obviamente, lo tiene todo para acariciar una estatuilla por su interpretación de Freddie Mercury.

¿Puedo verla? Ahora mismo arrasa en cines.

La favorita

¿Por qué? A Yorgos Lanthimos la Academia de Hollywood se la tiene jurada. Con Langosta  pudo ver su nombre entre las nominaciones a Mejor Guión Original y nada más. En aquella ocasión le arrebató el premio Manchester frente al mar.  Poco después se llevó ese galardón en Cannes con el libreto de El sacrificio de un ciervo sagrado, pero sus esperanzas de verse reconocido en Hollywood volvieron a caer en saco roto. Ahora, con su película más accesible, que además está gustando a la prensa norteamericana, parece tener más posibilidades. Aunque lo más probable es que el mérito de la película recaiga en la enorme actuación de Olivia Colman, que viene ganando un buen puñado de premios –incluido el Globo de Oro a Mejor Actriz principal en comedia o musical–.

¿Puedo verla? Llega a nuestros cines el 18 de enero.

Ha nacido una estrella

¿Por qué? Su relativo fracaso en los Globos de Oro parece haberla deshinchado un poco en la carrera hacia los Oscar. Pero no nos engañemos: la película de Bradley Cooper ha gustado mucho al público norteamericano, que la ha aupado como una de las películas más rentables del año, con 390 millones de dólares recaudados en todo el mundo, habiendo costado infinitamente menos. En la categoría de actriz, además, la oportunidad de Lady Gaga parece clara aunque el premio esté reñido.

¿Puedo verla? Actualmente en cines.

Infiltrados en el KKKlan

¿Por qué? Spike Lee, la voz más reivindicativa de Hollywood, apuesta fuerte por su película que funciona tanto como bofetazo a la Norteamérica de Trump como divertidísima e inteligente comedia. A Lee le otorgaron el premio honorífico en 2015, pero esto no debería ser óbice para reconocer, de una vez por todas, la obra de uno de los realizadores más importantes del cine contemporáneo a nivel mundial. De ahí que la nominación a su labor en la dirección se dé por sentada. ¿Puede que le caiga algo más? Desde luego se lo merece. Aunque estos premios lleguen tarde, como le pasó a Scorsese con Infiltrados.

¿Puedo verla? Actualmente en cines.

¿Podrás perdonarme algún día?

¿Por qué? En las últimas semanas se ha convertido en una de las sorpresas más inesperadas y celebradas del panorama cinéfilo. Bajo el amparo de una campaña que podría ir mejor de lo esperado, Fox Searchlight ha puesto toda la carne en el asador con este drama sobre la polémica biógrafa Lee Israel. Tanto Melissa McCarthy en el papel protagonista como la realizadora Marielle Heller apuntan maneras, aunque de competir en dirección, Heller lo haría con una categoría eminentemente dominada por hombres.

¿Puedo verla? Llega a España, previsiblemente, el 22 de febrero.

El vicio del poder

¿Por qué? Adam McKay supo dar en el clavo con su anterior película, La gran apuesta, que se hizo con cinco nominaciones a los Oscar y terminó ganando el premio a Mejor Guión adaptado. Esta vez, basándose en la historia de Dick Cheney, vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush, parece querer repetir la jugada en tono, estética y discurso. Aunque el premio más claro parece ser el de Christian Bale, que por ahora ya se ha hecho con el Globo de Oro.

¿Puedo verla? Llega a nuestros cines este mismo viernes, 11 de enero.

Black Panther

¿Por qué? Leen bien: Black Panther  se podría convertir en una de las películas del año. Una década después del Oscar a Heath Ledger por su Joker en El caballero Oscuro, el género superheroico podría congratularse con los académicos de nuevo con una película que ha generado un rotundo fenómeno cultural en Estados Unidos, convertida en la película de superhéroes más taquillera de la historia del país. No en vano consiguió nada menos que tres nominaciones en estos pasados Globos de Oro, incluída a Mejor Película en la categoría de Drama. Y aunque se fuese de vacío, la película figura entre las favoritas de la National Board of Review, la Asociación de críticos de Los Angeles, el American Film Institute y los Critics Choice Awards. Y viendo los presupuestos que gasta Disney, diríamos que no reparará en gastos para hacer su campaña.

¿Puedo verla? Ya no está en cines pero sí disponible en formato doméstico.

Siete clásicos del cine español que puedes ver legalmente online (y gratis)

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Sumergidos en una etapa de profundos cambios en los hábitos de consumo audiovisual, en algún momento perdimos de vista los clásicos. Ocupados en estar al día de la marea de novedades de plataformas como Netflix, o de la última temporada de la serie del momento en HBO, cada vez miramos más hacia adelante.

Pero echar la vista hacia atrás no tiene por qué ser malo. Y no hablamos de nostalgia, sino de conocimiento que permite, en el fondo, ver con otros ojos el estado actual del audiovisual contemporáneo. Y si se trata de historia del cine español, aún mejor.

Es lo que deben haber pensado RTVE y la Filmoteca Española, que han llegado a un acuerdo para aportar su granito de arena al panorama del video on demand  español. Ahora, ambos organismos han puesto en marcha una web que deja a disposición del gran público una amplia muestra de su fondo histórico, con un total de con 700 horas de contenido y 4.000 vídeos. Todo, tras un largo proceso de digitalización de una parte de su archivo, que custodia nuestro patrimonio fílmico y que tiene como misión recuperarlo, investigarlo y conservarlo. Una oportunidad única para descubrir parte de nuestra historia que, esperemos, amplíe su catálogo paulatinamente.

Un perro andaluz  (Luis Buñuel, 1929)

La personalidad de Buñuel entró en el movimiento surrealista como un elefante en una cacharrería. Tras abandonar sus estudios de ingeniero agrónomo, se instaló en París y empezó a trabajar como ayudante del realizador polaco Jean Epstein. Poco después probaría suerte en el séptimo arte con un artefacto que "produjo un efecto bomba", tal y como lo describía Román Gubern en su Historia del cine. Se trataba de la traducción en imágenes de un guión que escribió a cuatro manos con Salvador Dalí. Se llamaba Un perro andaluz  y estaba inspirada en sus sueños.

La rodó en poco menos de quince días con muy pocos recursos pero su influencia es, a día de hoy, inconmensurable. Su inicio ya era toda una declaración de las intenciones rupturistas de su forma de entender el movimiento artístico en el que militaba: un hombre afila una navaja y, mediante un primer plano, rebana en dos el ojo de una mujer. Y, tras aquello, un torrente de imágenes surrealistas difíciles de olvidar. Desde entonces, la mirada en el cine nunca volvió a ser la misma.

El sexto sentido  (Nemesio M. Sobrevila, 1929)

Una pequeña gran muestra muda de la vanguardia española en una cinematografía aún naciente -hablamos del cine que se hacía en nuestro país en el año 29-, que no sólo propone un curiosísimo melodrama, también experimenta con el alcance del lenguaje audiovisual.

Nemesio M. Sobrevila dirigió esta rareza para reflexionar sobre los movimientos surrealistas y expresionistas que estaban dejando su huella en el séptimo arte. Y lo hizo con una alegoría que giraba en torno a la idea del cine dentro del cine: un joven profundamente entristecido conoce a un filósofo que, dicen, le puede curar su depresión. Este se llama Kamus -no confundir con el autor de El mito de Sísifo-, y está interpretado por Ricardo Baroja, hermano del literato. ¿El remedio para los males del joven? Un aparato que no es otra cosa que un cinematógrafo, que según el filósofo, otorga un sexto sentido al ser humano para que pueda ver la realidad tal cual es y no mediada por los sentimientos humanos.

El misterio de la Puerta del Sol  (Francisco Elías, 1930)

Otra reflexión en torno al cine, esta vez en un tono abiertamente cómico. Se trata de la que muchos consideran la primera película sonora de la historia del cine español, digitalizada a partir de la única copia existente del film dirigido por Francisco Elías en 1929. En los noventa, la Filmoteca Española consiguió adquirirla después de haber permanecido décadas perdida. Se encontró en cuatro latas metálicas en el sótano de la casa del productor y realizador Feliciano Manuel Vitóres. En el 95 se reestrenó, rehabilitada, en el Festival de de San Sebastián.

Se trata de una sátira sobre los sueños de triunfo que el séptimo arte alimentaba en la década de los veinte. Sigue las andanzas de Pompeyo y Rodolfo, dos linotipistas del Heraldo de Madrid que, hartos de su trabajo, deciden probar suerte con el cine. Un día se presentan a un casting de Edwin S. Carawa -trasunto en la ficción de Edwin S. Porter, el director de la seminal Asalto y robo de un tren-. Pero pronto, un cadáver complica las cosas.

Sierra de Teruel  (André Malraux, 1939)

André Malraux retrató los primeros meses de la Guerra Civil española en un insólito film rodado en plena contienda y estrenado en julio de 1939. Aunque no en España, sino en Francia: ante la victoria de Franco, la cinta viajó hasta París, dónde se proyectó solamente dos veces. Poco después, el gobierno del dictador presionó a la diplomacia francesa que vivía en Madrid para que utilizasen su influencia, consiguiendo así la prohibición total de su exhibición pública.

En los años siguientes, casi la práctica totalidad de las copias fueron destruidas. Se salvó una que, tal como contaba Ferrán Alberich, algun empleado de la Pathé de París había cambiado de etiqueta. Figuraba así, en un recipiente con el nombre de otra película.

En España, la obra no se pudo ver hasta 1978, aunque ahora se pueda descubrir fácilmente online. Se trata de un drama bélico sobre el derribo de un avión perteneciente a las Brigadas Internacionales, que cayó sobre el término municipal de Valdelinares, en Teruel. 

Los habitantes de la casa deshabitada (Gonzalo Delgrás, 1946)

Gonzalo Delgrás, conocido por ser uno de los precursores de la comedia romántica patria gracias a títulos como Un marido a precio fijo o La boda de Quinita Flores, rodó en 1946 lo que se convirtió en una de las primeras -y prácticamente únicas- comedias de terror de nuestro cine.

Se trata de una genial adaptación de la obra homónima de Jardiel Poncela protagonizada por unos jovencísimos Fernando Fernán Gómez, María Dolores Pradera y María Isbert. Sigue las peripecias de un señor y su chófer que, una noche, sufren una avería y buscan refugio en un siniestro caserón que parece habitado por fantasmas. Aunque resultará que no hay aparición alguna, más bien estafadores y ladrones que intentan ganarse la vida. Una versión de la obra que nos hará olvidar el malogrado remake  que el año pasado protagonizaron David Janer y Guillermo Ortega.

El orador o la mano (Feliciano M. Vitóres, 1928)

Aunque no se trata de una ficción, este curiosísimo documental corto rodado por Feliciano M. Vitóres - el productor en cuya casa se encontró El misterio de la Puerta del Sol-, merece ser descubierto por múltiples razones. Por un lado, protagoniza el escritor Ramón Gómez de la Serna, y por otro resulta ser uno de los primeros experimentos del cine sonoro en nuestro país. Vitóres había comprado la patente del Phonofilm, un invento de Lee de Forest, e intentaba implantarlo en nuestro país, así que empezó a experimentar con el invento.

Un día, invitó a probarlo a Gómez de la Serna, que se puso delante de la cámara y empezó a improvisar un hilarante monólogo sobre el monóculo sin cristal, los ruidos del corral y la importancia de la mano en el arte de la oratoria.

Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941)

A finales de 1940, Francisco Franco hizo dictar lo que bautizó como Anecdotario para el guión de una película. Aquella idea llevaría por título Raza y pretendía ser la película definitiva -es decir, franquista-, sobre la Guerra Civil que la dictadura quería para los ciudadanos españoles. El anecdotario, que el dictador firmó con el pseudónimo de Jaime de Andrade, fue llevado hasta las manos del recientemente creado Consejo de la Hispanidad de medios para llevar a cabo la filmación de una película.

Se encargó de hacerla José Luis Sáenz de Heredia, un realizador que durante años intentó consolidar la industria del cine español con lo que se podrían llamar blockbusters del momento -en 1943 estrenó El escándalo, una película que costó casi tres millones de pesetas de la época-. Narraba la historia de una familia rota por la Guerra Civil, que combatía la corrupción republicana con los valores patrióticos y religiosos del franquismo. Y es, sin duda, el intento más pomposo de la dictadura por construir un relato y una estética propia, como Hitler hizo con El triunfo de la voluntad.

(Casi)todo el No-Do

Además de películas, cortometrajes y documentales, algunas de las cuales hemos comentado aquí, en la plataforma que han puesto en marcha la Filmoteca Española y RTVE se pueden consultar casi al completo los noticiarios del No-Do

El No-Do fue de obligatoria proyección en las salas de territorio nacional  durante casi cuarenta años. También fue una de las principales herramientas de propaganda del régimen durante la dictadura. Y su lanzamiento de forma pública y online supone el acceso a un documento histórico único para todo aquel que se adentre a conocer la historia audiovisual española.

Únicamente faltan cinco noticiarios que no han podido ser recuperados debido a su deterioro, así que tampoco se han podido digitalizar. Aunque sí se pueden ver los NO-DO que perdieron su sonido en el incendio de los laboratorios Cinematiraje Riera, en Madrid, en agosto de 1945. En él, ardió una parte fundamental de la historia de nuestro país, al desaparecer también los negativos de multitud de películas y una ingente cantidad de negativos de grabaciones realizadas durante la Guerra Civil.

'Atardecer', la caída de un imperio en la mirada de una simple sombrerera

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Parece mentira que ya hayan pasado tres años del fenómeno de El hijo de Saúl, una de las películas más impactantes del cine europeo reciente. Con ella, el cineasta húngaro László Nemes nos metía de cabeza en el infierno del campo de concentración de Auschwitz de una forma que jamás habíamos experimentado. Con una cámara que seguía al protagonista tan de cerca que era difícil no vivir el horror a flor de piel.

Nemes se coló entonces en la Sección Oficial a competición del Festival de Cannes con su primer largometraje, algo insólito, haciéndose con el Gran Premio del Jurado y el Premio FIPRESCI. Y de ahí arrancó una carrera fulgurante llevándose por delante el Globo de Oro, el BAFTA y, finalmente, el Oscar a Mejor película de habla no inglesa por El hijo de Saúl. Una película que Claude Lanzmann describió como la antítesis de La Lista de Schindler -que precisamente vuelve ahora a los cines españoles por su 25 aniversario-. Así que la expectación por su nueva película era, hasta cierto punto, esperable.

Ahora, el director vuelve con un film que retrata los últimos días del Imperio austrohúngaro antes de la Primera Guerra Mundial. Vuelve a acercar la cámara a su protagonista, a intentar borrar la fina línea que separa al espectador de la pantalla. Envolviendo toda la película de un halo de confusión tan tenso como intrigante.

Vivir y sentir el caos

Nemes nos hace viajar esta vez hasta el Budapest de 1913. Allí conocemos a Irisz Leiter, una joven que ha pasado su infancia en un orfanato tras haber perdido a sus padres en un incendio. Ahora quiere volver a la ciudad en la que nació. Quiere conocer sus raíces, pues sus padres habían sido una de las familias más respetadas de la aristocracia de la capital de Hungría. 

Un día se presenta en la antigua tienda de sombreros de sus padres para pedir trabajo, pero el nuevo propietario del negocio la rechaza a pesar de su talento. Pronto se enterará de la verdadera razón: en la ciudad vive escondido un hermano que nunca supo que tenía, a quien persigue la ley por su vinculación con un  atentado.

A partir de este misterio, Nemes nos guía por una ciudad fantasma en franca decadencia moral y política. Sin separarnos ni un metro de Irisz ni de sus dudas, la seguimos por las calles, ríos y cabarets en las que se suceden las revueltas y levantamientos. Se fragua una revolución mientras la joven quiere encontrar a su hermano.

Allá donde la cámara de El hijo de Saúl   nos metía de lleno en un campo de concentración, esta vez el dispositivo formal sigue los mismos supuestos estéticos pero en un ambiente que -engañosamente- no percibimos como tan hostil. No estamos en una cámara de gas sino en una ciudad que jamás llegamos a ver en todo el esplendor que se le suponía. La vemos mediada por la niebla, por la mirada de su protagonista. 

La percepción de esta hostilidad que, en su primera película, se transmitía de una forma directa -afectando al ritmo cardíaco del espectador-, esta vez llega con maneras más dadas al espectáculo pero igual de espeluznantes. El Imperio Austrohúngaro, un año antes de la I Guerra Mundial, vivía una inestabilidad creciente que enfrentaba a una minoría noble y centralista con múltiples grupos separatistas checos, polacos, rumanos e italianos entre otros. No en vano, hoy el territorio que antes ocupaba aquel estado suma trece países distintos e independientes. Así que Budapest, en este sentido, era un polvorín enorme a punto de estallar.

Sin embargo, su propuesta de inmersión no se asemeja a lo que viviríamos en un Shoot 'em up  jugado en primera persona. Ya no se trata, solamente, de sobrevivir al horror que nos rodea -como ocurría en su oscarizada película anterior-, sino de descubrirse a uno mismo en el desconcierto.

Anatomía del desconcierto

La propuesta de Atardecer, de tan avasalladora, corre un riesgo que no se hallaba en El hijo de Saúl: es más fácil empatizar con el miedo que con la turbación. Por eso, también resulta más sencillo conectar con el drama de un prisionero judío en Auschwitz, que con el de una sombrerera que no sabe quién es  -interpretada por una excelente Juli Jakab-.

Por momentos no tenemos ni idea de dónde está ni qué hace Irisz. Tampoco hacia dónde se dirige, cuál es su objetivo o qué la empuja a tomar determinadas decisiones. Pero cabe preguntarse si el propio personaje lo sabe. Por que si no es así, estamos ante un impresionante retrato de la confusión emocional. Por eso, aunque resulte menos sorprendente, Atardecer se nos antoja más audaz que su precedesora.

Sentirla parece siempre más importante que intentar aprehender todas las lecturas políticas y sociales que implica la nueva película de Nemes. Y conectar con el estado emocional de su protagonista, esencial para asimilar el viaje interior que realiza. Uno que empieza en la búsqueda de las propias raíces y termina con la certeza de que comprenderse a uno mismo resulta infinitamente más complejo que asimilar las implicaciones de un apellido.

En este desarrollo interior, el paisaje exterior se nos muestra radicalmente difuminado, pues aunque el signo de los tiempos es esencial para la historia de Atardecer, es el eco que estos tienen en una joven sombrerera, lo realmente interesante.

Una propuesta sensorial

Inmersión, decíamos antes, que lejos de limitarse a acercar la cámara a sus actores, se vuelve más palpable y viva según avanza la trama. Atardecer  nace como un thriller con un macguffin en forma de hermano perdido, pero crece como una propuesta ligada a lo experiencial, desatada de convenciones y géneros, sobre lo que acontece justo antes de que todo estalle.

En este sentido, el trabajo de László Nemes ha ganado en complejidad y recursos en estos tres años. Aunque su estilo ya resulte del todo reconocible, ahora la cámara suele respirar más para captar algo del entorno. Y los infinitos planos secuencia -recurso tan odiado como amado- de El hijo de Saúl, dejan paso al juego con un montaje dispuesto para incomodar al espectador. Para provocarle perplejidad, un sentimiento que a veces precede al desastre. A esto se suma un diseño de sonido que este año sólo puede compararse al de Roma, en la minuciosidad y profusión de elementos que tornan vívido lo que rodea a cada personaje.

Atardecer  propone un impresionante ejercicio de memoria histórica que nos sitúa a las puertas de la Primera Guerra Mundial. Pero para hacerlo, prefiere no recurrir a ambientaciones fastuosas, sino vivir con su protagonista la progresiva oscuridad moral que creció en los corazones de quienes iniciaron la contienda. Antes de caer una larga noche que duraría cuatro y dejaría al mundo entero bañado en sangre.


El 'Brexit' de Benedict Cumberbatch, un caótico complot detrás de una votación decisiva

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En junio de 2016, 17 millones de ciudadanos británicos votaron a favor de abandonar la Unión Europea. Un referéndum que provocó, y sigue provocando, un terremoto con muy pocos precedentes en la política británica. Dos años después, la primera ministra Theresa May sigue aplazando la votación definitiva en el Parlamento sobre el acuerdo del Brexit alcanzado entre el Gobierno británico y Bruselas, enfrentándose a sus propias filas en mociones de confianza, a sus rivales en mociones de censura, y buscando apoyos europeos para salvar a su Gobierno de la crisis que vive.

Hay acontecimientos históricos que, de tan cercanos a nosotros en el tiempo, nos cuesta imaginar en una película. Es algo demasiado real, demasiado propio del telediario como para visualizarlo en cines. De ahí que cuando un realizador o realizadora se atreve a hacerlo, se le exija que lo haga con pies de plomo. La distancia para con los hechos es esencial para crear una ficción creíble.

Por eso no se puede por menos que aplaudir la audacia de Toby Haynes al abordar algo de tanta actualidad como el Brexit, en un drama político narrado con el ritmo del thriller moderno. Que haga reflexionar desde la ficción sobre las causas y el origen del estado actual del Reino Unido. Y que lo haga a lo grande con HBO y un actor tan en boga como Benedict Cumberbatch como aliados. Aunque, en el fondo, la película aporte más bien poco al debate.

Una campaña para tiempos de desinformación

"Conspiración, pólvora y traición", recita Dominic Cummings, Benedict Cumberbatch en Brexit. Alude así a la conspiración de la pólvora, el complot para matar al rey Jacobo I y a gran parte de la aristocracia protestante británica del XVI ideada, entre otros, por Guy Fawkes. Aquel que hiciesen célebre las hermanas Wachowski en su adaptación del cómic de Alan Moore, V de Vendetta.

Cummings declama las célebres palabras desde un trastero situado en las oficinas en las que está a punto de iniciar una campaña para que la ciudadanía vote a a favor de que el Reino Unido abandone la Unión Europea. Así, la película de Toby Haynes deja claro uno de sus objetivos: probar que las campañas políticas siguen siendo claves para los posibles futuros de un país. Y que los complots, las confabulaciones de carácter social entre gente poderosa o no, ya no se rigen por las mismas normas que lo hacían cuando Guy Fawkes intentó volar la Casa del Parlamento. Vivimos en una sociedad sobreinformada y mediada por las redes sociales. Una que el protagonista de este relato quiere hackear.

Toby Haynes sigue los pasos de Cummings en la concepción y desarrollo de la campaña del Vote Leave  en las semanas anteriores al referéndum (actualmente, por cierto, condenada por violar la ley electoral). Y lo hace con una intensidad que viene siendo habitual en su trayectoria. El realizador de episodios como USS Callister de Black Mirror  o el gran The Reichenbach Fall  de Sherlock, se muestra hábil en las formas. Su historia funciona como aluvión de giros que tantean el tono del drama político y el de la comedia sofisticada con la misma destreza.

Su salto al largometraje no se resiente pues en términos de ritmo, sino de profundidad. Brexit aborda sin remilgos temas muy complejos, pero cuando estos parecen estar apuntando hacia algún discurso, los obvia en pos de otros nuevos y aparentemente más estimulantes.

Las luchas de poder entre unionistas y euroescépticos, la intelectualización del argumentario laborista, la intrusión fundamental de las nuevas tecnologías y el Big Data en campaña, el hastío generacional del británico medio... Haynes parece aburrirse de cada juguete argumental que tiene en sus manos y va pasando de uno a otro sin meditar sobre ninguno.

Y esto, que ya resulta frustrante per se  en cualquier film, se torna más grave cuando la propia película aborda con descaro los flecos de la sociedad sobreinformada. "En una era asediada por la desinformación, era deber de los creadores de este drama sobre el referéndum no sumarse al caos. Pero no, no tuvieron éxito", decía la escritora y columnista Lucy Mangan en su crítica de la película publicada en The Guardian.

No ayuda a comprender el conjunto la actuación de Cumberbatch. No por su falta de esfuerzo, sino por una sensación de Déjà vu algo desalentadora. El actor británico encarna a Dominic Cummings igual que a Sherlock Holmes, a Alan Turing o a Julian Assange. Genial, arrogante, débil, arrebatado...

Nueva contra vieja política

A pesar de su mareante hiperactividad, Brexit  acierta en plantear un debate de fondo: que la victoria de la salida de la Unión Europea en el referéndum que hizo dimitir a David Cameron fue, esencialmente, una victoria de nuevas formas de hacer política. Una idea con la que se podrá estar más o menos de acuerdo, pero que Haynes aborda con claridad.

Películas como No, de Pablo Larraín, narraban una campaña política como fue el plebiscito chileno de 1988 que acabó con la dictadura de Pinochet, desde la audacia visual pero sobre todo, desde la pericia de su estudio de la utopía: ese sentimiento que tanto cuesta empacar con un buen lema. Sin embargo, en Brexit, Haynes y el guionista James Graham deciden apuntar en dirección contraria para analizar cómo la campaña de Vote Leave fue, realmente, mercadeo del descontento.

Sentimiento que se contagió como la pólvora gracias al papel de las redes sociales. Como menciona la propia película, Dominic Cummings fue capaz de colocar mil millones de anuncios mediante publicidad dirigida, exclusiva para cada usuario, con datos obtenidos por AggregateIQ en los días previos al referéndum. Cada muro de Facebook y cada tuit les dijo que estar en la Unión Europea les costaba 350 millones de libras a los contribuyentes.

Arron Banks -hombre de negocios y gran benefactor del UIKP, partido de derechas pro-abandono de la UE-, admitió que su web leave.eu  también contrató a una empresa de datos especializada en el enfoque selectivo de votantes: Cambridge Analytica. Después del referéndum negaba haberlos contratado.

Y detrás, tanto de AggregateIQ como de Cambridge Analytica está el empresario multimillonario Robert Mercer, que después se convirtió en uno de los donantes más importantes de la campaña electoral de Donald Trump.

El año pasado, la comisión electoral halló culpable a la campaña Vote Leave de vulnerar la ley, y los responsables deberán pagar una multa de 70.000 euros. Posteriormente, la web leave.eu  fue llevada ante la agencia nacional del crimen para investigar posibles vulneraciones de la ley electoral. Pero esos mil millones de anuncios ya habían calado. Y quienes realizaron la campaña por la permanencia en la EU ni los vieron venir.

De alguna manera, Haynes plantea con Brexit  un Black Mirror  muy real. Uno en el que el votante es más vulnerable a la manipulación que nunca. También la misma capacidad de decisión que se le espera. Pero no tiene forma de cribar verdades, de encontrar certezas y de decidir con objetividad. Y eso da mucho más miedo que cualquier pesadilla de Charlie Brooker.

El cine intenta salir del pozo en los Presupuestos: recibe la mayor inversión de los últimos ocho años

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El programa de Cinematografía recoge en los Presupuestos Generales del Estado una dotación de 100 millones de euros para 2019. Se trata de una partida incluida en el epígrafe de Artes Escénicas, que comprende los programas de Música y danza, Teatro y Cine, y que suponen un total de 254 millones de euros, una dotación que presenta un incremento del 7,1% respecto de 2018.

Es, en definitiva, la cifra más alta de inversión de los últimos ocho años. El año pasado, los PGE contemplaron una inversión de 87 millones, apenas un millón de euros más que en 2017. En 2019, sin embargo, se prevé invertir 13 millones más que el ejercicio anterior. La subida más grande desde que en 2015 se invirtiesen unos escasos 50 millones y un año después 74.

Sin embargo, las cifras siguen estando lejos de las inversiones que se realizaban hace una década. En el período de 2008 hasta el 2011, se destinaron 120, 133, 132 y 120 millones, respectivamente.

Dentro de este programa destaca la dotación del Fondo de Protección a la Cinematografía, al que se adjudican 85 millones de euros, lo que supone un incremento del 20,1% respecto de 2018.

Este fondo, realmente, es el que realiza la convocatoria de ayudas a nuestro cine. Y en 2019 seguirá una política continuista respecto a la anterior, más allá de la subida, pues se mantendrán las líneas generales de ayudas del ejercicio 2018.

Hablamos de la inversión general para la producción de largometrajes sobre proyecto, selectivas para la producción de largometrajes y cortometrajes sobre proyecto, producción de cortometrajes realizados, ayudas a la participación en festivales, ayudas a la distribución nacional del cine español, desarrollo de proyectos de largometraje, producción de películas de animación y proyectos en nuevos formatos, así como ayudas a la distribución internacional del cine español.

Sexo, soledad y Mozart: las claves para entender a Murakami a través de su último 'bestseller'

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Haruki Murakami tiene fama de no ser profeta en su tierra. Puede que sea un tropo labrado durante años entre la crítica literaria, que ha considerado que su éxito mundial y su renuncia al estilo tradicional nipón y al idioma, son signos de un autor que prefiere exportar su talento. Y puede también que sea una fama buscada: él mismo afirma ser un marginado en el panorama literario de su país, y se ha curtido en la imagen de literato adoptado e influenciado por una cultura ajena.

Sin embargo, su obra Los años de peregrinación se convirtió en la novela más vendida en Japón el año de su publicación. Y cuando en 2017 publicó La muerte del comendador, repitió el fenómeno editorial, superando la marca de su anterior récord a nivel de ventas. Tampoco se le desprecia en el ámbito intelectual de forma unánime: su obra se estudia en las universidades como parte esencial de la literatura de este siglo, y él se siente cercano al ámbito universitario. Su último gesto fue donar todos sus manuscritos, de un valor incalculable, a la Universidad de Tokio, pública y habitualmente situada en los rankings educativos como la más prestigiosa del país.

Por mucho que sigamos repitiendo lo contrario, a Murakami le leen en casa y en el resto del mundo. Eterno candidato al premio Nobel, ahora revalida la vigencia de su estilo con la segunda parte de su novela más ambiciosa en años: La muerte del comendador Libro 2, publicada por Tusquets en castellano, y traducida por Fernando Cordobés y Yoko Ogihara. Conclusión de la historia de un retratista que un buen día recibe un extraño encargo. Dos novelas que exploran muchas de las ambiciones, manías y temáticas que vertebran su obra. Repasamos algunas.

No es fácil ser uno mismo

La muerte del comendador  se inicia con una huida en toda regla. El protagonista, un retratista que vive un buen momento profesional, no es capaz de afrontar el divorcio con la mujer con la que llevaba seis años casado. Sabe que, probablemente, nunca ha apostado por su relación tanto como ella. Pero no es capaz de gestionar la decepción consigo mismo. Así que un día comprará un coche de segunda mano y se pasará semanas recorriendo Japón. Sin lugar al que ir ni al que volver.

Un buen día, un viejo amigo le dice que quiere alquilar la casa de campo de su padre, que era pintor. Y nuestro protagonista encuentra un lugar en el que, por un tiempo, quedarse. Porque por muchas vueltas que dé, por muchos viajes que haga, siempre lleva el mismo equipaje. Él mismo.

Solitario en una casa perdida entre bosques y montañas, el retratista empieza una búsqueda de sí mismo. De lo que es para con su pasado y presente, de lo que significó para él una adolescencia prematura debido al fallecimiento de su hermana, de lo que significa ser artista, de lo que quiere expresar con sus retratos...

Pues la exploración interior, la búsqueda de significado de un paisaje emocional de compleja interpretación, es una constante en muchos personajes de Haruki Murakami. Les conocemos en plena etapa de cambio vital, y con ellos iniciamos el ejercicio de enfrentarse al espejo, aceptar lo que son, y aspirar a ser otros. Como hicimos con el publicista de La caza del carnero salvaje, cuyo desarrollo se asemeja al de este retratista. Pero con una reflexión constante sobre la memoria y la identidad en épocas decisivas, como le ocurría a Tsukuru Tazaki, protagonista de Los años de peregrinación del chico sin color. En su prosa, lo que éramos influye en lo que somos, pero no tiene por qué decidir lo que seremos. Depende de nosotros.

Cultura, cultura, cultura

Las artes en sus muchas formas y vertientes, y cómo influyen en nuestra forma de ver la vida, son una constante en el universo murakamiano. Una que motiva, conduce o cambia radicalmente el desarrollo de la trama. La impregna en todos los sentidos. Sin ir más lejos, La muerte del comendador  que da título a las dos últimas novelas del autor nipón, es también un cuadro.

El protagonista lo encuentra escondido en una buhardilla de la casa del pintor. En él se retrata una violenta escena del Don Giovanni de Mozart. La ópera, de hecho, sustituye al jazz en esta historia, pero Murakami sigue fiel a sus filias: la música en su obra ha creado todo un culto a su alrededor. Ya fuere por las presencias de John Coltrane o Duke Ellington en Kafka en la orilla, por los Debussy, Brahms y Chopin que se escuchan en Sputnik mi amor, o por los Beatles de Tokio Blues. Existen extensos recopilatorios de vídeos con las canciones que suenan en sus libros en Youtube. Hay todo tipo de playlists en Spotify. El propio autor ha dirigido programas musicales de radio y regentó un local de jazz en su juventud. Incluso se han escrito magníficos ensayos sobre el tema.

No es menos relevante cómo se filtran sus referentes literarios en una obra que se impregna de Kafka, odia a Mishima, suena a Salinger y se lee tan rápido como a Scott Fitzgerald. De hecho, él mismo ha reconocido que El gran Gatsby es una inspiración esencial de La muerte del comendador.

En esta ocasión, además, se suma una reflexión en torno al lamento del artista, incapaz de comprender qué le motiva a serlo. Inútil ante el hecho de expresar con su obra algo que ni él mismo comprende.

Otra forma de entender la vida

En japonés existe un concepto bellísimo para describir lo que, en multitud de ocasiones, se respira en la prosa de Murakami: mono no aware. "El término (物の哀れ) es un concepto básico de las artes japonesas, especialmente de la literatura, que suele traducirse como empatía", describe Laura Tomàs, cocreadora de la web especializada japonismo.com, en un artículo sobre esta idea. "Hace referencia a la sensibilidad o capacidad de sorprenderse o conmoverse, de sentir cierta melancolía ante lo efímero", explica.

Sus descripciones, a veces vagas, otras minuciosas hasta la locura, atienden siempre al detalle más nimio cargado de un significado difícilmente aprehensible. Toda una tradición cultural nipona, presente en gran medida en la filosofía del haiku clásico, que permanece viva en su literatura.

El sosiego, la tranquilidad y el intento de captar la esencia de los momentos más breves de la vida no es solo algo que persigan sus letras, es que en su última novela es algo que busca desesperadamente el propio protagonista. Obligado a alejarse de la ciudad y refugiarse en una casa perdida en el monte, el retratista se sorprenderá conmoviéndose por todo aquello que antes le pasaba desapercibido. Como si siempre subyaciese un significado oculto en aquello que vemos.

Un fantasma en tu cama

En este sentido, La muerte del comendador explora otra de las tesis últimas de la literatura de Haruki Murakami: el significado real nunca es el evidente. En su obra, conocer a los demás da vértigo y sus personajes son, muchas veces, personas asustadas ante la certeza de conocer a los demás más allá de su fachada. De abrirse a los demás. De compartir sus demonios.

Y justo ahí, cuando se habla de lo que subyace, dentro y fuera de nuestra realidad, se nos presentan dos elementos fundamentales de la mente murakamiana: el sexo y la fantasía.

El primero es evidente en La muerte del comendador. La obra, de hecho, fue censurada en Hong Kong, y terminó declarada públicamente como "indecente", siendo solo aceptada su distribución como material para adultos. El protagonista de su última novela tiene con el sexo una relación de necesidad, aparente normalidad y obsesión adolescente. Y su desarrollo está asociado, de distintas formas, con largas y descriptivas escenas de sexo. Algo que el autor entiende como una forma de acercarse a los demás. Corriendo el riesgo de descubrir la verdad de personas que creías conocer.

En cuanto al segundo, la fantasía se filtra en la mayoría de su obra en un terreno expresivo muy parecido al del sexo. Ya fueren las ciudades subterráneas de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, los gatos parlanchines de Nakata en Kafka en la orilla o los mundos paralelos de 1Q84: todos estos elementos hablan de lo que no se ve a simple vista, pero existe y afecta a nuestra vida.  

En La muerte del comendador, pronto aparece un elemento disruptivo: un 'hombre sin rostro' que acecha los sueños del protagonista para exigirle un retrato que le prometió. Otra promesa rota en un mundo de fantasmas y apariencias.

Más hombres sin mujeres

El último bestseller  del eterno candidato al Nobel empieza, como decíamos, con una huida. Un divorcio mal gestionado emocionalmente llevará al protagonista a evaluar la relación con su expareja, con el recuerdo de su hermana fallecida y con dos mujeres a las que conocerá cuando decida perderse en las montañas.

En Hombres sin mujeres, ya compuso una compleja tesis sobre la necesidad del hombre heterosexual moderno de refrendar su condición casi en cualquier aspecto de su vida. De proyectar en él sus inquietudes, frustraciones y rabias. "Variaciones sobre el tema de hombres abandonados por mujeres o privados de su presencia. Mujeres que entran y salen de la vida de aquellos, sin posibilidad alguna de comunicación o armisticio, sin segundas oportunidades", explicaba el también escritor Carlos Zanón en su crítica del libro. Subyacía la tóxica incapacidad del hombre blanco heterosexual para procesar el abandono.

La masculinidad frágil, uno de los temas más explorados de su obra, se estudia aquí a través de un personaje que no acepta su ruptura. De la misma forma que la ausencia de una mujer motivaba Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

Pero Murakami ha decidido desterrar la idea de la femme fatale y la mujer que hiere el sentimiento y orgullo del hombre para ser, así, culpada por todos sus males. Un motivo recurrente que planea sobre mucha literatura vestigial de prematuros lectores de Bukowski, que en La muerte del comendador, carga sus tintas en ellos. En hombres con dificultades para empatizar, gestionar sus emociones y vehicular de forma positiva sus preocupaciones. Hombres que tienen que cambiar.

'La favorita', retorcido retrato de una aristocracia caduca

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Ana Estuardo fue la primera soberana de Gran Bretaña. Accedió a la corona por motivos de fe. Debía reinar su padre, Jacobo II, pero al no declararse protestante perdió el derecho real que recayó en sus hijas. Fue coronada el 23 de abril de 1702, tras morir su hermana sin descendencia. Ella tampoco dejaría ninguna: enterró un total de diecisiete hijos, todos fallecidos al poco de nacer o nacidos muertos.

Se enfrentó a la Guerra de Sucesión española posicionada del lado del archiduque Carlos de Austria y consiguió para su reino los territorios de Gibraltar y Menorca. Además, capeó el temporal de conflictos legislativos que, finalmente, culminaría con la unión de Inglaterra con Escocia bajo uno solo nombre: Gran Bretaña. Aquejada de distintas dolencias, se dejó asesorar durante años por Lady Sarah Jennings, esposa de John Churchill, antepasado de Winston y amiga de la infancia que tenía una influencia increíble sobre la reina. Su relación se deterioró con la llegada a palacio de Abigail Masham, prima de Sarah. Ana murió de gota, con un cuerpo tan hinchado que se dice que fue enterrada en un ataúd dos veces más grande de lo normal.

Ahora Yorgos Lanthimos ha reunido a tres actrices gigantes para retratar su reinado. Olivia Colman interpreta a la reina Ana, Rachel Weisz a su consejera Sarah Jennings, y Emma Stone a Abigail. Tres actuaciones brillantes para una película tan retorcida como inteligente sobre el poder, la corrupción moral y física y la lealtad.

Tres mujeres para un trono

La nueva película del realizador de Langosta es, más que la recreación de un momento histórico o un biopic clásico, la exploración de un triángulo de relaciones: el que forman Colman, Weisz y Stone. Una ficción que se divierte con un relato que zarandea al espectador en mitad de una lucha de autoridad en la que la pieza más débil es la situada en la cúspide. Mientras que en la parte inferior se desata una despiadada batalla por el control psicológico del poder.

Lanthimos vuelca así muchas de sus tesis sobre lo despiadado que es el ser humano, incapaz de salir de su ensimismamiento, de desembarazarse de la egolatría. Y a su vez muy capaz de herir a quienes le rodean si así ve cumplidas sus aspiraciones.

Esta vez, eso sí, manejando un desarrollo que se siente cómodo en el tono de comedia negra. Que se construye a base de diálogos inteligentes soltados como dardos con locuacidad. De aquella que hace que una amenaza de muerte resulte graciosa.

En ese juego, La favorita se puede leer desde distintos ángulos según con quien se empatice. Es la historia de una progresiva corrupción moral y física -esa enfermedad creciendo desde la pierna hasta el cuello- del poder absoluto. La venganza de una menospreciada clase burguesa dispuesta a todo por ser algo más. Y es también la caída en desgracia de quién cree que obra justamente para con los demás, cuando realmente solo se mira el ombligo. Lo maravilloso, en esta ocasión, es que no tienes que elegir ninguna interpretación. Todas son válidas gracias al trío protagonista.

Intriga palaciega como nunca la has visto

Hasta la fecha, Yorgos Lanthimos no había hecho una película de época. Sin embargo, su cine solía discurrir alejado de espacios y tiempos concretos. Ya fuese la extraña contemporaneidad con ecos de tragedia griega de El sacrificio de un ciervo sagrado, la distopía de Langosta o el universo cerrado a cal y canto de la casa en la que vivían los protagonistas de Canino.

Sin embargo, ahora el realizador griego nos traslada hasta principios del siglo XVIII, no sin mediar su particular estilo en la ambientación. Así, La favorita nos sitúa en una época oscuramente deliciosa que quiere dejarle claro al espectador que quien la mira, quien la filma, es alguien del siglo XXI.

Una apuesta formal que sitúa a la película entre la iluminación naturalista de Barry Lyndon y los guiños a una modernidad cercana al espectador en la estela de las célebres zapatillas Converse que Sofia Coppola engarzó en Maria Antonieta, a ritmo de I Want Candy.

En lo visual, Lanthimos se esfuerza en crear una sensación de extrañamiento muy particular. La utilización del ojo de pez, que deforma espacios en los que habitan mentes deformadas, grandes angulares que dan la medida de las distancias psicológicas entre los personajes... Mientras que en lo narrativo, el lenguaje resulta perspicazmente moderno: no faltan las últimas tendencias en insultos, los bailes más propios de una discoteca que de un salón real, ni las reacciones absolutamente extemporáneas -ese parlamento británico de hace siglos en el que no cuesta imaginar a un John Bercow haciéndose viral por dar gritos-.

Todo está dispuesto para crear una sensación de actualidad imposible, que convierte el visionado en estimulante reinterpretación del drama histórico, tan alucinada como estimulante.

Retroceder un paso para avanzar dos

En la primera escena de La favorita, dos doncellas liberan del peso de una gigantesca capa a la reina Ana que interpreta Olivia Colman. Acto seguido, le retiran la corona enjoyada que debe llevar por ser reina. Y ella mueve el cuello molesta y dolorida. Ser reina conlleva una gran responsabilidad. Un peso que sostiene por derecho, pero también por imposición.

De la misma forma, Yorgos Lanthimos parece haberse liberado en La favorita de un peso que le complicaba la vida y el movimiento. Aquel que irritaba sin temor a gran parte del público -y crítica-, con la creación de mundos regidos por normas muy específicas en las que la fantasía y el surrealismo se colaban por la puerta grande.

Para acercarse al gran público, el realizador podría haberse alejado de sí mismo. Podría haber sacrificado parte de su sello personal mediante la construcción de una comedia negra que si bien funciona a las mil maravillas, no cuenta con la capacidad de asombro que provocaban películas como Langosta.

Pero esto, que bien puede verse como un acto de contención o concesión al gran público, también puede ser visto como una última y perversa broma. El realizador podría estar jugando al mismo juego que su película, pues en La favorita  subyace un cruel discurso sobre la seducción del poder y lo que estamos dispuestos a hacer por agradarle. En su film vemos los resultados de un halago con segundas. Así que, por ahora, no podemos por menos que seguirle el juego.

Trece peliculones olvidados en las nominaciones a los Oscar 2019

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El próximo domingo 24 de febrero los Oscar celebran su 91 edición. Y  ya sabemos quién competirá por llevarse las estatuillas más mediáticas del mundo del cine. Roma de Alfonso Cuarón y La favorita de Yorgos Lanthimos parten como máximas competidoras, con diez nominaciones cada una.

También destacan películas como Ha nacido una estrella, con ocho nominaciones, El vicio del poder con siete opciones; Infiltrado en el KKKlan con seis; y Bohemian Rhapsody con cinco. Una carrera sin demasiadas sorpresas, tras el panorama que había dejado la gala de los Globos de Oro. ¿Sorpresas? El fenómeno cultural que ha generado Black Panther  aspira a siete estatuillas y se convierte en la primera película de Marvel en estar nominada en la categoría de Mejor Película. También la Madre  de Rodrigo Sorogoyen, que se ha convertido en el séptimo cortometraje español en conseguir la nominación al Oscar.

No sorprende tanto, en cambio, que tras un año de debates sobre el futuro de las salas de cine y las nuevas formas de consumo cinematográfico, Netflix se haya hecho con un total nada desdeñable de catorce nominaciones. Pero siguen siendo muchas las olvidadas en esta edición de los premios. ¿Las razones? Pueden ser muchas, desde el sistema de votación a las normas de inscripción de la Academia o simplemente por haber sido ignoradas. Estas son algunas de las películas más destacadas entre las que podían haber optado a alguna nominación.

The Sisters Brothers

¿Por qué? Ha llovido bastante desde de la nominación a Mejor Película de habla no inglesa por Un profeta -que ganó El secreto de sus ojos-. Al fenómeno de De óxido y hueso le siguió la Palma de Oro a Dheepan. Así que Jacques Audiard merecía volver a intentar asaltar los Oscar. Y con una película protagonizada por Joaquin Phoenix, John C. Reilly y Jake Gyllenhaal y un premio a Mejor Dirección en el Festival de Venecia, podría haber ocurrido.

The Sisters Brothers nos traslada a 1850, en plena fiebre del oro. Allí, dos hermanos reciben el encargo de matar a un buscador de oro. Pero la misión pondrá a prueba el vínculo entre los dos hermanos.

¿La puedo ver? Se estrenó en Francia y Estados Unidos en septiembre, pero sigue sin fecha de estreno confirmada en España.

Zama

¿Por qué? Es difícil que Lucrecia Martel vuelva a estar tan cerca del Oscar como lo ha estado este año. Su película, que es de 2017, se ha recorrido todos los festivales habidos y por haber, conquistando a la crítica de todo el mundo y haciéndose con un buen puñado de premios. Y siguiendo esta larga campaña, llegó estrenarse en salas de Los Ángeles en 2018 -condición indispensable para optar a estos premios-, así que se pudo colar en la terna de películas elegibles para los Oscar. Pero de ahí no pasó. Una pena para una auténtica joya del cine argentino contemporáneo.

Zama narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII asentado en Asunción que espera ser transferido a Buenos Aires, espera ser reconocido por sus méritos, espera que se le respete en las altas esferas. Pero en los años de espera pierde todo. Un fantástico retrato de personajes basado en la novela de Antonio Di Benedetto.

¿La puedo ver? Se puede ver en Filmin.

Aniquilación

¿Por qué? Con Ex Machina, Alex Garland consiguió dos nominaciones a los Oscar. Se quedó con el de Mejores Efectos Visuales y perdió el de Mejor Guion Original. Pero con su primer largometraje fue capaz de crear un culto a su cine que alcanzó a su nueva película: la extraña e hipnotizante Aniquilación.  Si con la anterior había optado a estas dos categorías, podría haber apuntado a Mejor Fotografía o a Mejor Guion Adaptado, escrito por el propio Garland basado en una novela de Jeff VanderMeer.

Pero su recorrido ha sido más triste: tras negarse a distribuirla por miedo a que no gustase, Universal se la vendió a Netflix, que la estrenó sin remilgos para terminar engullida en su extenso catálogo. Sin duda, se queda como una de las rarezas más estimualntes del cine de ciencia ficción de los últimos años, aunque no se lleve ningún Oscar.

¿La puedo ver? Se puede ver en Netflix.

Hereditary

¿Por qué? La ópera prima de Ari Aster, un singular ejemplo del alcance formal del cine de terror actual, gustó mucho a quien tenía que gustar. Supo seducir a los Critics Choice Awards, a los Premios Independent Spirit, a la Asociación de Críticos de Chicago, a los Satellite Awards y a los Premios Gotham. Pero no fue suficiente para los académicos. Ni tan siquiera la entregada actuación de Toni Collette, que bien podría haber sido nominada a Mejor Actriz.

Hereditary es un extraordinario film de terror que narra la historia de los Graham. Una familia que tras la muerte de la abuela y matriarca, empieza a vivir extraños sucesos que cambian la vida de todos sus miembros.

¿La puedo ver? Se estrenó en España en junio y ahora se puede conseguir en formato doméstico.

Destroyer, una mujer herida

¿Por qué? El nuevo thriller de Karyn Kusama ha impactado en el público estadounidense tras su estreno en el festival de Telluride. No es solo que la realizadora haya pulido muchos aspectos controvertidos de su ya interesantísima La invitación, sino que podríamos estar ante una de las muestras más vigorosas e innovadoras del género esta temporada. La actuación de Nicole Kidman se cuenta entre lo mejor del año, con nominación a los Globos de Oro. No tenía demasiadas posibilidades en otras categorías, pero la de actriz...

Destroyer, una mujer herida  sigue los pasos de Erin Bell -Kidman-,una policía que trabajó en su juventud como infiltrada en una peligrosa banda del desierto de California. Años después, los fantasmas de su pasado vuelven para rendirle cuentas.

¿La puedo ver? Llega a los cines el 22 de febrero.

Lu Over the Wall

¿Por qué? El año pasado ya recogíamos que esta gran película de animación dirigida por Masaaki Yuasa se había quedado fuera de la categoría de Mejor Película de Animación por no haber llegado a las salas de Los Ángeles. Pero este año, el genial animador repetía por partida doble: con esta y con Night Is Short, Walk On Girl. Ambas elegibles pero ninguna con nominación. Una pena, pues podría haber significado la confirmación del talento del japonés en tierras hollywoodienses. Aunque no todo son olvidos en la animación: en esta categoría podemos encontrar Mirai, la última película de Mamoru Hosoda.

¿La puedo ver? Se puede ver en Movistar +.

The Miseducation of Cameron Post

¿Por qué? Su paso por Sundance provocó un aluvión de opiniones efrentadas en la crítica norteamericana, pero aún así consiguió alzarse con el premio a Mejor Película en el festival, que sigue siendo el certamen de cine independiente más importante del país.

Se trata del nuevo film de la directora, productora, guionista y actriz Desiree Akhavan, que narra la historia de una joven obligada a asistir a un centro de terapia para reorientar la sexualidad de jóvenes homosexuales. Su tratamiento del tema y su discurso provocó un fenómeno que parece que no superó las barreras del cine indie. Los Oscar hubiesen sido una buena oportunidad.

¿La puedo ver? Sigue sin estreno confirmado en España.

El silencio de los otros

¿Por qué? La película de Almudena Carracedo y Robert Bahar, un excelente documental en torno a nuestra memoria histórica, se coló en la 'shortlist' -algo así como unas prenominaciones- de la categoría a Mejor Documental de los Oscar.

Rodada a lo largo de seis años y parte de la querella argentina contra altos cargos de la dictadura franquista, se trata de una de las cintas españolas que más proyección internacional alcanzaron este año pasado. Parecía que podía tocar la nominación, pero nos tendremos que conformar con la representación española de Sorogoyen y su cortometraje Madre.

¿La puedo ver? Actualmente en algunos cines españoles.

Suspiria

¿Por qué? ¿Otra película de terror? Sí, pero no cualquiera: este remake -entre el respeto y la traición- firmado por Luca Guadagnino del clásico del giallo  de Dario Argento generó tal controversia a su paso por el Festival de Venecia que la expectación en Norteamérica estaba por las nubes. Pero parece ser que sólo interesó en los Critics Choice Awards y en los Premios Independent Spirit. Pronto se apagó el fenómeno y se quedó prácticamente sin posibilidades. Pero la revisión que hace Guadagnino del material original resulta interesante a cualquier aficionado al cine, sea fiel al terror o no.

¿La puedo ver? En marzo llega a Filmin.

Vox Lux

¿Por qué? Otra de las películas polémicas del pasado Festival de Venecia... que ha desaparecido de entre los nombres que apuntaban hacia los Oscar. Si bien la arriesgada propuesta de Brady Corbet descontentó a más de uno, parecía haber consenso en torno a la actuación de Natalie Portman. La actriz ofrecía una vigorosa contestación a su papel en Cisne Negro, que le valió el Oscar en 2010, pero no ha sido suficiente para competir con Yalitza Aparicio, Lady Gaga o Olivia Colman.

Vox Lux nos presenta a Celeste -Portman- es una estrella internacional de la música pop que debe enfrentar su legado en las horas previas a un gran concierto, entre remordimientos y alcohol.

¿La puedo ver? Sigue sin estreno confirmado en España.

Wildlife

¿Por qué? El debut en la dirección de Paul Dano, con guion escrito a cuatro manos junto con Zoe Kazan, lleva generando ese delicado consenso entre crítica y público que suele atraer a los académicos desde que se estrenó en Estados Unidos. Jake Gyllenhaal y Carey Mulligan ofrecen dos interpretaciones llenas de matices que han valido para confirmar al también actor Dano como un realizador que, valga la redundancia, sabe tratar a sus intérpretes. Nada fue suficiente: nunca consiguió colarse entre las favoritas a pesar de ser elegible.

Se trata de una adaptación de la novela de la novela homónima de Richard Ford que narra la desintegración de un matromonio en la Montana de los años sesenta. Un drama rodado con elegancia y sorprendente habilidad.

¿La puedo ver? Sigue sin estreno confirmado en España.

Mid90s

¿Por qué? Otro debut de un actor tras las cámaras. Esta vez de un Jonah Hill que ha encandilado a la crítica estadounidense por la sencillez de la película que plantea. Se trata de la vida de un chaval de 13 años que vive en el Los Ángeles de los años 90, lidiando con los problemas de su vida doméstica y divirtiéndose con su nuevo grupo de amigos, que ha conocido en una tienda de skate.

La National Board of Review -la Asociación de Críticos Norteamericanos- la celebró como una de las mejores películas independientes del año y se encontraba entre las elegibles para los Oscar. Pero nada.

¿La puedo ver? En principio, llegará en junio a España.

La profesora de parvulario

¿Por qué? Otra de las sensaciones del festival de Sundance. Remake de la película homónima israelí dirigida por Nadav Lapid. Esta vez es la prácticamente desconocida Sara Colangelo la encargada de narrar la historia de una profesora -increíble Maggie Gyllenhaal-, de parvulario que un día descubre a un niño prodigio entre los infantes de su clase.

Fascinada, acabará arriesgando su vida familiar y su libertad para intentar que el niño desarrolle su talento. A Colangelo su trabajo le valió el premio a Mejor Dirección en Sundance, pero nada ha conseguido que rasque una sola nominación.

¿La puedo ver? Si no hay cambios, en abril llegará a España.

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